Vacaciones con los primos II – Mi yo hetero
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por chicochica.
Desconcertados, decepcionados y aún muy excitados, subimos las escaleras, los chicos se dirigieron a la recámara de Lalo y "las chicas" a la de huéspedes, en dirección contraria y hasta el final del pasillo, pasando por la habitación de Doña Juana y justo enfrente del baño.
La "méndiga vieja" hizo que Lulú y yo entráramos al baño a hacer nuestras necesidades y lavarnos los dientes, después nos acompañó a donde dormiríamos y nos encerraría con llave.
– No se preocupen, chicas – dijo la vieja muy ufana – debajo de la cama hay una bacinilla por si necesitan orinar en la noche
Los cuatro abrimos los ojos en expresión de sorpresa, nos miramos unos a otros y, finalmente, soltamos una sonora carcajada.
La recámara era amplia, alfombrada y contaba con una cama matrimonial, ropero, tocador y una mesita con dos sillas.
Ambas nos descalzamos, Lulú sacó su maleta del ropero, tomó una playera larga sin mangas, me dio otra y, sin más, comenzó a desnudarse delante de mí, desabrochando lentamente cada botón de su blusa, dirigiéndome de cuando en cuando una mirada lasciva, mordiéndose los labios y deslizando la prenda por sus brazos hasta dejarla caer al suelo; traía un brasiere de media copa, de encaje y satín en color azul turquesa que hacía lucir su bronceada y tersa piel.
– Alex – dijo con tono lujurioso – estoy muy excitada y quiero coger – dicho esto, masajeo brevemente sus pequeñas pero redondas tetas y luego se desabrochó la falda
– Ahhmm, pero somos familia – repliqué
– No te hagas menso, bien que vi cómo besabas a Fabián en Frogs, así que no me vengas con moralidades sobre el incesto – se giró, dándome la espalda y fue bajando la falda mientras contoneaba las caderas, descubriendo el bikini, que hacía juego con el sostén
– Pero.
.
.
ya me viste bien?, "soy Lorena" – no podía desviar la mirada de su redondo y hermoso trasero
– Pues serás muy puto, pero tu forma de verme semidesnuda me dice que también puedes ser lo suficientemente hombrecito para hacerlo con una mujer
Se soltó el cabello mientras caminaba hacia mí, me acarició la cara y procedió a quitarme la blusa y la falda; quiso besarme en la boca, pero no se lo permití.
– Espera, prima, si vamos a hacer esto, no puedo usar accesorios de chica, por favor
Me puse de espaldas para que me desabrochara el brasiere; me lo quitó y después hizo lo mismo con mi pantaleta; giré nuevamente y pudo ver mi pene erecto en su máxima expresión, es decir casi 13 centímetros.
– Huy, primo – sonrió pícaramente, como si hubiese descubierto el motivo por el que me volví gay – ¿crees que eso pueda servirme de algo?
– No te preocupes, primita – respondí dejando aflorar al hetero que vive en mí – ya vi lo que se carga "el primo" y lo mío es pequeño, pero te garantizo satisfacción
Me lancé a besar sus labios, intercambiamos saliva y lengua, las yemas de mis dedos recorrían desde los hombros, por la espalda y hasta las nalgas, apenas rosando su aromática y tersa piel, con movimientos suaves, pasando al frente por sus piernas y bordeando el pubis, ocasionando contracciones en su abdomen; haciendo nuevamente el "tour", pero sin repetir la rutina, encontrando siempre nuevos caminos.
Mis labios y lengua fueron recorriendo su cara, llegando a la oreja, que también besé y lamí, aprovechando para susurrarle "primita, qué buena estás" y obteniendo como respuesta solo sonidos guturales, jadeos y gemidos.
Continué bajando, sin desabrochar el sostén, deslice los tirantes por sus hombros y brazos hasta dejar al descubierto un par de pequeños y bellos senos, exactamente iguales a los que "Lorena" tenía en sus mejores fantasías, redondos, firmes, con pezones erectos y un par de grandes areolas oscuras, casi moradas que eran como una invitación a mamar.
