La leche de mi vecino
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Hola.
Mi historia sucedió hace años, cuando era pequeño.
Es curioso las cosas que ocurren, que lo mismo pudo no ocurrir, pero sin embargo, pasó.
Yo tenía unos diez años y es una edad donde se piensa en las cosas del sexo, pero tampoco sin mucho conocimiento y según lo vas descubriendo o lo vas oyendo con los amigos.
Había visto a alguno de mis compañeros y amigos cómo se pajeaban en clase.
Yo no me atrevía a tal cosa, porque soy un poco tímido y no se me ocurría hacer el guarrete como algunos de mis compañeros.
Pero no voy a hablar de cómo miraba a mis amigos pajearse en clase o en los lavabos, sino de mi vecino.
Mi vecino que vivía enfrente de mi casa, al otro lado de un patio interior, tenía más de 10 años que yo, unos 22 años, hacía deporte (jugaba al fútbol y creo que estaba apuntado al equipo de balonmano del colegio).
No es que el club de balonmano de los antiguos alumnos del cole fuese una maravilla, jajaja, pero me figuro que estaría en alguna liga regional.
Nos llevábamos bien las familias, pues nos veíamos todos los días, ya que éramos vecinos, obviamente.
Yo le veía llegar algunas tardes calurosas con ropa de deporte y algunas veces sin la camiseta.
Sí…, tenía buen cuerpo y un pecho y abdomen bien trabajado.
Con 10 años, una persona de 20 te parece un adulto de otro mundo, muy alejado de mis planteamientos infantiles.
Y voy a lo que pasó: no es que yo sea voyeurista: mi ventana da enfrente de la suya…, pero no es que me pase todas las tardes mirando por la ventana.
Sencillamente, no se me ocurre.
Y una vez, harto de estudiar en mi habitación, me asomé a la ventana que empezaban a encenderse las farolas (era la caída de la tarde).
Vi el patio…, la calle al fondo, con sus coches…, vi la ventana de mi vecino, que había entrado en su habitación y había encendido la luz.
Sentado y aburrido por los deberes y el estudio, solo miraba sin ninguna intención.
Pero mi vecino, que acababa de llegar de la calle y estaba con ropa de deporte, empezaba a quitarse la ropa: ¡Anda!, me dio curiosidad en ese momento y se me quitó el aburrimiento y tedio que tenía entonces.
Tanto mi ventana como la suya estaban con cortinas, pero al estar anocheciendo, habíamos encendido las luces y con luces, yo veía cómo se paseaba mi vecino por su habitación, buscando o dejando cosas.
Llegó un momento en que se quitó la camiseta, se quitó el pantalón de deportes, se quedó en calzoncillos….
, y al final también se quitó los calzoncillos.
Le vi desnudo, jejeje.
Bueno, solo de espaldas, con su culo musculoso de deportista y sus anchas espaldas.
Salió de la habitación y fue a la que estaba más allá de la puerta: el cuarto de baño.
Se iba a duchar.
Me quedé esperando a que saliese…, y salió.
Salió con una toalla sujeta a la cintura, entró en su habitación, se quitó la toalla, le vi la mata de pelo que rodeaba sus genitales, pero en un instante muy corto pues se dio la vuelta, le volví a ver el culo, y se vistió.
Me pareció excitante el haberme colado como un intruso en su intimidad.
Me gustaba mirar.
¿Mi impresión? Un cuerpo atlético, y pelos.
Los pelos los advertí en sus genitales, y me llamaron mucho la atención.
Fue como un vistazo fugaz de una mancha negra entre las piernas con un plátano en medio.
No pude verlo mejor con la cortina, y con tan poco tiempo.
Varios días después, me encontré con él y le dije en plan de broma que le había visto el culo.
Así de tontos son los niños cuando hacen gracias, que tienen muy poca imaginación y originalidad, jajajaja.
Mi vecino me preguntaba que cómo era eso, y yo le expliqué que le vi cuando venía de entrenar cuando se metía en la ducha.
‘Y qué me viste, cotilla’, me decía en broma.
El culo, contestaba yo de broma.
‘¿Nada más?, ¿lo de “alante” no?’, me preguntaba mi vecino como siguiéndome la gracia.
Lo de alante no, contesté.
Bueno….
, vi muy poco, porque te empezaste a vestir y te diste la vuelta y la cortina….
pues no vi muy bien por alante.
Se reía y me insultaba llamándome cotilla y mirón, pero era en broma y no pareció que le hubiera afectado.
