"…Ah…. si tu quisieras… y yo me dejara…"
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Inanna.
Se ha vuelto tan rutinaria tu existencia que verte tras la persiana de tu ventana parece la repetición de una muy mala película. Conozco tus movimientos, sé que zapatos te van con ese atuendo, sé que lavas tu cabello día de por medio y que lavarte los dientes, grandes y aperlados, te toma poco más de 4 minutos.
Y sales de casa, dejando un gato perezoso sobre la cama, de esos gordos y amarillos a rayas. Él también te conoce y lamenta tus largas noches frías y faltas de novedad.
Regresas tarde, a golpe de 7 si has tenido suerte y tus compañeros no han recargado en ti el trabajo que ellos no hicieron por estar alabando al jefe y buscando la manera de aparentar que hacen lo máximo, cuando en realidad es mínimo. Entras a casa y te deshaces inmediatamente de los zapatos, esos de tacón alto y estilizado que hacer ver tus piernas más largas y sutilmente tentadoras. El gato avanza hacia ti y roza su cola contra tus tobillos, y se aleja a la cocina, indicándote que tiene hambre. Le sirves un tazón grande de comida especial, cocinada por ti la noche anterior y con el fin de evitarle sufrimientos renales.
Sirves para ti un poco de vino tinto del que sobró de la celebración de tu cumpleaños hace 3 días y pones las noticias. Nada nuevo. Caminas descalza mientras aflojas los botones delanteros de la blusa y te deshaces mecánicamente de ella y del sostén… yo mecánicamente te visualizo, te acaricio con los ojos la curva baja de la cintura, esa que debido a la falta de tiempo está siendo adornada por un pequeño depósito de grasa… tu y yo sabemos que jamás se irá y aún así te ves hermosa.
El cierre de la falda se traba, haces intentos vanos para no dañar la cremallera… yo mentalmente me acerco a ti por la espalda, me pongo a la altura del problema y con suavidad, abro la cremallera. Ese sonido de estar bajando abriéndose y la imagen mental de tu piel de textura de melocotón, empieza a hace efecto en mi.
Con disimulo y toda la intención del momento, deslizo tu falda favorita hasta las rodillas y recorro con mis ojos el contorno de tus caderas enmarcadas por una lencería blanca de esas que parecen de azúcar. ¿Será que si paso mi lengua, sabrás dulce? Ahhhh… Si tú quisieras y yo me dejara tantearía con mis dedos la suavidad del encaje que resalta sobre tu piel bronceada hace poco, caminaría con las yemas de mis dedos desde la parte baja de tus nalgas hasta el doblez de tu rodilla y sellaría el recorrido con un beso.
La falda llegaría el suelo sin que te des cuenta y la línea de caída sería repasada por la puntita de mi lengua. Volvería a subir, con ambas manos y cada uno de mis 10 dedos se movería con la delicadeza de quién talla diamantes, con exactitud, con decisión.
El blanco azúcar enmarcando tus curvas traseras me detiene, huelo tu perfume de fémina cansada, de mujer dulce e intensa y en ese momento percibo humedad entre mis piernas. Pensar en ti y desnudarte en mi mente ha hecho que mi ropa interior empiece a humedecerse… con mi dedo índice rozo mi sexo por encima de la ropa y descubro que la humedad es abundante, brillante, viscosa…
¿Y si me pruebo? ¿Sabremos igual? Huelo a deseo, a complicidad… el sabor ligeramente salado y suave, tibio y cargado de imaginación me lleva a lamerte, anhelo comprobar si sabemos igual.
Subo rozando con mis labios, la línea media de tu espalda, tratando de abarcar con toda mi boca todos y cada uno de tus vellitos rubios, esos que de perfil hacen brillar tu piel como una pieza de terciopelo. Entonces reaccionas, me has sentido finalmente, te volteas hacia mí y me miras fijamente. El poder de tus ojos pardos, enmarcados por extensas y abundantes pestañas carentes de maquillaje, hace que algo crezca dentro de mi… algo en mi vientre se infla, algo bombea sangre y puja por salir de alguna forma, por algún lugar. De frente a ti, subo mis manos por tus manos, marco cada una de tus venas con mis dedos. Llego a los codos y extiendo tus brazos por encima de tu cabeza, cruzo tus antebrazos detrás de tu cuello y bajo mi dedo corazón haciendo zigzag hasta las axilas. Te miro pidiendo permiso para sumergirme en tu olor, accedes, acerco mi naríz y aspiro fuerte: quiero tenerte toda dentro de mí: utilizando todas y cada una de mis posibilidades deseo impregnarme de ti.
