El caso de la peruana Maia ζ
El texto que sigue es una crónica de una experiencia personal durante el año de pandemia. Con esto quiero dejar en claro que no es un “relato erótico” y tampoco es una “ficción literaria”. Es una crónica, o sea, la narración de unos hechos ocurridos..
Voy a hablar de un caso de «dogpill» extremo. Para aquellos que no lo sepan, una “chica dogpill” es una chica que decidió no tener más sexo con humanos y ser sexualmente exclusiva de su perro (abajo dejo un link que explica lo que es el dogpill).
Amigos de la comunidad de SST, soy MartinReisa, argentino, escritor y bestialista a tiempo completo. Si firmo con nombre y apellido es porque soy un escritor con seudónimo. Llevo muchos años en el estilo de vida zoo, pero sólo recientemente he empezado a interactuar en las redes sociales zoo. Tuve la suerte de tener una novia que se anudaba desde su adolescencia, y cuando la conocí era una experta hembra zoo. Con nuestro bóxer hicimos los tríos más deliciosos que se pueda imaginar. Ahora es una ex novia y sólo un bello recuerdo. Mi vida sexual cambió para siempre después de una experiencia así, una experiencia de vida riquísima. Es por eso que ahora estoy en las redes buscando una chica que tenga la misma sexualidad y el mismo pensamiento, y es uno de mis objetivos al tener presencia en los distintos sitios de bestialismo y zoofilia. Recién hace dos años comencé a registrarme a estos sitios porque soy un orgulloso de mi sexualidad y quiero contribuir modestamente a la difusión de este estilo de vida zoo; por eso mis intervenciones llevan el sello de mi personalidad y de mi profesión, ya que soy antropólogo; y otro de mis objetivos es difundir la historia del bestialismo (por ejemplo en la historia del arte), y de explicar también porque es una sexualidad maravillosa.
Mi interés es contarles sobre Maia, pero tengo que hablar un poco de mí para que me conozcan y entiendan el contexto en el que me hice amigo de ella. Como dije, conozco el sitio de ArtOfZoo desde hace muchísimos años, y siempre me daba una vuelta por la página para ver las novedades aunque no estaba registrado. Con la pandemia y el encierro obligatorio me registré al sitio. En Argentina la pandemia, o mejor dicho, el encierro comenzó en Marzo del 2020, así que desde el primer momento me registré y estuve chateando con gente de todo el mundo, aunque personalmente me concentraba en la comunidad de habla hispana. Esto me llevó a hacer amigos de México, Perú, Colombia, Venezuela y Chile principalmente. Como trabajaba desde la computadora de mi casa, esto me permitía estar todo el día online en el sitio de ArtOfZoo, y estar atento a quien me llamaba para charlar en el chat. En mi vida soy muy sociable y lo mismo hago de forma virtual, trato de hacerme amigo de las personas con las que charlo. Conocí a muchas personas, hombres y mujeres, y varias de esas mujeres latinas eran muy interesantes como hembras zoo. Al poco tiempo conocí a una peruana llamada Maia, y si la nombro y cuento aquí su historia es porque repetidas veces recibí de parte de ella la autorización para contar su historia, ya que desde el primer momento me presenté como escritor y divulgador del bestialismo, a lo que ella se mostró interesada y dispuesta a charlar conmigo. Además, si me permito hablar de ella es porque no está en juego su identidad; a pesar de que voy a contar sus secretos más íntimos, ella está a resguardo.
