SAL Parte I
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por salette.
Lo que aquí van a leer es mi realidad, mi vida, mi lucha, por haber nacido en el lugar equivocado, aunque debo decir en el cuerpo equivocado. Nací en la década de los 90’s, las mujeres no decimos con exactitud nuestra edad, bajo el signo de capricornio, en el seno de una familia de clase media, donde “todas somos mujeres”; mi madre, una mujer sumamente atractiva, que a muy temprana edad, quince años, ya tenía a su primera hija, a los dieciséis la segunda y a los diecisiete la tercera, todas del mismo padre, a los veinte se separó, catorce años después de mi hermana más chica, llegué yo; mi madre, sola, que yo recuerde nunca ví la figura paterna, se dedico a trabajar día y noche para darnos educación y una vida decorosa, con su intuición y los pocos estudios que tuvo, la formación que orientó a mi madre, fue muy práctica, era más fácil darnos la misma crianza a todas por igual, por lo tanto desde de bebe; pasaba por la “hermanita menor”, me dejaron crecer el pelo y me vestían con ropa de niña y dado que mi cuerpo y mis facciones son muy finas, realmente no se notaba la diferencia, de esta manera, desde pequeñita me enseñaron a sentir, pensar y actuar como una personita del sexo femenino. Conforme fuí creciendo, notaba la diferencia de cuerpos, el mio era diferente, aunque en casa decían que “todas somos mujeres”, así fuí aceptando el lado femenino que todos los seres humanos tenemos alejando la diferencia masculina y moldeando mi conducta a la forma en como vivenciaba mis experiencias, siendo consentida tanto por mi madre como por mis hermanas, mis juguetes eran muñecas, juegos de té, sus maquillajes, su ropa, adornos, etc., me maquillaban y me vestían con ropa de ellas, me peinaban e inclusive me perforaron las orejas para ponerme aretes, de esta manera, no compartía los juguetes de pistolas y carritos ni los juegos de fuerza, de saltos, ni carreras que juegan los niños, pronto entendí que yo no era como los y las demás; aunque desde siempre me he sentido como una persona del sexo femenino; en un principio, desde que nací hasta los cuatro o cinco años, ni cuenta me daba, pero sí observaba la diferencia, despues me gustaba realmente ser una niña, por lo que me siento afortunada de tener un nombre que puede ser utilizado por ambos géneros, mi nombre es SAL y es mi nombre real, con ese nombre me inscribieron en los primeros años de vida escolar en una escuela y las maestras nunca pensaron que era varón, creian que era niña.
A los cinco años, jugaba con los cosméticos, me pintaba los ojos, la cara; ya que imitiva a mi madre y a mis hermanas, al observarlas en esas actividades ya que al estar con ellas diariamente y viendo como lo hacían, poco a poco fui aprendiendo a hacerlo, además, tenía el tiempo necesario para ir, yo sola, al tocador de mi madre y practicar, así que pasaba nucho tiempo frente al espejo poniendo colores a mis párpados, mis pestañas, que por cierto las tengo largas y tupidas, después me inicié en el “modelaje” de ropa viéndome al espejo utilizando la ropa de mi hermana la menor, de esta manera lo que en principio era un juego que solapaba mi familia, se convirtió en una pasión, mis pensamientos y mis sueños eran totalmente femeninos, además, sin tener una imagen paterna, una imagen masculina, inicié el interés por las cosas de mujeres alejándome de las actividades del sexo masculino, pero deseando y soñando, como mis hermanas me inculcaban, los prototipos que en relación a ellos, era el modelo predilecto de las mujeres, el clásico principe azul, alto, moreno, de ojos claros, pelo oscuro ensortijado, que me cumpliera todos mis caprichos y me regalara un castillo.
Al cumplir seis años y me inscribieron en la escuela primaria, vino el primer desengaño, se acabó mi vida placentera y comenzó mi apasionada lucha, mi madre decidió inscribirme en una escuela mixta como varón, lo cual para mí, representaba un trauma emocional tremendo, ya que de un golpe mi femineidad desaparece, imponiéndome un estilo de vida diferente, una masculinidad totalmente desconocida, lloré cuando me cortaron el pelo. Debido a esto, deje de usar la ropa de niña que utilizaba en el jardín de niños, ahora iba al colegio vestido con el adusto uniforme masculino, lo que para mí era humillante, degradante, lesivo para mi autoestima, mi equilibrio psicológico; esta ofensa, me llevó a vestirme con la ropa interior de mis hermanas debajo del lúgubre uniforme escolar, tratando de restañar mi ofendido orgullo, era una forma de rebelarme ante una injusticia, de esta forma desobedecía y me sentía menos humillado; estando en casa me vestía de niña y también tuve problemas para vestirme ya que mamá me regañaba, ahora tenía que esconderme para hacerlo, así empezó mi rebeldía ante todo lo que representará al género masculino, dentro y fuera de casa, volcando con más énfasis mi pasión por lo femenino.
