Una Ración De Chorizo, Por Favor! – Parte II
Sudorosos, el chico se abrazaba a la espalda de ese mujeron de chocolate como si no hubiera un mañana; mientras sus manos apretaban sus tetas sin pausa y su pequeño y duro pene se frotaba en medio de esas enormes nalgas….
El adolescente siguió a la mesera mansamente, hasta un pasillo estrecho que daba la impresión, correcta; que era parte de la vivienda (ya que el restaurante estaba al frente, pero la casa del dueño estaba unida a la cocina por dicho corredor), siguieron sin detenerse hasta una puerta que daba al patio trasero de la casa; el cual era de tierra y cubierto de monte en algunos puntos pero mayormente despejado.
Un poco más allá del patio, en la parte donde comenzaba a crecer la maleza sin control, se veía una humilde y rústica construcción del tamaño de un cuarto pequeño y con una puerta; la negra llevó a Christopher hasta allí y abrió la puerta, mirando a su alrededor y apurando al chico para que entrara. El sol estaba bien arrecho y calentando a más no poder, cuando la mesera cerró la puerta; el calor solo fue en aumento… y no solo el de la temperatura ambiente.
Estaban dentro de una especie de depósito, había unos cuantos sacos con maíz para las cachapas, los cuales aún no eran desgranados. No sobraba mucho espacio, un bombillo blanco les proveía de una tenue luz, además de la que entraba por un hueco pequeño que hacía la función de ventana. Tan rápida como avispada, la negra le sacó la camisa al muchacho, dejando su delgado y pálido torso al desnudo; luego hizo lo propio con su bermuda, las cuales terminaron encima de unos sacos.
“Me llamo Christopher,” dijo el chico como queriendo romper el hielo.
“Soraya, mi catire hermoso. Ahora no hay que achantarnos mi rey, tenemos que aprovechar el momento,” respondió ella en tono sensual, mientras sus manos grandes recorrían el cuerpo del adolescente.
Casi a la velocidad del rayo, Soraya le bajó el boxer a Christopher, que ya tenía sus 11 cms bien parados y babeando presemen. Solo conservaba los zapatos deportivos y poco más, la negra se quitó la camisa y dándose vuelta; Christopher le desabrochó el sostén blanco, que cayó al suelo. El jovencito al fin pudo echar las manos a ese culazo y darle un par de nalgadas, la mesera lo meneaba de arriba a abajo y bajó el legging hasta la mitad de su culo.
“Quieres ponerla entre mis nalgas, mi rey? Te va a gustar…” Soraya le preguntó a Christopher, que no lo pensó para hincar su pequeño miembro entre esas carnosas nalgas.
Sudorosos, el chico se abrazaba a la espalda de ese mujeron de chocolate como si no hubiera un mañana; mientras sus manos apretaban sus tetas sin pausa y su pequeño y duro pene se frotaba en medio de esas enormes nalgas. Pronto el muchacho se comenzó a estremecer, intentaba aguantar el mayor tiempo posible pero estaba demasiado excitado para controlarse y evitar el orgasmo. Con grandes gemidos, el chico sintió como sus testículos se tensaban una y otra vez; soltando un chorro tras otro de semen que terminaba en las nalgas, la espalda baja e incluso un poco de su corrida acabó en el suelo polvoriento. Tardando unos minutos en recuperarse, Soraya tomó con la mano parte del semen que había sido expulsado a su espalda y lo saboreó como el manjar más exquisito.
“Hora de comer, mi rey. Ven y prueba este chorizo…” murmuró Soraya al quedar de frente a él.
El jovencito quedó pasmado al ver por primera vez la verga de la mesera. Daba por seguro que era más grande que la suya, pero incluso superaba sus expectativas. Era bien oscura, definitivamente medía unos 20 cms o un poco más, gruesa y el prepucio apenas cubría la cabeza, de un tono morado oscuro, con un par de bolas tan grandes como huevos de gallina. Surcada de venas, se movía un poco de un lado al otro… tentándole, como si tuviese vida propia; aquello era un vergon de verdad.
Lentamente se agachó ante ella y la agarró por la base. Christopher miraba con ojos desorbitados, no era para nada gay pero jamás se le pasó por la cabeza encontrarse con una trans hermosa en aquellos parajes y vergona como Soraya, y acabar vaciando sus bolas como lo había hecho. La negra estaba complacida de tener a ese catire putito ante ella y con ganas de romperle ese culito rico.