Quizá fue el hecho de que somos personas educadas o mi forma de expresarme, pero algo de mí le llamó la atención, y fue ella la que siempre quiso acercarse en esos primeros momentos de conocernos. Demás está decir que nos hicimos muy amigos y con el tiempo confidentes. Empezamos como se empieza a charlar en ese chat, primero de sexo zoo, luego de sexo en general, luego de nuestras vidas más allá del sexo, tanto de lo público como de lo privado, de cómo somos socialmente y cómo somos en la intimidad, para luego charlar de cosas muy personales como relaciones y problemas con la pareja o con nuestras familias. Fue allí que ella me contó su historia. La resumo, porque fueron meses de hermosa charla íntima y confidencial entre dos amigos que se cuentan todo, o sea, “amigos” y a la vez extraños. Maia tenía 24 años cuando se estaba a punto de casar (y 27 el año de la pandemia en que nos conocimos); y tenían preparada la boda y la fiesta muchos meses antes, tenían todo planificado y organizado. Pero más o menos un mes antes de la fecha decisiva encontró a su novio con su mejor amiga teniendo sexo in fraganti. Fue un golpe durísimo y terrible, que la quebró en todo sentido. Se podrán imaginar, hasta tuvo pensamientos horribles de quitarse la vida, por suerte ya superados. Finalmente pudo salir de ese dificilísimo trance y rehacer su vida; y aun así, cambió completamente su vida, es decir, empezó una nueva vida. Maia es una mujer joven, inteligente, profesional (es economista y trabaja en una empresa multinacional en la ciudad en la que vive), independiente, de gran atractivo físico; por su trabajo y su puesto en la empresa está al frente de un equipo de personas, lo que la hace una “jefa” con poder. Es en todo sentido una mujer muy fuerte, vista exteriormente, socialmente es una mujer intimidante. Por su manera de hablar, o sea, de escribir y expresarse, se notaba que tiene una personalidad fuerte y decidida, y que es muy educada. Como digo, su vida cambió drásticamente, y me contó que se replegó socialmente, dejó de tener amigos y roce social, se dedicó completamente a su trabajo; de su anterior vida no conservó ningún amigo, decidió que no se enamoraría nunca más en su vida. Decisión muy dura si uno la analiza fríamente. Empezó a sentir repulsión por los hombres, por la obvia razón de la memoria de su ex novio. Lo que al principio era rechazo a los hombres se extendió al resto de las personas, sean hombres o mujeres, y con el tiempo rechazo a todo lo que sea “humano”. Da la impresión de que su personalidad se replegó sobre sí misma, y el único trato humano que tuvo en su nueva vida fue el laboral y el familiar; dicho sea de paso, su familia son sólo dos personas con las que además tiene muy poco contacto. El único ser de su anterior vida que quedó incólume fue su rottwailer Roco, al que tanto ama. Lo adquirió de cachorro y durante su vida de novia fue como un hijo para la pareja. Como el perro era de ella obviamente se quedó con ella.
Maia también realizaba su trabajo desde su casa durante el año de encierro (teletrabajo, trabajo remoto, la oficina en casa, o como se lo quiera llamar). Eso hacía que los dos estuviéramos online durante todo el día, y charlando en los ratos libres en que coincidíamos, que eran al mediodía y a la tarde, al finalizar el día. Prácticamente hablábamos todos los días, muchas veces cinco minutos, pero muchas otras durante horas, sobre todo los fines de semana. Nos despertábamos a la mañana y yo la saludaba primero por la diferencia horaria, le dejaba un mensaje, al que ella respondía cuando se levantaba. Se volvió una relación muy íntima, como de amigos en la vida real. Con el paso de los meses nuestra confianza fue creciendo, y fuimos “ganándonos” uno al otro. Como toda persona adulta e inteligente sabía de la existencia del sexo con animales, de estas prácticas en la intimidad de los hogares; y me confesó que no había visto videos de zoo en la red en su anterior vida. Sólo después de su separación me dijo que empezó a ver y a “informarse sin querer”, o sea, a adquirir conocimientos involuntariamente al ver videos, y al transitar los sitios de videos gratuitos. Hasta que un día le cayó la ficha. Mujer muy joven, sola y soltera voluntariamente, y no sólo eso, mujer que decidió no tener más hombres en su vida, ni mujer ni ningún humano como pareja; la idea le cayó del cielo como una piedra, me recuerdo, esas fueron sus palabras. En Argentina a esto le decimos “le cayó la ficha”, o sea, se iluminó, se dio cuenta de la idea y fue como una iluminación. Allí surgió un click en su interior, se abrió un hiato. El hecho fue así: un día casi un año después de su trágica separación, a pocos días de cumplirse el año del funesto hecho, se emborrachó sola en su casa, y decidió que el día exacto al cumplirse un año iba a tener sexo con su Roco. Y fue lo que efectivamente intento y logró con éxito. Me contó que ese día al llegar de su trabajo, se duchó, pidió comida, se tomó unas copas de vino mientras miraba unos videos zoo, y luego de relajarse y de