Los probadores del centro comercial
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por paco_svq.
La verdad es que este es el primer relato que posteo en ningún sitio y me resulta algo extraño hacerlo, pero me siento muy cómodo en esta comunidad de sexo sin tabúes.
Espero que disfrutéis 😉
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Tenía que comprar unos simples CDs vírgenes pero por pura vagueza y no
complicarme la vida pasé por los grandes almacenes en lugar de buscar una
tienda pequeña. Esa simpleza me dio la oportunidad de verla y de
intercambiar unos momentos muy íntimos.
Entré sin preocupación a los grandes almacenes, tranquilamente. Disfrutando
de cada paso que daba ya que no tenía prisa. Al ir tan tranquilo me
permitió disfrutar de algún cuerpo voluptuoso en los ir y venir de parejas
y mujeres en los grandes almacenes. Eso mismo hizo que mi pensamiento
comenzara a rumiar una calentura tontona pero de las que llevan a la locura
cuando uno se deja llevar, como cuando uno comienza a disfrutar de una
conversación y se pasa el tiempo volando. Con ese pasar del tiempo vagando
un poco subí por la escalera. La escalera por la que subía ella también.
Obviamente no tuve más remedio que fijarme en ella. No porque fuera una
mujer despampanante o porque fuera voluptuosa ni nada parecido. No fue por
lo que era sino por cómo era. No sé si sería eso de las feromonas o qué
pero… sí, llevaba una faldita ajustadilla en la que se notaba a su culito
enfundado en la ropa interior y un top sencillo. Pero me estaba pidiendo
guerra. Notó mi mirada detrás y se volvió. Fue una mirada casi de
desprecio, pero sólo casi.
Llegamos juntos a la siguiente planta. Al no tener prisa dediqué unos
segundos a ir tras ella. Cosa que notó. Lo sé por varias razones. Aparte de
que ella me lo dijo después de nuestro encuentro, su contoneo mantenido de
sus caderas y el que se parara a hacer como que miraba algo y se asegurara
de que yo estaba allí. Justo ese momento fue el que mandé a la porra los
CDs. Al girar la cabeza hacia mí nos miramos directamente a los ojos unos
segundos más de lo correcto y ella se sonrió levemente.
Tras eso salió de nuevo contoneándose, algo menos diría yo, y se fué a
mirar algo de ropa. Yo andaba tras ella discretamente, todo lo discreto que
uno puede ser en esa situación en que no piensa con mucha claridad. Con
esos simples gestos ella había conseguido llevarme saliva a la boca y
amorcillarme mi polla. Sí, estaba comenzando a estar excitado, por algo que
era una tontería y además de ser una locura al estar allí en medio tras esa
desconocida.
El juego siguió cuando ella eligió un top (ciertamente no le pegaba) algo
atrevido, se lo puso delante tal y como hacen las mujeres para verse cómo
le sientan las cosas, y se volvió hacia mí. Ese momento fue la primera vez
que escuché su voz:
– ¿te gusta?
+ ¿?¿cómo? Ah, sí… Bueno, la verdad es que no pega mucho.
– vaya… ¿y esto? -dijo tomando una minifalda y poniéndosela delante-
Espera, verás como te gusta.
En ese momento se fué directamente al probador. Yo esperé fuera tan
tranquilamente. Estaba allí, en medio de faldas y tops, como extraño, pero
me tranquilizó el que la dependienta me tomó tan normal por la pareja de
esa desconocida.
Al minuto ella salió del probador con la minifalda puesta. No le quedaba ni
bien ni mal pero la verdad es que su mirada, su forma de andar me ponía
cachondo. La miré a gusto, me dí el placer de acariciarme allí en medio sin
que nadie me viera por la posición en la que yo estaba. Sólo me vió ella. Y
bien que lo notó. La muy zorra se percató de que me estaba poniendo
caliente… Y me puso todavía más. Se agachó poco a poco y al agacharse
abrió sus piernas. Mientras lo hacía me miraba directamente a los ojos como
diciendo "esto lo hago sólo para ti". En ese momento yo estaba muy muy
excitado. Lo noté cuando ella se levantó, se acercó a mí y me dio un beso
en la oreja, acarició con su mano derecha mi glande y me susurró "mmmm me
gusta esto que tienes aquí"
Tras esto yo tenía una polla verdaderamente en erección. Ella fue a tomar
un conjunto de top y falda y volvió rápidamente. Le dije "eres muy muy
mala, me has puesto a mil, lo sabes y no me irás a dejar así"
– ¿ah, no? Vaya…
Y entró en el probador de nuevo. Esta vez dejó la puerta sin cerrar. Yo
estaba fuera sin saber qué hacer y con una erección de caballo. A los pocos
segundos sacó la cara por la puerta y me dijo "¿no entras?"
Mmmm, qué momento. Una sensación rara estar allí en medio con unas ganas de
hacer alguna barbaridad y ella me abría una ventana por la que dejar
escapar mi deseo o bien ¿ponerme peor?
