El frasquito y el olor de la verga de pony
Fellatio a pony en la vía pública.
El otro día le di un terrón de azúcar a un pony. Deseaba dárselo. Porque sí. Me acerqué y se lo tendí sobre mi palma. Él pareció entender el gesto, y con un golpe de cabeza lo engulló. Me alegró su gesto, nos entendimos en el acto. Puedo decir que no soy primerizo en equinos, jeje.
Lo vi en la calle junto a su dueño, un viejo. Iban caminando a la par. Los dos vagaban por el medio de la avenida sin importarles el tránsito que los rozaba. Son de esos que recorren la ciudad ganándose la vida con lo poco que encuentran. Siempre me dan pena esos animales, aunque este parecía muy contento. Lo pude notar en sus ojos. El animal joven y el hombre muy viejo. No sé quién conducía a quién. Se salieron de la calle y entraron al parque, taciturnos, mientras sentado a un banco los seguía con la mirada. Parece que lo que estoy contando pertenece a siglos atrás, pero es así tal como lo cuento. En los tiempos virtuales que vivimos, el viejo y el animal parecían venidos de otra era, o quizá estaba soñando despierto. Pronto se acercaron chicos de todos los tamaños a acariciarlo. Los niños hacían cola para subirse y sus padres les sacaban fotos con sus teléfonos. Mientras ocurría eso, yo me imaginaba a solas con el pony. Caía la tarde y todas las familias se iban. Esto fue ya hace varias semanas, y ahora rememoro esto y lo siento como si fuera ayer. Todavía me impregna el olor a excremento, a pasto seco. El olor a sexo.
Me acerqué a ellos. Los dos me miraron en silencio. A los pocos minutos estábamos cómodos en compañía. Los invité a ambos de mi comida y bebida y nos tendimos un rato en el césped. El calor había cedido y fue una tarde muy tranquila y de atmosfera relajante. En un momento, el área que estaba llena de gente se vació de golpe. Prácticamente nos quedamos solos. Alguno que otro se cruzaba a lo lejos. Entendí que iban a pasar la noche ahí. Interrumpí el silencio y le dije al viejo directamente lo que quería. Me dijo que sí. El anciano saco un frasquito y se lo puso en las narices. El pequeño pony pareció despertarse, y a la vez me despertó a mí. En un solo instante me emocioné por el olor del animal, sentí ese vértigo que te sacude y te recorre antes del acto. Además sentí una vibración extraña en mi cuerpo, una energía que venía del animal y que me invadía. El mal olor de animal.
Me acerqué y lo acaricié. Me agaché sin dudarlo y lo vi pleno, extendido, duro, excitante, palpitante. Me invitaba, y sin dudarlo me lo llevé a la boca. El excitante olor feo del animal. El caliente olor de la bestezuela. El imperativo llamado de la bestia. Todo el olor en la boca.
Fue la primera vez que le chupé la tranca a un pony, oh y que tan bien chupada. Me di con todo el gusto de sobra. El feo, agradable, desagradable y puto caliente olor me persigue todavía. Y es mi orgullo.
Muy bueno, yo solo he sopesado varias pollas a caballos erectos pero voy a hacer lonque tu la próxima vez… a la boca