Pretendía ir lento, sabiendo que quienes tenemos pene pequeño dependemos de los juegos previos para lograr llevar a una mujer a la gloria, pero los pechos de Lulú parecían tener vida propia y, palpitando, exigían atención inmediata; cual bebé hambriendo, me lancé sobre el seno izquierdo, queriéndolo comer completamente, succioné varias veces, me alejé un poco para verlo mojado con mi saliva, presioné el pezón entre mis labios y dientes, lamí alrededor, asegurándome de cubrir toda la areola y volví a mamar.
Mientras mi boca se deleitaba con ese seno, mi mano izquierda comenzó a reaccionar, acariciando el plano vientre, llegando hasta la parte baja donde fui reconociendo los bordes y lo cubrí hasta comprobar que tenía la medida exacta de mi mano; tomé el pezón entre el pulgar y el índice, lo giré como quien sube el volumen de la radio y, finalmente, acaricié, masajeé y estrujé todo ese delicioso pecho.
Mi mano derecha aprovechó para descender por la espalda y estacionarse en un redondo, carnoso y muy firme glúteo; lo acaricié muy suavemente, solo con las yemas de los dedos y repetí la operación de pasar al frente, rodear la zona púbica y regresar nuevamente a la nalguita.
No había forma de que alguno de los dos lograra mayor nivel de excitación, el morbo del maricón jugando a ser hombre, cometiendo incesto con su prima, que estaba buenísima, Doña Juana durmiendo en el cuarto de al lado y, poco más allá, nuestros novios cachondos que se quedaron con las ganas; esos eran los ingredientes que nos tenían llenos de deseo y lujuria.
Cargué a Lulú tomándola del trasero, la llevé a la cama y la dejé caer sobre el colchón; qué alivio comprobar que no había resortes ni ruidos que delataran lo que estábamos por hacer.
Mi gusto por la lencería hizo que no le quitara el sostén, seguía alrededor se su cintura y me encantaba cómo se veía; dejé de ser suave, el romanticismo lo reservo para "Lorena", sin muchos miramientos le quité la pantaleta y coloqué mi pequeño pene entre sus piernas, permitiéndole conocer y saludar "por encimita" la vagina donde más tarde se introduciría.
Lulú quería que la penetrara ya, me lo pedía con la mirada y con susurros que emulaban gritos.
Conociendo mis capacidades, sabía que no quedaría satisfecha tan pronto, después me pediría más guerra y no estaba seguro de poder volver a excitarme.
Puse sus tobillos sobre mis hombros, con las manos recorrí la parte interna de sus piernas y esta vez sí me permití llegar hasta el recortado vello de su vulva; sin prisa, pero sin pausa, mis dedos recorrían sus labios mayores, separándolos para comprobar la humedad de la zona.
Fueron ahora mis labios y lengua quienes descendieron por las piernas, tan solo acercarme y respirar frente a ese bello monte de venus, Lulú se arqueó, levantando el vientre; ya había alcanzado un orgasmo, del cual no puedo tomar el crédito, pues fue causado por todas las circunstancias que nos llevaron a ese momento.
Con la mano manipulé nuevamente esos labios prietos que abrían el camino hacia zonas más rosadas y húmedas; mi dedo gordo encontró rápidamente el clítoris, presionándolo masajeándolo, describiendo pequeños círculos; di una lamida desde la entrada de la vagina hasta donde mi dedo trabajaba, Lulú oprimió mi cabeza contra ella, se notaba cuánto le gustaba y eso que apenas estaba comenzando.
La tarea de besar, lamer, succionar y meter la lengua en su vagina estaba rindiendo buenos frutos, pude identificar otros dos orgasmos leves que me incitaban a no perder el ritmo.
