El heredero cansado
Todd Scott, hijo del magnate Douglas Scott y heredero de una fortuna infinita, tenía veintitrés años. Aquella mañana, en la terraza de la suite más cara de Palm Beach, empujó con desgano la carpeta de ……
Todd Scott, hijo del magnate Douglas Scott y heredero de una fortuna infinita, tenía veintitrés años. Aquella mañana, en la terraza de la suite más cara de Palm Beach, empujó con desgano la carpeta de reportes que su asistente había dejado y terminó de un trago el whisky que descansaba a medio acabar. Desde la piscina, unas chicas lo miraban de reojo, pero ninguna veía al hombre, solo al apellido. En el muelle lo observaba Chad Campbell, instructor de esquí acuático. Todd bajó descalzo, con la camisa abierta, y aceptó su invitación a subir a la lancha; tras varios intentos torpes, consiguió mantenerse en pie sobre los esquís unos segundos que le parecieron eternos. Exhausto y riendo, cayó en la cubierta, y entre silencios confesó que a veces deseaba escapar de su mundo, ser un chico normal, mirado sin dinero ni nombre. Chad lo escuchó y le habló de una mujer distinta, alguien que no sabía nada de apellidos ni fortunas. Intrigado, Todd aceptó conocerla. Lo guió por senderos alejados del lujo hasta una pequeña cafetería que olía a café recién molido y pan caliente. En el fondo, una mujer escribía en un cuaderno de tapas negras, con el cabello recogido a la ligera y una blusa clara arremangada. —Claire, este es Todd —dijo Chad. Ella levantó la vista, sonrió con naturalidad y lo saludó como si lo conociera de siempre. Todd, fascinado, descubrió que ella no lo miraba con juicio ni expectativas, y respondió a su “hola” con torpeza. Claire lo invitó a sentarse y la conversación fluyó entre trivialidades, sin lujos ni apellidos, solo curiosidad por él. Eso lo desarmaba y lo asustaba a la vez. Mientras ella reía, Todd se inclinó hacia atrás, buscando refugio en su taza, hasta que Claire, entre bromas, le propuso salir a caminar a un parque cercano. —Mmm… no sé —dijo él, con una sonrisa nerviosa.
Claire lo miró tranquila: —Claro, piénsalo, no hay prisa. Todd asintió, dejando la taza sobre la mesa. —Está bien, vamos a caminar —dijo, y Claire salió primero, ligera y segura, mientras él la seguía, sorprendido de lo fácil que era dejar atrás la ostentación del hotel y sumergirse en calles más comunes hasta un pequeño parque de árboles bajos y senderos de grava. Mientras caminaban, Todd notaba detalles que lo desconcertaban: su forma directa y sin filtros de hablar, los dobles sentidos, cómo se tocaba el cabello al reír, se inclinaba hacia él de manera casual y su mirada a veces se detenía en su boca o hombros. —¿Siempre eres así de… abierta? —preguntó él, medio en broma. —Supongo que sí —rió ella—, aquí la gente no tiene tantas capas, no hay necesidad de aparentar. Todd la observaba, dándose cuenta de que su descaro no tenía malicia ni juego de poder: era natural, parte de cómo las mujeres de ese lugar se relacionaban con su libertad, algo que nunca había visto en su mundo, donde el erotismo siempre estaba medido y lleno de reglas. Se sentó en un banco mientras Claire se recostaba con las piernas cruzadas, moviéndose con comodidad, cruzando y descruzando los pies mientras hablaba de cosas triviales, pero con un tono sugerente. Todd no podía evitar fijarse en la curva de sus labios y la confianza de sus movimientos. —Así que… este es tu lugar favorito, ¿eh? —dijo él. —Sí —respondió Claire con sonrisa traviesa—, y quería ver tu reacción. Todd comprendió que la propuesta de Chad estaba cumpliendo su propósito.
Claire lo miraba con esa mezcla de picardía y seguridad que lo desconcertaba, y Todd sintió cómo se despertaba en él un impulso familiar: el de tomar la iniciativa, de guiar la interacción.
Todd, sin demasiadas palabras, la atrajo hacia él. Sus manos comenzaron a explorar, rozando su cuerpo mientras ella no se resistía, al contrario, se dejaba llevar con una confianza que lo sorprendía. Sus labios se encontraron en un beso largo, húmedo, cargado de deseo, y Todd sintió que la familiaridad de su dominancia sexual empezaba a reflejarse: la manera de sujetarla, de presionarla suavemente contra su cuerpo, de marcar un ritmo que él conocía y que le resultaba natural.
