Nenita para mí tío
Una mañana fría en cama de mi tío.
Mi tío y yo.
Me llamo Jesús pero me gusta que me llamen Dayana, esta es una historia de como fueron mis primeros pasos con un hombre, uno que sería mi familiar.
Desde niño sentí una gran atracción hacia la ropa femenina. Me encantaba a escondidas ponerme la ropa de unas tías o de una placas de ropa que mi madre vendía. Recuerdo que en la secundaria me excitaba ponerme el uniforme de una prima que iba en la misma escuela que yo.
Nunca fui muy sociable, me gustaba mucho la soledad, era hijo único y vivíamos cerca de la casa de mi abuela paterna, siempre iba a su casa cuando no quería ir a la escuela o al salir de clases, junto con mi abuela vivía mi prima, otros de sus hijos, varias mujeres y un tío hermano mayor de mi papá, el tendría unos 50 años, feo, chaparro, y desaliñado, nunca se casó y tenia fama de maniaco. Muchas veces escuché a mis tías comentarios, de que el había intentado tocarlas por la noches pero solo eran chismes.
Una mañana en que hacía mucho frío y estaba lloviendo, salí de casa sin ganas de ir a la escuela, debido al clima, de esos que no te dan ganas mas que estar en la cama y dan muchas ganas de sexo. decidí que no iría a la escuela y fui a casa de mi abuela. Sabía que ella no estaría en casa y así provecharía para buscar las revistas porno que tenía mi tío y me masturbaría.
Llegué a la casa pero ¡Oh sorpresa! mi tío tenía el turno de noche en su trabajo y recién se había acostado. Por un momento me desanimé pensando que ya no me podría poner el uniforme de mi prima, pues ese día a ella le tocaba deportes, pero… Mi mente se llenó de ideas perversas… ¿Y si mi tío me tocaba las piernas?, «solo un poquito», me dije a mi misma, cachonda y esperando provocar una situación. Casi sin pensarlo fui directo al cuarto de mi prima, busqué su ropa y me la puse de bajo de mi pants. Después fui al cuarto de mi tío.
Él estaba acostado, pero al escuchar la puerta se destapó.
Cuando me vio me dijo:
— ¿Qué haces aquí, no deberías estar en la escuela?
— Vine a buscar a mi abue, me dijo que me daría dinero — estaba temblando de nervios, pero súper excitada.
— Ok, dormiré un rato.
— Oye tío…
— ¿Qué?
— ¿Me… me dejas ver la tele en tu cuarto?…
— ¿No que ibas a la escuela?
— Bueno… si iba a ir, pero ahora me dio flojera y tengo frío…
— Bueno — Contestó ya sin abrir los ojos y tratando de acomodarse mejor
— Pero bajito que tengo que dormir.
Encendí la televisión y me senté a la orilla de la cama. Tenía la cabeza a mil por hora y temblaba, de frío, y de excitación. Estaba muy caliente ante la situación.
— ¿Tío?— Volví a preguntar
— ¿Ahora qué pasa? — Preguntó.
— Está haciendo mucho frío, me puedo cobijar contigo?
— Bueno — me dijo.
Me metí bajo las cobijas: no estaba segura de lo que pasaría o cómo
reaccionaría, pero estaba realmente cachonda, más de lo que había estado antes.
Estaba ya mojada y sentía un escalofrío de placer como nunca antes. Entonces le hablé una vez más…
— Tío, ya me pegaste el sueño, creo que también me dormiré.
— Como quieras.
Yo aún temblaba de frío y con muchos cuidado me saqué el pants y la playera, para solo quedar con el uniforme de mi prima, me acomode pegándole mi culito. Abrió los ojos extrañado, y solo se acomodó mejor, quedando yo con mi culito pegado a su cuerpo. Él comenzó a temblar y a escucharse agitado.
Yo estaba igual… El comenzó a moverse muy lentamente hasta quedar de espaldas a mí y comenzó a mover su mano a mi vientre y de allí, lentamente a mis piernas. Aún por encima de mi falda, como tratando de adivinar la prenda que traía puesta, sentía su bulto creciendo en mi culo cada vez más me ponía nerviosa pero a le vez contenta por que estaba logrando mi objetivo, yo también comencé a moverme, haciendo movimientos circulares con mi cintura, restregándole el trasero en su miembro ya completamente erecto. Acto seguido movió su mano a mis piernas y la metió dentro de mi falda. Cada toque, cada caricia suya era un choque eléctrico en mi cuerpo. Sentí que se empezó a sacar el pene completamente duro y a la vez subirme la falda y bajarme las bragas, que ese día eran de tela tipo seda, color rosa pastel, acto seguido así, acostado, se bajó el pantalón, mientras me punteaba con el pene de fuera por encima de mi calzoncito.
