ECHAR LECHE DESPUÉS DEL AMANTE
Le sucedió a un amigo con su esposa Estella, mujer puta, bonita y tetona. Contada con las palabras del cornudo..
Esta historia es de Cornelio (no es su nombre, pero le queda bien), un amigo de mi infancia, quien me la contó en una borrachera que nos pusimos en mi casa y de la que él fue el último en retirarse. Cuando sólo estábamos él y yo le pregunté por qué se había divorciado de Estella. En nuestro estado de embriaguez, no tuvo empacho en contarme la razón: “Porque era muy puta, pero me gustaba así, lo que no me gustaba es que ella no era reservada y los demás se daban cuenta que lo era, lo cual nos fastidiaba la vida con los parientes” dijo y me contó varias de las aventuras de su mujer. En efecto, todos nos dábamos cuenta que era muy puta, incluso a mí me presionó varias veces con su pecho, que, junto con la cara, era de una gran belleza y muy tentador; y tentable, por muchos, según mi cornudo amigo, quien además gozaba que su esposa le diera esplendor a su ornamenta. Va una aventura, contada en primera persona por él.
Hace años, cuando celebrábamos en casa el bautizo de mi hija menor, acudió entre los invitados el primo de una prima de mi esposa, quien la acompañó. Yo ya lo conocía, entre otras cosas porque él le había hecho la corte a mi mujer cuando ella era mi novia. Después de mi primer hijo, ya casada, ella lo aceptó para tener eventuales encuentros sexuales de los cuales me fui dando cuenta poco a poco y ante los múltiples indicios, entre los que se encontraban escasas llamadas, pero periódicas, señaladas en el recibo telefónico, a la ciudad donde vivía este sujeto y mis suegros, así como otras cosas más que se acumularon.
Me encontraba yo agachado en una zona adjunta a la nevera buscando unas botellas en mi pequeña cava. En esa posición no era fácil que alguien pudiera verme y entró mi mujer a la cocina a tomar unas charolas con algunos bocadillos ya preparados, pero unos segundos después entró el sujeto que se la cogía (a quien aquí llamaré Carlos), poniéndose al otro lado de la barra.
–¡Te ves hermosa, mi amor!, me tienes con la verga bien parada sólo de verte –le dijo en voz baja, aunque pude oírlo y me quedé inmóvil para no delatarme, pero mi pene empezó a endurecerse, señal de que me gustaban los cuernos.
–Pobresito. Yo también tengo ganas, caliente. En diez minutos exactamente subes a mi recámara, la única puerta de la pared del fondo, y me esperas ahí para bajarte la hinchazón… –le dijo ella compadeciéndolo. Tomó las charolas, dándole una a su amante para que le ayudara en la repartición, y salieron.
¡Me quedé encabronado! También estaba muy caliente por lo que escuché. Sin pensarlo más, decidí ver la función completa. A lo lejos vi que estaban ocupados ofreciendo los bocadillos y me colé a mi recámara. Corriendo parte de la ropa, me hice espacio en el closet para meterme, dejé una pequeña rendija en la puerta corrediza desde donde veía muy bien. Me quité mi ropa y desnudo esperé. Escuché que abrieron la puerta de la recámara y luego la cerraban con sigilo. Carlos husmeo un poco, cerró bien las cortinas y cuando se acercó al closet y no hizo más porque llegó Stella, quien le puso seguro a la puerta. Se abrazaron y besaron apasionadamente.
–Creí que ya estarías desnudo –le dijo ella separándose para levantarse la falda y bajarse las panties –. No tenemos tiempo, sólo es para que no andes enseñando la erección del pene por todos lados –concluyó y el amante se bajó los pantalones.
Al ver el pene babeante, ella lo abrazó y tomándole el miembro a su amante se lo dirigió a la vagina. Se ensartó y colgada del cuello de Carlos lo abrazó con las piernas por la cintura. Él la sostuvo de las nalgas y se movieron hasta venirse. Yo, desde mi lugar, viendo aquello me acariciaba el miembro con la mano derecha y me jalaba el escroto con la otra, todo lentamente, sin hacer ruido y conteniendo la respiración.
–Vamos abajo –dijo ella subiéndose el calzón
–Aún no –le contestó desabrochándole la blusa; le levantó de golpe el brasier y se puso a mamarla, mientras le bajaba otra vez las pantaletas.
Mi esposa, lo abrazó y cayeron en la cama. Le volvió a meter la verga y se volvieron a venir. Yo no aguantaba las ganas de hacerme una chaqueta en forma y estaba con la verga escurriendo presemen en abundancia.
–Ahora sí, amorcito, ya vete, ahorita que me reponga bajo –le exigió empujándolo.