En la escuela no jugaba con mis compañeros y pasaba casi todo el tiempo sola, pensando, observándolos, haciendo diferencias entre el comportamiento de ellos y el mío, en lo académico no tuve dificultad para aprobar los grados de la primaria, pero me volví muy introvertido y buscaba la aprobación de la maestra identificándome con ella, teniendo como llave para acercarme a ella, el ser aplicado y bien portado en la clase, esto me ayudo, porque la maestra me dejó asistir con el pelo largo, de esta forma escondía las perforaciones en mis orejas, que eran objeto de burla, escarnio y sarcarsmo, sobre todo con los compañeros más grandes, lo cual hacía que mi aflicción se opusiera y me negara a ir al colegio.
De esta manera vivía hasta que un día estando bañándome, tocaron la puerta, salí del baño con mi pelo largo mojado y desnuda, me puse una bata de mi hermana menor, abrí y ví a un hombre que ante mis ojos era altísimo, bastante atractivo tenía ojos verdes, era moreno y sin vello en la cara, de facciones finas, con el pelo quebrado, piernas y brazos largos y fuertes, esbelto y musculoso, sobresalía su redondo trasero, mis hermanas, cuando lo conocieron, pensaron igual que yo, resultó ser un primo lejano de mi mamá que vivía en la costa y tenía veinticinco años, buscaba a mi madre, me dijo que era mi tío, él me vió y pensó que yo era una niña, lo invité a pasar para que la esperara, estaba embelesada por él, admirándolo en silencio, la verdad es que no sabía de qué hablarle, al conocerlo, sin saberlo, el deseo comenzó a aflorar en mi ser, era algo muy fuerte que me atraía a cada momento, me imaginé entre sus brazos, sintiendo su piel, tocando su pelo, acariciando sus fuertes brazos, toda mi admiración se volcó sobre él. Por fortuna, se quedó a vivir en la casa porque venía a estudiar la carrera de medicina; a partir de ese momento, pude observar la imagen masculina en todo su esplendor, por fin pude diferenciar entre observar a un hombre como modelo de comportamiento u observarlo con el deseo de estar con él; una vez instalado, yo lo espiaba, sobre todo cuando se bañaba, no me importaba ser como él, quería ser de él, atraerle, agradarle, interesarle, esto desarrollo, aún más, mi femineidad. Pasó el tiempo y una vez que pensaba estaba sola, como siempre, principié por elegir en la ropa de mis hermanas la que me serviría para vestirme, me peiné a los lados de la cabeza, con la raya al medio, me maquillé con azul para mis párpados, rojo para los labios y rosa para mis mejillas. Cuando me miré al espejo, contemplé la imagen de una niña linda y simpática, en ese momento ví que me observaban, era mi tío parado en la puerta mirándome, me dijo, ¿estás jugando?, ¿jugamos?, ¡qué linda mi sobrina!, entre otras cosas, yo me quedé inmovilizada, acto seguido comenzó a acariciarme, al principio me sorprendí y luchaba por zafarme pero no pude ante su gran fuerza, como me lastimaba, me deje llevar, nunca había sentido ni la cercanía ni la caricia de un hombre, la versas no me desagradó, esto lo animó a besarme, fue mi primer beso, sentí que sus labios quemaban los mios y como los succionaba despacio, tiernamente entre los suyos, mi cuerpo se estremeció sobre todo cuando su lengua penetró mi boca, me hacía cosquillas en el paladar, sentía delicioso, cuando la metía hasta tocar mi campanilla, casi me ahogaba, sentir como su lengua jugaba con la mia, me gustó mucho, eran estremecimientos que nunca había sentido, me sentía volando, como si subiera a una gran nube que me llevara lejos donde todo es tranquilidad, agrado, deseo; mientras me besaba, sus manos me acariciaron el cuerpo, especialmente las nalgas, sentí una tremenda emoción que no puedo describir, era tan agradable que ya no pensaba, ni me resistía, sólo sentía un gran placer, después de un rato me dijo, luego jugamos, así que se fue, yo quedé maravillada por esos besos y caricias que me dió y quería sentir otra vez; la respuesta de mi propio cuerpo fue un sentir muy especial, fue como abrir una puerta hacia algún lugar desconocido de gran satisfacción, el principe soñado se hacía realidad en verdad que me encanto y quería repetirlo, a pesar de mis siete años, busqué por todos