La educación de Zulema II. La doma (I)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por LordVicious.
A Ahina le costaba acostumbrarse a su nuevo nombre. No entendía por qué Lord había elegido ese nombre para ella, a pesar de haberle preguntado por ello a lo largo de la última semana. Zulema, ése era el nombre por el cual sería llamada por Él y por quien Él decidiera.
Prácticamente todos los días habían hablado por teléfono. Lord había ido dando, a través de correo electrónico o por sms o de viva voz, a Zulema tareas con objetivos diarios, otras con objetivos semanales y también había ordenado ciertas prácticas con objetivos a largo plazo que Zulema sabía que debía comenzar a poner en práctica si no quería que el tiempo se le echara encima. A saber:
“Todos los días, al despertarte, bajarás de la cama a cuatro patas. Lo harás de forma que tus patas delanteras (sí, patas, pues eres una perra) toquen el suelo antes que tus patas traseras. Te quedarás en el suelo, en la posición que te corresponde, con tus ojos mirando el suelo, sumisa y entregada. Usarás esa pala de ping-pong, que compraste aquella vez para intentar autoflagelarte e inflingirte placer en soledad, para azotarte las nalgas ya que necesitas empezar a dejar de ser tú, necesitas desaprender, necesitas liberarte de ti, que te deje de pertenecer tu cuerpo para que progresivamente me lo vayas entregando. Deberás propinarte dos tandas de quince azotes en cada nalga.
Al llegar a los múltiplos de cinco emplearás una fuerza mayor al golpearte de forma que, al haber precalentado
ésta esté preparada para la recepción del verdadero azote, de la verdadera liberación de tu ego momentáneamente; y no quiero que pienses que soy yo quien te lo está dando, aún no eres merecedora de ello y deberás ser tú quien se vacíe, bajo mis designios, para así alcanzar la pureza y la pulcritud. Huelga añadir que no podrás tener orgasmos, éstos gradualmente pasarán a ser míos, a ser un objeto más de mi placer cuándo y cómo yo decida. Al terminar tu tarea, inmortalizarás el momento fotografiando tu trasero y archivando por orden cronológico las instantáneas e inscribiendo como nombre de archivo “Día 92” en el primero, para ir disminuyendo el número por cada día que hayas cumplido la tarea hasta llegar a “Día 0”. Tres meses, en principio, será el tiempo que te encomiendo para esta tarea. Cada día aumentarás en uno los azotes, pero me reservo el derecho a aumentarlos si no satisfaces mis deseos a lo largo de este tiempo. Del mismo modo, al terminar tu tarea, escribirás con carmín rojo no permanente en la nalga de la izquierda la palabra “Día”, mientras que en la nalga derecha escribirás el día en curso. Deberán ser pequeñas inscripciones para que yo pueda apreciar el colorido resultado de tu entrega en forma de tonos rojizos y violáceos.
Expresamente consientes para que, una vez me hayas enviado las fotografías, las use para y cómo me plazca tanto si es para visionarlas personalmente, para mostrarlas amigos, ponérmelas de fondo de pantalla en el trabajo, enviárselas a un desconocido por bluetooth en cualquier bar ,colgarlas en la red o venderlas.”
Zulema aún recuerda la primera vez que leyó este escrito que recibió por correo electrónico. No pudo evitar que la excitación la invadiera. Se mezclaban sensaciones masoquistas, sumisas y exhibicionistas. Pensar en que otros hombres podrían excitarse y masturbarse viendo sus fotos, el sentirse deseada la hacía comenzar a sentirse mojada. Iba a empezar a entregarse a alguien que realmente le transmitía y curiosamente sus primeras directrices no habían tenido ningún componente sexual explícito, todo lo contrario que había conocido hasta ahora y es que ¡cuántos hombres se colocaban la máscara de Dominante para tener una simple relación sexual fácil bajo la excusa de la entrega!
