Vacaciones con los primos III – Novio vacacional
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por chicochica.
A pesar de que yo hubiese querido mantener las apariencias ante mi prima y su novio, a Fabián no pareció importarle mucho, me abrazó y me besó desde que subimos a la camioneta de Lalo; nuestros acompañantes actuaron de lo más natural, como si realmente fuéramos dos parejas "normales".
Ya tenía lista la ropa para volver a ser Alex, pero mi nuevo novio de vacaciones no me permitió cambiarme hasta que estábamos muy cerca del pueblo y me pidió dejarme puesta la lencería; accedí, a medias, porque me quité el sostén y me quedé con el bikini azul turquesa, además de aclararle que no podría ser su novia mientras estuviera vestido de hombre.
Una vez en casa, saludamos a mis papás y mis tíos, después, el día transcurrió lento, mientras Fabián y yo tratábamos de encontrar una forma de estar juntos pero no fue posible; el sábado nos levantamos muy temprano para ir a la playa, allá comimos y estuvimos hasta ver el atardecer, regresamos para cenar y, alrededor de las 9 de la noche, después de un par de tequilas con sal y limón:
– Voy a bañarme y salgo directo a la cama – dije a la concurrencia
– Pero todavía es temprano – respondieron al unísono Lulú y su novio
– Sí, hijo – mi madre, secundada por mi tía – quédate un rato más
– La verdad estoy muy cansado – argumenté – anoche solo dormí un poco y creo que tomé "un mucho" – todos rieron
– Sale, Alex – dijo Fabián, guiñándome un ojo – al rato te alcanzo, que también estoy molido
Seguramente a este chico no le pasaba por la mente que no iba a tener oportunidad de dormir mucho, no si podía hacer que se encontrara con Lorena y ese era mi plan.
Me despedí de todos y me acerqué a Lulú, ya sin pena, para preguntarle si no tenía inconveniente en prestarme algo de su ropa para prepararle una sorpresa a Fabián, total, ya sabía que soy puto y me había visto besando a su hermano; me dijo que con confianza podía usar lo que quisiera.
Fui a su cuarto y busqué en los cajones, primero la ropa interior: un conjunto de sostén y bikini de suave encaje rojo, acompañados de medias de malla con liguero negros; del clóset tomé una blusa sin mangas en color rosa y semitransparente, una minifalda de raso negro y un par de zapatos de tacón mediano que me apretaban un poco, pero solo usaría durante unos cuantos minutos.
Escondí todo en la recámara que compartiría con Fabián, sin olvidar un pequeño estuche de maquillaje y un frasco de vaselina; me bañé con agua fría, tratando de tranquilizar mis hormonas y regresé a la habitación, cerrando con seguro la puerta; disfruté mucho deslizando las medias por mis piernas, poniéndome el bikini, el sostén y el liguero; un par de calcetas deportivas de mi primo fue el relleno perfecto para simular pechos, me maquillé un pocó y me peiné, agarrando el cabello en una coleta, pero dejando un flequillo en la frente.
Mi corazón latía a un ritmo vertiginoso, mucho más cuando me puse la blusa y la abroché, sin llegar hasta arriba, comprobando frente al espejo que el color y la forma del sostén se podía ver perfectamente bajo la fina tela; la falda me quedó apretada en la cintura y me venía muy bien porque ayudó a darme más forma de mujer; me gustó lo que vi en el espejo, encendí la lámpara de la mesita de noche y apagué la luz.
Un ruido en la puerta me sacó de mi ensoñación:
– Alex – era mi madre – abre para darte las buenas noches
– Mamá – respondí simulando un tono de fastidio, tratando de ocultar mi nerviosismo – estoy en calzones y ya me diste hasta la bendición
– Pues apresúrate – replicó – que Fabián ya quiere acostarse
– Sí, sí, ya voy – respondí y quité el seguro de la puerta, me acosté en la cama individual y me cubrí con la sábana – dile que ya puede entrar
Mi primo-novio entró, cerró la puerta y se disponía a desvestirse dándome la espalda; rápidamente me levanté, corrí el cerrojo, me puse los zapatos y me coloqué detrás de él.
– Hola, amor – dije con la voz más dulce que Lorena ha podido emitir – ¿me extrañaste?
– ¡Ahhh, Lorena, mi chiquita! – respondió con una hermosa cara de sorpresa y me recorrió de pies a cabeza con la mirada – te ves muy hermosa
– Gracias, me vestí solo para ti
– ¡Caramba, qué afortunado soy!
Rodeó mi cintura con sus manos, yo lo abracé por el cuello y nos fundimos en un beso tierno, al menos en principio, que después se convirtió en un fogoso y excitante intercambio de lenguas y saliva; ni tardo ni perezoso, llevó sus manos a mi trasero y más tardo yo en contarlo que él en levantarme la falda para acariciar mis nalguitas con sus ásperos dedos.
Ávido de conocer cada milímetro de mi piel, comenzó a desabrochar la blusa, como el recién casado hace con la novia, sin prisa, pero sin pausa; la prenda cayó al suelo y sus labios bajaron por mi cuello hasta llegar al pecho; desabrochó la falda y la fue llevando hacia abajo, acariciando mis piernas, hasta llegar a las rodillas y dejarla caer también.
