Mi verdadera defloracion
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Mi verdadera defloración
A temprana edad descubri que yo no era como todos los otros niños.
Ademas de las diferencias en el desarrollo fisico( era mas delgado y mas pequeño), a menudo encontraba que mis preferencias eran otras y compartir juegos con ellos me resultaba dificil.
Me encantaba correr y era bastante agil pero el futbol no me gustaba, era demasiado rudo y era lo que mas se practicaba por lo que usualmente me dedicaba a observar cuando jugaban o las mas de las veces la pasaba solo sumergido en mis pensamientos y mis fantasias.
Descubrí que el cuerpo entero siente a traves de la piel y de cuanto agradable puede ser estimular estas senzaciones.
Gozaba con el agua caliente, muy caliente en mis frecuentes baños de tina.
Me aplicaba las cremas de mamá en todo el cuerpo pues me encantaba como se sentía la piel después, adoraba sentir la suavidad y la tersura de mis piernas cuando me las acariciaba, descubrí que mis pezones eran bastante sensibles y estimularlos me daba placer, jugando descubrí cuanto me agradaba amazar mis nalgas y que mi escondido orificio anal me prodigaba un entero mundo de senzaciones.
Por supuesto estaba tambien mi pequeño pene, sensibilisimo tambien él, y toqueteandolo descubrí la maravilla de la masturbación; a mis ocho años era yo un volcan ardiente deseoso de explotar en el mundo de la sensualidad.
No sabía lo que era el sexo, nadie me había hablado de ello, no sentía una atracción especial por los hombres pero si mantenía una admiración por las niñas.
Envidiaba sus vestidos, el maquillaje, el cuidado que ponian a su imagen, y la innata necesidad de sentirse bellas.
Yo era un niño, no podía usar faldas, pero en la intimidad de mi casa me vestía con las ropas de mamá y usaba sus cosmeticos para hacerme mas linda.
Mamá trabajaba, era joven y bella, tenía una vida social activa y frecuentemente llegaba tarde, así que tenía toda la tarde despues del colegio para mis fantasias.
En el colegio, los mas grandes que se sentaban al fondo del salon, iniciaron a practicar juegos sensuales aunque siempre dentro del límite de nuestra infantil madurez.
Al que perdía se le castigaba tocandole las nalgas o se le obligaba a tocar el pene de algun otro.
Siempre con las ropas puestas.
Yo me uní al grupo.
Jugando perdí y mi castigo fué sentarme encima de Alberto y aunque fingí fastidio, la verdad es que senti mis primeras mariposas en el estomago y una extraña sensación en todo el cuerpo.
Estos juegos se repetian casi todos los dias y eramos por lo general, yo y otro amigo los que perdiamos en continuación y así me vi sentada casi siempre, encima de las piernas de mis compañeros como si estuviera montando un caballo, rozando mi trasero contra sus partes nobles.
A veces rodeaban mi cintura con sus brazos y me movian hacia adelante y hacia atras, bamboleandome la cabeza y generando una especie de vértigo; yo cerrando los ojos me perdía en el vaiven de senzaciones que esta practica me portaba.
Algunas veces, los niños se bajaban el pantalon mostrando y exponiendo sus miembros a un roce mas cercano, casi intimo a mis carnes.
El pudor me empujaba a rechazar este atrevimiento pero sin demasiada convicción y al final aceptaba de mala gana pero en secreto sabía que gozaría más pues sentir la dureza de la virilidad a traves de solamente la tela delgada de mis pantalones me excitaba sobremanera.
Y así terminó el año y con el nuevo año estas practicas se olvidaron y me quedé solamente con mis juegos solitarios y mis fantasias en casa.
Descubrí internet y gracias a eso descubrí con admiración el sexo y todo lo que pueden hacer un hombre y una mujer.
Envidiaba a las mujeres.