La noche anterior al comienzo de la primera tarea, Ahina no podía conciliar el sueño, ¿estaría a la altura?, ¿gozaría tanto como había fantaseado por entregarse a alguien?, ¿cumpliría bien el periodo de doma y llegaría a pertenecerle algún día? Muchas preguntas perturbaban su mente y no le permitían relajarse. Le venían a la mente recuerdos de la semana anterior, de su primer encuentro, su primera sesión. Recordaba las manos de Lord, cada centímetro de su cuerpo, cada lunar, cada poro de piel, su verga enhiesta, sus testículos bamboleando, su semen derramándose sobre su cuerpo…pero recordaba especialmente su mirada, penetrante, vehemente y firme. Entre recuerdos de las sensaciones pasadas y los pensamientos de la tarea del día siguiente su cuerpo se estremeció. Un escalofrío desde la garganta hasta el pulgar del pié derecho la recorrió. Su sexo palpitaba. Le pedía a gritos que lo frotara, que lo masturbara, que lo jodiera, que lo follara. Ahina no sabía si podía hacerlo. Intentaba recordar si Lord le había ordenado algo en este sentido, pero no recordaba nada relacionado con si podía hacer o no algo la noche anterior al comienzo del periodo de doma.
De este modo concluyó que lo no prohibido es permitido, así que encendió la lámpara de la mesita de noche, se colocó frente al espejo de cuerpo entero que tenía enfrente de la cama y con el que tantas cotas de placer había alcanzado observándose masturbándose, acarició sus muslos desde los tobillos subiéndose el salto de cama hasta dejar a la vista su chocho con los primeros caldos de excitación. Prosiguió acariciando su torso, levantando paulatinamente su vestimenta hasta quitársela por completo. Con una mano buscó su pecho derecho e hizo círculos alrededor de su gran areola marrón para darse el primer pellizco y conseguir así una erección de pezón prominente. Con la otra mano buscó su consolador anclado al cabezal de la cama, aquel que tantas veces la había follado anal y vaginalmente, y comenzó a masturbarlo. Podía observar en el espejo cómo su sexo se iba empapando más y más mientras masturbaba la polla de goma con rapidez y lamía, succionaba mordía y ordeñaba su pezón. Al momento abrió el cajón de la mesita, cogió 2 pinzas de madera de tender ropa, viejas compañeras de placer, abrió una y la colocó en su pezón izquierdo. Usó el agujero de la pinza más grande, el más pequeño lo dejaría para un momento mayor de excitación. Hizo lo propio con el pezón derecho para luego lanzar un quejido/gemido y sentir la presión de las pinzas en la sensibilidad de sus pezones. Con sus dos manos libres, una prosiguió la masturbación a la polla que colgaba del cabezal de su cama mientras cerraba las piernas y se frotaba el sexo.
Posteriormente se levantó, se colocó a cuatro patas delante de la verga y comenzó a comerla, presa de la excitación que mantenía la llevó a primeras hasta el fondo de su garganta, la mantuvo allí unos 30 segundos para luego soltar un torrente de saliva y un suspiro de alivio y excitación. Todo el tiempo que Ahina se mantenía realizando la mamada a la polla rozaba las sábanas de la cama con las pinzas y a veces se perdían entre las sábanas, se enredaban y cuando Ahina cambiaba levemente de posición, por el movimiento o la excitación, notaba cómo las pinzas tiraban de sus pezones y se ponía más y más cerda lo que aumentaba considerablemente su excitación. Cuando se creyó cerca del orgasmo, Ahina volvió a su posición original con las piernas abiertas frente al espejo. Las pinzas seguían en su sitio, solo que ahora colocando su dedo corazón sobre el pulgar y para que actuara como un resorte, golpeó la pinza que salió volando a la vez que un grito de dolor, pero sobre todo de placer reverberó en toda la estancia.
El de la otra pinza fue aún más atronador y por ende más placentero y más doloroso. Cogió ambas pinzas y esta vez usó el agujero pequeño para colocárselas, más dolor, más placer… Entretanto observaba su coño, brillante, empapado deseoso de ser follado. De repente a Ahina le sobrevino una idea: Como no estaba segura de estar cumpliendo los deseos de Lord, decidió que iba a tener el orgasmo dándose palmadas en su clítoris, labios y vagina, sólo de esa forma, así recibiría el placer por el dolor, de modo que comenzó a palmearlo con fuerza ya desde el principio y con otra más inusitada cuando previó el inminente y deseado orgasmo fruto de sus placeres solitarios previos a su doma como sumisa. Se corrió, sí, tanto que tuvo la tentación de quedarse dormida al otro lado del cabezal, cerca de la mancha en la sábana originada por su gran corrida que olía a cerda, a la cerda de Él.
