Sal parte III
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por salette.
Cuando tenía 11 años era un chico “llenito”, me estaban creciendo los pectorales, yo soy lampiño, mi cabello estaba largo, mi cuerpo era ya, bastante femenino, mi pene, tampoco creció, era una cosa muy chiquita, parecía el de un niño de seis años, mis nalgas habían crecido, se habían redondeado y sobresalían apretadas por los pantalones.
Evidentemente, esto atraía las miradas de chicos y grandes, hombres y mujeres, mi madre le preguntaba a mis hermanas ¿a quién habrá salido tan nalgón?, y algo que me gustaba era el comentario “tiene más nalgas que ustedes y yo juntas”. En ese momento, confirmé que mi admiración por las personas del sexo femenino como mis hermanas, no era porque me gustaran o porque deseara tener una para mí, ¡NO¡, definitivamente, yo deseaba y deseo ser como ellas, que las envidiaba, que me agrada mucho vestir como ellas, sentirme una de ellas, verme hermosa y pretendida, sobre todo deseaba tener ésos fascinantes labios vaginales, aparte de unos irresistibles y seductores senos.
En pocas palabras, entendí que yo quería ser toda una mujer, yo soy una mujer. Fue así como, se arraigaron en mí éstas intenciones que se fortalecieron, todavía más, con el paso del tiempo, solo era cuestión de esperar y esperar que pudiera quedarme completamente vestida de mujer durante todo el día, en todo momento, a toda hora, así vivía sufriendo y soportando mi errónea e injusta vida varonil, con la esperanza de que pronto se pueda modificar mi inhumana existencia. De ésta manera ya no podía traicionar mis pensamientos y pretensiones, al estar cada vez más segura de lo que buscaba. Por el momento solo podía satisfacerme con admirar sus atractivas figuras y sus fascinantes indumentarias, suspirando constantemente por mi deseo de ser fémina de una vez por todas. Justamente por esa edad mi madre decidió enviarme a un club de natación porque aún no sabía nadar y, así, limitar el ejercicio del gym. Allí conocí a varios chicos, compañeros de clases. En una oportunidad, cuando era el momento de la salida y pase por el vestuario para darme una ducha, me encontré con un chico que asistía al mismo grupo de natación de nombre Arturo tenía 14 años, no me extraño ni me inquieto su presencia en ese momento, era como natural, en fin, yo me quite el traje de baño y me dirigí desnudo hacia la ducha, tapando mi pene y mis pequeños senos, con ese recato, esa ingenuidad, ese pudor que tienen las mujeres, en ese instante él también se dirigió a las regaderas, cuando yo ya estaba recibiendo la relajante agua tibia, el paso frente a mi cubículo y me dijo: ¡que linda eres tienes unas nalgas que me encantan!.
Yo me sorprendí considerablemente con el comentario, sabía que una cosa así dicha por un chico debiera tomarse como un insulto, aunque debo reconocer que íntimamente, sin embargo, no me sonaba como tal sino todo lo contrario, lo sentí un halago. Por unos instantes entonces no supe que responder, sabía que de algún modo debía rechazar lo que me decía pero lo único que me salió fue un "gracias". El hecho que mi cuerpo le gustara, que mis nalgas fueran atractivas, y de exhibirme desnudo frente a él, no me incomodaba ni nada, por el contrario me excitaba. Pensé en mi “esposo”, en su linda verga perforándome el trasero, en el exquisito sabor de su verga, en su cuerpo, en sus besos,
Por eso, cuando el me pidió que le permitiera ducharse conmigo, acepté inmediatamente. Arturo entonces entró desnudo en el cubículo, en esos momentos me di cuenta de que la situación me gustaba y me excitaba, sintiendo en mi estómago ese cosquilleo, ese mareo inquietante y ese deseo incontrolable de tener la verga de mi marido en mis manos, también experimenté la satisfacción al recorrer con mi vista el cuerpo desnudo de Arturo, me di cuenta que él me gustaba y sentí la presencia de las sensaciones femeninas, excitadas y exaltadas, enseñadas por mi tío. Al contemplarlo, no pude evitar hacer comparaciones con mi amante, Arturo tenía su pecho lampiño y en el comenzaba a definirse sus músculos, era delgado, debajo tenía una buena mata de vello y su pene le colgaba pesado y grueso Sus piernas estaban bien definidas, fuertes y era más alto que yo como por diez centímetros. Terminé de bañarme y salí para secarme, guardé toda mi excitación como una esposa fiel a mi macho.