“Abre la boca, deja que tu mami te alimente,” dijo Soraya apuntando la cabeza de su machete a la boca de Chris, que abrió todo lo que pudo.
Soraya dejó escapar un largo “Mmmm…” mientras su enorme miembro se adentraba en la cálida y húmeda boquita de Christopher, que tenía sus ojos puestos en esa barra negra profanando sus labios. Centímetro a centímetro la mesera fue encajando su verga gorda y venosa, desde su posición veía como el jovencito hacía todo lo posible por abrir bien la boca, sonreía satisfecha al escuchar los ruiditos que su garganta emitía, teniendo arcadas en su verga.
Finalmente Christopher pudo tragarse aquel monstruoso vergon negro. El glande lo sentía en la campanilla y le provocaba arcadas y ganas de sacarla pero Soraya no lo iba a permitir aún. Su boca se hacía agua con ese pedazo de carne, al cual estaba empapando de babas y saliva, Chris solo atinaba a succionar un poco para no ahogarse y con la lengua acariciaba el tronco inferior de ese gran trozo majestuoso.
“Mmm que rico se siente tu boquita. Imagino que jamás te habías comido una así en tu vida, putito. Te voy a violar por completo, te haré mi zorrita,” le dijo la negra mientras sus manos acariciaban sus mejillas y cabello sudoroso.
Le pareció una eternidad, pero luego de unos segundos; Soraya le sacó la pinga de su boca y pudo tomar una gran bocanada de aire, antes de volvérsela a comer entera. Así lo fue haciendo una y otra vez, logrando que en cada ocasión la tragase con mayor facilidad. Sus babas se escurrían por las comisuras de la boca y su barbilla, cayendo a su pecho lampiño; la mesera levantó su pierna derecha por encima del hombro de Christopher y echando su cabeza hacia atrás contra unos sacos apilados a su espalda, apoyó las manos en el cabello del chico y empezó a meter y sacar su güevo a un ritmo implacable.
Todo lo que veía y oía el adolescente era el vergon de Soraya entrar y salir con sonidos viscosos debido a que lo había bañado en saliva. Sus grandes y pesadas bolas chocaban contra su barbilla en una perfecta sinfonía de sexo oral salvaje, le estaba violando la boca como a una puta barata y al chico le estaba gustando como lo dominaba a su antojo.
La mujer no paraba de decirle frases vulgares y a tratarle como a su perra. En varias oportunidades, clavó su verga hasta el fondo, y al sacarla; la meneaba de un lado al otro dándole cachetadas con su miembro lubricado y cubriendo la cara del chico con sus propias babas.
Luego de unos minutos así, le dio un respiro y le plantó un beso francés, metiéndole la lengua todo lo que podía y más. Después de separarse, a Christopher le costó recuperar el aliento; Soraya se terminó de quitar el legging y tiró las chanclas a un lado, enseñando sus gruesas y firmes piernas… no es una mujer, es una diosa; pensó Chris al verla en todo su esplendor, con ese cuerpo de ébano ligeramente sudado, la pinga ensalivada y más tiesa que un poste de luz. Agarrando unos sacos vacíos, Soraya los tiró al suelo y se tumbó sobre ellos.
“Vente pa’ preñate y romperte ese culo, mi lindo. Ni de vaina te podrás sentar carajito, solo para cagar mis hijos,” repuso vulgarmente la mesera, ansiosa de penetrar al chico.
“Es… es mi primera vez… n-nunca me han cogido…” admitió medio penoso, medio nervioso Christopher. La verdad era que virgen era, pero de todo. Y con semejante herramienta, sabía que aquella hembra le iba a dejar bien cogido.
A la negra se le iluminó la cara al oír esas palabras.
“Coño vale, y pa’ colmo no te han estrenado el dulce. Ponte encima mijo, que mientras me la chupas te dejo listo…” indicó ella y Christopher se acostó encima de Soraya, volviendo a tener ese descomunal machete a centímetros de su cara.
Su pene caliente quedó cerca de las tetas de la negra, que con ambas manos estrujaba y le pellizcaba las nalgas. Abriendo Chris la boca, la mujer flexionó las piernas y sus rodillas quedaron en alto, moviendo las caderas con frenesí; su verga entraba y salía sin parar. El muchacho se atragantaba y babeaba sin control el güevo y la pelvis de la mujer, que luego de chuparle las bolas; estaba metiéndole la lengua en el ano, la retorcía y lamía cada rincón del hasta ese día virgen asterisco de Christopher, que gemía ahogadamente al ritmo de su primer beso negro.