Y tanto que no le afectó, porque al día siguiente, que le vi llegar a su casa tras entrenar, y él me vio a mí, subió a su casa y….
, jaja, para dar más facilidades, corrió la cortina y abrió la ventana.
Se fue desnudando quitándose la ropa deportiva, y al final se quedó en cueros y agarrándose su polla como una vara haciendo círculos.
Me estaba viendo y yo a él, y él se reía haciendo eso.
Solo fueron unos segundos, y se fue a la ducha.
Pero…, entonces sí que vi mejor su entrepierna.
Sí, los pelos que había vislumbrado la otra vez, y ahora la polla ancha y sus colgantes huevos.
Los había agarrado y balanceado en broma para que los viera.
Al cuarto de hora, salió de la ducha e hizo lo mismo.
Se vistió y salió de su habitación.
Ahora, un paso más: Yo no estaba estudiando aquella tarde, sino jugando en el patio entre las viviendas (estaba yo solo con un patinete).
Vino mi vecino y nos encontramos.
Me comentó que cómo le había visto la otra tarde cuando iba a la ducha.
Yo dije que muy bien, que había quitado la cortina y con la ventana abierta le había visto mejor que la primera vez.
Mi vecino se preguntaba y me preguntaba si es que me gustaba mirarle cuando se cambiaba la ropa o mirarle desnudo.
Yo no sabía que decir, pero mi cara asentía.
Me dijo que subiese a su casa y le vería más cerca y con más detalle.
Bueno….
, me puse nervioso…, y podría haber dicho que no, que me daría vergüenza, pero como estábamos en plan de broma, pues tampoco quería pasar por un miedoso.
Le acompañé a su casa, que estábamos solos entonces (sus padres no estaban en la casa en ese momento), y me preguntaba: ‘Bueno.
Ahora estas mucho más cerca que desde la ventana de tu casa.
Si te gusta verme desnudo, ahora mucho mejor, ¿no?’.
Y yo asentía.
‘Pues como no están mis padres, tenemos más tiempo y tengo tiempo para ducharme y para que me veas.
¿Qué te parece?’.
Vale, contesté.
Empezó a quitarse la camiseta, buscaba unas chanclas, dejaba la ropa sudada en una silla….
: se quitó las zapatillas y los calcetines, se quitó los pantalones cortos de deporte y se me quedó en calzoncillos delante de mi.
‘Mira, ahora se va a asomar el pajarito’, me decía de broma cuando se bajó los calzoncillos.
Pero no era un pajarito sino una boa, jajaja.
Era como una morcilla ancha.
Los pelos del pecho que bajaban por el abdomen, seguían en sus genitales y se juntaban con los pelos de las piernas.
Era la primera vez que veía a un hombre adulto desnudo con tanto detalle.
Yo no sabía muy bien qué hacer.
Solo miraba sonriendo.
Me preguntaba mi vecino: ‘¿has visto alguna vez a un hombre desnudo? ¿has visto la polla a alguien?’.
No, era mi respuesta.
Bueno, sí….
, la de mis amigos del colegio, pero son blanquitas, como un dedo meñique, muy pequeñitas, en comparación con la de mi vecino.
‘¿también te gusta mirar las pollas de tus colegas de clase?’, me preguntaba.
No sé… decía yo: ‘no puedo cerrar los ojos cuando se pajean en clase, jajaja’, dije a continuación.
Y él también se reía cuando oía de mis comentarios lo guarros y precoces que eran mis amigos, pajeándose en público.
Me siguió preguntando: ‘¿has visto entonces a tus amigos pajeándose?.
¿Tú te haces pajas también?’.
Yo dije que no, agachando la cabeza… Todavía no.
Siguió mi vecino: ‘pero sabrás cómo se hacen, ¿no?’.
Claro, decía yo, pues yo había visto a mis compañeros cómo lo hacían.
La verdad es que solo les veía en clase.
En otros sitios como el cine o un aula grande cuando ponían algún documental (y apagaban las luces), los chicos pajeros no me dejaban ir con ellos.
Si yo no me pajeaba, no formaba parte del grupo pajero.
En cierto modo, es lógico.
Los veía juntos y haciendo grupo aparte, y les veía mover sus brazos, señal inequívoca que se estaban pajeando.
Pero…, hacerse una paja es una cosa que no parece muy difícil.
En clase vi a algunos cómo lo hacían.
No tiene más misterio que agarrar la polla, subir y bajar, y estar así un rato.
