Conociendo mi sexualidad I
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por latosita.
A mis 13 años era la burla de mis compañeras porque la mayoría ya se habían desarrollado y mostraban curvas interesantes, mientras yo solo tenía unos pequeños brotes en el pecho y decían que eran unos pequeños limones; en mi defensa, apenas atinaba a argumentar que tenía el mejor trasero y las mejores piernas de toda la escuela, pero ellas retomaban sus ataques contra mí por ser gorda, aunque realmente solo estaba (y sigo estando) ligeramente llenita, lo que algunos llaman gordibuena.
Desde que tengo memoria, papá y mamá trabajan, mi hermano (2 años menor) y yo pasamos mucho tiempo solos, a veces hacemos cosas juntos, como colaborar en el aseo de la casa, andar en bici, jugar basquetbol, algún juego de mesa o ver Netflix, pero la mayor parte del tiempo está cada quien encerrado en su cuarto haciendo tarea, navegando en internet, chateando o simplemente acostado sin hacer nada.
Mi desesperación por querer tener pechos grandes era tanta que podía pasar tardes enteras frente al espejo casi llorando y frotándome, como si eso fuera a ayudar en algo; no recuerdo exactamente cómo sucedió, pero pasé de amasar mi pequeño par de limones a acariciarlos suavemente y a estirar los pezones, pensando que tal vez esa práctica fuera útil en mi búsqueda de llenar decentemente un brasier.
Así, con esos tocamientos, fue como descubrí una sensación muy placentera y, poco a poco, fui modificando la forma de tocarme, acariciando, presionando, girando y estirando mis pezones, ocasionando el incremento de temperatura corporal y, lo más extraño (y mucho más rico), un cosquilleo en la entrepierna; por supuesto, seguía deseando tener un gran busto, como mis compañeras, pero comenzaba a sentirme muy a gusto con mi cuerpo.
Una tarde, mientras disfrutaba mi sesión frente al espejo, mi mamá entró al cuarto (yo ni imaginaba que estaba en casa) y me sorprendió en plena faena.
¿Qué estás haciendo?, preguntó con cara no sé si de sorpresa o enojo; yo me quedé helada y no pude contestar, pero creo que ni era necesario, porque ella comenzó a hablar de que los placeres del cuerpo son pecado, continuando con un sermón religioso que duró como 15 minutos y del que no quiero ni acordarme; cuando me dio oportunidad de hablar le conté como me sentía por mis pechos pequeños y me soltó otro sermón, ahora entre biológico, social y religioso que no me sirvió para nada, mucho menos ahora por pensar que tendría que dejar mis sesiones frente al espejo para evitar irme al infierno.
Para disminuir o ignorar los deseos de tocarme, en las tardes me salía a caminar y frecuentemente encontraba a mi vecina Laura en la puerta de su casa (en frente de la mía) con algún chico (no siempre el mismo), abrazándose y besándose; ella es una chica alta, delgada, rubia, bonita, de muy buen cuerpo, 6 años mayor que yo y acostumbraba a vestir faldas cortas y escotes pronunciados.
En una ocasión me senté en la entrada de mi casa y unos minutos después llegó ella, acompañada de un chico, llegaron a la puerta de su casa pero no entraron, se quedaron ahí, recargados a un lado del coche de su papá, y comenzaron a besarse, ella acariciaba el cabello del chico y el la abrazó por la cintura; no sé porque pero decidí quedarme a ver el espectáculo, no podía esconderme porque ninguna de las dos casas tiene reja en la cochera pero sentí que estaría más oculta si seguía sentada y solo me pegué a la pared.
El chico bajó sus manos y las posó en el redondo trasero de Laura mientras ella le ofrecía su cuello, apartando su larga cabellera rubia, para poder recibir sus besos; no tenía una vista muy clara, pero sí puedo decir que él subió la mano izquierda para acariciarle el pecho y hasta podría jurar que comprobó que lo abarcaba perfectamente con la mano; la traviesa mano derecha bajó hasta la pierna de la chica y se deslizó por debajo de la falda.
No me atrevía a asegurarlo, creí que ellos se dieron cuenta de que los estaba viendo, pero se recorrieron hasta que Laura quedó recargada en la pared, de lado con respecto a mí y dejándome ver más detalles de la acción; ella tomó la cabeza del chico y lo hizo recorrer desde el cuello, siguiendo el escote y hasta llegar a uno de sus pechos, así, a la distancia, no lo vi tan claro, pero sí me dio la impresión de que se lo sacó del brasier y se lo ofreció desnudo para que él lo chupara.
Nunca me había interesado ver estas cosas y por eso me sorprendí cuando sentí cómo mis pezones se ponían duros y un calorcito iba recorriendo todo mi cuerpo; no quería moverme ni un milímetro, realmente me estaba gustando ser testigo de la escena.
Se notaba que la chica estaba disfrutando mucho de todas las caricias y besos que le daba su novio, que seguía chupando su pecho, a veces se alejaba y se veía que sacaba la lengua; yo trataba de imaginar que me lo estaba haciendo a mí, recordando cómo me gustaba tocar mis pezones con los dedos y pensando que una lengua me los lamía y tuve que apretar las piernas al sentir cómo me humedecía.
De repente, Laura bajó un brazo y dirigió al chico, quitando la mano que acariciaba su trasero y casi forzándolo a que la metiera por delante y, por los movimientos de sus brazos y manos, estoy segura que se metió bajo su ropa interior, tocando directamente su vulva; en esos momentos solo podía imaginar lo que estarían haciendo y cómo, porque yo aún no había explorado esa parte de mi cuerpo y me estaban dando muchas ganas por la humedad y el cosquilleo que me estaba invadiendo, precisamente, en esa zona.
Hasta mi lugar alcanzaba a escuchar un poco de lo que pasaba, como leves jadeos y gemidos o ella diciendo lo bien que se estaba desempeñando el chico; Laura levantó una pierna, abrazó con visible fuerza al chico y comenzó a decir: Sí, sí, ya casi, sigue; el novio tuvo que dejar de chupar el pecho porque ella lo estaba apretando, pero no dejó de mover la mano que tenía entre las piernas de mi hermosa vecina.
De pronto ella casi gritó: ¡Sí, qué rico, ya llegué!, hizo que el chico dejara de tocarla y solo la abrazara; así estuvieron unos minutos, besándose y riéndose, luego se recompuso la ropa y se despidieron; no creo que el novio me haya visto, pero luego que él se fue, Laura volteó hacia mí, sonrió, se despidió ondeando su mano en el aire y entró a su casa.
Sentí mucha vergüenza, tal vez por saber que me descubrieron espiando, tal vez por todo lo que me dijo mi mamá, tal vez porque sin darme cuenta ya estaba estirando uno de mis pezones a través de la ropa o, tal vez, porque me sentía caliente y con una humedad tremenda entre mis piernas.
Me levanté y me metí rápido a la casa, solo para encontrar a mi hermano frente a la ventana y tocándose sobre el pantalón, solo le dije que es un cochino pervertido y me fui directo a mi cuarto, sin preocuparme si el enano pudiera pensar mal de mí, ¡total!, si me vio sentada afuera, podría inventarle que estaba jugando en el celular o algo así, pero no hubiera podido justificar toda la vergüenza, tensión y nerviosismo que sentía.
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