A Carlos, todo desmadejado, no le quedó otra que obedecer. Se puso de pie y pude ver los vellos revueltos de mi puta esposa, con las chiches de fuera y el calzón en las pantorrillas. El amante, al agacharse para subirse los pantalones le besó el triángulo en el pelambre que brillaba por el semen y los jugos que salieron. Quise gritar ante el antojo que me provocaba esa vista y sólo me jalé mucho el escroto hacia arriba para no hacerlo y dejé salir un leve suspiro que afortunadamente no fue escuchado. Mi esposa se sentó y le dijo “Salte” volviéndolo a empujar. Pensé que Carlos se caería al perder el equilibrio por el letargo que se siente al estar tan venido y no poder disfrutar de paz. Afortunadamente ya tenía los pantalones arriba y pudo mover una pierna para no caerse. Se abrochó el cinturón y salió.
Apenas cerró la puerta, mi esposa se volvió a recostar quedando en la posición que casi me había delatado. Me la jalé dejando escuchar los chasquidos de mi prepucio, lo que alarmó a mujer. Corrí la puerta del closet, ante su asombro, ella se puso de pie. La empujé otra vez a la cama y le puse seguro a la puerta de la recámara.
–¡Quédate así, puta, ahora sigo yo! –le dije hincándome para mamarle la panocha y extendí mis manos para jalarle y amasarle las tetas que tenían los pezones muy erectos par las mamadas que Carlos le había dado. Ella simplemente se dejó hacer… Abrevé de sus jugos y el amor que le dio su amante. Nunca antes la mezcla me había sabido tan rico como ahora.
Me puse de pie, le enseñé mi palo más enorme que otras veces pensando para mis adentros “Ahora me vas a bajar la hinchazón a mí, puta” y se la dejé ir hasta que mis huevos se mojaron con los escurrimientos del líquido que brotaba de su raja. Me moví mamándole las chiches y supe que se vino porque me abrazó y lanzó quejidos intermitentes. Vacié mis testículos y con un “Te amo” muy sincero, acompañado de un apasionado beso correspondido, quedé yerto, respirando ambos a bocanadas y aún con la verga muy templada sentí su perrito que exprimía todo.
Cornelio me miró, lloraba y arrastraba las palabras: “Me molestaba que cogiera con otros, pero me llegó a gustar cuando me contaba lo que le hacían o le decían sus amantes. Ahora sólo me la cojo de vez en cuando” Dijo y terminó dándome un consejo: “Si puedes, cógetela para que sepas por qué la aguanté tanto”
Sí, a todos les gusta el atole…
Está muy bueno, felicidades.
A mi marido no. A mi amante sí, y eso me enciende cuando pega sus labios a los dos pares de los míos.
Chicas, ninguna opinó sobre la hechura de esta historia de Cornelio. Ya sé que, según he leído, ustedes disfrutan dándole atole a sus parejas, amantes o esposos. Bueno, Mar a su esposo no le da, pero tal vez sea que el marido nunca se ha dado la oportunidad de mamarle bien la vagina a Mar. Yo también lo he hecho y con aviso previo:» ¿Quieres papaya?, tiene leche condensada…! Me dijo una señora casada a la que me cogí una mañana. Sabía rica, pero no tan fuerte, aún no se fermentaba y ella no cogía diariamente. Un amigo dice que las que cogen todos los días saben mejor y el olor es tan fuerte como el de un mingitorio.
¿Qué dicen al respecto? ¿Cual es su experiencia?
Paso de responder. Tampoco les voy a preguntar a mis catadores. Averígualo por tu cuenta con quienes tengas a la mano.
Yo cojo mucho, casi no hay día en que me enchufe con mi marido o con mi amante. Como me gusta chuparles el pito, procuro limpiárselos un poco con la sábana después que me lo metieron, porque tienen un olor muy fuerte, que no es otra cosa que el de mi panocha, y a mí no me gusta (ni a mi marido), pero que sí disfruta mi amante.
Sí, me gustó tu relato, porque a mi amante le gusta chuparme la vagina y, una o dos veces, lo ha hecho con leche fresca, de unos minutos después. ¡Le encantó!
¡Perdón!, de lo que primero tenía que opinar es de tu historia: esta bien escrita, si no es real, sí es muy creíble desde mi experiencia. Cumple con calentar al lector, al menos a mí sí lo hizo pues, desde el título, me acordé de varios sujetos que así lo hicieron. No les importó que aún no me limpiara la baba del otro.
Es rico mamarle la vagina a tu hembra despues que el marido se la cogio y le dejo la vagina llena de semen el sabor es raro al principio pero entre mas lo tragas la verga se te pone al mil y cuando se lo ensartas en mi caso se lo hago por el ano me vengo a chorros!! es una experiencia a la cual le llamo el veso de venus!
¡Qué buena sugerencia! Pues sí, Cornelio aprendió a amarla así: después de otro y chuparle la vagina para saborearla, pero Stella (que es el nombre correcto, pero siempre escribo otra cosa) también se dio cuenta que a sus hombres les gustaba eso, lo puedes leer en Leyendo a Bataille y pensando en batir atole (https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/fetichismo/leyendo-a-bataille-y-pensando-en-batir-atole/) que subí hace un par de días. Gracias por leerme y comentar.
Vine a leer el antecedente de «El cumpleaños de Cornelio» y recordé que mi marido se puso calentísimo cuando se supo cornudo y le gusta la lefa de sus socios. No es raro que pase así. A mí me gusta la lefa de él en la panocha de mi novia.