Un Amor repentino: Me compró y me enamoré de él en prisión
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por aritacariñosa.
Me identifico: mi nombre es Ariadna, una mujer integra de transgénero.
Tengo 29 años.
Nací en un poblado partido del gran Buenos Aires.
Tengo un muy lindo cuerpo.
Soy alta (1,75), delgada (106- 62- 93), con unos enormes ojos marrones claros, un largo pelo ondulado oscuro y una carita de ángel.
Quizás, si les gusta mi relato, publicaré una foto para que me vean.
Siempre tuve una vida muy dura y reñida.
Cuando tenía 14 años, falleció mi viejo.
Inmediatamente mi vieja se metió con un reverendo hijo de puta.
Un tipo de otra provincia.
Mi mamá conoció al miserable en un edificio donde ella trabajaba, haciendo la limpieza.
El mismo año que mi papá falleció, nos fuimos a vivir con él.
En la nueva ciudad, tuve mi primera experiencia sexual como mujer, que fue rica por cierto.
Tal vez, si me dan las ganas, cuento la historia.
Soy sincera, desde muy niña me sentí muy femenina.
Siempre tenía deseos de ser una mujer.
Lo que más me gustó de mi infancia, fue jugar con una prima de tres años mayor a mí.
La admiraba, quería ser como ella.
Me vestía como nena con su propia ropita.
Me sentía muy reconfortante así.
Plena y liberada.
Siempre fui muy pobre mientras vivía en Buenos Aires.
Mi casa era muy precaria.
Ubicada en un barrio con calles de tierra, o calles de barro cuando llovía.
Cuando me mudé con mamá a la otra provincia, nuestra situación económica mejoró notablemente.
Ahí me inicié como travesti.
Con 17 años ya era gay pasivo declarado y travesti sin declarar.
Sólo una travesti de closet.
A esa edad, hacía dos años que consumía hormonas, lo que me dio un bello cuerpo de mujer.
El novio de mi mamá se burlaba sin piedad de mí, debido a mi inclinación sexual.
Me decía: "sos un puto maricón", "te gusta la pija", etc.
No sigo mencionando sus insultos.
Todos sus agravios, delante de mi madre.
Desde el primer año que fuimos a vivir con él, comenzó a golpear a mi mamá por cualquier cosa.
Sobre todo cuando terminábamos de cenar.
Mi vieja no se defendía.
Hasta mis 17 años recién cumplidos, yo me encerraba en mi pieza y hacia oídos sordos a las golpizas que el muy cobarde le daba a ella.
Una noche de esas, me encontró con mi humor muy exaltado.
Él estaba golpeando a mi madre en la cama.
Tenía tanta furia que tomé una gran llave mecánica que dejó arriba de un mueble cerca, y le di con ella sin contemplaciones por la cabeza.
Fueron muchos duros golpes seguidos.
Cometí el peor error de mi vida.
Lo golpee hasta que quedó inconsciente y lleno de sangre.
En la ambulancia, antes de llegar al hospital, falleció.
Aún seguía siendo menor de edad, pero así mismo, fui condenada a prisión.
La familia del tipo puso un muy buen abogado querellante.
En cambio yo quedé a la deriva, porque mi vieja me abandonó.
La última vez que vi a mamá, antes de ser trasladada al correccional de menores, fue en una visita de ella a la cárcel.
Ahí me dijo que los parientes de él, la echaron a patadas de la casa de su asesinado novio.
No tenía dónde caerse muerta.
Volvió a Buenos Aires sin brindarme ningún tipo de ayuda.
¿Qué puedo decir cómo me sentí? Mis ojos se secaron de tanto llanto.
Quedé vacía.
En esos días de juicio esperaba algún tipo de milagro.
Me tuve que conformar con un abogado que me proporcionó el estado, de la defensoría del pueblo.
Un inútil de aquellos.
Pero, por ser menor y al no tener antecedentes policiales, fui condenada por pocos años de penitencia.