A la mañana siguiente a Ahina la despertó el teléfono. Eran las 6:30 de la mañana. Miró quien llamaba y era Lord. La llamó Zulema y le dijo que era la hora. Le dijo que la había llamado para estar seguro que cumplía su primer día de doma de forma eficiente. Le dijo a Zulema que bajara de la cama como le había indicado, que colocara su teléfono en la boca y una vez en el suelo que dejara el teléfono en la línea de su boca y que pulsara la tecla del altavoz para que ella pudiera oirle.
Su voz era grave, penetrante, autoritaria, sedosa y sobre todo firme.
Zulema, algo patosa al estar recién despierta, se esforzó por ejecutarlo todo tal y como decía como si estuviera presente observándola. Cogió la pala de ping-pong que había dejado la noche anterior en el cajón de la mesa de noche, acercó su cara al suelo, al lado del teléfono y esperó paciente a que Lord le diera su permiso para comenzar. Lo hizo y Zulema realizó su primer azote, su primer gemido, su primera descarga de ella misma. Enumeró cada azote dando las gracias en cada uno por recibirlo, aumentando gradualmente la intensidad según las indicaciones que Lord le iba dando hasta llegar al número quince, el cual resonó en toda la vivienda mezclado con un gemido proporcional de Zulema. Tras un breve impasse de segundos de recuperación donde Zulema creyó haber oído voces que no sabía de donde venían, presa probablemente de su excitación, Lord dio el pistoletazo de salida a la segunda tanda de quince azotes en la otra nalga. Ésta procedió a enumerar y agradecer todos y cada uno de ellos, los cueles resonaban secos cuando golpeaban su piel, su cuerpo, su culo. Zulema notaba, y en parte se avergonzaba, de que en un breve lapso de 30 azotes sus muslos ya goteaban por lo que su coño debía estar muy mojado. Su excitación era mayúscula, Pero se sintió sucia, excitada, entregada y sobre todo liberada.
Lord comunicó que había escuchado cada azote, cada gemido, la respiración agitada y su aliento exhalando partes desdeñables de ella, lo cual allanaba el camino de la entrega. Le indicó que cogiera el lápiz de labios y que procediera a escribir lo acordado en su trasero. Zulema le complació de inmediato, colocó su culo cerca del espejo y con una mano comenzó a dibujar un “Día” en una nalga y un “92” en la otra.
Concluyó que quedaron bastante bien, dado que lo hacía a cuatro patas, desde atrás y sin apenas poder ver qué escribía. Del mismo modo pudo ver la rojez de sus marcas autoproducidas a la vez que sentía más su quemazón ante esta visión. Inmediatamente se fotografió varias veces y eligió la más clara, evidente y, desde su punto de vista, la más excitante. Luego la envió a Lord, todo este proceso sin colgar la llamada, escuchando Lord cada instante de lo que aconteció, cercano y pendiente.
Lord le dijo que podía levantarse y observarse en el espejo. Zulema se regocijó y excitó al ver sus marcas.
Zulema, con el teléfono pegado a la oreja oyó de nuevo unas voces, parecían de un hombre y una mujer, además de la de Lord. Zulema inquieta y curiosa, preguntó a Lord si había alguien con él, que había oído voces en algún momento de la tarea. Lord contestó que sí, que una mujer y un hombre compañeros de trabajo y con gustos y tendencias parecidas, habían sido testigos de primera de lo que Zulema le había ofrecido. Primero de la parte telefónica en estado puro y luego de la parte visual al ver la fotografía del después. Zulema no pudo evitar mojarse mucho más al oir esto. Había sido escuchada y vista mientras se sometía a los deseos de Lord, exhibida ante extraños. Una tremenda sensación de excitación la embargó de pleno y etuvo de tentada de preguntarle a Lord si podía masturbarse mientras ellos la escuchaban y le regalaba a él y a sus compañeros ese momento, pero Lord le dijo que nada de correrse tras los correctivos porque eran precisamente correctivos, no nuevas fórmulas de placer.
