Diego, el abogado
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Diego, el abogado.
Bueno, esta historia es muy reciente. Casi dos semanas atrás. Todo comenzó una mañana en que una amiga de mamá la llama pidiéndole que si podía cuidarle su nene de 1 año porque ella tenía que ir a una reunión de trabajo fuera del horario común y la niñera había dado parte de enferma. A esto mamá le contestó que era casi imposible porque ella también tenía que laburar pero le propone que podría mandarme a mi, Juan, a cuidar al nene. A Lucía, amiga de mamá, no le importó y dijo que no era problema ya que su esposo, Diego de 38 años, estaría en casa trabajando en papeles ya que era abogado. Bueno, el asunto es que el problema se resolvió con mi ayuda y ni siquiera me lo habían consultado…
Llegó el momento y fui a la casa de Lucía. Ella me explicó que el bebé estaba dormido porque ya le había dado la mamadera y que si no había ruídos dormiría por lo menos por un par de horas. Mientras, yo podría ver televisión. Esto me pareció buenísimo ya que me había imaginado andar detrás de bebé cuidando que no se golpée. También me dijo que Diego, su esposo, estaría trabajando en su oficina y que necesitaba que no lo molestasen. A Diego yo no lo conocía y poco me importaba que es lo que hacía. Aunque si me daba un poco de tentación saber que estaba haciendo sólo en su oficina.
Más tarde, lucía se fue y quedé yo mirando tv en una sala abierta que daba a la cocina. De vez en cuando escuchaba a diego en la oficina y de tanto en tanto me levantaba e iba a mirar como el nene dormía en su cuna.
En cierto momento, casi una hora después se abrió la puerta de la oficina y apareció diego. Un dios griego! Fue lo primero que pensé. Era alto y fornido. Brazos y piernas anchas yy una espalda que Dios mío! Giré a mirarlo y casi sin importarle mi presencia allí me saludó en un tono despreocupado con un simple Hola y pasó derecho a su dormitorio. Yo estaba en shock al ver a aquel hombre que solamente tenía puesto un short tipo rugbiier, y musculosa que, obviamente, dejaba ver sus brazos y hombros super trabajados. Claro, luego me contarían que Diego había jugado al rugby toda su juventud.
Bueno,volví a mi tarea de mirar, nerviosamente ahora, la tv y escuchar a diego que iba y venía de su dormitorio de chancletas ahora. Desde donde estaba yo escuché que había abierto la ducha y caía el agua y mi instinto de espiarlo y meterme al baño con él explotaba en mi cabeza. Desde la sala donde estaba el tv no podía verse nada para donde estaba el baño y mi pene ya estaba durísimo de mi excitación. El agua de la ducha seguía cayendo… minutos más tarde me dí cuenta, por el ruído, que diego se estaba bañando con la puerta abierta y no podía perderme esa escena. Me levanté con para ir a ver al bebé pero, lamentablemente, el baño quedaba en dirección contraria al dormitorio. ¡Cuánto maldecía esto! Volví al sillón del tv y decidí ir a la cocina ya que el baño estaba por ahí también. Mi inventada excusa sería tomar algo fresco.
Inocentemente fui para allá y entré a la cocina. Abrí la puerta de la heladera, tomé una botella de jugo y bebí algo. Cuando giré para volver, ví la puerta del baño abierta y la figura escultural de Diego mostrando su espalda inmensa, unas nalgas durísimas y firmes y un par de piernas geniales… quedé perplejo y sin aire. Cuando volví en si, me dí cuenta que Diego podría girar y darse cuenta que lo estaba espiando. Entonces me puse un poco detrás del espacio que quedaba entre la heladera y la pared. De tanto en tanto sacaba la cabeza y contemplaba al hermoso Diego. Pasaba el jabón minuciosamente por cada parte de su cuerpo y casi entro en convulsión cuando abrió un poco sus piernas y metió el jabón entre ellas para jabonarse sus huevos. Oh mi Dios! Casi exploto en ese momento y sólo atinaba a frotar mi pene por arriba de mi ropa.
Luego, Diego se puso de costado y echó un poco de chamú en sus manos y las llevó a su cabeza. En ese momento pude ver su pene pero este estaba tapado de espuma como así también su pecho y los pelos de su pene y huevos. No pude ver casi nada. Sólo formas… eso si, mientras diego frotaba su cabeza con ambas manos, los musculos de sus brazos y espalda se dibujaban de tal manera que mi deseo por ese hombre se incrementaba…
Un rato más tarde, Diego se metió bajo la ducha y el jabón comenzó a escurrir por todo su cuerpo y de repente giró poniéndose de frente mientras ejuagaba su cara sacándose el champu. No pude ver nada ya fque me asusté y me escondí de nuevo. Mi corazón galopaba de los nvervios por ser descubierto y no saber dar una explicación. El agua de La ducha seguía cayendo y me atreví a fisgonear nuevamente. Esta vez casi me infarto. Fue una estampa que no pensé iba a ver. Diego, de espalda de nuevo, tenía una mano apoyada contra los azulejos del baño, sus caderas tiradas un poco hacia atrás y con su mano derecha estaba masturbándose… fue algo inigualable. Todo su brazo derecho se sacudía con fuerza y rápidamente y sus nalgas también se movían al compás. Yo sólo pedía que gire para poder ver su pene erecto. En cierto momento se colocó un poco de costado pero aún así mucho no podía ver. Su mano era gigante y se movía con ligereza alrededor de su pene en pocos minutos ví como las piernotas de diego se aflojaron un poco y escuche un callado aaaaayyyy! Que salió de su boca. Ví el chorro de semen que expulsó y luego un profundo suspiro de satisfacción.
Fue en ese momento en que salí rápidamente de mi escondite y salté al sillón del tv. Sólo rogaba que Diego no se haya dado cuenta de mi presencia.
Mientras estaba en el sillón con mi ppija aún dura y mojada, diego se paró a mi lado y me preguntó que estaba mirando en la televisión. Simplemente contesté dibujitos. Giré a mirarlo y estaba envuelto en un toallón alrededor de su cintura y… su berga aún seguía abultada. Diego habló nuevamente y me dijo: “voy a tomar una pequeña siesta y me levanto”. Yo pensé en que si se acostaba en el mismo dormitorio del bebé tendría una buena chance para ir a espiarlo de nuevo. Diego se fue y cuando estaba listo para comenzar mi tarea de espiarlo, escuché las llaves en la puerta de entrada y plácidamente entró Lucía saludándome alegremente.
Yo pensé… “la odio”.
Fin.
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