Envidiaba su sensualidad y su belleza, sus movimientos y sus ademanes, su modo de actuar, el ambiente de seducción que se creaba, como mostrando de a pocos las partes del cuerpo lograban encender la pasión en los hombres, y como una vez encendida esta pasión, voluntariamente se dejaban someter, se entregaban despreocupadamente al hombre dejandolo hacer, permitiendole la iniciativa para que él haga su voluntad y ellas complacientes se concentraban sólo en gozar desenfrenadamente.
Envidiaba los gemidos y sus largos suspiros, y finalmente esos orgasmos sentidos, largos y profundos.
Alberto seguia en mi salon y empecé a sentirme atraida hacia él.
En el colmo de la osadía lo invité a casa y me mostré a él como una niña, como una mujer y no le dejé escapatoria, no se pudo resistir.
Perdí la virginidad
Nos hicimos amantes y en consecuencia me poseia casi a diario.
Y con cada encuentro, reafirmaba en mi el rol que deseaba interpretar en mi vida.
Anhelaba ser deseada, despertar pasiones y deseos.
Si, y sobre todo entregarme, entregarme a la lujuria y al desenfreno viril masculino y ser poseida.
Y gozar.
A mis 14 años me atreví a salir a la calle vestida de niña, fué una experiencia unica.
Sentía las miradas de todos, sentía burlas y recriminaciones, sentía el deseo de correr y esconderme y desaparecer.
Pero nada de eso fué verdad.
Nadie se burló.
Nadie se percató de mi.
No corrí ni me escondí.
Simplemente caminé.
Y disfruté el paseo.
Caminé bajo el sol de primavera, sentí el calor en mis piernas, el volar de mi falda y mis cabellos sueltos al viento, la ropa intima de mamá que se sentía diminuta en cada paso y disfrutaba el sujetador que había comprado hace poco para realzar mis pequeñisimos senos.
Sonreí a la gente y algunos me correspondieron el sonriso.
Me sentí feliz y realizada.
Repetí esta aventura muchas veces.
Y así fué que en una de estos paseos lo conocí.
Era un hombre alto, 195cm, corpulento pero no gordo, de 30 años, ojos claros y vellos en todo el cuerpo.
Me abordó.
Me preguntó por una dirección, solamente era un pretexto.
Me invitó a su casa.
Me dijo:
* Tengo ropa que estoy seguro te va a gustar y que querras probarte
* Y por que crees eso? – pregunté
* Por que creo saber cuales son tus gustos y deseos.
Yo trabajo aqui, te he visto antes
Estabamos en frente a un edificio de oficinas.
Me negué a su invito.
Me dijo:
* No esperaba que vengas hoy.
Cuando te decidas a ver los vestidos, ven y buscame aqui.
Yo soy Adrian
Regresé a casa descompuesta.
Había recibido una propuesta real.
Y era de un hombre, quiero decir no de un niño como Alberto.
Y Adrian sabría que no era mujer? Seguro que si.
Si no por que me hablaría de ropa que quisiera probarme?.
Si, me pareció guapo, pero era siempre un extraño.
Decidí olvidar lo sucedido.
No pensar más en ello.
Pero no pude, la idea de ir a su casa giraba permanentemenete en mi cabeza y me traía loca.
Había tenido razón.
La propuesta de los vestidos me atraia.
Y él era guapo.
Y empecé a ver a Alberto como niño y a sentir que no era ya suficiente, que quería más.
Asi que fuí a buscar a Adrian.
A la hora de almuerzo.
Me vestí de niña, con una falda corta, una tanga de mamá, sandalias y una blusa blanca.
El sujetador que realzaba mis incipientes senos y un poco de rubor en las mejillas para dar color al rostro.
Me paré en frente a su oficina, y esperé.
Me sentí tonta, esperé 10 minutos y nada.
Y si no era verdad que trabajase allí?.
Na.
Por que mentiría? Y buscarlo en el edificio? En cual oficina? Y si no se llamaba Adrian?
Estaba indecisa si tornar a casa o seguir esperando.
Salía gente del edificio y yo crucé la calle para no llamar la atención y finalmente salió.
No estaba solo.
No me vió.
Caminaron alejandose del edificio.