Al llegar a casa, fui directamente al cuarto de mi tío y cual fue mi sorpresa al encontrarlo cogiendo con mi hermana mayor, esto, al principio me hizo sentir mal, por lo que decidí darle mi culo a Arturo en un arrebato de celos, así que en la siguiente clase nos esperamos hasta que ya se habían retirado todos y cuando estuvimos dentro de la ducha, todavía no me quitaba el traje de baño, él me ofreció enjabonar mi espalda, algo de vergüenza me quedaba que no atine a expresar palabras, asentí con un movimiento de mi cabeza, él tomó un jabón para enjabonarse las manos, al trasladarlas a mi cuerpo, me di vuelta poniendo a su disposición la espalda y mis preciadas nalgas, sentí su mano apoyarse en mi hombro derecho y comenzar con la tarea, su mano recorriendo mi cuello, mi espalda, mis brazos, mis nalgas y piernas, con el jabón sentía la suavidad y la transformaba en una hermosa caricia. Su caricia era suave y me daba tanto placer que no pude evitar emitir un suspiro.
Las caricias de sus manos enjabonadas fueron bajando hasta llegar a mi cintura y luego, sin pedir mi aprobación comenzó a tocarme las nalgas y más tarde mi rajita. Sus manos recorrieron cada centímetro de mis nalgas reconociendo cada señal de ellas, mmmmm, que placer sentía, como me gustaba que me hicieran eso, moví mis pies, casi imperceptiblemente, con la intención de estar más cerca de él; ¿te gusta, no es cierto? Si, Arturo, fui sincera con él; Mmmm, como me gusta; claro, si tienes el culito de nena, naciste para que te lo toquen ¿no te gusta sentirte mujercita? Moví la cabeza, asintiendo, pero de mi boca salió apenas un imperceptible si; Claro que si, si me gusta; a mi también, date vuelta mira como me pusiste; lo hice, y me encontré con su pene totalmente erecto, con una gruesa y morada cabeza asomando poderosa y masculina.
Finalmente apreté mis nalgas contra su caliente paquete para seguir sintiendo cada vez mayor placer en el contacto físico que con mi amigo estaba sintiendo, mientras me abrazaba, me acariciaba, me daba besitos en el cuello y el lóbulo de mi oreja, después me apuro a terminar el baño, vestirme y me condujo a su casa. Fuimos, a su recámara y entramos, Arturo cerró la puerta con llave, me dijo ahora quiero verte desnuda para admirar tu culito tan femenino; comencé a quitarme la ropa, me pidió que lo hiciera de espaldas a él y lo más sexy que pudiera, realicé movimientos pero estaba tan nerviosa que los realicé intuitivamente. Cuando quedé desnuda, entonces, hice un movimiento de cuerpo sacando mis nalgas hacía atrás exhibiéndoselas a mi nuevo amante, me di vuelta observando cómo Arturo se despoja de sus ropas, su pene estaba totalmente erecto, era grande, mientras que el mío, pequeño penecito, no había reaccionado a pesar del estado de excitación que tenía, eso me convenció que en esa relación y en todas las futuras, yo estaba destinado a recibir, ya que no tenía nada que dar, además, me gusta la idea, con esta relación me descubro como una mujercita pasiva, que le gusta acceder pero siempre y cuando sea suave y con tacto dándome mi lugar como una gran señora; miré esa verga erecta que tenía enfrente, me encantaba y casi, instintivamente, estando en esa posición fue que la tome delicadamente en mi mano e incliné mi cabeza hacia ella, rocé la cabeza de esa verga, de verdadero macho con mis labios
Luego abrí un poquito los labios y le rodee su larga carne, con sabor agridulce la exquisita cabeza de su instrumento, arrancándole gemidos y suspiros a mi macho. Baje cuidadosamente la boca, abarcando con mis labios el pene, hasta tener todo su glande dentro, comencé a chupar fuertemente y disfrutando enormemente a Arturo, lo hacía gemir de placer, se retorcía y hacía esfuerzos por meterme todo su pito al rato me di cuenta que se la chupaba con pasión y que me gustaba mucho estar en esa posición haciéndolo, todo lo que me iba ocurriendo me excitaba más y más. Para colmo de mi placer de la punta de su pene comenzó a salir líquido pre seminal, lechita suave y tibia que comencé a beber como una posesa. Entonces pensé en mi esposo, por lo que me sentí preocupada, pero al gozar el semen de Arturo, se me olvido mi tío, esta fue la única vez que lo engañe y no hubo penetración, que ahora pensándolo bien, me hubiera gustado tenerlo entre mis nalgas.
Después de mi aventura, seguí con mi tío, aprendí a compartir su pene con mi hermana, y seguimos cogiendo cada que estábamos solos, lo que más me gustaba era la sensación de esperarlo para luego sentirlo y deleitarme con esa verga grande, gruesa y golosa, las tres “g”; así, mi vida marital siguió, lo mismo que mi vestir de chica, que a escondidas cada día me volvía mas experta.