Luego de un año en el correccional, me tocó residir en una prisión para adultos.
En un pabellón de asesinos varones.
El peor de todos.
Llegué con muy poquitas pertenencias al lugar.
Al pisarlo por primera vez, estaban casi todos los presidiarios esperando cerca de la puerta.
Siempre tienen curiosidad por ver qué nuevo llega al pabellón.
Yo todavía no me travestía, pero habian algunos tipos que notaron claramente mi condición sexual.
Está demás decir que fui una presa muy fácil de esos prisioneros.
Terminé siendo la puta del cabecilla del pabellón y tres de sus amigos.
Entre los cuatro me cogieron y cogieron durante varios meses.
Yo les puse condiciones para dejarme follar.
Debía ser en la noche y de a uno por vez.
Entre ellos se tenían que turnar.
También debían estar muy limpios a la hora de estar conmigo.
A pesar de todo, no la pasé bien.
Viví una situación de mierda.
Sin embargo, disponía de casi todo el día para mí.
Ese fue el trato, de noche me tenían y de día me dejaban en paz.
Encerrada en una celda, hacía varias tareas solita.
Muchos ejercicios físicos.
Cuidaba de mi cuerpo de manera muy dedicada.
Podía vestir con prendas de mujer sin que nadie me molestara.
Escuchaba música.
Leía muchos libros y revistas.
A costa de entregar mi culo y mi cuerpo, pude conseguir muchas cosas para mí: un gran set de maquillaje, un espejo, ropas y lencería femenina, comidas dietéticas, yogures, frutas, etc.
También un pequeño refrigerador.
Cosas que a cualquier preso le costaría un montón de guita.
Durante las requisas de los guardias, después de las visitas al pabellón, me debía vestir normalmente para salir al patio.
Un día fue de sorpresa.
Llegaron los guardias y nos sacaron a todos así como estábamos.
Yo estaba usando una mini y un top.
Los guardias ya me conocían.
Me dejaron salir vestida de esa manera al patio.
A los días de esa sorpresiva requisa, en una mañana primaveral, casi veraniega, apareció el cabecilla del pabellón.
Lo vi con cara de muchos lamentos.
Lo primero que me dijo fue: "Lamentablemente te tuvimos que vender".
Apenas lo escuché, abrí mi boca de la sorpresa, mirándolo muy enojada y fijo a sus ojos.
Venderme como si fuera la puta del pabellón.
Tal vez eso era.
El siguió hablando, "El Ganzúa te compró a la fuerza.
Te vas esta tarde al otro pabellón".
Cambié el verdadero sobrenombre del tipo que me compró para resguardar su identidad.
Así fue, me tuve que ir.
Sólo pude llevar todas mis prendas, mi bolso con mis cremas, jabón, shampoo, depiladora y maquillaje.
A cambio de mí, recibieron muchas cosas: cigarrillos, ventiladores, un televisor y vaya saber qué más.
Apenitas llegué al nuevo pabellón, todos me miraron con cara de hambre voraz.
Estaba vestida como me ordenaron.
Con un vestido negro muy corto y bien ajustado a mi cuerpo.
También con mi pelo semiondulado totalmente suelto.
De sandalias y bien maquillada.
Yo me sentía muy mal y muy nerviosa.
Sabía que pasaría a ser la puta de otros nuevos presos de un nuevo pabellón.
Tenía muchísima incertidumbre por lo que me podía llegar a ocurrir.
Ahí vi a quien me compró.
Él se presentó ante mí como mi nuevo "dueño".
Me dio muchísimo asco el tipo.
Le quise escupir a la cara en ese momento.
Pero me retuve.
A pesar de ser un hombre pedante y muy egocéntrico, me trató con mucha consideración.
Me pidió muy educadamente acompañarlo a mi nueva celda.
Incluso me ayudó a trasladar mi equipaje.
Me dio una celda más grande de la que tenía.
Si bien cada celda tiene rejas en la puerta, todos le colocan cortinas para mantener cierto nivel de intimidad.
