En el ventanal
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por mzabo.
Una habitación de hotel extraordinariamente propicia. Una ciudad europea.Un gran ventanal de techo a suelo en una calle no muy ancha con un edificio de viviendas enfrente. La cama pegada al ventanal.
Bebimos en la cena pero no mucho. Luego compartimos un gin tonic. Nos calentó una pareja que se metía mano descaradamente en un rincón del pub junto a otra chica que se apretaba contra ellos.
Al entrar en la habitación nos besamos mientras nos desnudábamos. Yo apagué la luz y abrí de par en par la cortina. Sobre la cama de la habitación completamente a oscuras nos tocábamos y fantaseábamos con la posibilidad de que nos vieran. Mar se puso muy caliente con la situación y empezó a tocarse. Giré mi cabeza y vi junto a la cama un foulard naranja con el que inmediatamente cubrí sus ojos, asegurando que no podría ver nada.
La puse de rodillas en cama, muy cerca del ventanal y encendí la luz. Me preguntó si lo había hecho pero no respondí. En el edificio de enfrente varias casas tenían los salones o dormitorios encendidos. En esa ciudad, como en muchas del norte de Europa, se tapan poco las ventanas para aprovechar la luz. Yo veía perfectamente desde un lado a la gente deambular por las habitaciones. Sabía que a Mar también la podían ver. La cogí de la mano y, ya de pié, la acerqué al cristal, donde pegó sus senos.
Me preguntó si nos veía alguien. Dije que era muy probable. Ella comenzó a masturbase con una mano y mantuvo la otra en alto para que los pezones rozaran el cristal. Yo seguí oculto observando las casas de enfrente. Un dormitorio se apagó y en él creí reconocer dos siluetas cerca su ventana, mirando a la nuestra quizás.
Cuando Mar me lo pidió me puso detrás y la penetré con mucha facilidad. Alzó las dos manos en el cristal y ahora seguro que desde más de 20 ventanas, e incluso desde la calle, se la podía ver perfectamente. Y estaba desnuda y follando. Me pidió que le diera rápido y fuerte, y preguntaba una y otra vez si alguien nos veía. Yo sólo respondía que quizás sí. En voz alta, como pocas veces hace, me decía cómo la excitaba pensar que en ese momento algún vecino la veía y podía estar cascándosela.
En un momento decidí deshacer el nudo y dejar que viera. Sólo con la visión de aquellas ventanas próximas, sus luces encendidas, la calle tan cerca, su excitación subió y se corrió. Yo seguí dándole y muy seguidito se volvió a correr. Y yo con ella.
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