Los seguí.
Me decidí a pasarlos y hacerme notar.
Pedí permiso y pase entre ellos.
Adrian les dijo algo y se despidió, me siguió unos cien metros y luego me alcanzó:
* Hola, que gusto me da verte
* Te estuve esperando un buen rato
* Te ruego me disculpes, no sabía que estuvieras esperandome.
Me dices tu nombre?
* Soy Karina, mucho gusto
* Ya almorzaste, quieres venir a almorzar conmigo?
* Si, si no te molesta
* Quieres venir a mi casa, asi te muestro los vestidos que tengo?
* Si, por que no
Estaba decidida, me pareció gentil.
Quise decirle de mi, que no era una niña natural
* Debo decirte algo antes
* No te preocupes, no debes decirme nada.
Subimos a un taxi, me senté como una niña recatada, con las rodillas juntas y las manos sobre la falda.
Llegamos a su casa.
Vivía en un departamento en el cuarto piso de un edificio.
Me pareció una casa grande.
La sala era illuminada, espaciosa y arreglada.
Vivía solo.
Ordenó una pizza para el almuerzo.
* Crees que debo tomarme la tarde libre en el trabajo?
* Como quieras! Pero si, me gustaría
Me gustaba que tomara la iniciativa, me estaba proponiendo pasar la tarde conmigo y yo inicié mi papel de sumisa, dejandolo tomar a él la decisión.
Me senté en el sofá y cruce mis piernas.
Miré las uñas de mis pies, pintadas correctamente, me sentí orgullosa de ellas.
Intenté mostrarme como mujer, pensé en resaltar mis senos así que arqeé la espalda y observe la habitación, me mordí los labios coquetamente y suspiré.
No se por que, fué un suspiro natural, de ansía, de satisfacción y de liberación.
Me sentía una niña a punto de cruzar el umbral de la madurez.
* Quieres ver los vestidos de los que te hable? Estan en mi cuarto
* Si, claro.
Me encantaría, crees que me quedaran bien?, son de mi talla?
* Espero que si y seguro te veras divina con ellos
Y nos dirigimos a su habitación.
Allí estaba yo, a mis 14 años en el departamento de soltero de un hombre gigante de 30 años y dispuesta a ser seducida.
Y si, también estaban los vestidos.
Eran todos formales, de fiesta, elegantes, todos nuevos y sorprendentemente parecían todos de mi talla.
Y también los zapatos para esos vestidos.
Era increible.
* Los compré para ti.
Espero te gusten.
Sabía que ibas a ceptar mi propuesta
* Y como lo sabías?
* Por que las niñas como tu no son capaces de resistirse a la idea de provarse vestidos nuevos!!
Puedes probartelos en el baño, y allí encontraras también un juego de maquillaje para que te pongas linda.
Tomate todo el tiempo que quieras, yo se esperar.
Escogí tres vestidos que me parecieron los mas coquetos y me dirigí al baño, me decidí por un vestido blanco sin hombros, con un volado a la altura de los senos y con la espalda descubierta, ajustado a la
cintura y la falda amplia, los zapatos de tacon me quedaron de maravilla y no tarde en acostumbrarme a ellos.
Me maquillé, sombras en los ojos, rubor en el rostro y un color rojo encendido en los labios que seguramente llamarían la atención denotando pasión como para indicar que estaba dispuesta a saborearla.
Me apliqué un perfume meloso y sensual en todo el cuerpo, incluso en mis partes intimas y una vez lista me dirigí a la sala para mostrarme a mi hombre.
* Hola Karina, estas hecha toda una mujer y muy guapa además
* Gracias, eres muy gentil.
Te gusta de verdad?
* Si, muchisismo.
Me pones a mil.
Ven, acercate.
Y se acercó a mi, me abrazó y me dió un beso, tierno al principio.
Le correspondí.
Nuestros labios se juntaron y casi inmediatamente el beso se transformó en un beso ardiente lleno de pasión, nuestras lenguas se encontraron y empezaron a juguetear, lo abraze por la cintura para sentir su cuerpo pegado al mio.