Pero Claire no era tímida. No se apartaba, no dudaba. Sus manos exploraban también, sus gemidos eran suaves pero claros, y la forma en que se arqueaba contra él le indicó que estaba disfrutando cada gesto.
Con un movimiento más atrevido, Todd deslizó la mano dentro de su pantalón. Su dedo encontró inmediatamente la suavidad de su vagina. Lo que más lo sorprendió no fue solo la humedad, sino que estuviera completamente depilada. Sus ojos se abrieron un instante antes de mirarla con mezcla de asombro y admiración.
—Vaya… —murmuró Todd, incrédulo—. No esperaba esto.
Claire soltó una carcajada, franca y sonora, que lo hizo sonreír a regañadientes.
—¿Acaso creías que por ser humildes tenemos nuestras vaginas llenas de pelos? —bromeó, arqueando una ceja—. Vamos, Todd… lo simple no significa descuidado.
Todd rió por primera vez desde que la había visto en el café, un poco nervioso, un poco excitado. Había algo en la manera en que ella hablaba y se movía que hacía que todo su mundo de lujo y reglas desapareciera.
Todd la sostuvo cerca mientras sus manos exploraban su cuerpo. Una de ellas estaba dentro del pantalón de Claire, acariciando suavemente su vagina depilada, mientras la otra subía por sus costados hasta alcanzar sus pechos. Sus manos los rodeaban, presionando y acariciando con firmeza y cuidado, sintiendo la plenitud de sus senos grandes y suaves bajo sus dedos. Cada movimiento de Claire hacía que su piel se estremeciera y que sus gemidos se hicieran más claros, llenando el pequeño parque de su respiración entrecortada y risas contenidas.
—Eres hermosa —le dijo Todd entre besos, su voz ronca por la excitación—. Me encanta… poder tocarte así.
Claire arqueó la espalda contra él, empujando sus caderas levemente mientras se reía con un tono travieso y provocador. Su cuerpo se ajustaba al de Todd con naturalidad, cediendo pero al mismo tiempo guiando, moviéndose de manera que él pudiera sentir cada curva, cada respuesta. La combinación de sus senos grandes y firmes, la suavidad de su piel y la humedad de su vagina debajo de su mano le provocaban un placer intenso, y Todd se sorprendía de lo excitante que era que ella no solo se dejara tocar, sino que disfrutara activamente de cada gesto suyo.
—Mmm… —susurró Todd mientras la besaba en el cuello—. Me vuelves loco.
Claire respondió con un gemido suave, mordiendo ligeramente su labio inferior y dejando que sus dedos jugaran con los de él, como si compartieran un código secreto de placer. Cada roce, cada caricia, reforzaba la sensación de complicidad y de libertad.
Todd no podía dejar de admirarla mientras sus manos se movían. La forma en que se arqueaba, cómo sus pechos se levantaban con cada gemido, la suavidad de sus curvas y la firmeza de su abdomen lo excitaban cada vez más. Claire, con una sonrisa traviesa y mirada intensa, lo guiaba con su propia mano.
Sin dudar, Todd siguió su indicación, colocándose detrás de ella mientras sus manos exploraban su cuerpo, acariciando caderas, nalgas y subiendo por su espalda hasta los hombros. Cada movimiento iba acompañado de gemidos suaves de Claire, que se dejaba hacer pero también tomaba la iniciativa en ciertos gestos, moviéndose contra él con ritmo propio. Todd cerró los ojos, entregándose al placer de la mezcla entre su control y la entrega activa de ella.
El contraste entre su control y la entrega total de Claire lo desarmaba y excitaba a la vez. Por primera vez sentía que podía ser dominante sin imponerse de manera rígida; ella aceptaba sus toques y su ritmo, pero también respondía activamente, marcando sus propios límites y deseos.
Todd se inclinó sobre ella, agarrándola firmemente de las caderas, sintiendo cómo su cuerpo se arqueaba contra el suyo con cada movimiento. Sus manos recorrían sus curvas, acariciando sus caderas, nalgas y espalda. Sintiendo la excitación al límite, deslizó su mano hacia su pantalón y liberó su pene, rozando su miembro contra su cuerpo antes de presionarlo suavemente contra ella.