Por las palabras que escuchó de Lord, excitados y presa de sensaciones de sus compañeros tan encontradas que felicitaron a Lord por el momento, lo cual le enorgulleció y éste emplazó, en compensación, a Zulema, para verse ese mismo día para una sesión se spanking.
A las 18:00, puntualísimo, Lord se presentó en casa de Zulema. Habían decidido de mutuo acuerdo que quedaran en casa de Zulema, que ésta estaría más tranquila en su entorno. Zulema le dijo que allí no tenía nada a lo que ser atada y Lord respondió entre risas que no se preocupara, que le dejara hacer a él.
Desde que acabó su primera tarea hacía ya casi doce horas, a Zulema le había costado bastante concentrarse en sus quehaceres diarios. Llevaba todo el día excitadísima y, al no poder llevar bragas, debía ir a menudo a algún cuarto de baño a limpiarse para no denotar a su alrededor su continua calentura sexual.
Pero había llegado el momento. Lord llegó sonriendo, vestido con traje, camisa y corbata. Zulema le sonrió también y no supo si agachar la cabeza, besarle, arrodillarse y limpiarle los zapatos que estaba algo sucios o simplemente esperar sus órdenes. Concluyó que lo que él querría es que esperara a ver qué ordenaba. La besó en la mejilla, la acarició pelo y cara brevemente y la cogió brazo para acomodarla junto a él en el primer sofá que vio. Le habló de lo orgulloso que se había sentido al recibir la enhorabuena de sus compañeros y prometió a Zulema que si se comportaba como era debido a lo largo de la sesión, tendría el premio de poder correrse. Zulema sonrió maliciosamente al recordar su corrida de la noche anterior, por lo excitada que estaba de la mañana y todo el día y por ser consciente de lo bien que lo iba a hacer y a entregarse, no por el premio en sí, si no por todo el recorrido que habría de atravesar para alcanzarlo y muy especialmente para que él se sintiera orgulloso.
Zulema, vestida de sirvienta según las indicaciones que Lord le había proporcionado, ofreció a Lord su copa favorita, un cigarrillo encendido y se colocó de cenicero como él la había enseñado. Tras compartir las sensaciones de tarea matinal, Lord ordenó que Zulema de desnudara sensual, provocativa y obscenamente. Lord la observaba excitado desnudarse y a la vez observaba su entorno. Cuando ya estuvo desnuda, Lord se levantó, ella estaba en la posición que él le había enseñado, con las piernas separadas ligeramente, con la cabeza agachada y con los brazos pegados al cuerpo pero con las palmas de las manos ligeramente levantadas, dispuesta y servicial. Lord se acercó y la cogió levemente del cabello y comenzó a recorrer su cuerpo con la otra mano. Pequeños tirones de pelo recibía Zulema mientras con la otra mano Lord buscaba zonas erógenas que descubrirle, mientras observaba a Zulema contonearse cuando era tocada en ciertos lugares muy excitantes para ella. Cuando lanzaba un gemido, Lord le cogía la mandíbula con una mano y le apretaba con fuerza y le tiraba fuertemente del pelo diciéndole que nadie le había dado permiso para gemir. Ella contenía sus gemidos incluso cuando Lord pellizcaba su culo enrojecido y se deleitaba con los colores que el indirectamente había provocado. Se contenía incluso cuando pellizcaba los pezones endoloridos por las pinzas de la noche anterior. Y sobre todo se contuvo cuando Lord bajó su mano a la entrepierna de Zulema para saber cuán excitada se hallaba, cuando la penetró con dos de sus dedos y, cuando notando que le temblaban las piernas de la follada y masturbada que le estaba provocando, sacó sus dedos de golpe para evitar el orgasmo inminente. Antes de coger del pelo de nuevo a Zulema, ésta lamió y limpió los dedos folladores de su coño. Lord colocó a Zulema en un taburete con un cojín en su base. Era pequeño, por lo que tu torso exacto cupo en el asiento de forma que las tetas de Zulema se quedaron colgando por la parte de delante y su culo se quedó en ángulo de 90 º respecto del taburete, era como si estando a cuatro patas tuviera un sitio exacto donde descansar su torso.