La mayoría las comparten.
Yo tenía la mía propia y con muy lindas cortinas que colocaron ahí.
También una cómoda cama, algo muy difícil de conseguir en prisión.
Cada celda representa para cada prisionero, su propia casa en el pabellón.
Dentro, el Ganzúa me preguntó mi nombre, edad, etc.
También me condicionó: "Te voy a dar un día para que pensés por qué vas a optar.
Yo te quiero para mí.
Si te quedás conmigo, tenés que estar preparada y dispuesta a todas mis pretensiones.
Te voy a dar protección y todo lo que necesités.
Si no, te dejo a merced de los lobos hambrientos del pabellón.
Vos elegís.
Un día.
"Algo muy lógico, me puso una condición para que me quedara voluntariamente con él.
Me tomé todo el día para ofrecer mi respuesta.
Yo ya tenía en mi cabeza, qué iba a contestar.
El Ganzúa me presionó durante todo ese día para que diera mi respuesta lo antes posible.
En la noche, ya no había margen para especular.
Cuando llegó a mi celda, yo ya me había preparado para él.
Estaba muy acostumbrada a eso.
Me coloqué un vestido rojo, y una pequeña colaless roja por debajo.
Bien maquillada y perfumada.
En mi maquillaje resalto mis grandes ojos marrones y la forma de mi boca.
También dejé todo mi largo pelo suelto, como a él le gusta.
Él se aproximó a mí.
Yo estaba con mis nervios de punta.
Lo primero que me dijo: "Sos muy linda.
Apenas te vi cuando saliste al patio aquella mañana, te compré.
No tengo ninguna duda sobre mi compra".
Me sentí un pedazo de basura cuando me dijo eso.
Mi reacción fue muy pasiva.
Me senté en la cama agachando mi cabeza.
Yo estaba muy triste y decepcionada de mi cobardía.
Él se sentó a mi lado y me ofreció: "¿Querés algo de tomar?".
Le negué con mi cabeza.
Salió de la celda durante algunos segundos.
Cuando volvió, traía en sus manos, dos vasos llenos de una bebida con alcohol.
Una especie de trago primavera.
Me dio el vaso y me dijo: "Tomá, esto te va a relajar".
Le pregunté si el trago tenía droga.
Él comenzó a reír.
Me dijo: "No, probálo.
Ya a vas a notar que es muy rico.
" En realidad estaba delicioso.
Era una bebida alcohólica, nada más.
Que por cierto están prohibidas en prisión.
Mientras bebíamos, comenzó a charlarme de él, como todo hombre egocéntrico.
Al principio no le prestaba atención, pero de alguna manera me puse a escucharlo.
Ya me estaba relajando poco a poco.
Tal vez por su tono de voz, o de la forma de hablar, o incluso su energía.
Me empecé a sentir muy atraída a él.
A medida que platicábamos, se lanzó en acariciar mi pelo, mi rostro, y mis brazos.
Cada vez que sus dedos rozaban mi codo, todo mi cuerpo se estremecía en un rico cosquilleo que me recorría desde mis pies a mi cabeza.
Un suave hormigueo que me provocaba tenues suspiros.
Ya estaba contaminada de su esencia varonil.
Mis ojos se endulzaron al ver cómo me trataba.
Con delicadeza y suavidad.
Como a una mujer.
El continuaba hablándome y acariciándome.
Sus dedos ya se deslizaban sobre los pómulos y mejillas de mi rostro.
Me sentía muy mimada y considerada.
A la vez, arrimó lentamente su boca junto a la mía, para posar sus labios plenamente allí.
Fue el primer beso de amor que recibí de un hombre en mi vida.
Mi mente se elevó hasta el cielo.
Mi corazoncito latía aceleradamente con pulsaciones descontroladas.
Cuando su lengua invadió dentro de mi boca, tuve la sensación más exquisita que jamás conocí.