– Estás espectacular – dijo tomándome de la mano y haciéndome girar 360 grados
Me dirigió una mirada intrigada, entendí que no sabía muy bien lo que debía hacer y le dije que los zapatos eran lo único que me podía quitar a partir de ese momento, tomé la vaselina del tocador, la puse en sus manos y volvimos a abrazarnos y besarnos.
Debo decir que no me di cuenta en que momento se desnudó, estaba tan extasiada que me perdí de ciertos detalles porque me sentía como flotando en las nubes.
Lentamente me solté para acomodarme en la cama, adoptando la posición de perrito y descubriendo mi ano, sediento ¿o hambriento? de una buena verga; sin pedírselo, acercó su cara a mi trasero y me dio uno de los mejores besos negros que he recibido en mi vida, acariciándome con sus labios, succionando, lamiendo e introduciendo su lengua y provocando las primeras gotas de líquido preseminal en mi pequeño pero erecto pene.
Siguiendo mis instrucciones, humedecía sus dedos y dibujaba pequeños círculos en mi entrada posterior, arrancándome pequeños gemios; tomó una buena ración de vaselina que dejó sobre mis nalgas y tomaba de ahí para untar en sus dedos, que luego introducía suavemente en mi ano; uno por uno, dilatándome poco a poco hasta que pudo meter tres.
Al principio lamenté no haber llevado mi lubricante en gel, pero no fue por olvido, simplemente no imaginé que esto podía pasar; la sensación de la vaselina era un poco extraña, sin embargo, la situación era muy excitante y yo gozaba como loca con cada caricia que recibía.
Fabián abrió el cajón del buró y sacó un condón, me apresure a tomarlo, mamé su verga, no mucho más grande, pero sí más gruesa que la mía o cualquier otra que hubiera visto antes, rompí la envoltura, se lo coloqué y le unté mucha vaselina; volví a la posición original, recargando los codos en el colchón para levantar más mi culito y facilitar el acceso.
Un "prepárate, princesa" fue lo último que le escuché decir cuando colocó su pene en mi ano y comenzó a penetrarme; no puedo negar que sentí dolor y que Fabián lo notó; le pedí que lo metiera poco a poco, así lo hizo hasta tenerlo todo dentro de mí; mi excitación era tanta que pronto el dolor dio paso a un intenso placer; le pedí que se mantuviera sí por unos instantes, para gozar lo más posible el estar empalada.
A partir de este punto ya no fue necesario darle indicaciones para hacerme su mujer; inició un mete-saca sin piedad, rápido y profundo desde las primeras embestidas, haciéndome gozar, gemir y llorar de placer; a veces lo hacía a un ritmo frenético y, cuando sentía que estaba por terminar, reducía la velocidad.
En su loca carrera por satisfacerme, hizo un movimiento brusco que rompió del todo la penetración, momento que aproveché para acostarme boca arriba y colocar mis piernas en sus hombros; la penetración es igual de profunda que en posición de perrito, la ventaja es que puedo ver la expresión lujuriosa del amante que me está penetrando.
Me encantó verlo todo sudoroso y con la respiración agitada, al igual que yo; Fabián se excitó aún más y volvió a penetrarme de un solo golpe, hasta el fondo y retomó poco a poco el ritmo salvaje que había logrado en la posición anterior; no tardé mucho en eyacular, llenando mi abdomen y pecho de mi propio semen, que él recogía con sus dedos y llevaba a mi boca, yo lamía ansiosa y, de pronto, sentí cómo bajaba la velocidad y aumentaba la potencia de la embestida, signo inequívoco de que también había alcanzado el clímax.
Fabián sacó su pene de mi ano, se tumbó sobre mí y nos besamos nuevamente; al cabo de unos minutos bajé besando su cuello, recorriendo pecho y llegando hasta su vientre; le quité el condón y limpié su pene con mi lengua; después nos abrazamos y caímos rendidos.
Mi novio me despertó con un beso húmedo y un "buenos días, hermosa"; traía una bandeja con chilaquiles rojos, un par de huevos estrellados y jugo de naranja; me dijo que no había nadie en casa, todos fueron a desayunar a una fonda cercana y, sin quererlo, nos dieron la oportunidad de despedirnos como dios manda.
Después de devorar los deliciosos alimentos que me preparó, me cepillé los dientes y regresé al cuarto donde él aún me esperaba; yo todavía portaba la delicada lencería de la noche anterior; nos besamos y después le hice sexo oral; nunca había metido en mi boquita una verga tan gruesa y nunca había recibido tanto semen como el que mi primo-novio me regaló; no desperdicié ni una sola gota.
Me desnudé completamente, dejé toda la ropa de mi prima en su cesto de ropa sucia, me bañé y, para cuando regresó la familia, ya había vuelto a ser Alex.
Al medio día nos despedimos, un par de besos a mi tía y a Lulú, un apretón de manos a mi tío y un abrazo a Fabián.
Emprendimos el viaje de regreso a mi pueblito y me preguntaba cuándo volveríamos a vernos.
Fin de las vacaciones.
Nota: Todos sus comentarios y críticas son bienvenidos, seguramente me serán de utilidad para mejorar en siguientes relatos.
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