Cierro mis ojos y vuelvo a tocarme, me sobra la ropa, me desnudo contigo en mi mente, la viscosidad resulta ser elástica y al librarme de todo, un delgado hilo se extiende desde su fuente, se pega a mis dedos, se revienta y se adhiere a la parte interior de mi muslo.
Continúo contigo, lamo tus axilas, el contorno externo de tus pechos, firmes como peras de primavera… ¿Serán arenosas y simples como algunas peras? Con una inclinación de tu cabeza hacia atrás me das el pase para comprobarlo, me inclino lo suficiente para tener tu pezón derecho a la altura de mis pupilas… se agudiza mi visión al ver que tu pecho reacciona al sentir cerca mi respiración. ¡¡Mírate!! Qué hermosa aureola tienes, del color de tus labios. Me aproximo unos centímetros más, estiro mi lengua y pruebo. Se hincha, crece, se alarga, se expande invitándome a succionarlo con mis labios. Procedo. Bajas tus brazos de detrás de tu cabeza y tomas la mía para que no me aleje, me aprisionas contra tu tórax, yo abro mi boca para abarcar todo y con mi lengua recorro con movimientos circulares tu esponjoso y delicioso pezón. Subo mi mano y amaso el otro pecho.
Humedad, abundante entre mis piernas, turgencia en mi sexo.
Recorro con suaves mordiscos el contorno externo de cada uno de tus pechos, extiendo mi caricia a tu espalda pero sin dejar de saborearte, te sujeto firme hacia mí y succiono más fuerte tu pezón. Con mis labios presiono y lo hago entrar en mi boca, con mi lengua babosa lo humedezco. Sigues de pie, resistiendo al cansancio del día y a mis caricias.
Un balanceo de tus caderas me sugiere que baje, me incitas a recorrer tu vientre. Lo hago obedientemente al mismo tiempo que retengo entre mis manos tus nalgas. Las masajeo, las pellizco con la yema de mis dedos, las abro y exprimo con el fin de estimular tus fluidos… o quizás los míos.
Mi frente a la altura de la parte baja de tus pechos recibe un roce de tus manos y la orden de que siga bajando, corres un mechón de mi frente.
Tu olor se hace más fuerte, el mío también. Con mis manos bajando por tus caderas y mi boca a la altura de tu bajo vientre, mi cuerpo ha empezado a balancearse también buscando ser complacido. Con mis manos, abro tu cuerpo desde atrás hacia adelante, logrando que el aire fluya hasta mi naríz, trayéndome todo tu olor. Al separar tus nalgas, un poco de humedad se asoma y me da el visto bueno para trasladar mis manos de lugar. Las retiro de tu cuerpo y empiezo desde los tobillos, subo por tus bien formadas piernas y me detengo a la altura de tu sexo. Con mis dedos pulgares separo tus labios, hinchados y cubiertos por una corta capa de vellos… te vi recortarlos la semana que ibas a broncearte.
Abrir la entrada de tu vulva, me permitió aspirar con mayor fuerza y observar que tu interior brillaba, cubierto por esa deliciosa humedad elástica, transparente y tibia, humedad que se hace más abundante en mis manos, en mis dedos. Se asoma, lo veo. Como un broche de perla rosa, aparece decorando la unión de tus labios menores el centro de tu placer y el mío. Se ve reluciente, como una piruleta a punto de ser terminada después de largos minutos de lamerla…
¿Será que tu perla se desgasta si hago lo mismo? Me acerco a ti mientras acerco mis dedos a la abertura de tu vagina, con la punta de mis dedos índice y corazón, separo tus carnes y lo observo con mayor enfoque. Es una preciosa imagen; elevo mi mirada para pedirte permiso y darte un beso en tu otra boca pero tú estás inmóvil, con la boca entreabierta y tu lengua recorriendo tus dientes. Eso lo tomo como una señal de aprobación.