Al entrar y cerrar la puerta nos besamos frenéticamente. Nuestras lenguas
jugaban la una con la otra mientras nuestras manos hacían lo concerniente
con nuestros cuerpos. Ella buscaba mi pene desesperadamente mientras a la
vez apretaba mi culo con su otra mano. Yo le apretaba su cabeza contra la
mía y apretaba sus nalgas buscando debajo de su falda. Nuestro juego de
besos acabó cuando ella me sacó la polla, empezó a acariciarla fijándose en
ella. Luego me volvió a mirar a los ojos mientras se agachaba con esa
mirada que me ponía malo.
La chupaba magistralmente. La felación es un acto que me excita sobremanera
y ella lo hacía muy bien. Decenas de mujeres me han chupado la verga y ella
estaba haciéndolo muy bien. Se mojó los labios mientras metía mi glande
poco a poco en su jugosa boca. Iba disfrutando cada centímetro que metía en
su boca. Movía la cabeza de arriba a abajo acompañando su movimiento con la
mano. Yo no tuve más remedio que agarrar su cabeza. Me tenía en sus manos,
literalmente porque una de sus manos agarraban mis cojones y la otra
acompañaba a su boca mientras chupaba con brío. Yo estaba disfrutando como
un cabrón esta mamada tan maravillosa y cuando vi que podía correrme le
dije todo lo susurrante que uno puede hacerlo en esa situación "para, para
joder que me corro". Ella me miró y se sacó la verga de la boca sonriendo.
"¿Ahora te gusta más??"
"¿Que si me gusta?, ven aquí". En ese momento la puse de espaldas, le
agaché la cabeza, le levanté lo poco de falda que tenía y le puse el glande
en el coño: "ahora verás si me gusta" y le metí la polla despacito mientras
le agarraba del hombro para hacer que al fina notara la fuerza de mi polla
en sus entrañas. No repetí la embestida. Fue una nada más, despacio,
profunda. Al hacerlo pude notar su humedad, una humedad que invitaba. Ahora
era mi momento. A la vez que le sacaba mi verga le di la vuelta y la senté
en el banquito. Ella sabía qué venía ahora. Sin intercambiar palabra alguna
sonrió y abrió las piernas exponiéndome su sexo en todo su esplendor al
abrir no sólo las piernas sino también sus labios inferiores con su mano
derecha. Estaba rojo y húmedo.
Le tomé la cara, la besé en los labios, seguí acariciando su cuerpo de
mujer lasciva con mis labios y mi lengua. Bajé por el cuello a los hombros,
luego a sus pechos donde lentamente me deleité en sus pezones con la punta
de la lengua primero, luego con la parte más ancha y finalmente con toda mi
boca. Eran unos pezones verdaderamente apetecibles. Después de estar un
buen rato jugando con mi boca y sus pechos a la vez que acariciaba
suavemente su cuerpo con mis manos me agaché algo más y comencé a acariciar
su clítoris con la punta de mi lengua. Los movimientos de sus caderas
mientras me comía con placer esa fruta jugosísima me indicaban que ella
también disfrutaba. Sus pequeños estertores de vez en cuando me motivaban
para seguir acariciando succionando su clítoris con mi lengua.
Tras las inequívocas señales de su corrida en mi boca pasé a levantarla
con cuidado mirándola a los ojos. Tomé su posición sentado en la
maravillosa herramienta en que se había convertido el banquito. Ella se
quitó definitivamente el top, dejando que sus pezones me miraran a la cara
un segundo y luego se subió la mini hasta la cintura. Abriendo sus piernas
frente a mí hizo que su coño se tragara mi polla de una manera que me
calentó más si cabe. La agarré del culo y mientras le comía de nuevo los
pezones comencé a sacudirla encima de mí. Mi calentura, sus agarrones y los
besos que le daba en sus pechos y cuello me llevaron al éxtasis más
absoluto en poco tiempo. Tuve que parar mis embestidas porque me corría.
Ella me dijo precisamente en ese momento "¿pero qué haces cabrón? Sigue,
sigue"
Fue un momento dubitativo. Me encanta tener ese poder con las mujeres. Que
quieran que las folle, que no pare. Hice lo propio, por ella y porque yo
estaba que me corría. Así que seguí dándole lo que quería. La follé
teniendo cuidado de corrernos juntos. Fue algo brutal.
Nos quedamos abrazados unos minutos, disfrutando de un abrazo sexual sin
fuerzas. No dijimos nada. Nos sonreímos, nos vestimos torpemente en aquel
probador y salimos cada uno para un lado, aunque seguimos mirándonos el uno
al otro. No me gustó el separarnos así. Era frío. Tuve que ir hacia ella de
nuevo. Ella se extraño y se sonrió:
– ¿quieres más o qué?
+ Sólo quería decirte que eres maravillosa y que me ha encantado.
– sé que te ha gustado. Yo también he disfrutado. Por cierto, ¿te gustaba
el último conjunto que cogí? Sin bromas…
+ pues la verdad es que sí. A ver si te vuelvo a ver con él puesto.
Por esto no comprenderé nunca a los hombres no les gusta ir de compras con
sus parejas
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