Claire gimió suavemente, arqueando la espalda y moviendo las caderas para aumentar el contacto, dejándole claro a Todd que disfrutaba de cada roce. Él se permitió explorarla más intensamente, ajustando su ritmo mientras sentía cada respuesta de su cuerpo y cada gemido de ella, mientras su pene se restregaba contra su cola aún con el pantalón puesto. Sus manos seguían recorriendo sus curvas, alternando entre los senos y la cadera, mientras sus movimientos marcaban un equilibrio perfecto entre su dominancia natural y la entrega activa de Claire.
—Quiero que me la chupes —ordenó Todd, con la seguridad que le daba la mezcla de control y complicidad entre ellos.
Claire lo miró un instante, sus ojos brillando con picardía y aceptación, y luego se inclinó hacia adelante sin vacilar. Sus labios lo rodearon con firmeza, la lengua explorando cada centímetro de su pene con movimientos precisos, alternando succión profunda y caricias húmedas, mientras su cuerpo se movía contra él para intensificar el contacto. Todd cerró los ojos y no pudo evitar agarrarla de las cabeza, marcando su ritmo, mientras jadeos y gemidos escapaban de ambos.
—Joder… así, puta… así me gusta —gruñía Todd entre respiraciones cortas, su voz cargada de deseo y crudeza—. No te detengas, zorra… muéstrame lo puta que eres.
Allí estaba ella, arrodillada en el suelo frente a él, con la mirada fija y decidida, entregada pero consciente de cada movimiento. Todd sintió un escalofrío recorrer su espalda mientras sus manos se aferraban a su cabeza, guiando cada impulso con firmeza. Claire lo recibía con ansias, alternando caricias y pequeños gemidos que aumentaban la tensión entre ambos; su boca lo exploraba con precisión y deseo, chupando y lamiendo cada centímetro mientras su cuerpo se movía al ritmo que él marcaba, respondiendo a cada empuje, a cada orden y a cada palabra soez que escapaba de sus labios: —Puta, así me gusta… no pares, zorra… muéstrame lo puta que eres.
Cada reacción de Claire intensificaba la sensación de dominio de Todd sin restarle placer a ella; sus manos recorrían su trasero, mientras sus gemidos y jadeos formaban un coro de excitación compartida. El juego de dominancia y entrega los mantenía al límite, cada roce y cada movimiento hacían que la excitación se disparara, y Todd se sorprendía de lo mucho que podía disfrutar de la intensidad de la entrega de Claire, de cómo su control coexistía con su completa participación y deseo.
Todd la penetraba profundamente, sintiendo cómo su pelvis se rozaba con la nariz de ella con fuerza en cada embestida. Claire arqueaba la espalda y presionaba su boca contra él, ajustando su ritmo para intensificar el contacto, mientras sus gemidos se mezclaban con los jadeos de Todd. —Joder… puta, así me gusta… que te entre toda, zorra —gruñía, sintiendo cada estremecimiento y cada respuesta de su cuerpo—. No te detengas, muéstrame lo puta que eres para mí.
Claire respondía con entrega total, adaptando sus movimientos a los de él, presionando su garganta y jugando con sus manos, aumentando la intensidad de cada roce y embestida. T—Se que te gusta, puta… disfrútalo tanto como yo.
Sus caderas se movían con fuerza, presionando su cuerpo contra la garganta de Claire.
—Sí… así… sigue… —gruñía Todd, su voz ronca, entremezclada con jadeos—. Me vuelves loco, puta, muéstrame cuánto lo quieres.
Claire respondía con igual intensidad, adaptándose a cada movimiento, cuando Todd de repente la detuvo, apoyando una mano firme sobre su cabello y separándose apenas para mirarla a los ojos.
—Espera —dijo él, respirando con fuerza—. Quiero que me escuches un momento.
Ella lo miró, sorprendida pero obediente, sintiendo la tensión en sus palabras y la firmeza de su tono. Todd pasó las manos por su rostro, sin soltarla del todo, mientras su mirada recorría cada gesto suyo.
—Necesito que recuerdes esto —continuó, su voz baja y ronca—: lo que hacemos, todo esto… es nuestro juego, nuestro acuerdo. ¿Me entiendes?
Claire asintió, mordiendo ligeramente el labio inferior, un brillo travieso aún en sus ojos. —Sí… te entiendo —susurró—.