Soraya chupó su índice y despacio se lo metió, Christopher solo le hacía la paja y se retorcía de gusto, luego sintió un segundo, un tercer dedo. Hasta cuatro dedos introdujo la mesera, que los movía en círculos y de adentro hacia fuera, dilatando el esfínter para la prueba final: 22 cms de gruesa carne negra clavándose en sus entrañas.
Por fin se incorporó y se acomodó sobre ella, quedando frente con frente y sintiendo su vergon babeante entre sus nalgas; buscando su hábitat natural. Con ambas manos separó las nalgas del adolescente caliente y levantó un poco su cadera, trató de puntear con la cabeza de su machete el orificio de Christopher, que trataba de relajarse para dejar entrar aquel pedazo… el glande rozó fugazmente el ano del chamo, y ambos gimieron.
“Uff… que apretadito tienes el culo… por ahora jejeje,” murmuró Soraya al oído de su carajito.
La negra volvió a intentar y la cabeza de su pinga esta vez logró puntear el agujero virginal del jovencito, que dejó salir otro gemido agudo. Soraya presionó un poco más, y su glande venció la resistencia del esfínter de Christopher, que jadeaba abrazándose a la mujer.
Resoplando y gimiendo de dolor, el chamo seguía aferrado a la mesera, que se mantuvo inmóvil unos segundos más para acto seguido; deslizar un poco más de su verga dentro del culo del jovencito. Poco a poco aquel enorme intruso se colaba por la retaguardia de Christopher, que ya solo resoplaba y gemía sin parar; Soraya jadeaba en voz baja y sus manos apretaban el culo del adolescente, mientras su miembro ensalivado se adentraba más y más.
Finalmente, la gruesa base de la estaca de Soraya se enterró en el ano del chico.
“Aaahhh es muy gorda…!” jadeó Christopher al oído de su negra.
“Ya esta toda dentro… lo peor ya pasó. Solo relaja el culo y lo vas a gozar,” dijo Soraya, y luego le dio una rápida nalgada.
El enorme machete de la mujer enviaba oleadas de palpitantes sensaciones a Chris, que respiró con mayor calma y su esfínter se fue amoldando a ese pedazo de chorizo. Lentamente, Soraya fue moviendo su pinga, el adolescente se mordió el labio ante esa suave arremetida y a medida que sentía menor resistencia, la mesera fue metiendo y sacando su güevo con más facilidad.
“Que rico culito, te lo voy a romper todito,” prometió la mesera, colocando sus brazos alrededor de la cintura del muchacho y manteniendo el ritmo de penetración.
Así estuvo unos pocos minutos, momento en el cual volvió flexionar las piernas y, acomodándose mejor; la mesera comenzó a bombear con mayor frenesí. Sus pesadas y grandes bolas chocaban con el culo de Christopher, que gemía sin disimulo ante las fuertes y secas embestidas de la negra, sintiendo como su chorizo le llegaba a la boca del estómago con sus duras y rápidas estocadas.
“Aaahhhh!!!” gemía a viva voz el adolescente.
“Así putito… quiero que grites bien duro… con mi pinga en tu culo…” jadeaba entrecortadamente la mujer mientras le seguía abriendo su ano.
La agónica sensación de ardor y dolor poco a poco se fueron aplacando, superando la fase inicial del desvirgue. Las oleadas de pulsaciones desde su agujero de amor aumentaron, aumentando las sensaciones placenteras que le daba el enorme y grueso machete de Soraya. El chico no tardó mucho en rodear con sus brazos el cuello de su amante casual y morderse los labios en claro éxtasis.
Los únicos sonidos que se escuchaban del acto amatorio eran los gemidos y jadeos de los amantes, acompañados por el sordo choque de los testículos llenos de leche de la mujer contra las delgadas nalgas del carajito y el viscoso entrar y salir de la verga de la negra del culo de Christopher. Rápidamente sus cuerpos se cubrieron de sudor, mezclándose con el roce y caricias constantes a medida que la temperatura del lugar subía por el calor y la sesión de sexo.
Clavando su vergon hasta la base, ambos gimieron antes de besarse y enredar sus lenguas; con un ruidito curioso la mesera sacó su enorme mamba negra del culito del catire, que sintió una gran sensación de vacío (como era de esperarse) y su otrora cerrado esfínter lucía abierto, enrojecido y palpitante después de varios minutos de cogida dura y profunda. Chris se arrodilló de nuevo frente a Soraya y comenzó a chupar y succionar el sable de esa diosa de ébano.
