En el cine Río
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por sayago19.
Inés llegó retrasada a la cita bajo el reloj de metro Allende, casi 30 minutos, pero al verla bajar del convoy no le reclamé puesto que apareció tal y como se lo pedí:
Falda arriba de medio muslo, sin medias, blusa blanca ajustada, sin sostén (sus pezones erectos se marcaban erectos bajo la tela haciendo destacar el círculo obscuro de su aureola) y un abrigo negro en la mano.
La besé apasionadamente y aproveché para acariciar sus pechos, sintiendo su dureza y redondez, salimos de la estación y caminamos algunas calles hacia el cinema río (erótika río) en República de Cuba.
Se notaba nerviosa y excitada, pagué el acceso a la sala de parejas, entramos y ella pasó al baño; recibiendo una nalgada de mi parte.
A los pocos minutos lucía el abrigo, abotonado hasta el cuello, la tome de la cintura y le besé el cuello, pasamos a las butacas.
No había público, así que nos ubicamos en la parte superior derecha, el abrigo le llegaba a la mitad del muslo y al subir los escalones casi podía ver sus blancas nalgas.
Nos sentamos y, mientras la pantalla mostraba un trío HMH, comencé a besarla en lo que poco a poco soltaba dos botones del abrigo, el espacio justo para que entrara mi mano, sabiendo lo que encontraría bajo el: su piel cálida y temblorosa libre de ropa alguna.
Recorro su cuello, oídos y labios con mis besos, mi lengua jugaba a tocar la suya, mis manos no se detienen tampoco y finalmente terminé de soltar todos los botones.
– quítatelo – le dije.
Mira hacia ambos lados, con duda, pero viendo que continuábamos solos obedeció con manos temblorosas por la excitación.
– híncate – le digo, y se arrodilla entre las butacas, me pongo de pie y bajé mi pantalón liberando mi miembro erecto; con avidez comenzó a chuparlo, con lentitud y pericia, a la para que su mano derecha acariciaba suavemente mis testículos.
Después de varios minutos de placer oral Inés se sentó en la butaca y procedí a comerme su mojada y caliente cuevita, la lengua hace girar su clítoris endurecido; Ella cierra los ojos y se recarga cómodamente en el asiento mientras juega con sus senos y pellizca sus pezones.
Procedí después a ocupar una butaca y Ella se sentó sobre mí, dándole la espalda a la pantalla, disfrutando ambos la sensación de la penetración; Inés comenzó a subir y bajar montándome con la habilidad de una amazona, sus senos brincoteaban frente a mi cara con sensualidad.
En ese momento entró otra pareja, la cual se ubicó una hilera más arriba pero en el extremo opuesto; le pedí a Inés apoyarse sobre el respaldo del asiento de enfrente y así procedí a penetrarla analmente.
Ella no se percató que ya no estábamos solos y los recién llegados, mientras tanto, no perdían detalle alguno de nuestros actos; su vista estaba puesta en nosotros ignorando a la película, el espectáculo seguramente les pareció excitante puesto que el hombre besaba a su chica mientras le acariciaba el busto por sobre la ropa a la par que Ella hurgaba en le entrepierna de Él.
Finalmente Inés empezó a gemir, como era su costumbre al tener un orgasmo, lo cual me dio oportunidad para salir de ella y vaciar mi blanco y caliente semen sobre su espalda.
Ella cerró los ojos y se recostó en la butaca para descansar, la abracé apoyando su cabeza en mi pecho, mientras veía a la pareja iniciar sus danzas eróticas sin que dejarán de voltear ocasionalmente hacia donde estábamos nosotros.
Finalmente Inés sacó toallas húmedas de su bolsa y mientras ella limpiaba mi pene (semierecto por el espectáculo que me estaban dando los compañeros de sala) yo procedí a asearle la espalda, se puso el abrigo (sin abotonárselo) y al levantarse para salir le dije:
– Mira hacia allá – señalando donde estaban los jóvenes, los cuales habían levantado los descansa brazos para que Ella se pusiera como perrita sobre los asientos mientras Él la penetraba; Inés se sonrojó por la sorpresa – ¿a qué hora llegaron? – me preguntó.
– desde hace rato, antes de que te empezara a dar por atrás –intentó protestar, pero sabiendo que nada cambiaría el placer que sintió, se puso a observar conmigo como los recién llegados ahora hacían un 69 sobre las butacas.
El se separó de Ella, e hincado sobre el asiento, procedió a ponerla de patitas al hombro para penetrarla nuevamente.
Nos levantamos para salir y la chica se despidió con una mano de nosotros, a lo cual procedí a abrir el abrigo de Inés para mostrarle su cuerpo desnudo como un adiós.
Inés lo cerró rápidamente, lo abotonó y salimos; con la promesa no dicha de regresar otro día.
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