A la vez, sus manos se apropiaron de mi cintura.
Yo también lo comencé a abrazar.
Él continuaba besándome estrepitosamente, sin ningún aborrecimiento.
La temperatura de mi cuerpo se incrementaba paulatinamente.
Él se detuvo con sus besos.
Se paró, tomó de mi mano, me levantó frente a él, para volverme a besar.
Mientras nos besábamos fervientemente, desprendió los breteles de mi vestido para quitarlo de mi cuerpo y dejarlo caer a piso.
Quedé desnuda, únicamente con mi colaless puesta.
Me dijo: "Sos divina.
Te voy a comer toda".
Se destinó a besar todo mi cuello, hasta dirigir su boca sobre mis tetas.
Me las comía como un hambriento animal.
Con una incontrolable desesperación.
Mi cuerpo se llenó de continuos escalofríos.
Yo jadeaba y jadeaba con mucho vigor.
No aguantaba más de tanta excitación.
Quería que me la metiera.
Le pregunté con una voz muy suave: "¿Me vas a coger?".
Él me contestó: "Todavía no.
Quiero algo antes".
Se quitó su remera y se desprendió el botón de sus bermudas para bajárselas hasta sus pies.
No tenía puesto sus calzoncillos.
¡Inmensa pija colgaba entre sus piernas! Me excité aún más.
Mi carita se transformó por completo.
Se me torcieron mis labios hacia fuera de lo caliente que estaba.
Llevé mi mano derecha a ese garrote, que lo comencé a masturbar sin ninguna misericordia.
Él tomó mi rostro con sus manos, para darme otro apasionado y caliente beso en mi boca.
Su pene se iba agrandado lentamente mientras se lo masturbaba.
Cuando dejó de besarme, me agaché flexionando mis piernas a fin de saborear ese hermoso trozo parado.
Primero desplacé su cuerito hacia atrás para pasar mi lengua por toda su glande.
A la vez, mi mano derecha acariciaba toda la longitud de su verga de extremo a extremo.
Su pija se iba poniendo bien dura.
El tipo comenzó a gozar de inmediato.
Sus rugidos de gozo lo delataban sin medidas.
Se la chupaba y chupaba furiosamente, sin compasión.
Veía su rostro que se estaba regocijando de tanta satisfacción.
Saqué su cabeza de mi boca para recorrer con mi lengua cada centímetro de su verga hasta llegar a sus huevos.
Mi mano derecha continuó masturbándoselo sin merced, pasando despacito toda mi lengua sobre sus enormes testículos.
Mi lengüita en sus huevos lo hacía retorcer de gozo por su gran sensibilidad.
No soportó más de tanta exquisitez.
Gritó largando toda su leche al aire.
Me ensució parte de mi pelo y mi frente.
Llegué tarde con mi boca a su punta.
Pero aun así, me comí algo de su semen.
El veía como limpiaba con mi boquita toda la cima de su pija.
El Ganzúa quedó anonadado.
Yo le dije: "Me trajiste aquí para esto.
¿No?".
Él me contestó: "Sos mi puta.
Sólo mi puta y de nadie más.
Laváte el pelo que esto no termina acá".
Sonreí con mucha picardía porque realmente me quedé con enormes deseos de coger.
Es una celda, no un hotel de lujo.
Me lavaba toda con agua limpia que tenía en una gran palangana plástica.
Mientras lo hacía, el Ganzúa quedó recostado en la cama.
Yo estaba casi desnuda con mi diminuta bombachita puesta, dándole toda mi espalda.
Él miraba hipnotizado mi culo.
Me dijo: "Ahora ese hermoso culazo no se va a salvar.
¿Por qué no venís aquí conmigo?".
Me sequé y fui hasta la cama.
Me recosté sobre mi lado izquierdo, frente a él que estaba totalmente desnudo.
Le miraba con una sonrisa directamente a sus ojos.
De reojo observaba como acariciaba y masturbaba todo su gigantesco pedazo con su mano derecha.