Lord, hábilmente, ató sus brazos a las patas delanteras del taburete, e hizo lo propio con sus piernas a las traseras. Comprobó que estaba completamente inmóvil. En esa posición cogió de nuevo a Zulema del cabello, y la sentó literalmente en el suelo de forma que la estampa que presenciaba era como las patas de la silla quedaban ante él y una posición bastante compleja incomodaba a Zulema, Lo vio en sus ojos, pero también en su sexo brillante presa de nuevas gotas de placer. En esta posición, Lord se sentó en el suelo y comenzó a realizarle un bondage en las tetas. Cogió los dos extremos de la cuerda y los juntó, luego pasó cada extremo por el cuello de Zulema, hasta que rodeó cada uno de los senos con un extremó el cual coincidió con el otro en su canalillo y desplazó al otro lado para lograr un consistente nudo. De esta forma pudo atar y enrollar cada teta firmemente y que permanecieran allí estables y fijas. Una vez terminado el bondage y observando a cada instante las expresiones De miedo y terrible excitación que se magnificaban en la cara de Zulema, de repente la volvió a coger del pelo y la colocó en su posición original, a cuatro patas, como la perra que era, sometida a él y para él.
La arrastró de las cuerdas que atrapaban sus tetas hacia él, la giró y la colocó de espaldas. Se quitó la chaqueta, se desanudo la corbata y se arremangó la camisa. Una enorme mano venosa se preparó para propinar la primera tanda de azotes. Fue duro desde el principio, pero aumentó en demasía a la vez que le lanzaba los más lascivos improperios a colación de la condición de puta sometida y subyugada de Lord. Cada nuevo impacto hacía que a Zulema le costara más contenerse en aplacar sus gemidos. Pero se le escapó uno, así que vio como Lord, enfadado, le colocó una mordaza con una pelota de acero en la boca para que ahora gmiera y gritara cuanto quisiera y babeara cual perra en celo sintiendo al macho hacerle suya. Zulema recuerda que le azotó muslos, nalgas, pantorrillas, y especialmente pechos que deberían estar muy rojos debido a la quemazón que sentía y al bondage que Lord comprobaba de vez en cuando.
Tras unos 10 minutos de azotes con sus manos, Lord sacó de su maleta una pala de madera. Era de unos 15 centímetros de ancha y unos 30 centímetro de larga, sin desbastar, con sus poros, repelos y erosionas propias o bien de un mal lijado o bien de un uso exhaustivo. Comenzó a apalearla aumentando la tensión pero espaciando las tandas profiriéndolos especialmente en sus nalgas que es la parte más receptiva para este tipo de instrumento. Su culo iba ya pasando del rojo al violáceo. El coño de Zulema era un estertor constante de fluidos al igual que su boca no paraba de soltar saliva por las comisuras de sus labios y 2 pequeños charcos se formaban delante y detrás de ella. Tampoco podía hablar, ni moverse así que se limitaba a producir sonidos por su boca atrapada por aquella mordaza en la medida que podía dar liberación a sus sensaciones de guarra apaleada, de zorra entregada, de cerda emputecida y sucia desencadenada.
Lord sacó su móvil, y cuando Zulema creyó de nuevo desilusionarse y que iba a llamar a alguien de nuevo, empezó a escuchar una música. Era el Bolero de Ravel, una pieza que aumenta el ritmo lenta pero progresivamente hasta alcanzar un cénit inigualable. Recordó en ese momento que alguien le recomendó una vez emplear esta pieza en una sesión de spanking que produce, tanto en el Spanker como en la spankee, sensaciones más allá de las convencionales entremezclándose entre la música y transportándose mucho más allá de sus mentes, de los momentos y de las sensaciones.
Sin tiempo apenas para reaccionar ni descansar, tras otros 10 minutos más o menos, Zulema empezó a sentir el calor del látigo, por la distancia a la que estaba Lord, por la sensación al recibir el impacto de las tiras y por el impacto en sí, concluyó que era cuero lo que la azotaba, de unas 20 a 30 titas y de una longitud de unos 70 a 80 cm. Los movimientos eran armoniosos, casi artísticos, marcaba los tiempos al ritmo de la pieza de Ravel y Zulema paulatinamente se iba transportando, tal y como alguien le dijo una vez, a un universo de sensaciones desconocido hasta ahora para ella. Esa era la buena noticia, la mala es que si sentía los latigazos cada vez más pronunciados y no estaban ni siquiera media pieza, iba ser sometida con fuerza, pero el saber que quizá mantendría marcas semanas, la ponía más y más cachonda. La otra mala noticia es que la pieza duraba más de quince minutos. Mala? Quizá buena noticia? Y así, al compás de la cuerda, el viento pero sobre todo la percusión, Lord terminó su magistral interpretación que sin duda agradeció al notarse tremendamente duro y excitado y observar cómo Zulema aumentaba sus charquitos de placer, especialmente el que estaba bajo su coño. Lord, acarició todas las partes que habrían sufrido latigazos, Zulema lo merecía y con esto logró rebajar la quemazón de sus partes.
