Atrapado por la Señora de la limpieza
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Al terminar la educación media superior en el norte de México.
Mis padres habían decidido mandarme estudiar al la Ciudad de México y me fui a vivir en un departamento pequeño que tenían mis padrinos allá, ubicado muy al centro y frente a edificios de oficinas.
Yo mido 1.
80 m, tes clara, peso 75 Kg y con un pene de 19 cm un poco ancho.
Ella de unos 35 años, 35 años, complexion media, 1.
65 m de altura, soltera con una hija de unos 16 años.
Ella iba a hacer la limpieza los lunes, miercoles y sabados, muchas veces acompañada de su hija, sin embargo yo no me daba cuenta porque cuando ella iba casi siempre estaba en la universidad.
Mi departamento es pequeño, entrando a mano derecha está una barra que divide la cocina de la sala comedor y del lado izquierdo el baño y mi cuarto, la sala y mi cuarto con unas ventanas muy grandes del piso al techo y de pared a pared.
Había pasado casi un año de vivir ahi y ya habiamos establecido una mayor confianza con el tiempo, siempre de manera respetuosa.
Un viernes, salí de fiesta con mis amigos por lo que llegue 3 o 4 de la mañana.
Después de un largo descanso, logré levantarme de la cama a eso de las 11 am del sábado.
Note que a pesar de la hora no había llegado la Señora, así que me metí a bañar.
Una vez que salí, seguía sin haber llegado, cosa muy extraña pero entendible, por esta razón decidí andar desnudo por la casa para estar más fresco.
Justo cuando estaba tomando un enorme vaso de agua en la cocina, se abre la puerta y entra ella muy apurada.
Al verla me quedé pasmado, sin saber que hacer, quedando justo frente a ella y bloqueado por la barra, teniendo que ir hacia ella en caso de irme a mi cuarto.
Trate de actuar de la manera más normal posible.
Ella parada frente a mi a escasos 2 metros, pidiendo disculpas por la hora de llegada.
Después de un par de minutos en los que me contó el motivo de su retraso me dijo:
– Perdón, llegue tan apurada que ni te he saludado.
Que maleducada soy.
Se acercó y me saludo de beso con un pequeño abrazo.
Para mí buena suerte no hacía frío, por lo que mi pene se encontraba de buen tamaño y con la excitación de la situación y su abrazo se había puesto a media erección.
– Lo bueno es que ya estás aquí porque con lo desvelado que ando no creo que hubiera hecho algo de la casa.
Sólo que que pena que me hayas encontrado así, pero pensé que habías decidido no venir y me puse cómodo.
– No te preocupes, ahorita limpio todo y a mi no me molesta que andes así.
De haber sabido, hubiera llegado tarde meses antes, así hasta dan ganas de venir a trabajar.
Sonrió y me guiño el ojo.
Sólo sonreí.
Ella se hizo un poco a un lado para dejarme pasar junto a ella.
Me fui a mi cuarto a ver televisión acostado pensando pensando en lo que había pasado.
Definitivamente me había gustado, así que decidí salir desnudo nuevamente aprovechando que se mantenía de buen tamaño mi pene.
Así que salí, ella estaba sentada en un pequeño banco acomodando unas cosas que estaban dentro del horno de la estufa escuchando música con sus audífonos.
Esto era perfecto, ya que estaba de paso al cuarto de lavado, así que hice como que llevaba la ropa sucia al cesto que estaba allá.
Ella se dio cuenta de mi presencia hasta que estaba muy cerca de ella.
Su cara quedó a la altura de mi pene.
– Veo que me tomaste la palabra.
Dijo ella mientras se movía nuevamente para dejarme pasar y viendo directamente mi pene.
– Pues si.
Como me dijiste que no tenías problema y yo ando más agusto así, decidí tomarte la palabra.
– Es tu casa, tu anda como gustes.
Sólo ten cuidado con las ventanas, no te vayan a ver las chicas fe enfrente.
– Tendré cuidado, además creo que los sábados no hay nadie trabajando.
Volví a pasar muy cerca de ella, mientras ella me veía fijamente el pene descaradamente.
Me volví a meter a mi cuarto y sólo pensaba en la situación.
Estaba más excitado.
De pronto, se abrió la puerta.
– Quieres que limpie tu cuarto o así está bien?
– Si, adelante.
Sin pensarlo, me salí de entre las sábanas para moverme a la sala para darle espacio.
No me había dado cuenta que estaba tan caliente que mi pene estaba totalmente erecto.
– Pues que estabas viendo en la televisión?.
Me pregunto mientras veía fijamente mi pene.
– Jajaja, nada, creo que tiene voluntad propia.
– Pues que bueno, tienes bonito pene y de buen tamaño.
¿Cuánto te mide?
– Jajaja.
No se, a la próxima te traes algo para medirlo y te digo.
Jajaja.
– Claro, pero me dejas ver, quiero asegurarme que sea cierta la medida.
– Jajaja.
Si, no te preocupes, si quieres tu haces la medición.
– Me parece genial, cargare mi cinta para cuando te vuelva a ver.
Ambos sonreimos.
Y me fui a la sala.
Ella término de limpiar, le di el dinero y se despidió con un beso y un abrazo un poco más largo.
– Nos vemos, espero encontrarte así de cómodo la próxima vez.
– Nos vemos.
Si, a menos de que haga frío.
No se te olvide la cinta para medir.
– No, esa en cuanto llegue la echo a mi bolso de mano.
Jajaja.
Así fue ese día.
Jamás se me hubiera ocurrido pasar o hacer algo así.
Obviamente, me masturbe en cuanto ella se fue.
Ni pensar que era sólo el comienzo para cosas más fuertes.
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