mirar y mimar a su amado Roco, de mirarlo con deseo sexual, se puso en cuatro patas delante de él y lo esperó. Roco dio unas vueltas, curioso, y se le montó encima. Hizo varios intentos de monta y una vez acoplado otros varios de embestida, hasta que la ensartó al toque. Así de una se anudó por primera vez. Se quedaron pegados un rato largo. Ella me dijo que en ese momento no lo podía creer, una mezcla de alegría, tristeza, sensación placentera y a la vez extraña, totalmente indescriptible (sus palabras textuales). Y le creí, le creo. Después de una experiencia vital como la suya, la psique de ella estaba totalmente vulnerable (y la de cualquier persona en su lugar). Visto desde fuera da la impresión que su trayecto hasta descubrir el sexo zoo es el recorrido de fichas de dominó que se tumban unas a otras, una a una, algo inevitable, una fatalidad que al final tiene su recompensa. Un boleto ganador raro y paradójico. Ella lo quiso cabalmente y lo tuvo, así de simple.
Estuvo cogiendo con Roco durante ocho o nueve meses hasta que se le ocurrió adquirir otro macho rottwailer, y fue lo que hizo. Lo consiguió y lo crio, y al poco tiempo ya era un perro joven, de año y medio, listo para anudarla. A éste le puso de nombre Rey. Así que Roco y Rey se la servían diariamente cuando nosotros nos hicimos amigos por el sitio; Roco de cinco años y Rey de tres. Siempre me mandaba fotos de sus machos, y algunas veces de ella. Mejor dicho, al principio intercambiábamos fotos de pijas de perros, de nudos y puntas de pija chorreando leche. Luego, cuando vio que podía confiar en mí (y también por mi desenvolvimiento en el sitio, porque era creíble y los moderadores me recomendaban), me empezó a mandar fotos de sus perros en el parque o en su casa, en la cocina o en el patio; hasta que me pasó fotos de ella desnuda, fotos “personalizadas” pero sin que se viera su rostro, como lo acordamos desde un principio. Cuento lo de las fotos porque es una etapa más en el terreno de ganar confianza, y entre nosotros llegamos a tener mucha confianza y amistad sincera.
Sería insensato aquí tratar de contar sistemáticamente porque son muchísimas cosas que me contó, y no podría contar todo, se volvería un relato muy largo. Voy a optar por algunos momentos interesantes. Había veces que me contaba con lujo de detalles cómo lo hacía con sus machos, como se la montaban primero uno y luego el otro. Pero se notaba que en su narración trataba de seducir, no tanto por mí sino por ella, y quería agradar, calentar o simplemente llenar con su relato. Una de las cosas que yo más disfrutaba era cuando dejaba por un momento de tratar de agradarme y se deslizaba en pequeños detalles que se le “escapaban”, o mejor dicho, que contaba con absoluta naturalidad, pero que yo en cierto momento podía ver la exquisitez del petit détail, unas palabras tiradas al pasar que hacían la gloria del día. No era ni su relato caliente ni su expresión porno o soez, sino que tenía que ver con las ideas más sugestivas y las más deliciosas, aquellas que están cargadas con la más elevada proporción de ideas asociadas; las sensaciones de un tipo en el cual podemos sentir cierto deleite desinteresado, totalmente identificado con el goce estético. El germen más simple del sentido de la belleza parece implicar una distinción entre la significación y el estímulo. Cuento algunos de ellos. Por ejemplo, después de su primer anudamiento, y decidida a que esa iba a ser su sexualidad de allí en adelante; en los primeros meses de sexo estable con su Roco –un sexo que se volvió diario–, me contaba que media hora antes de salir de su oficina sentía unas maripositas en el estómago, así me lo contó; porque sabía que al regresar a su casa y traspasar la puerta de entrada se iba a anudar inmediatamente, sin siquiera sacarse la ropa del trabajo. Cerraba la puerta principal al llegar, se subía la pollera, se bajaba la tanga hasta los muslos y Roco la montaba y en el acto la anudaba. Eso que sentía en el trabajo cuando ya se acercaba el final de la jornada, ese “cosquilleo” era la calentura contenida desde la anudada anterior y la anudada inminente. Días felices en que contaba el tiempo para la próxima anudada. Otro de esos finos detalles era que se definía como “mañanera”; esto es, la mañana al despertarse era su momento del día, un lapso de tiempo contenido que era eminentemente sexual; y por lo tanto, su polvo mañanero era imperioso, pasó de ser un hábito cotidiano a un hábito religioso. Lo era antes de sus perros, y de su ex novio, incluso lo era desde niña y adolescente cuando se despertaba y se masturbaba. El mañanero impostergable e innegociable. Si no se anudaba inmediatamente al despertarse, entonces ese día transcurría con un mal humor de perros, valga la redundancia. Por ello, su economía del nudo era rigurosa (economía libidinal). Al despertar se levantaba de la cama, lo llamaba a Roco y se anudaba. Luego se duchaba, se tomaba su té y se vestía para partir al trabajo. O si lo queremos poner en otros términos: cum k9 desayuno de la campeona.