Arrimó su mano izquierda hasta mi pelo para darle cariño con mucha ternura.
Me ordenó: “Ahora date vuelta.
Quiero que me des toda tu espalda”.
Le respondí: “Sí corazón.
Como vos digás”.
Me di vuelta para él.
Me abrazó instantáneamente.
Sentí su fibroso y ardiente cuerpo sobre mi espalda.
Una deleitante sensación.
Entretanto me abrazaba y acariciaba los pezones de mis tetas, lamía toda mi oreja izquierda.
Luego posó toda su boca en mi nuca y comenzó a morder sutilmente todo mi cuello.
Tal cual hacen los felinos en celos.
Mis ojos se fueron hacia atrás de tanto exquisito placer.
Me tenía pegada a él, haciéndome suya, disfrutando de su propiedad.
Con su mano izquierda desplazó mi tanguita hasta mis rodillas.
Suavemente comenzó a rozar sus dedos llenos de saliva en la puerta de mi orificio.
Cerré completamente mis ojos para sentir sus mágicos dedos ahí.
Los rozaba tiernamente, llenos de dulzura.
Mientras lo hacía: “¿Te gusta lo que sentís?”.
Le respondí: ”Siiii.
Dame toda tu pija.
¡Metéla por favor!”
Con su mano la acomodó en mi agujero dilatado, para introducírmela lentamente.
Me deshice de placer.
Es lo más rico para mí.
Probar el primer bocado de una rica verga.
Abrí mi boca mientras me la metía.
Suave, caliente y dura.
¡Deliciosa!
Una vez consumado, el Ganzúa me empezó a coger a mansalva.
Su verga entraba y salía en mi culo.
Él pegó más su rico cuerpo junto al mío.
Sus manos acariciaban mis senos con desesperación.
Sus dedos mojados apretaban mis pezones.
Su verga iba y venía intensamente dentro de mi orificio.
El tipo no solo me cogía con su verga, también con sus manos, su boca y sus palabras: “¿Te gusta cómo te cojo mi reina? ¿Querés más?” Yo gozaba desesperada, solo gemía, casi no podía hablar.
Hasta que: “Dámela toda cabrón.
Cogeeeeeme así.
¡Qué riiiiico! Dame más”
El Ganzúa se detuvo.
Dejó de cogerme para colocarme boca abajo en la cama.
Flexionó mis rodillas bien adelante, cerca de mi cuerpo, dejando bien paradito todo mi culo para él.
Se arrodilló detrás mío.
Con su mano apuntó su pija en mi agujero, y nuevamente a gozar.
Esta vez la sentí bien adentro.
En esa posición él se podía mover con más libertad.
Yo ardía de tanto placer.
La sentía riquísima dentro.
Mi estómago comenzó a ponerse duro.
Gritaba y gritaba: "Ahhhh! ¡Qué rica verga tenés hijo de puta! ¡Así cogeme así!" No me importaba nada si los demás presos me escuchaban.
El ganzúa me psicopatiaba mientras me cogía y cogía: “¿Te gusta así? ¿Querés más puta? Tomá, ahí tenés”.
Yo: “Dame más cabrón.
Cogéme imbécil.
¿Acaso no sabés coger?” Le dí en su ego.
Se puso bien arriba de mi culo parándose bien flexionado.
Me la metió hasta los huevos.
Encima con sus manos agarró mi pelo, sujetándose de él.
Yo: “¡Ay! ¡Me tirás el pelo hijo de puta!" Me dijo: “¿Qué no sé coger? Ahora te voy mostrar lo que es coger, puta.
” Me empezó a dar su verga en esa posición mientras tiraba mi pelo hacia atrás.
Me estaba cogiendo con más violencia.
Apacigüé su ego herido con mis palabras: “Sos mi macho.
¿Siempre me vas coger? Quiero solo vos me follés” El ganzúa: “Si, siempre vas a ser mi puta”
Me la clavaba bien profunda, mientras llevábamos ese juego de palabras.
