Con Susanita en su balcón
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Corría el verano del 91 y yo tenía 17 añitos. Aún virgen porque a mí me gustaban los tipos maduros para mi edad (de 35 en adelante) y no quería meter a nadie en un problema.
La cosa es que la noche en cuestión, una amiga, Susanita, me invitó a dormir en su casa ya que sus padres se habían ido de fin de semana romántico y estaba sola. Estuvimos en la gloria las dos solas, charlando, bebiendo un poquito, con buena música, buen rollo a morir. No me había llevado pijama, pero tampoco importaba demasiado, me quedé con una camiseta de tirantes y las braguitas y ya está; total, estábamos solas y éramos amigas desde la infancia, ya verás tú el problema.
Después de cenar, salí sola al balcón a fumarme un cigarro (mal vicio que aún no he abandonado). Estaba a oscuras en braguitas y camiseta y un poquito entonada de whisky pensando en lo tranquila y placentera que estaba siendo la velada, cuando de repente Susanita encendió la luz del balcón y salió conmigo. Era delgadita, morena de piel, pelo negro largo y rizado y con unas tetas redondas, duras y grandes que habían provocado en mí una gran ENVIDIA desde que habían empezado a crecer. Era entonces, y supongo que seguirá siendo, una mujer absolutamente espectacular. Llevaba puesto un camisón tipo camiseta de algodón larga, de tirantes. Se acercó a mí y me susurró al oído.
– Mira disimuladamente al balcón de enfrente.
Lo hice: en la penumbra, se veía un punto de luz anaranjada que por un momento se volvió más intensa. Había alguien allí, fumando también, en la más absoluta oscuridad.
– Es un vecino. Cada dos por tres lo pillo mirándome. Me apuesto lo que quieras que se masturba mientras me mira.
– Qué asco de tío ¿no? – dije.
– A mí me pone… Oye, ¿qué te parece si le damos una alegría?
– ¿A qué te refieres? – pregunté con una sonrisa burlona.
– Tú sígueme el rollo.
Sin más, me apartó el pelo y empezó a besarme el cuello. Se me puso toda la piel del cuerpo de gallina. Nunca me había sentido atraída por una mujer, no me despertaba ni curiosidad, pero cuando Susanita empezó a bajar un dedo por mi espalda, se me pusieron los pezones como piedras de río y me flojearon las piernas por un momento. Hizo que me pusiera frente a ella, de lado a la baranda, y ciñó su cuerpo contra el mío mientras volvía a besarme el cuello. Mientras tanto, iba mandando miradas disimuladas al balcón de enfrente. La lucecita naranja seguía allí, inmóvil. Acercó sus labios a mi boca, aquellos carnosos labios de locura, los rozó con los míos suavemente, una y otra vez, entreabriéndolos cada vez más, apretándolos cada vez más, hasta que empezamos a besarnos de verdad, con las lenguas rozándose por momentos, mordiéndonos los labios por momentos.
Las miradas hacia el balcón de enfrente eran constantes, y en cada mirada, queríamos ir un punto más allá. Le aparté el pelo hacia un lado, mirándola con deseo fingido, o no, ya no lo tenía nada claro. Le acaricié el brazo con las uñas, desde el hombro hasta la muñeca. Le acaricié el cuello con las yemas de los dedos, desde el lóbulo de la oreja hasta la clavícula, y seguí, para bajarle el tirante hasta la mitad del brazo. Volví a la clavícula, y con un dedo bajé un poquito el camisón, descubriendo un poquito su pecho, recorriendo con el dedo el límite de tela y sintiendo su piel erizada con cada uno de mis movimientos.
Otra mirada, y otro beso
Otra mirada y sentí su mano bajando por la espalda, deslizándose bajo la braguita, pellizcándome el culo con toda la mano, con fuerza.
Otra mirada y su mano ya estaba apretándome un pecho por encima de la camiseta, bombeándolo con sus dedos. Me hice A-G-U-A.
Lo cierto es que no sabía si lo que más me excitaba era la mirada evidente en la distancia o lo que estaba sintiendo sobre la piel, si sólo miraba para ver si seguía teniendo excusa para continuar allí.
Cuando, sin más, Susanita se dio la vuelta, me cogió de la mano y me condujo hacia dentro de la casa. Apagó la luz del balcón y me dijo
– Esta va a ser la mejor paja de su vida.
Y creo que también de la mía, aunque eso no lo dije.
Después empezamos a bromear, cambió totalmente el tono y ahí se acabó la primera y única experiencia lésbica de mi vida; una de las más excitantes que he tenido jamás.
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