Todd sonrió, satisfecho, y permitió que su pene se deslizara dentro de su boca con mayor intensidad, disfrutando del calor y la presión de su garganta, cada succión amplificando su excitación. La miró desde arriba, sujetándola del cabello para marcar el ritmo, y con voz ronca, cargada de lujuria y autoridad, le gruñó entre jadeos:
—Ahora quiero ese culito tuyo… voy a comértelo hasta que me supliques que te lo saque.
Claire lo miró con los ojos húmedos, brillando de deseo, y asintió sin apartar la boca de su pene. Su lengua siguió trabajando con un ritmo húmedo y profundo, pero mientras lo hacía, bajó una de sus manos hasta su cintura, palpando el borde del pantalón ajustado que aún cubría sus caderas.
—Quítatelos —ordenó
Claire soltó su miembro apenas lo suficiente para jadear un “sí” entrecortado y empezar a desabrochar el botón, torpe por la excitación. Todd no esperó; la ayudó a incorporarse y a bajarlos con brusquedad, arrastrando la tela por sus muslos, expuesta y vulnerable, con la ropa a medio quitar. Su tanga apenas dejaba un hilo sobre la piel tensa de sus nalgas.
La visión lo desquició. Con una mano apretó sus nalgas con fuerza. Claire gemía contra él, separando apenas las nalgas para rozar la piel húmeda y caliente que escondía.
Todd gruñó, excitado, y tiró de la tanga hacia un lado con rudeza, dejando al descubierto la entrada estrecha que tanto deseaba. Ella, arqueó apenas la cadera hacia atrás, ofreciéndose.
—Así… buena puta —murmuró él, guiando su pene con firmeza hacia abajo y lo presionó suavemente contra la hendidura de su trasero, deslizándolo con lentitud entre las nalgas, untando saliva y preseminal en cada roce.
Claire gimió ahogado, sintiendo cómo la punta recorría esa línea sensible hasta detenerse en la entrada de su ano, apenas punteando, caliente y hambrienta, mientras Todd lo mantenía ahí, apretando con paciencia cruel, haciéndola temblar de anticipación.
Todd tiró de su cabello hacia atrás, obligándola a levantar la cara mientras su verga se presionaba haciendo esfuerzós por entrar. La miró desde arriba, con una mezcla de deseo y dominio.
—Ese culito ya es mío… —gruñó con la voz ronca
Claire gimió con la vrega adentrandose de a poco, dejando escapar un sonido húmedo que lo volvió loco. Sus manos temblaban cuando él la penetró con fuerza, empujándola de tal manera que tuvo que apoyar sus manos en el banquillo para no caer, con el torso inclinado hacia adelante. Mientras Todd, de pie detrás de ella, bajaba con torpeza el pantalón ajustado que todavía llevaba puesto y que le impedía penetrarla a mayor velocidad. Cada botón que abría lo excitaba más, porque Claire respiraba agitada, expectante, sin oponer resistencia.
Todd separó con ambas manos sus nalgas, devorándolas con la mirada mienytras la mitad de su pene se manteía en el interior de su ano.
—Mírate… toda para mí —murmuró, escupiendo sobre la penetración.
Claire lanzó un gemido ahogado, arqueando la espalda, sorprendida por la crudeza del contacto. Todd la sostuvo fuerte, enterrando más su pene, saboreándola sin prisa, hasta arrancarle jadeos cada vez más desesperados.
—Eso… sí, así… —murmuraba ella, ya incapaz de controlar el tono de su voz.
Todd disfrutaba del temblor de sus piernas, de cómo se movía instintivamente hacia su pene.
—Lo sientes, Claire?… te lo estoy metiendo —susurró con una sonrisa torcida, empujando más, haciéndola gemir con un sobresalto.
Justo cuando el pene completo se había abierto paso de a poco, un murmullo se escuchó cerca: risas, pasos, voces juveniles que se aproximaban por el sendero del parque. Claire abrió los ojos de golpe, tensándose, y Todd se quedó inmóvil, su verga totalmente adentro, la respiración de ambos suspendida en el aire.
El deseo ardía, pero el sonido de las voces crecía. Todd levantó la vista, entre excitado y frustrado, mientras Claire lo miraba de reojo, con el corazón desbocado y los pantalones a medio bajar. Nadie había doblado aún la esquina del camino, pero era cuestión de segundos. El momento se quebró como un cristal, dejándolos atrapados entre el riesgo y el deseo, sin resolver lo que estaba a punto de suceder.
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