O sino ésta: a media mañana sentada frente a su computadora de la oficina sentía cómo un hilito le bajaba, mojándole las bragas y surcando la entrepierna. Restos de una anudada reciente, o sea, de esa misma mañana. Exquisitos petits détails que personalmente rastreaba en sus charlas como un sabueso detrás de ella, husmeando y oliéndola a la distancia, y que apreciaba como quien encuentra una pepita de oro. La momentánea aparición de lo sublime.
Así como hay una inteligencia emocional, hay también a la par una sexualis intelligentia. Un zoófilo o una zoófila participa de ambas. Ser zoófilo y ser bestialista a la vez desata las amarras que una persona pueda tener, y suelta las inteligencias ocultas. Su gran apetito sexual en su casa lo transformó en una libido dominandi, o sea, una persona con apetito de poder en el trabajo. Por eso le fue tan bien y en pocos años llegó a ocupar puestos estratégicos en su empresa, en una carrera meteórica. Digo esto porque me contó detalles muy impresionantes de su actividad laboral y de cómo se manejaba con hombres y mujeres, y sobre todo con sus jefes. Este es el contrapeso y la forma a la que llegó, su propia libido suelta en su praxis se desdobló en dos, lo íntimo y lo profesional; cada fuerza tirando para su lado, un despliegue de fuerzas desatadas, valga otra vez la redundancia. En lo privado de la intimidad de su hogar se ata a sus perros. En lo público de su trabajo se desata su libido, desenvuelta como propio placer en la extrema eficiencia. De este modo tenemos el equilibrio de una persona: los “vicios privados” generan en sí mismos las “virtudes públicas”.
Entre nosotros había varios temas recurrentes, y ella tenía varias manías pero había una que era su mayor obsesión. Su deseo de quedar preñada de sus machos. Al principio lo desestimé como una fantasía más, sin embargo, con el tiempo me demostró que era un deseo muy profundo, inexplicable y misterioso incluso para ella misma. Me hablaba de su deseo como si fuera posible y realizable. Luego me hablaba de la posibilidad de tener cachorritos, no quería bebés humanos sino una camada de cachorritos iguales a sus machos. Otras veces quería quedar embarazada de Roco, porque era el más grande y su primer amor. Y también de Rey porque según ella era un perro que participaba de la inteligencia humana, y con sólo ese pedacito de inteligencia (que en su delirio lo convertía en humano o portador de genes humanos), podía quedar encinta, o podía darse la posibilidad al menos. Así como se dice y se observa que los perros se parecen a sus dueños, o que sus dueños se parecen a sus perros; de igual forma hay dueños obsesionados con sus perros y ven en ellos cualidades humanas. Claro que no es estúpida, lo hablábamos y ambos sabíamos que es imposible, pero ella no perdía las esperanzas.