Pareció a mi vecino que esa respuesta le satisfacía y me preguntó: ‘¿me harías una paja a mi ahora?.
Así compruebas cómo es mi polla cuando se pone tiesa, que se pone el doble de grande, y seguro que es mil veces mayor que la de tus amigos del cole’.
Yo no dije nada de viva voz, pero asentí con la cabeza.
Entonces, como yo no acababa de saber muy bien qué hacer, me guió: me cogió mi mano y me dijo que agarrara su pene.
Jejeje, eché unas sonrisitas al hacer eso.
Luego me dijo que fuera bajando mi mano mientras agarraba su polla, y así pude ver como empezó a emerger su glande, un inmenso capullo que apareció ante mis ojos.
Y también pude comprobar que aquella anaconda cobraba vida.
Empezaba a crecer a lo ancho, y si cuando estaba morcillona ya no podía abarcarla con mi mano, ahora que se empezaba a poner tiesa, todavía era más ancha.
El capullo apareció completamente mientras yo seguía subiendo y bajando la piel del pene.
Veía sus grandes huevos colgando, que eso sí que era nuevo para mi porque tanto los míos como los de mis amigos eran poco más que avellanas, y aquellos eran huevazos de avestruz, en su forro con pelos.
Y parecía que podía moverlos a voluntad.
De vez en cuando, los huevos subían cada uno a derecha e izquierda y volvían a caer.
Era muy excitante ver aquellos huevos bamboleándose según yo pajeaba a mi vecino.
Le solté la polla, y ahí pude ver bien la magnitud de aquel salchichón tieso, que apuntaba hacia arriba de una forma bastante pronunciada.
Ya me explicó mi vecino lo que yo le decía que sabía, que en los huevos había leche, y que la paja acababa cuando la polla echaba la leche.
La verdad es que sabía de la leche que sale por la polla, pero no lo había visto nunca en mis amigos.
Les oía comentar como dejaban el suelo y la butaca del cine con la leche de sus pollas, pero nunca vi una eyaculación de ellos.
Mi vecino me dijo que no me preocupara, que vería la suya, si yo seguía pajeándole.
Y así estuve unos diez minutos, cambiándome de mano de vez en cuando, hasta que mi vecino dijo que ya le iba a salir la leche.
Y así fue.
Como tenía la polla tan subida para arriba, le cayeron los chorros primeros sobre su pecho y su abdomen.
Fue bastante abundante aquella corrida, y se me llenó mi mano de semen.
Me dijo que me limpiara con papel higiénico mientras él se iba a duchar.
En esos 10 minutos que se duchaba le di mil vueltas a mi cabeza lo que acababa de ver.
Salió tras la ducha.
Esa noche iba a salir…, pero antes, me dijo que lo había hecho muy bien, y que si podía pajearle un poco.
Jeje, parece que todavía le quedaban ganas.
Tenía la polla hinchada, colorada, no estaba flácida sino morcillona.
Se la volví a agarrar y volvió a ponerse tiesa.
Estuve otros diez minutos con una mano, con la otra, con las dos manos, hasta que volvió a escupir leche, aunque ya no fueron los surtidores de la primera vez.
Se cuidó de que no le cayera leche encima porque estaba recién duchado, y me volví a llenar la mano de semen.
Me volví a casa bastante excitado y nervioso.
Me olía mi mano, que aunque me hubiese limpiado con pañuelitos de papel higiénico, tenía el olor característico al semen humano.
Había visto por primera vez cómo era la leche de hombre: más que leche líquida, era como crema blanca, como yogur (como diría Torrente, jajaja).
Esa tarde aprendí mucho.
Días después, mi vecino intentaba complacerme si me pillaba en mi habitación, desnudándose con la ventana abierta y la cortina corrida.
Y yo me reía y aprobaba.
O sea, yo era un voyeur y él era el exhibicionista.
Y cuando podíamos, me decía que subiera a su casa y la exhibición era como la primera vez, o sea, se desnudaba y yo le pajeaba.
Pero, tras varias veces, en una ocasión que me dijo que subiera a su casa, me enseñó una revista porno de un amigo suyo y la estuvimos mirando.
Ahí se veían coños, tetas, pollas…, y nos quedamos mirando un reportaje donde una mujer le hacía una mamada a un hombre y al final se veía como tenía toda la boca llena de semen.
Me dijo mi vecino: ‘hoy vamos a hacer esto’.
Puse cara de póker, sin saber decir ni que sí ni que no.