Una de sus manos se posó en mi espalda desnuda y la otra acariciaba sensualmente mi trasero.
Pequeña como soy, sentía un verdadero gigante frente a mi, parada en puntillas rodeé su cuello con mis brazos pues deseaba sentir su pecho presionar mis senos.
Y alcancé también a sentir su virilidad crecer y endurecerse debajo de sus pantalones.
Me alzó entre sus brazos y se dirigió al dormitorio, yo rodeé con los mios su cuello y apoyé la cabeza en su costado, sumisa, dejandome llevar; jugaba con sus cabellos y lo besaba en la mejilla.
Sentía que me estaba enamorando perdidamente.
Una vez en su cuarto, me depositó delicadamente en la cama recostandome completamente sobre el lecho.
El comandaba y yo era complaciente, echada sobre la cama observé el techo, su blanco color y la sobria lampara que emergía de él, las sombras que se formaban por el movimiento en la calle y el profundo silencio en contraste con estos movimientos.
Sentí escalofrios cuando levantó mi falda, alzó mis piernas, me retiró la tanguita y empezó a besar mi diminuto miembro mientras con sus manos acariciaba mis piernas, mi estomago y mis nalgas.
Con las rodillas flexionadas y su cabeza entre mis piernas, el cunnilingus me portaba en otro mundo.
El roce de sus cabellos entre mis piernas, su ardiente respiración, sus manos estrujando mis nalgas, su divina boca y mi extrema calentura me hicieron llegar al climax prematuramente.
Adrian bebió todos mis jugos, se echó encima mio y yo lo besé buscando que compartiera parte de mis efluvios.
Me recosté sobre mis codos y le sonreí complacida, Adrian deslizó mi vestido dejando mis pechos al descubierto, donde aunque no muy grandes eran evidentes mis tetitas, estos pequeños senos que habían empezado a crecer naturalmente un año atras y que mostraban unos pezones grandes, carnosos y abultados.
Me besó los senos, me mordió y chupó los pezones y yo no lo podía creer, me volvía loca, estaba fuera de mi, gemía y sollozaba de placer, rendida a los deseos de este macho.
Más que nunca quería sentirme mujer, ansiaba ser penetrada, feminizada, poseida.
Pero antes, tenía que conocerlo.
* Dejame besarte – le dije
Entendió mis deseos inmediatamente.
Se levantó.
Me senté al borde de la cama y le desabroche los pantalones.
Y cuando finalmente le baje los interiores, emergió como una catapulta un miembro inmenso, carnoso, musculoso, imponente.
Lo tomé con mis dos manos y noté que aún me sobraban algunos centimetros, le di un lenguetazo en su roja cabeza y dirigí mi mirada hacia Adrian.
Orgulloso sonreia y yo me sentí la mujer más afortunada del mundo.
Finalmente tenía una verdadera verga de hombre entre mis manos, gruesa, muy gruesa.
Instintivamente quise introducirla en mi boca, no pude, me vinieron arcadas.
Insistí y no pude.
Era muy grande.
Pero era mia.
Así que me dedique a besarla, a aplicarle mis labios en toda su longitud, a pasarle mi lengua humeda percibiendo el agradable sabor de l virilidad, de rato en rato probaba a introducir en mi boca este imponente mastil hasta que finalmente lo conseguí, pude mantenerlo entre mis labios.
Mamé de este manjar minutos interminables, intenté introducirla mas en mi boca pero me fué imposible, era mucho mas de lo que alguna vez había probado, imaginaba con miedo y estupor y también con un placer masoquista los estragos que este duro madero haria en mis partes, imaginaba el sufrimiento irrenunciable que pagaría por hospitar este garrote dentro mio, sabía que era el precio a pagar para convertirme en mujer y sabía sin ninguna duda que lo disfrutaría al máximo.
Finalmente, decidida y ansiosa de sentir plenamente a mi hombre, se lo hice saber
* Penetrame y hazme tuya – le dije suplicante.
