Sexo trans en las noches de un geriatricos
A los 22 años una chica trans conoce la pasión por un hombre maduro en un geriátrico y él castigó sus tetas..
Yo soy Andrea y soy trans desde los 14 años, siempre fui un chico muy gordito o mejor dicho gordita, en mi casa el destape fue un tema difícil pero después de mucho hablarlo se llegó aceptar en cierta medida hasta volverse algo natural, pero jamás presenté novios ni nada a mi familia. No espere si no hasta los 20años para poder abandonar la casa de mis padres y emprender mi vida, al comienzo realicé trabajos fugaces luego tuve varios trabajos estables y de lo más variados y por las noches salía con un grupo de amigas también trans pero pese a mis escapadas nocturnas no tenía suerte y seguía virgen, bueno no del todo, tuve un noviecito pero solo le practicaba sexo oral mientras el jugaban con mis tetas que entre las hormonas y mi sobre peso habían adquirido un tamaño fenomenal.
Para cuando estaba por cumplir los 22 años volví a cambiar de trabajo, había ingresado al plantel del turno tarde/noche de un geriátrico, mi condición trans no fue un problema para ingresar y la paga no estaba mal, los ancianos no hacían muchas preguntas sobre el tema y a cambio del cuidado y afecto que sus familias les negaban me devolvían un trato muy cariñoso, incluso llegué a tener mis preferidos. Jamás pude quitarme estos kilos de más que tengo, pero gracias a ellos tengo una bonitas tetas que caen como dos grandes gotas de agua y un culo bien redondo, y aun así, varios de los hombres mayores que se hospedaban allí tenían también para mí esas miradas lascivas con las que acosaban a mis compañeras, ellos sabían que era trans pero poco les importaba, notaba como me miraban el culo cuando les daba la espalda, cuando pasaba con la escoba limpiando sus habitaciones, muchas veces tiraban a propósito algún objeto al piso para que alguna de nosotras se agache a recogerlo, cuando me tocaba recoger sus cosas podía sentir el peso de sus ojos caer en el espacio abierto de la chaqueta de mi uniforme sabiendo que les obsequiaba una vista a mi escote, y cuando caminaba miraban fijo entre mis pierna buscando que se marcara un bulto exótico, ellos no sabían cuan bien sé esconder bien mi pequeño pene.
Unos meses después de entrar a trabajar en el geriátrico, ingresó un nuevo residente acompañado por un muchacho mucho más joven que él, creo que podría tener la mitad de su edad no recuerdo su nombre o si hablo conmigo, en cambio del anciano no me olvido jamás, su nombre era Fermín y tendría unos 60 años era delgado, pero parecía que se ejercitaba y su piel estaba oscurecida por el sol. Cuando Fermín ingresó lo hizo en una silla de ruedas pero realmente no la necesitaba era solo el protocolo, me encontraba cerca de la recepción y mi jefa de sector que había sido mi tutora y me había enseñado a atender a los residentes, me ordenó que cargara su única maleta y los acompañara hasta su habitación, acomodé su equipaje sobre una pequeña mesa y mientras les explicaba cómo funcionaba el lugar, los horarios de las comidas y sus actividad recreativas, cuando me acerqué a la ventana y corrí las cortinas para que entrara la luz de la mañana el viejo sinvergüenza intentó colar sus ojos bajo mi falda que se subió un poco, el muchacho que lo acompañaba lo notó y de inmediato demostró su enfado lanzando una mirada furiosa a nosotros dos. Antes de irse se encorvó para besar al viejo en la boca pero este atinó a darle un beso en la mitad de la boca, parecía a propósito que deseaba esquivar el beso y el muchacho salió por la puerta con la rabia entre dientes. Fermín se quedó un rato sentado en la silla de ruedas mirándome sin decir una sola palabra, cuando le pregunte si sucedía algo volvió en si y me respondió: Todo está bien… está muy bien, dijo.