Me calmaba diciendo: ‘no te preocupes, que la leche de hombre es sana.
No tiene nada que ver con el meado, aunque salga por el mismo sitio.
Si la polla está tiesa, es imposible que salga meado, sino que solo saldrá leche, y mira la foto como la tía se la bebe tan ricamente’.
Me convenció (a un niño de diez años se le convence fácilmente, jaja) eso de que la leche de hombres es sana, pues de la leche salen los niños cuando se embarazan las mujeres.
Yo eso ya lo sabía, y me figuré que el semen tendría proteínas como el huevo de las gallinas.
Entonces, manos a la obra: Se volvió a quitar la ropa para quedarse desnudo, y ya estaba empalmado.
Salió su polla disparada hacia el cielo.
Le agarré el pene y empecé a pajearle, sube y baja, como otras veces.
Pero esta vez, mi vecino agarró su pene con su glande brillante, hinchado como un globo a punto de explotar y me dijo que se lo agarrara con las dos manos y lamiera como un helado.
Eso hice, y le gustaba porque decía que lo hacía muy bien.
Le daba lametones en el glande, y a lo largo de su pene…, y me decía que hiciera como en las fotos, o sea, que me lo metiera en la boca.
Su enorme pene solo entraba la cabeza.
Me advirtió que pusiera la lengua y los labios, y que no lo mordiera, y empezó el mete y saca de su gran capullo en mi boca húmeda.
Estaba tan excitado que esa tarde duró poco.
Me avisó que ya le salía la leche, y que me la bebiera toda.
Yo notaba liquido caliente, demasiado, y, como seguía con mi boca adelante y atrás, mete y saca de mi boca en su polla, la leche empezó a salirse de mi boca y caer al suelo.
Es que, con el mete y saca y la leche saliendo de su polla y entrando en mi boca por primera vez, pues no la estaba tragando.
Al final, tenía la boca llena de leche caliente, me di cuenta que tampoco sabía a nada malo, y me la tragué (pensando en lo nutritiva que era, jeje).
Ufff, mi vecino se quedó exhausto, pero contento y agradecido.
Con la excusa de los nutrientes del semen, cada sesión de paja acababa en mamada, y aprendí y me acostumbré a beber la leche directamente del manantial de donde salía.
Así no ensuciábamos nada, aunque le dejaba la polla humedecida en mi saliva.
Y no hay nada más que contar.
Yo ordeñaba la leche de mi vecino en mi boca cuando él me lo pedía, o sea, cada varios días, cuando estaba él solo en casa, aunque alguna vez que yo estaba solo en la mía, se lo decía y venía a darme la leche en mi casa.
Fuera de nuestras casas, alguna vez en algún parque con poca gente o algún lavabo discreto.
En esos casos que no estábamos seguros, solo se abría la bragueta, sacaba su enorme polla y yo me ponía a mamarle hasta que se corría y me bebía todo su elixir vital.
Durante el verano, cuando sus padres no estaban, todos los días me bebía su leche.
Jajaja, tampoco quiero exagerar…, no es que fuesen todos los días, pues algún día él tendría algo que hacer o yo no estaría, pero, si no hubiese nada que hacer (y yo me aburría mucho las tardes de verano), me iba a su casa y me ponía a mamar su polla.
Litros y litros de semen me habré tragado de mi vecino (jajaja, vuelvo a exagerar, porque no sé cuanta cantidad habrá eyaculado).
Y así durante varios años, 2, 3, 4… Incluso cuando me empezaron a crecer los pelos a mi, la costumbre ya estaba establecida y seguía mamando su leche (por gusto, eso sí, que me excitaba verlo).
Yo jamás me desnudé, sino que siempre hacíamos cosas parecidas, siendo él quien se desnudaba y yo quien mamaba.
Llegó a tener novia, y yo seguía sacándole la leche (jajaja, debía ser un semental con enormes depósitos de leche).
Y mi última mamada y bebida de leche fue casi en vísperas de casarse él con su novia.
Desde que se casó y se cambió de casa, le veo menos, solo cuando visita a sus padres.
Nos seguimos llevando bien, pero lo de los shows exhibicionistas, pajas y mamadas ha quedado como recuerdos de infancia y adolescencia.
Mi primera polla mamada y última hasta ahora.
No me gusta el sexo anal, y no me considero gay, pero de ver pollas o hacer pajas y mamadas, eso sí me excita y con el chupar pollas me podría considerar bisexual.
Ahora solo lo recuerdo eso con emoción.
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