* Espero no sea tu primera vez, o si? – me preguntó
* Con un verdadero hombre, si!!.
Debes ser gentil conmigo, te lo ruego.
* No te preocues, seré cuidadoso para que lo disfrutes.
* Lo estoy ya disfrutando, mi amor.
Me despojé de mis vestidos quedando completamente desnuda para Adrian.
El hizo lo propio.
Me recostó en la cama.
Yo lo observaba.
Mordía ansiosa y coqueta mi mano, mis dedos y lo miraba como una gatita pronta a su sacrificio.
Aplicó lubricante a sus partes, aplicó lubricante a mis nalgas y entre ellas y en mi agujerito.
Me penetró con un dedo y yo suspiré de placer, aplicó mas lubricante e introdujo otro dedo que acogí complacida.
Movía su mano y yo lo disfrutaba, inicié a mover mis caderas imitando el movimiento de la fornicación mientras sus dedos se deslizaban comodamente entre mis carnes.
* Estas lista? – me preguntó y mirandolo tiernamente le respondí afirmativamente
Me colocó las piernas entre sus hombros levantando así mis caderas y exponiendo completamente mi hasta ese momento pequeño orificio, sentí su duro musculo entre mis nalgas, colocó la cabeza de ese amado monstruo en la entrada de mi agujero y empezó a hacer presión.
Sentí dolor y cerre los ojos y un gemido escapo de entre mis labios.
Se detuvo, retiro ligeramente el miembro y con un intempestivo movimiento me enfiló completamente la descomunal cabeza rompiendo en un solo intento toda la resistencia de mi maltrecho ano.
Los ojos completamente cerrados, los dientes fuertemente apretados y las manos aferrando firmemente las sabanas del lecho daban fé del sacrificio nupcial que acababa de ocurrir.
Dejé escapar una extraño y apagado aullido, una exhalación y en continuación se oia retumbar en la habitación mi respiración agitada debido a la quebrantada resistencia de mis carnes y buscando que acostumbrar y acoger en mi a este procaz y descomunal invasor.
* Disculpa mi amor, pero es mejor así, Lo peor ya pasó.
Ahora sólo tienes que relajarte y dejar que tu cuerpo se acostumbre a mi.
* Soy tuya, soy toda tuya, haz de mi lo que quieras – le respondí con una voz entrecortada y casi entre sollozos.
Alguna lagrima asomó a mis ojos,pero estaba decidida a gozar de mi macho.
Ademas, como bien dijo, lo peor ya había pasado, sólo tenia que acostumbrarme a este increible grosor.
Me sentía partida en dos y el esfinter dilatado como nunca antes lo sentí.
Recordé mi primera vez.
La penetración no fué un granque pero luego gocé como una chancha.
Pero esta vez el dolor era mas fuerte, o quizas no.
No lo sabía y no tenía importancia.
Solamente sabía que en este momento me encontraba seguramente ensartada, sometida, violada y completamente deshonrada.
Adrian no se movía, se mantenía quieto y era mejor así, mientras me acostumbraba a tenerlo dentro mio.
Con una mano acariciaba mi pequeño miembro lo que provocaba esporadicas contracciones en mi anillo y con ello pequeños reflejos de placer que se expresaban a travez de suspiros placenteros y ligeros temblores en mis caderas.
En un momento, sentí el dolor disiparse, el fastidio había disminuido considerablemente y
mi calentura se había incrementado.
Me sentía excitada, muy excitada.
Dirigí mi mirada hacia Adrian y atiné a decirle:
* Dame un beso, mi amor – invitandolo a venir hacia mi
El con mis piernas todavía sobre sus hombros, se recostó sobre mi alzando aún mas mis caderas y acercó su boca a la mia.