Aun así, de lo que siempre hablaba era de quedar preñada de los dos a la vez, y que tres cachorros iban a ser de los genes de Rey, y otros tres cachorros de los genes de Roco. Soñaba con este número, el seis. Sus seis hijos. Hasta me contó un sueño que tuvo. Ella con una panza de seis meses, haciéndose un control periódico con su “médico” en la veterinaria de la que es cliente desde hace muchos años. El doctor le hace una ecografía y le anuncia que son seis cachorritos, y ella salta de contenta y se abraza al médico. Según ella fue tan vívida la imagen, de saltar y abrazarlo, que al otro día dudo que lo había soñado, estuvo todo el día convencida que fue una experiencia real y vivida. Cuando le pregunté por el médico me dijo que fue raro, porque en el sueño era un hombre, en cambio, en el local veterinario la jefa y dueña es una doctora veterinaria. Anécdotas y situaciones como ésta sobre su obsesión o trastorno por embarazarse de sus perros me contó muchas. Típico de ella, iniciaba el día dándome deseos que tenga un buen día y acto seguido diciéndome: “No sabes lo que me pasó, creo que estoy embarazada”. O sino: “Esta vez sí, es real”. Todas las mujeres hablan de cómo las “llena” el semen canino, y cómo la sensación de llenado permanece durante horas, e incluso días. Bueno, ella me hablaba muy pertinazmente de las sensaciones y sentires de su útero luego de que ambos la llenaran de semen. Me lo dijo muchas veces y de distintas maneras. Absolutamente le creo. Ella sentía embarazarse en sus entrañas, y lo sentía con una intensidad que incluso afectaba el rendimiento en su trabajo. Nosotros hombres, no lo entendemos.
Dado su relato, en el que se me desnudó literalmente, es imposible no analizarla. Puso en acción su subconsciente y su superyó, a veces de forma intencionada y otras sin quererlo, mecánicamente. Y sí, realizó un striptese mental al frente mío a través de un chat virtual. Un hijo humano de un perro, así de simple. “Quiero mi hijo humano de mi Roco… y lo voy a tener”. Los cinco o seis días fértiles en los que estaba muy receptiva a sus machos, especialmente atenta y algo nerviosa, el período de máxima fertilidad en una mujer, durante su ovulación, es cuando más se llenaba de semen. Y así lo ejecutaba, me contó que en esos días llegó a coger hasta cinco y seis veces por día (sobre todo los fines de semana, siendo dos machos, le echaban tres polvos cada uno en distintos momentos del día). Esto se repetía en cada ciclo menstrual. Como sujeto actuante (activa y pasiva) ante sus machos, ella es un ser completado que se ha entregado totalmente a ellos, como se dice vulgarmente, en cuerpo y alma. Imaginativamente la vivencia del sentido de preñada, estrictamente, de quedar encinta la hace un ser entregada sin reparos. Por eso en su discurso vuelve una y otra vez a lo que su cuerpo, su mente y su alma siente realmente; y por ello su testimonio opera en esa dirección cuando se repite; es volver a sentir física (reacción química uterina), imaginativa (reacción de la fantasía), y psicológicamente (reacción psíquica) que la fecundación se produjo. Uso aquí el “papel de lo imaginario” en un sentido clínico y psicoanalítico. Entre nosotros se estableció una dimensión dialógica superlativa, que fue más allá de dos amigos de toda la vida que no se vieron durante muchísimos años y que se juntan y se cuentan las vidas, a calzón quitado; pero en el fondo equiparable a una relación de paciente y analista.
Sus gastos libidinales fueron un proceso gradual que la tomó en todos sus frentes, como he dicho, en la totalidad de su ser: del seno más íntimo (útero/materno/químico), a lo físico (genitalidad atada/vagina/ano), a lo sentimental (embarazo/fantasía/imaginario), y por fin a la supremacía psíquica (realidad/yo/super-yo). Es por eso que anudarse para una mujer representa un complejo de emociones que desbordan la integridad de la persona. Quiero explicar por qué pasa esto, y sepan disculpar mi lenguaje técnico.