los medios volverlo a sentir la calidez de su boca y sus manos grandes acariciándome las nalgas. Pero, siempre hay un pero, también me asaltaron inquietudes y con la ignorancia a esa edad, comencé el estira y afloja de pensar en “qué dirá mamá”, estaba bien o mal, por que me iba a castigar mamá, mis hermanas qué van a decir, ¡que no lo sepan!, me sentí tremendamente confusa, mal, aunque debo reconocer que me sentí muy bien estando con él; en esa etapa de mi vida, solo quería maquillarme, vestirme y comportarme como niña, las cuestiones sexuales todavía no despertaban, pero con esas caricias y besos tuve un maravilloso despertar, aun con esos arrepentimientos. No tardó el día cuando lo volví a ver por el espejo, haciendo como que no lo había visto y estando desnuda completamente, en ese momento, tome la ropa de mis hermanas y principié a vestirme; él esperó hasta que quedé totalmente vestida, tomó los cosméticos y procedió a maquillarme, al terminar, la imágen en el espejo, mostraba una niña linda, él diciéndome cosas que no entendí, pero me dejó sentir sus caricias, pasó un brazo por mi espalda y me dió un beso
Fue como un latigazo de electricidad, cuando sentí su lengua en mi boca, intenté chuparla y a tocarla con mi propia lengua, me abrazó y empezó a pasar sus manos por mi espalda, a besarme el cuello, las orejas, luego me llevó en sus brazos hasta la recámara, me puso en la cama, siguió acariciándome, recorrió mi cuerpo hasta el último rincón de mi piel, no se que me pasó pero sentí que estaba muy caliente y relajada, floja, me abandone, me perdí y cedí a todo lo que me estaba pasando, a sus caricias. Me tomó una mano y la puso en su pene por arriba del pantalón, empecé a sentir su dureza, su forma, me besó, desabrochó su pantalón y guió mi mano hasta su verga gruesa, suave, grande y durísima, que ya conocía por que lo espiaba cuando se baña, guió mi cabeza hacia abajo y me encontré de frente a su hermosa verga, me dijo que abriera la boca, yo obedecí, la metió delicadamente en mi boca, me resistí un poco, pero él me convenció, era muy grande así que solo entró una pequeña parte, me dijo como hacerlo por lo que se la lamí suavemente de arriba hasta abajo, como si fuera un helado, primero lentamente luego subiendo el ritmo, mi lengua se impregnaba de un sabor agridulce y trataba de meter una parte más de su largo falo, él gemía de placer, mi tarea era dejar que entrara un poco más, la cabeza de su verga llenaba mi boca y yo me sentía muy afortunada de tener la oportunidad de probar su pene, al cabo de un largo rato, su semen inundo mi boca y no pude tragar, sentí que me ahogaba por lo que salió disparado por las comisuras de mis labios y me retiré, sacando una parte de su hermosa verga, era la primera vez que probaba el semen, acidito y dulce al mismo tiempo, calientito, delicioso, me gusto tanto que le seguí lamiendo la verga, estuvimos un buen rato hasta que la flacidez de su falo llegó, solo así pude meter otra parte de su verga, la sentí suave la mordisquié, la chupe hasta reestablecerla y crecer en mi boca para darme una vez más de su dulce líquido blanquecino, me dejó adolorido por tener la boca abierta pero llena de satisfacción y, además, sin saberlo, adicta al sabor del semen, él se fue al baño y me dijo que otro día lo repetiríamos, pero que lo repetiríamos siempre y cuando me vistiera con ropa femenina.
Esta fue mi primera experiencia sexual, no hubo penetración pero fue a partir de estas mamadas, que descubrí el gusto y ansiedad que me provoca hacerlas, descubrí lo bien que me siento cuando mamo una verga y el gozo que siento vistiéndome de mujer. A partir de ese momento me vestía y maquillaba cuidadosamente, para estar bella y gustarle a mi principe; así, los complices jugabamos cuando no había nadie dándome una o dos raciones de leche diaria, me acostumbró tanto que mi boca y mis labios se habían amoldado al tamaño de su verga; pasaron dos años y nunca trato de penetrame, pero sí incluí en mi dieta la leche de mi tío cinco o seis veces por semana ya tenía un cómplice (amante), para poder vestirme con ropa femenina a escondidas de mamá.
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