Nuestros labios se juntaron, nos besamos, sentí su lengua invadirme, la sentí introducirse en mi boca y buscar y alcanzar mi lengua, y lo mismo hizo su miembro viril deslizandose dentro mio, lo siento ingresar abriendose paso en mis entrañas y se me hace interminable este desplazamiento, siento la dureza del miembro rozar mis interiores, percibo cada centimetro que entra y con cada centimetro el morbo crece en mi, me pregunto hasta cuando podré acoger al invasor que incolume continúa su camino, me admiro de la mia ignota capacidad, hasta que finalmente llega al tope y me siento feliz pues he sido capaz de albergar mi amor en toda su longitud.
El hace presión para penetrarme aun mas, y siento su glande hincharse y explotar vertiendo el liquido ardiente fruto de su excitación.
Me inunda penetrandome más como si esto fuera posible, presionando mis caderas, empujando mis piernas que se encuentran ya en contacto con mis pechos, conminandome a la rendición, obligandome a exhalar el ultimo aliento retenido y a relajar toda la tensión de mis musculos para dejarlo poseerme enteramente, totalmente, indefinidamente.
Me aferro a él, lo quiero eternamente dentro mio, lo beso al oido y le susurro – te amo -.
Mis piernas lo rodean aprisionandolo, mi pelvis se arquea para acogerlo y sentirlo mas intensamente.
El me besa los pezones y me desarma, se libera de mi llave y logra escapar de dentro mio.
Siento un gran vacio y el viento que corre enfriando mi cuerpo sudoroso.
* Disculpa mi vida, estabas divinamente estrecha y me has hecho llegar antes de lo previsto
* No te preocupes mi amor.
Yo lo disfrute.
Y tú?
* Si, bastante.
Puedes esperar a que me reponga? Quiero gozarte como se debe
* Y yo quiero sentirte otra vez dentro mio – era verdad.
Yo quería más, mucho más.
Fuí al baño a asearme, me senté en el bidé y el blanco liquido fruto del amor se deslizo fuera mio.
Suspiré.
Me arregle el cabello, me pinté un poco, algo de perfume y regresé caminando con el culo adolorido a la cama donde me esperaba mi amor.
Me abrazó, me recosté en su pecho, me sentía en la gloria, se respiraba paz y amor en el ambiente.
Nos besamos tiernamente al principio, luego con pasión, sus manos aferraron mis caderas y yo me incliné hacia atras ofreciendole mis senos que él rapidamente aceptó, succionando decididamente mis pezones y llevandome al cielo.
Soy muy sensible en mis senos y él lo captó inmediatamente.
Mi mano buscó su miembro y acariciandolo sentí como la rigidez tornaba.
Esta vez sería mio por mucho mas tiempo.
Adrian estaba recostado en el respaldo de la cama, me recosté encima suyo y de espaldas a él.
Coloqué el descomunal pedazo de carne en la entrada de mi orificio y me deslize hacia abajo muy lentamente empalandome y suspirando con cada centimetro introducido.
Tocó el fondo.
Flezioné mis piernas y con mis pies apoyados sobre la cama elevaba y dejaba caer mis caderas saboreando el dulce deslizar de los centimetros en mi dilatado agujero.
Mientras nos besabamos apasionadamente, Adrian jugueteaba retorciendo mis pezones con los dedos de una mano mientras que con la otra estimulaba mi pequeño miembro.
Era increible la serie de senzaciones que estaba experimentando.
Al inicio el movimiento de mis caderas era ritmico y acompasado, para transformarse en frenético y desesperado a medida que la cachondez se hacía más intensa hasta que al límite de mis fuerzas y no pudiendo soportar más la excitación caí rendida a un lado de Adrian respirando afanosamente y traspirando copiosamente.
El maldito, sin dejarme tomar aliento, me acomodo a cuatro patas y yo totalmente sometida me dejé acomodar preparandome a una anhelada tortura, se colocó detras mio, me penetró inmisericorde y sin que mi cuerpo opusiera resistencia; no queria resistir, no lo podía hacer, hacía rato que estaba ya vencida y humillada, y mi entero ser amoldado a este miembro, adicta a él.
Me sentía su mujer y su esclava y él sabía que yo era de su propiedad, que le pertenecía.