Con la mano izquierda seguía jugando con su clítoris, con la derecha introduje dos dedos en esa húmeda cavidad, se deslizaron sin mayor problema y, una vez dentro, presionaban hacia arriba, como buscando si el clítoris tiene raíces y pudiesen localizarse en esa zona.
Otro orgasmo de mi primita, esta vez mucho más largo e intenso me indicó que era la hora de penetrarla; me levanté, la ayudé a acomodarse bien en la cama y, tomando la posición del misionero, me coloqué sobre ella.
Debido a mi poca experiencia, tuve que guiar el pene con la mano hasta la entrada de la vagina; nos miramos a los ojos por unos instantes, descubriendo que ambos sudábamos copiosamente y nuestras respiraciones eran agitadas; casi al mismo tiempo ella levantó su cadera y yo bajé la mía, ocasionando una penetración máxima de un solo golpe.
Comencé lentamente a sacarlo y volver a meterlo completo; nos besamos tratando de ahogar los gemidos mientras aceleraba las embestidas; la ventaja de un pene pequeño es que estos movimientos son cortos y permiten tomar un ritmo rápido y vertiginoso sin demasiado esfuerzo; hacía pequeños círculos con mi cadera en cada nueva penetración, tratando de tocar cada milímetro del interior de su vagina húmeda y ardiente.
Dejamos de besarnos, Lulú tapó nuestras bocas con sus manos y rodeó mi cintura con sus piernas, contrayendo la vagina y presionando mi pene tan deliciosamente que sentí que no tardaría en eyacular.
– No traigo condón – susurré jadeante
– No mames, Alex – fue la respuesta que obtuve – ni creas que vas a salirte, ¡termina dentro, cabrón!
Sin necesidad de más palabras, aumenté el ritmo de la penetración, no tardé mucho en sentir cómo Lulú se contorsionaba, puso los ojos en blanco y su interior se contraía, dejando escapar fuertes gemidos; casi al instante, mi pene latió y dejó escapar chorros de semen en su interior, brindándome una sensación de poder indescriptible, tan grande que se convirtió en la única razón para seguir siendo hombre, un maricón tan macho, capaz de robarle grandes orgasmos a una mujer.
Me dejé caer sobre mi hermosa hembra, la besé tiernamente y acaricié todo su cuerpo durante algunos minutos, hasta que me interrumpió con una pregunta:
– ¿Alex, por qué eres puto?
Me tomó por sorpresa, no me esperaba un cuestionamiento así y no pude responder, así que añadió.
– Me refiero a que eres muy bueno en la cama, con una mujer, ¿como es que eres gay y, a la vez, puedes lograr esto?
Brevemente le expliqué como descubrí mi sexualidad y que, a decir verdad, nunca dejaron de gustarme las mujeres, aunque la primera vez que estuve con una fue dos meses antes, con una compañera de la prepa, después de una fiesta de cumpleaños de no sé quien y fue ella la que me enseñó a buscar y reconocer señales de placer, básicamente, me enseño a coger pensando en que la mujer disfrute y, por consiguiente, yo también gozaré al máximo.
Me estaba quedando dormido cuando me dijo que viera su entrepierna.
.
.
una combinación de sus fluidos y semen estaba escurriendo de su vagina; fue mi primer "creampie", aunque realmente eso no es algo que me excite, pero me pareció divertido.
No teníamos acceso al baño para asearnos, afortunadamente, Lulú llevaba toallitas húmedas, nos limpiamos, volvimos a besarnos en la boca, nos abrazamos y no tardamos mucho en conciliar el sueño.
Por la mañana, Doña Juana nos invitó a desayunar, "las chicas" estábamos muy alegres y los chicos se veían claramente enfadados, porque ellos no tuvieron acción durante la noche.
Terminamos el desayuno y salimos casi corriendo de ahí, teníamos que regresar al Quelite, donde nuestros padres estarían esperándonos.
Continuará.
.
.
Nota: Todos sus comentarios y críticas son bienvenidos, seguramente me serán de utilidad para mejorar en siguientes relatos.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!