Sandriz 1
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Sandrickz.
Mi nombre real no importa, baste decir que soy travesti y pansexual de closet; desde que era niño me exitaba mucho ponerme la ropa de mi hermana, especialmente sus pantaletas, medias, body o payasito de gimnasia, su traje de baño y sus sandalias, ella es un año menor y es gordita, así que eramos casi de la misma talla, excepto los zapatos, que yo calzo más grande. De soltero muchas veces seguí vistiéndome ocasionalmente, curiosamente fue ya casado que se me destrancaron las ganas, y comencé a trasvestirme no sólo en casa, sino también en la calle. Como mi esposa es muy delgada, su ropa no me venía, así que empecé a comprarme ropa cuando deseaba salir: minifaldas, medias, blusas; también maquillaje y zapatos y hasta pelucas; pero siempre con la limitante de que debía usarlas una sola vez y tirarlas, pues no tenía como guardarlas, recuerdo que una vez lo intenté con una padrísima blusa roja de encaje y me la encontraron, yo le eché la culpa a mi cuñado que debía haber metido alguna chica a nuestra casa como a veces lo hacía y esa había dejado su ropa.
Así que juntaba mi dinero y una tarde me daba mi tiempo para ir a comprar mis cosas, recuerdo mucho la vez de la blusa roja, esa vez también me pude comprar un pantiliguero, que es una pantimedia pero sin el puente, así que deja descubierto el sexo y las nalgas. Ocultaba mi pene con un g-string casero que ya les enseñaré a hacer, unas sandalias bajas negras, por si había que correr, y una peluca. Me cambié en los baños de un parque deportivo casi al anochecer y con las primeras luces de los autos caminé por un libramiento sintiendo el viento frío levantándome la falda, los cláxones de algunos camiones pitándome, las risas de algunas chicas y las miradas de coraje de algunas señoras que se cruzaban en mi camino, si ese día algún trailero me hubiera levantado hubiera sido el más feliz de mi putezca vida, pero no pasó. Aun así, fui muy feliz mientras duró.
Mi primer sexo estando trasvestido fue una noche que llevaba unas pantimedias blancas, sandalias, y una playerita ajustada de mujer que me quedaba como minivestido; me quedé mucho rato en lo alto de un puente peatonal, escuchando los comentarios de la gente que pasaba y me veía. Ya era de noche cuando subió un tipo algo borracho, un poco más alto que yo, muy velludo y con bigote, me preguntó que cuánto y yo le dije una cantidad que no recuerdo, pero que debió parecerle mucho pues no aceptó. Iba a irse pero yo dispuest@ a debutar, le dije que si me lo enseñaba se la chupaba gratis, eso sí le pareció, se bajó el cierre de la bragueta y se la sacó; no era muy grande, pero gordita, y yo loc@ de calentura le dije que fuéramos al baldío de a la vuelta. Yo entré primero y recuerdo que las zarzas y los cardos se prendían a mis medias, que mis sandalias tambaleaban en las piedras, y que el bolso en que llevaba mi ropa de hombre me hacía perder el equilibrio. Él entró después, se bajó el pantalón quedando de pie y yo me hinqué para chupárselo, aunque no era el primer pene en mi boca, sí era la primera vez que lo hacía vestido de mujer. Tenía un olor muy fuerte a sudor de huevos, sus pelos me cosquilleaban la nariz y me sentí como una puta sucia y barata (gratis, de hecho).
Después de un rato, mi hombre tembló un poco y terminó en mi boca. Yo no lo pude ni tragar ni sostener, y lo escupí, olía a cerveza. Él se subió los pantalones y me dijo que cuando me volvía a ver y yo le dije que la otra semana, que saliera del baldío de una vez para que no nos vieran juntos; él se fue y yo ahí mismo me cambié y salí vestido de hombre. El sabor de su corrida quedo en mi boca por mucho rato, y hoy todavía recuerdo ese acto con mucho placer. No volví a la siguiente semana, no pude, y nunca lo volví a ver.
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