Mi tío restregaba en mis nalgas duras su viril miembro. Y yo no podía estar más excitada, mas mojada sentía que en mi pene había una corriente eléctrica,
sentía una especie de euforia total. En ese vaivén deslicé mi mano hacia atrás y pude sentirlo duro, mojado. Yo misma terminé de bajarme el calzón: Estaba ardiendo de deseo.
Ya no era virgen, pues antes yo misma me introducía cosas, verduras y un consolador que tenía mi madre. Pero ésta, sí era la primera vez con un hombre. Por cierto mi tío no era muy dotado. Comenzó a puntearme piel con piel: yo sentía resbaloso y esa sensación era riquísima en mi culo caliente.
¡Por Dios, que caliente estaba! Yo misma lo movía como formando un círculo. Y en ese vaivén delicioso fue que no me pude aguantar. Y comencé a gemir con fuerza, el me besaba las orejas y el cuello. Al sentir esos besos no me resistí.
— ¡Siiii papi… cógeme… cógeme, así, ay, que rico! — volteé la cara hacia el. Y lo besé en la boca. Sentir su barba tan descuidada rosar mis mejillas fue el
complemento perfecto de todas estas nuevas sensaciones. Porque no sabía si era el hecho de que fuera mi tío, o que estuviera tan feo y viejo, o qué era aquello que me causaba tanto morbo. Y eso se manifestaba en mis piernas, por las que escurrían los jugos de mi excitación, al grado de mojar las sabanas. Todo parecía nuevo para mí, entonces él me volteó con mucha fuerza para quedar de frente a él. Ese no era mi tío. Lo desconocía, Un gemido-grito salió de mi al ponerme su verga entre mis piernas, mientras que con desesperación me apretaba contra sí y nos besábamos como queriéndonos comer, entonces sentí que se detuvo de repente; como que no se animaba a metérmela, tal vez por miedo, pero yo ya lo deseaba como nunca había deseado nada anteriormente y… En un solo movimiento me aparté de él mientras lo veía fijamente, empapada ya en sudor
mientras le decía, casi suplicándole.
— No te detengas. ¡Métemela ya! ¡Métemela ya!— Le dije casi sollozando. En un momento yo misma usé mi mano para darle camino de entrada a mi ano, él, al sentir mis nalgas dándole la bienvenida no lo dudó más, empujó entrando casi hasta la mitad con cierta facilidad. Emití un pequeño gemido de dolor y placer. Esto era totalmente diferente a lo que antes hubiera entrado en mí, se sentía tan rico, nada comparado a las cosas anteriores que me había metido.
Comenzó a meterla y sacarla, una y otra vez.
— Me gustas putito, te amo — A cada embestida me lo decía, estaba eufórico de deseo. Tan caliente como yo.
— Te amo papacito. ¡Ay! Así… ¡Así cógeme mi amor, así! – Estaba a punto de tener un orgasmo, cuando mi tío comenzó a acelerar el ritmo y a gemir con más fuerza. Casi gritaba, y entre los besos apasionados, el golopear de su miembro caliente contra mis nalgas, provocando un chasquido que aceleraba aún más mi corazón y mi deseo, el calor extremo que despedíamos ambos, de repente se salió de mí y comenzó a eyacular, salpicándome la falda y parte del suéter.
Se dejó caer de espaldas y estuvo así, pensativo. Cuando recupere un poco de fuerza le volví a subir la pierna e intenté besarlo, pero él volteó su rostro rechazándolo. Y yo, sacada de onda, seguí masturbándome allí, frente a él, hasta terminar. acto seguido. me paré y salí corriendo de ese cuarto
camino a casa, iba con muchos pensamientos en la cabeza. ¿Qué le diría a mi madre por tan
apresurada llegada? ¿Me notaría lo que acababa de hacer? De pronto la culpa me atormentaba. Y ahora sé que a mi tío le sucedió lo mismo.
Sin embargo… eso no pudo evitar que se repitiera nuestro encuentro.
cualquier tio quisiera una nenita suavecita para devorar