“Mmm siii… saborea tu culo en mi verga, como buena zorra,” dijo ella mientras con su mano revolvía el cabello sudado del chamo, que se esmeraba y tragaba toda su herramienta, atragantándose y llenándola de babas otra vez.
La negra le hizo ponerse en cuatro con su culo en pompa. Empujó sin mucho esfuerzo la cabeza de su machete dentro del culo del jovencito, el cual rápidamente engulló el resto de esa barra de carne sin problemas. Agarrándole de la cintura, Soraya empezó a bombear con fuerza, tensando su voluptuosa figura y sacudiendo el cuerpo del chico con cada estocada. De nuevo Chris reanudó sus agudos y femeninos jadeos mientras la negra se lo cogía como la puta que era. Las tetas de la mesera se balanceaban con sus movimientos y gotas de sudor recorrían su pecho y abdomen.
“Siii… cógeme duro… más durooo!” chillaba el excitado muchacho, entregado completamente a la virilidad de su exótica dama.
“Quieres más pinga bebé? Tómala toda… siii!” suspiró Soraya sin detener su vigoroso ritmo.
De nuevo hizo una breve pausa, colocando su pie en la cara de Chris, que la apoyó sobre el saco en el suelo mientras ella se acomodaba en una posición más elevada, para a continuación comenzar a subir y bajar, enterrando su verga aún más profundo en sus intestinos.
“Oooohhh mierdaaa… dame más, quiero toda tu lecheee!” gimió Christopher, que puso los ojos en blanco al notar lo bien adentro que la tenía.
Después de eso, Soraya lo cargó como a una muñeca y el jovencito se abrazó a ella entre tanto la mujer le hacía subir y bajar sobre su verga, otra veces lo mantenía inmóvil mientras lo penetraba a toda velocidad.
Por último, le hizo acostarse sobre los sacos amontonados y separando sus piernas, Soraya embistió con un ritmo tremendo al chico, que se pajeaba a lo loco, y no pasó mucho para que con gritos y gemidos de placer; tuviese su orgasmo y cubriese su vientre y pecho de semen caliente. La mesera, al igual que él, comenzó a agitarse y cogerlo con frenesí desbocado y entre gemidos, soltase un chorro tras otro de leche batida y espesa en lo más recóndito de los intestinos de Christopher.
Los dos quedaron exhaustos y Soraya se terminó echando sobre el chico, buscando sus labios. El muchacho pasaba sus manos por las generosas curvas de la mesera, que aún tenía su machete dentro de su culo.
En tanto eso ocurría, en el restaurante la familia de Christopher había terminado de comer y se preguntaban en donde estaba el muchacho. Su prima no lo encontró fuera del local y ninguno de los empleados lo había visto. Cuando el padre del joven ya comenzaba a despotricar por la inmadurez de su hijo, Christopher apareció; seguido de la mesera. Caminaba despacio y de manera “peculiar”, además de verse un poco despeinado y algo sudado. La mujer también se veía algo desarreglada pero con una mirada de satisfacción.
“Donde coño estabas? Han pasado casi 20 minutos desde que terminamos de almorzar!” le regañó su papá.
“No me sentía bien… y la mesera me llevó al baño. Ahora estoy mucho mejor,” respondió el muchacho.
“Seguro fue la avena de esta mañana, lastima que no hayas comido algo, todo estaba riquísimo,” comentó su madre.
Soraya, que estaba cerca; se apresuró a intervenir.
“Ay señora, no se preocupe. Le di una buena ración de chorizo y natilla, hasta me dijo que quería repetir… y bueno, al cliente lo que pida,” dijo Soraya jocosamente, aunque nadie más que Christopher podía entender el doble sentido de aquellas palabras.
“Ah bueno, en ese caso le agradezco mucho, pero creo que no se pagó eso,” dijo la mamá de Chris.
“Va por la casa, y así la próxima vez ya saben en donde venir a comer,” repuso la mesera.
Entre despedidas y buenos deseos de viaje, la familia se marchó camino a la finca. Nadie pudo observar la apenas perceptible mancha húmeda en la parte posterior de la bermuda de Christopher. Luego de una semana de relajación en la finca y de camino a la ciudad, el jovencito sugirió parar a comer en la cachapera… a sus padres les pareció bien, el chico volvió a sentir un leve palpitar en su ano… ya tenía ganas de probar un buen chorizo.
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