Me daba toda su verga con terribles impulsos.
Me perforaba y perforaba riquísimo.
A la vez me tiraba hacia atrás agarrando todo mi pelo.
Me dominaba a su voluntad.
Hacia de mi lo que quería.
Hasta que lo soltó.
Se sujetó firme de mis caderas, hundiendome y sacándome su rica pija al máximo.
Yo arañaba las sábanas y mordia la almohada de desesperante sabrosura.
¡Sensacional! El ganzúa empezó a gemir más y más hasta que: “Ohhhh! Ohhhh! Siiii!.
Ahí tenés toda mi leche”.
Sentí toda su descarga de su leche caliente dentro mío.
Mientras me depositaba su semen, abrazó de mi cintura y se desplazó encima mío, llevándome hacia adelante.
Quedamos ambos acostados boca abajo.
Él arriba mío.
En esa posición su enorme verga seguía dentro.
Ya me la movía en mi culo bien lento, soltando todo su líquido ahí.
Un regalo de placer para mi.
Yo suspiraba en cuanto lo hacía.
¡Me fascinó saber que dejó dentro toda su leche! Estuvimos batante tiempo en esa posición.
Sentía su varonil cuerpo pesado y caliente.
Ya relajados, acariciaba y jugaba con sus dedos recorriendo las ondas de mis cabellos.
Besaba tiernamente el pómulo derecho de mi cara.
Su masculina voz penetrante endulzaron mis oídos con bellas frases como: "Acá te voy a hacer muy feliz mi reina".
Simplemente estaba poniendo su sello en mi alma.
Realmente me sentí de su propiedad.
No porque me compró, más bien porque pudo conquistar mi corazón.
Se salió de arriba mío.
Nos colocamos de frente y nos empezamos a besar insaciablemente, con gran desenfreno.
Sus besos quemaban todo mi cuerpo.
Volvió a ponerme boca abajo.
¡Y a seguir cogiendo!
¡Qué hermosos y calientes momentos vivimos el Ganzúa y yo ahí!
Pero no todo es color de rosa en la vida.
No lo es para alguien con libertad.
¿Se imaginan para gente como nosotros encerrados pagando nuestras culpas ante la sociedad?
Él jamás me compartió con nadie en el pabellón.
¡Sólo un hombre con unos enooooormes huevos puede hacer eso! Todos los respetaban.
Pero siempre están los rebeldes a su natural autoridad.
Una autoridad regida por la ley de la selva.
La ley del más fuerte.
O del más astuto e inteligente.
Me protegió, me puso su abogado para llevar mi caso.
Salí en libertad en un tiempo más reducido.
Él salió luego, con libertad condicional.
Ambos pagamos por nuestros delitos.
En el penal, mi vida con él, fue algo ajetreada.
Pero llena dulzura y de mucha miel.
Pasé de ser su simple puta, a su amiga y amante, hasta convertirme en su novia.
Muchos besos y caricias.
Algunos llantos y risas.
Pequeñas discusiones, peleas y endulzadas reconciliaciones.
Charlas a la luz de la luna.
Y sexo.
Mucho sexo.
¿Qué se.
puede decir? Ambos nos condenamos al AMOR.
Nos enamoramos descontroladamente, sin tapujos.
Mi vida con él se dividió en tres etapas: Juntos en el penal.
Juntos cuando yo quedé en libertad y él siguió en prisión.
Y juntos como pareja en libertad, con una nueva vida y un hogar.
Ahora soy su mujer para él.
Mi pelado hombre es muy hábil para los negocios legales.
Él, antes de entrar a prisión, ya tenía su negocio legal instalado.
Me mantuvo mientras él seguía en prisión y yo en libertad.
Yo lo ayudé en todo.
Y sigo ayudándolo.
Siempre le soy fiel a él, haga lo que haga.
Ganzúa, sé que no te dicen así.
Quiero que sepas que sos mi único gran amor.
TE AMO.
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