Un mes después de cumplir los doce años, mi amante esposo habló por teléfono, me dijo que me pusiera bella porque quería que esta vez fuera especial, yo me metí a bañar, noté que mis senos estaban crecidos, que mi piel no tenía ningún bello ni en el pubis y mis nalgas estaban más redondas, no le dí mucha importancia porque la calentura de la llegada de mi marido estaba tremenda, seguí y en eso estaba cuando él llegó, me observaba las nalgas desde la puerta, yo empecé a enjabonarme todo el cuerpo moviéndome como me había enseñado, me empinaba y le enseñaba mi culo, me apretaba los senos, le hacía pucheros invitándolo, le lanzaba besos con la mano, después me acosté en la tina y desaparecí de su vista para que se acercara, así lo hizo y se detuvo en la orilla de la tina ya venía con su enorme verga de fuera yo me asomé y la puse en mi boca, empecé a mamársela le acaricie los huevos y le fui bajando la ropa, no me fije que traía en las manos, me dijo que me pusiera boca abajo y solo levantará el culo, agarró el jabón y lo empezó a meter hasta adentro haciendo la espuma, se quito la ropa y se metió a la tina, poniendo su verga en mi boca, se la chupé un rato hasta que sentí un dolor diferente en el culo, increíble, estaba metiendo el tallo de una rosa roja, sin espinas, claro, como de 15 centímetros de largo, me dolió y sangré un poco pero no me moví, sólo derramé unas lágrimas y dí un pequeño grito, lo metió hasta adentro y solo quedo la flor, me dijo que me parara y me viera en el espejo, me sentí un poco incómoda caminando con el tallo en el culo, pero la visión de mi cuerpo con una flor en el culo era tremendamente caliente, no me importó el dolor y me abalance sobre él y lo bese, me cargo y me llevó a la cama, me untó gel y empezó a meter otras flores, cuando termino me levante y me miré en el espejo, un florero perfecto, al caminar con las flore sentí un placer enorme y él se calentó horrores porque su verga esta tremendamente dura y colorada, me acercó a ella y me la metí en la boca saboreando ese enorme falo, él empezó a sacar las flores con cuidado, estuvo jugando con mi agujero metiendo sus dedos, cuando se dilató, metió su linda verga, primero despacio y delicadamente, fue acelerando poco a poco, yo me retorcí de dolor y de placer, sentía que me mataba, exploté con una excitación multicolor, sentía con cada embestida como me entregaba su cuerpo, su ser, su esencia, mientras que seguía penetrándome para después vaciarse en mi ano, sentía como los chorros de semen caliente llenaban mi culo y me quemaban por dentro de tanto placer, curando mis heridas, al salirse, metió otra vez la rosa roja, dejándola ahí por un rato, todavía guardo la rosa en un libro, fue la flor más bella que haya tenido, es el único que me ha regalado flores.
Esta fue la última vez que tuvimos relaciones, él se fue a E.U., dejándome triste, afligida, abatida, desolada, desamparada, abandonada… ¡como lo extraño!. Con el corazón destrozado continué con mi vida, aún hoy lo extraño, pero su recuerdo me llena de satisfacción, gracias a él, verme como mujer me llena de sensaciones extrañas y placenteras, de emociones deliciosamente estimuladas al evocar su imagen y la mía propia, por esta razón, paso frente al espejo, depositando mi retrato en él, realizando los movimientos provocativos, femeninos, sensuales, eróticos, sexuales, llenando mis ojos con mi propia imagen, pero a pesar de todo siento que algo falta, sentir en mi cuerpo un perfume de mujer y seducir a un hombre para que me penetre, lo extraño y lloro por él, me sigue calentando su recuerdo, ¿quién calmará mi pasión? ¿quién acariciará mi cuerpo de mujer?, soy bonita, delicada y con unas ganas enormes de amar, de satisfacer, de que me amen y me satisfagan
Con esa idea de que yo nací para dar placer a mi pareja y ella a mí, en ese trance estaba, él me enviaba cartas y yo le respondía con apasionadas frases, como: “…me tomaste por las caderas y con todo mi deseo me cogiste como a una puta enamorada…, dijiste palabras lindas a mi oído, sonaban deliciosas y cada vez que tu premio entraba como un príncipe en su palacio, me llenabas de una entereza y una seguridad de que esto es lo que yo siempre deseé…, aunque no lo sabía, ser mujer era lo que yo quería ser…, tus movimientos veloces y ardientes me hacen sentir una llamarada en tu cuarto nupcial…, de grandes ríos que calman mi sed de tenerte en mi orgulloso y caliente contenedor de pasiones, que llenas derramando por los lados tu blanquecina alma líquida, de tu ardorosa, pasional y hermosa daga que llega al final de mi corazón, subiendo como la espuma del mar hasta colmar mis cavernas de placer y de sabor…”; escribir fue entonces mi pasión, que se agrandaba cuando me sentía mujer, fue ahí como pude tranquilizarme de su abandono, él me escribía cartas y me mandaba las pastillas para que siguiera con mi tratamiento, que según yo era alimenticio, me pedía que no dejará de ir al gimnasio, lo sigo amando y extrañando.
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