El nudo “ata” y su continuidad es su semen. Podemos hablar metafóricamente del semen k9 como el hilo que ata y ciñe. Mientras el nudo ata y desata físicamente, el semen ata y desata psicológicamente. Un hilo, una cinta, un lazo, una liga, la envuelve doble, triple y hasta cuádruplemente, como hemos visto. En el momento físico en el que se desata (vagina y nudo se desmontan), el hilo opera químicamente atando al óvulo solo momentáneamente, como un residuo físico que ha de ser “tomado” por el momento sentimental (la fantasía), y ejecutado como una vivencia psicológica de gran intensidad y lucidez: la matriz ha sido fecundada. Esto puede durar unas horas (mientras el útero permanece lleno de cum k9), que son de intenso placer psíquico-libidinal. Todas estas manifestaciones varían de una mujer a otra; y a la postre son pulsiones e instintos que dirigen toda su conducta.
Al atarse al nudo no sólo se ciñe a él, sino que se “liga” a él, y esa ligadura es mucho más sutil de lo que podemos creer; va más allá de lo meramente sexual o físico, alcanza lo sentimental y lo psicológico; y éstos engloban –o lazan– un mundo que desata todo su poder en manifestaciones inesperadas. No sólo se anuda, no sólo “toma” el semen con su útero (lo bebe, lo traga, lo digiere), sino que se embaraza en el sentido más lato de la palabra. Entre los distintos sentidos etimológicos del término “embarazo” y “embarazada”, uno proviene del portugués “embaraçar”, o sea, derivado de ‘lazo, cordel, cordón’. A su vez “preñada” proviene del latín “praegnas” con el significado de ‘encinta’, ‘embarazada’, ‘que está a punto de brotar’ o ‘lleno’. En cambio, de origen incierto es la palabra “encinta”; aunque se sabe que proviene del latín tardío “incincta”, y este a su vez de “inciens”, que significa ‘ceñido’. Es por eso que hablo del sentido lato de la palabra, estrictamente se embarazaba. De todo esto concluyo: no me cabe la menor duda de su preñez. Claro, es mental y no física. En la clínica se le llama embarazo psicológico. Siempre estuvo grávida mentalmente, ceñida corporalmente, preñada emocionalmente, y asimismo, a punto de brotar y prenderse. Su inteligencia sexual (privada) profunda y ardiente, se desparramó a su inteligencia emocional, a su inteligencia mental (pública), y en definitiva, a su spiritualis intelligentia.
Una vez me dijo que ella siempre fue zoofíla, aún antes de darse cuenta que lo era de forma consciente. Toda la vida tuvo perros machos, desde muy niña siempre hubo perros en su casa, y se crio a la par de ellos. Esto en una niña forja una identidad y un carácter. Es simple: desde la tierna infancia (a la par de la visión de los padres y demás referentes de identidad y autoridad), en su vida íntima existía el animal macho que la protegía. Su estructura mental absorbió y se crio con eso, o sea, creció a la par de un ser que de una manera u otra también la forjó. Sabemos de la importancia de la identificación de las niñas con el padre, o sea, además de figura de autoridad, es el reconocimiento del sexo opuesto, y su propia identificación. Por eso, ese ser con el que interactuó desde pequeña es un animal con el que ella se identificaba como ser humano, y representaba no sólo la identificación con el sexo opuesto (el macho), sino además con la especie opuesta (el animal): el perro macho devino la bestia ominosa. Esto no es gratuito, el macho como bestia se configura en referente de identificación e identidad forjadora de una psique. En el plano subconsciente esto es determinante (y la literatura científica está llena de estudios clínicos). No por nada existe una larga tradición de lo que se conoce como “la bella y la bestia”. Todas las mujeres lo saben, y es un “saber atávico” que apela a lo animal de la especie humana, a aflorar sus bajos instintos, absolutamente todas las mujeres lo sienten o lo han sentido en algún momento de sus vidas: el hecho de ser poseídas por la bestia.
Nuestra comunicación se extendió durante un poco más de un año, hasta que en Mayo el sitio de ArtOfZoo se dio de baja temporariamente (hasta que regresen). Se comprenderá que durante ese lapso hablamos de cientos de cosas. Una comunicación que era diaria y llena de información de ambas partes. En todo ese año hubo una sola vez, sólo una, que me dijo “me voy a echar mi polvo mañanero, en un rato regreso”. Siempre iniciaba el día feliz porque ya se había anudado. Esto explica que ella no hacía nada antes de su obligado polvo mañanero. En otra ocasión me dijo: “dame unos minutos que me desanudo y seguimos charlando”, esa vez estaba desde su teléfono móvil.