Adrian introducía y retiraba ritmicamente casi la entera longitud de su miembro y yo deliraba del placer y con cada movimiento repetido me hacia emitir gemidos que no podía contener, y cada vez que tocaba fondo en sus penetraciones un suspiro lujurioso escapaba de entre mis labios.
Buscando resistir en el mejor modo sus embestidas, apoyé mis hombros en la cama dejando mis caderas alzadas ofreciendo mi sufrido culo a su entera disposición.
Me había convertido en su objeto de placer, atiné a cerrrar los ojos, sentía hundirse en mi cuerpo el ardiente falo, percibia las venas rugosas que provocaban cosquilleos sensuales en mi ser, y cuando llegaba al tope anhelaba sentirlo entrar aun mas, llevé mis manos hacia atras y separé mis nalgas con el fin de permitir la introducción de algunos milimetros mas de placer, giré la cabeza y con la mirada incitaba a Adrian a que me castigara sin piedad, me mordía los labios libidinosamente mostrandole la inmensurable cantidad de placer que me estaba prodigando.
Ya no estaba en mi, sentía un gran zumbido en los oidos, no alcanzaba a escuchar ni siquiera mis quejidos.
Y seguramente aullaba como loca, tremaba ante cada estocada y me relamia los labios morbosamente ante cada penetración.
Adrian fuera de si tambien él, martillaba repetidamente profiriendo improperios que inutilmente intentaba entender, me torturaba enclavando su dulce ariete en mi maltrecho cuerpo.
Y cuando las embestidas se hicieron mas fuertes, no pude resistir y caí extendida sobre la cama y detras mio vino Adrian con una embestida sublime y brutal que me llevo al borde del climax.
A partir de este momento, Adrian preso de la pasión y el erotismo, empezó a arremeter con furia introduciendo el descomunal mazo en mis por demás complacientes carnes; él me tenía atrapada debajo suyo, con todo su ser haciendo presión sobre mi.
Su ardiente respiración encendía mi cuello y su humeda lengua sofocaba mis oidos, sus brazos fuertes aprisionandome me sofocaban y me impedian respirar librementemante.
Y él continuaba y me zarandeanba cada vez mas fuerte.
Y con cada embestida sentía el orgasmo venir hasta que casi al límite de mis fuerzas y a punto de desvanecer sentí llegar en todo mi cuerpo los estertores unicos del placer desencadenado, un goce sublime e inmenso, indefinible y supremo, el estallido de los sentidos que te transporta al setimo cielo y una explosión de felicidad que esperas no acabe jamas.
Mi dilatado esfinter inició una serie de contracciones involuntarias y con cada una de ellas una bomba de placer estallaba en mi cerebro.
Perdí la cuenta de cuantas veces me sentí morir, gozaba en continuación y cuando pensaba había llegado al final, un nuevo estertor de mi anillo y una nueva explosión ocurria en mi reiniciando el ciclo del placer
Y finalmente, el goce compartido con mi Adrian, que depositó en mi sus liquidos seminales, ardientes y reveladores, expandiendo con cada eyaculación mis entrañas y aumentando, como si fuera esto posible, el placer recibido.
Quede extenuada, respirando afanosamente y sin fuerzas para alzarme.
Adrian quedó rendido encima mio, besaba mi rostro, lentamente su miembro perdió fuerza y delicadamente se deslizo fuera de mi, aliviando la presión sobre mi sufrido esfinter.
Rendidos y sudorosos, nos mantuvimos abrazados un largo tiempo.
Me sentía realizada como mujer y como amante, había conocido la felicidad que me pareció eterna pero que realmente había durado solamente algunos segundos.
Pero había descubierto como llegar a ella y tenía la posibilidad y la esperanza de volverla a encontrar y disfrutarla.
Seguramente otra vez con Adrian y quien sabe, quizas en alguna otra aventura con algun otro esplendido fornicante.
Relajada, me adormenté y empezé a soñar ilusionada en todas las veces que mi Adrian me tendría a su disposición.
Agradeceré sus comentarios : gatitalima21 en hotmail com
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