Tras un último receso, así se lo hizo saber Lord a Zulema, éste cogió su vara de madera de abedul, flexible pero muy firme y rígida a la vez y comenzó, esta vez sin previo a aviso a fustigar los pechos de Zulema haciendo especial hincapié en sus pezones a los que tentaba agitando rápidamente la vara para que Zulema pudiera oir el sonido de al moverse y verla tan cerca de sus pezones pensando en que, como la alcanzara alguno de esos golpes, iba a saber qué era el dolor. Y lo supo, con creces, porque más de uno la alcanzó de forma deliberada. Apenas 5 minutos duró el fustigamiento de sus pechos y otros 5 el de su culo. Lord sabía por los movimientos y gesto de Zulema que estaba alcanzando su límite de soportar el dolor pero también de contener su placer y es que sus muslos y su coño era un río desbocado, torrentes líquidos poblaban su cuerpo y notaba su cercano desfallecimiento.
Así que Lord, acariciando de nuevo las marcas finas y ya moradas en sus nalgas fruto de su encuentro con la vara, la desató, la levantó ayudándola a no perder el equilibrio, le acarició pelo y cara y le ofreció un vaso de agua que Zulema que apuró de un trago. Al terminar la colocó de rodillas delante de ella, le dijo que debía bajarle la cremallera de sus pantalones, meter su polla en la boca y dejarla allí para Lord la follara, todo esto sin usar las manos. Así que Zulema se puso a ello, bajó la cremallera con sus dientes a duras penas ya que la protuberancia y la dureza del miembro de Lord hacía que fuera realmente difícil, pero cuando lo logró, la verga surgió como un resorte y Zulema se la metío en la boca. Mientras Lord le follaba la boca duramente, éste cogió de su bolsa su revenque, Zulema no sabía que era ese chisme, nunca lo había visto, aunque había oído hablar de él.
Lord le transmitió a Zulema que podría correrse dada la entrega demostrada a lo largo de ese día, pero que sólo lo haría al sentir llenar y desbordar su boca por el semen viscoso y caliente de la polla que le ahogaba y follaba la boca. Zulema a la par que asintió sintió duramente el revenque golpear su trasero a la vez que oyó ese ensordecedor y característico sonido que produce al golpear la carne de animales y de una de las tiras de cuero contra la otra. Estaba cachondísima, con toda ese verga ahogándola y perforándole la boca, sometida y arrodillada, recibiendo golpes de revenque y escuchando ese embriagador sonido hasta que sintió las convulsiones y las piernas temblorosas de Lord que auguraban la eyaculación inminente que desbordó toda su boca, que salió por la comisura de sus labios mientras la polla seguía ahogándola junto con la espesa y abundante leche que culminó con el último golpe del revenque en su culo y ella gritó escupiendo parte de la leche, se estremeció perdiendo casi el equilibrio y pasó más 45 segundos con continuos orgasmos que le sobrevenían totalmente fuera de control, sin dejar de ser golpeada, sin dejar que el semen de su boca saliera, ni la polla, hasta que Lord estimó que fue bastante, sacó su miembro de la boca, dejó el revenque en el suelo, se sentó al lado de Zulema, rodeo con su brazo su cuello y la colocó en su regazo para que descansar, se recuperara y disfrutara de ese momento de otra dimensión de la que había sido objeto. Sin poder pensar, sin poder hablar, sin poder moverse, sólo concentrada en las sensaciones vividas.
Lord sonrió para sí mismo y dio gracias para adentro de haber encontrado a Zulema y incluso se permitió imaginarla como suya a medio plazo. El tiempo lo dirá.
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