También le pregunté sobre el porqué éramos amigos, siendo que le desagradan los hombres. En el comienzo era ella la que siempre me buscaba para charlar, incluso insistentemente. Me respondió que charlar conmigo era como charlar con un hombre de su trabajo, claro que en vez de hablar de trabajo hablábamos de sexo, mucho más divertido, y el anonimato le permitía desahogarse y contar su vida sexual sin tapujos; y prefería contar esto a un hombre antes que a una mujer. Y dicho sea de paso, las mujeres en general no le interesaban.
Otra cosa que me contó… No, mejor lo dejo aquí. Podría seguir y seguir.
Tuve la gran suerte de conocer a una mujer excepcional. Ella me contó toda su vida, hasta los resquicios más miserables y nimios; y la vi desnuda de cuerpo y alma al poder contrastar toda su trayectoria vital. Quizá para ella contar todo significó una manera de exorcizar y conjurar su vida; y yo representaba un ser anónimo del otro lado que la escuchaba, la entendía y eventualmente le decía lo que pensaba. Un ser necesario por el simple hecho de escucharla y estar ahí en un momento determinado de su vida. Esta mujer me va a acompañar largo tiempo en mi vida, mientras busco a mi propia chica zoo.
Por eso, mirarla desde afuera parece desolador. Como suele ocurrir en estos casos, con el tiempo fui sopesando el valor de sus palabras, y dándome cuenta de cosas que ella no me decía de manera explícita pero que estaban ahí, sobre las palabras y en el trasfondo de su forma de pensar. Le pregunté por su soledad. “Mi soledad no me pesa”, me dijo. Es una mujer sola que decidió ella misma quedarse sola en la vida, sin familia ni amigos, sin ya trato humano salvo el indispensable, en el trabajo, en la calle. Así, sola con sus machos. Me dijo que era feliz, muy feliz. Luego de muchos meses noté su profunda tristeza y resignación al abandonar definitivamente la “vida humana”; y a la vez su reposado odio a los hombres convertido en una convencida misantropía aguda que integralmente la configuraba en una dogpill absolutamente cabal. De la misanthropia (odium humani generis) a la píldora había un paso. Lo dio. Ella sublimó su dolor en los nudos de sus perros y se colocó la pastilla bajo la lengua, o mejor dicho, en el útero, y se la tragó. Eligió tragarse la píldora de manera deliberada y muy consciente, sabiendo perfectamente sus consecuencias: es feliz sin humanos a la vista y con nudos embarazándola.
En el vasto océano femenino su voz me deslumbra, como un faro que quiero alcanzar, el “eterno femenino”. Para mí siempre será Maia y sus machos, una Hembra Zoo con mayúsculas, hecha y derecha. Dos machos que la servían diariamente y con planes de adquirir más nudos. Eso es, así es, Maia, la hermosa peruana. Te celebro mi amiga.
Nota: para quienes no sepan qué es la “píldora del perro”, les dejo un link:
https://incels.wiki/w/Dogpill
Excelente relato, muchas gracias.
¿Cómo te puedo seguir?
Gracias amigo. Si te interesa la ciencia y el bestialismo, escribo también artículos explicando científicamente la experiencia humana de la zoofilia y el bestialismo. Los publico en el foro de zoo. Te dejo mi perfil y en el foro me puedes seguir:
https://sexosintabues30.com/participant/martinreisa/
Gracias.
maravilloso!! simplemente… saludos!
Que buena explicación, espero que sigas informandonos de más cosas
Muy buen relato. Gracias por recomendarlo.
Hola, la forma en que describes a Maia, es muy interesante, ojalá puedas relatar algunas anécdotas más de ellas.
¡Hola Martin! Me alegra mucho encontrar alguien que aborde este tema con esa profundidad y seriedad. ¡Saludos desde la proovincia de Córdoba!