Mis labios se posan sobre los tuyos mientras mi lengua se adhiere a tu clítoris. Muevo despacio mi lengua, salivo profusamente mientras sorbo tus fluidos que salen en abundancia. Tomas mi cabeza entre tus manos y con mi cabello enredado entre tus dedos, me presionas fuertemente contra ti haciendo que se llene todo mi mentón y naríz de tu lubricante. Flexionas un poco las rodillas y llevas tu pelvis hacia adelante, facilitando la introducción de mi lengua en tu vulva. Sabes a gloria.
Subo mi mano izquierda para estimular tu pecho y siento que la temperatura de tu piel ha aumentado, percibo también latidos más fuertes pero pausados y ahora tus axilas expiden un perfume más intenso y ácido. De rodillas ante ti, tratando de abarcar toda tu existencia con apenas mis dos manos me siento impotente. Deseo besar tu boca pero no me dejas soltar tu clítoris, deseo morder tus nalgas pero no me dejas soltar tu pezón.
Tu movimiento de cadera se acelera un poco y mi lengua ya no es suficiente para ti, me lo dicen tus gemidos y la intensidad de tu respiración.
Con mis dedos firmes y rectos, abro más tus labios mientras mi lengua sigue acariciando suavemente "eso" que nos encanta. A la primera penetración te estremeces, tu piel se eriza, puedo ver de refilón contra la luz de la lámpara de noche, que hasta tus vellos de la parte baja de la espalda están erectos y deseosos de más estimulación. Vuelvo a embestirte llevando mis dedos a la mayor profundidad posible, sintiendo que tu fluido llega hasta la palma de mi mano. En un arrebato inesperado te tumbas en el suelo y abres tus torneadas piernas a mí y me invitas de nuevo a saborearte. Con otra perspectiva y otro ángulo, será más cómodo acceder a tu monte.
Estiro mi cuerpo hasta el tuyo, tus pechos se desparraman hacia los lados viéndose más grandes; froto mi cuerpo contra el tuyo y esparzo mis líquidos sobre toda tu superficie mientras me dices con voz de mujer susurrante y excitada: "…Por favor, no dejes de lamerme el coño…"
Ah… si tu quisieras y yo me dejara, retrocedería a mordiscos por el camino recorrido hasta tu cuello y me clavaría total y entregadamente a darte placer.
Succiono, estimulo, acaricio, chupo con fervor esa perla ahora más erecta que nunca y mis dedos se mueven a la par con tu cintura y cadera. Los gemidos de tu voz se hacen más audibles y la tensión de tus brazos me indica que falta poco. El sonido de mi mano masturbándote suena como el de un público que aplaude ante un bello espectáculo, sólo que este aún no sucede… pero falta poco. Mi respiración es asmática mientras tú ya ni respiras: has contenido todo el aire mientras una fuente brota del interior de tu cuerpo y empapa todo mi cuerpo. Espasmos en tus piernas y en tu vagina me dicen que finalmente la tensión y el clímax se han encontrado para proporcionarte esos segundos en que la mente se desconecta de todo.
Y ahora, tendida en el parcialmente encharcado suelo de mi habitación, con mis piernas flácidas, el corazón tratando de normalizarse y mirándote a través de la persiana mientras hago un esfuerzo por volver a la realidad, te veo dormir. Acompañada por tu gato y totalmente ignorante de mis deseos y frustraciones, mañana empezarás otro día, igual que el que termina ahora.
Ha pasado un día más sin que sepas que en mi mente te poseo con total pasión y entrega, un día más sin que te imagines que yo viviendo frente a tu ventana y celebrando tu cumpleaños con tus demás amigas y amigos, traslado las caricias que van destinadas a ti hacia mi cuerpo en secreto absoluto, día a día.
…ahhh… si tu quisieras y yo me dejara…
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!