Al cabo de un par de noches a su ingreso, había llegado tarde a mi turno y por salir rápido de los vestuarios enganché mi uniforme con un saliente de una puerta que estaba rota, y con el tirón se me había salido el primer botón de la chaqueta, viendo que no podía repararlo en ese momento continué con mis tareas. Mientras caminaba por el pasillo escuché que me chistaban de una de las habitaciones, era la de Fermín, ingresé despacio tratando de no hacer mucho ruido y lo encontré sentado en la cama, me pidió sentarme y charlar un poco con él ya que por la nueva medicación no podía dormir, sabía que los demás dormían y no había mucho por hacer aquella noche por lo que me senté a su lado. Al poco de sentarme y charlar entramos en confianza y casi sin darme cuenta la conversación se volvió más íntima, hablamos de sexo, de su pareja (el chico que lo había acompañado) y lo poco que lo visitaba, hablamos de mí y mi proceso trans y mientras le contaba sobre mis cambios notaba como se formaba un pequeño bulto bajo la sabana, pero fingí que no lo veía, ya con un poco más de confianza me confesó que estaba teniendo una molestia en sus partes bajas, como él las llamó. Me levante y le pedí que levante la sabana para revisar que le provocaba esa molestia, aunque ya me daba una idea, en cuanto apartó la sabana y me acerque para examinar su entre pierna, mi uniforme se abrió ya que me faltaba un botón y le terminé enseñando mis tetas y el encaje blanco de mi lencería que las cubría. Aquella imagen solo potenció su excitación y le impulsó con total inhibición a elogiar mis tetas seguido de suplicarle que se las enseñe, me sentí tan sorprendida como tentada, volví la cabeza hacia la puerta parar ver si pasaba alguien volví a mirarle a los ojos y acerque mi pecho a su cara.
Yo también me sentía súper excitada, Fermín sin perder un segundo lanzó sus manos a mis tetas, las apretaba y hacia girar sus manos como si estuviera amasando bollos. Que placer!!! Que ricas se sentían sus manos en mis tetas!!!
Luego con sus dedos como zarpas apartó la tela y dejo al descubierto mis senos blancos y mis pezones gordos y erectos coronados por unas aureolas rosadas, se le iban los ojos al ver mis senos desnudos y dijo: Que tetas más perfectas!! No me las imaginaba así para nada. (Eso me puso orgullosa).
Con los dedos rozó mis pezones con suavidad y de a poco se fue volviendo más brusco, unos segundos después ya los pellizcaba y los estiraba, me tenía en trance y la excitación de ambos solo iba en aumento, aquella noche que comenzó como otra noche aburrida se había vuelto en un intenso encuentro sexual con este hombre mayor que ahora tenía prendido de mis tetas, veía como abría su boca y hacia desaparecer un pezón y lo destrozaba con su lengua, chupaba mi teta mientras con su otra mano no soltaba mi otro pezón, entre sus piernas su pene que para mi asombro tenía muy buen tamaño crecía más y más. Lo tenía cerca de mi mano, con un gesto salvaje rodeé su pene con mis dedos y lentamente fui subiendo y bajando mi mano, no tenía nada que envidiar a los jóvenes pues su pene era pura piedra, quería gritar pero mis tetas contenían su grito a la vez que chupaba ansioso.
Veía su pene tan grande, quería tenerlo en mi boca, le quite mi teta de su boca y comencé a chupar su pene que seguía firme, mi cabeza descendía una y otra y otra vez a lo largo de todo su pene y hasta que mis labios llegaban a chocar con sus huevos, le gustaba cuando que cuando chuparan su pene se asfixiaran mientras lo hacían y provocar las lagrimas, también me gustaba hacerlo de esa forma, y así estuve hasta hacerlo correrse y un torrente de semen invadió mi boca, no deje que ninguna gota cayera a la cama y manchara las sabanas, le limpié con mi lengua pasando por todo su pene, mientras él jadeaba con toda la boca abierta y la mirada clavada en el techo, me asustó muchísimo y pensé que se me moría ahí mismo, por suerte poco a poco se fue recuperando lentamente y volvió a respirar normal y me dijo: Acércate, que te vea bien.
Me acerqué a él y sus manos me recorrieron entera sobre el uniforme hasta que volvieron a mis tetas para seguirlas castigando, le parecían tan naturales que deje que volviera a chuparlas todo lo que quisiera y lo hizo por un buen rato hasta quedarse dormido. Lo arropé y besé su frente aun empapada, acomodé mi uniforme y cerré la puerta de su habitación que apestaba a sexo. La noche siguiente lo repetimos pero está vez yo estaba preparada y tuvimos sexo de verdad, unos noches después ya habíamos creado un código para saber que noches podíamos volver a vernos sin despertar sospechas, él me esperaba despierto y yo me entregaba a él completamente.
un poco de paciencia siempre es retribuida, felicidades por tu aventura