Marta en la Cala
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por donmorbom.
Nunca se había sentido acomplejada por su cuerpo; de hecho le encantaba. Por eso nunca había tenido ningún reparo a la hora de hacer topless en la playa. Siempre que podía, aprovechaba y se libraba de la parte superior de su bikini. Sus pechos caían hacia los lados, y sus pezones, siempre duros, apuntaban hacia el cielo. Marta tenía unos senos completamente bronceados por el sol, sin embargo, la marca de su tanga era algo que le disgustaba. Un día, unos amigos me hablaron de una calita natural que por lo visto estaba muy bien: alejada del barullo de la gente, para descansar tranquilamente. Se lo comenté a Marta y se apuntó al viaje. Yo quedé entonces en recogerla por la mañana. Nunca habría pensado lo que pasaría a la mañana siguiente: cuándo estaba llegando a su casa, le di un toque para que bajara. Al llegar a su calle, paré el coche y esperé a que apareciera por la puerta.
Entonces ocurrió algo que podría haber sido sacado de un programa de cámara oculta. No se qué cara pondría pero debió de ser de chiste, pues Marta me miró y, a la vez que se sonrojó, me sonrió: Marta caminaba hacia mi coche completamente desnuda; tan sólo llevaba unas sandalias. Sus pechos, firmes y duros, se balanceaban ligeramente con sus pasos y sus pezones, como de costumbre, estaban completamente erectos. Sus musculosas piernas dejaban entrever con cada paso el diminuto triángulo de vello, perfectamente recortado, de su vagina. Entró en mi coche y me saludó, aún sonrojada, pero yo era incapaz de decir nada. Sabía que no debía mirar su escultural cuerpo tan descaradamente: mis ojos saltaban de su vagina a sus piernas y luego a sus enormes pechos, pero no era capaz de apartar la vista de Marta. Tras unos segundos de estupefacción y, sonriéndome, me dijo: -Te lo explico luego, vale? Pero… podríamos irnos ya… me da un poco de palo estar aquí parada… así… Arranqué el coche y nos pusimos en camino. Tardaríamos una media hora por la autovía aunque, tal y como estaba la situación, no sabría si tendríamos un accidente, pues los ojos se me iban involuntariamente hacia ella.
En cuanto salimos a la autovía, me explicó el motivo de su desnudez: -He pensado que, como íbamos a ir a la calita esa, pues que sería un lugar ideal para broncearme completamente. Ya sabes que no soy nada pudorosa, no me importa enseñar los pechos pero, aún así, nunca he hecho nudismo y había pensado que ésta era la ocasión perfecta. Le pregunté que por qué no se quitaba la ropa una vez en la playa pero me contestó que no sabía si sentiría demasiada vergüenza como para hacerlo y echarse atrás, así que, de esta manera, le sería imposible avergonzarse en el último momento y no quitarse la ropa. Tras un rato conduciendo, llegamos por fin al lugar. Estaba apartado de la carretera principal y era precioso. Una pequeña cala natural, de unos 50 metros de largo, al final de un sendero de piedra. Marta bajó del coche. Yo saqué las toallas y la mochila y nos encaminamos hacia la playa. Marta, a mi lado, caminaba completamente desnuda. Sus pezones habían permanecido duros durante todo el viaje y, ahora, continuaban igual. Sus pechos, firmes, a penas se movían al andar. Y sus anchas caderas se contoneaban a cada paso del pedregoso camino. En cuanto pasamos las piedras, Marta se quitó sus sandalias: ahora si estaba desnuda al 100%. Sus finos y elegantes pies tocaron la suave arena de la playa. Continuamos caminando hacia la cala y entonces observamos, que no estábamos del todo solos. De hecho, la cala estaba bastante concurrida. Marta se ruborizó al instante y me miró. Yo la miré a ella y le pregunté si quería que nos marcháramos, pero ella me contestó que no. Que su plan de venir completamente desnuda había sido precisamente por si se daba una situación similar. Muy decidida, Marta continuó el camino, aunque volvía a sonrojarse. Nada mas entrar en la playa, muchísima gente nos miraba de reojo.
Es cierto que había otras chicas tomando el sol sin la parte de superior de sus bikinis, pero ninguna rivalizaba con el desnudo integral de Marta. Al principio Marta se mantuvo sentada; a penas se movía, pues aún estaba muy ruborizada. Miró a su alrededor y comprobó que era la única chica que estaba tomando el sol íntegramente desnuda. Pero pasó el tiempo y, poco a poco, Marta fue perdiendo su vergüenza. Al cabo de un rato decidió tumbarse boca arriba en su toalla. Sus pechos resbalaron ligeramente hacia los lados y sus piernas, completamente unidas, marcaban a la perfección el triángulo de su vagina. Después de un rato tomando el sol, Marta me pidió que le pasara el bronceador: se incorporó un poco para untarlo y la crema resbaló lentamente por todo su cuerpo. La extendió por sus pechos, utilizando ambas manos. Era increíble pero sus pezones aún se mantenían duros: no se habían relajado en ningún momento desde por la mañana. Con tantas cosas en la cabeza no me había fijado pero, en ese momento me di cuenta de que tenía unos pezones enormes: de un color rosa suave, cuando estaban erectos, eran casi del tamaño de un garbanzo. Marta, sentada, continuó extendiendo la crema protectora por el resto de su cuerpo. Al llegar a su pierna izquierda la elevó, completamente recta, hasta casi tocar con ella su pechos. Su delicado pie estaba en forma de cuña, al igual que una bailarina de ballet. Yo me quedé mirándola hipnotizado. Ella se percató y me explicó que siempre había poseído una flexibilidad natural en sus piernas. Aunque nunca había entrenado para ello, me dijo, era capaz de abrirse completamente, o elevarlas hasta donde acababa de hacerlo. La imagen de Marta, desnuda y completamente abierta de piernas, es algo que nunca podré eliminar de mi pensamiento…
Poco a poco pasó el tiempo y comprobé que Marta había perdido por completo la vergüenza de estar desnuda entre tanta gente. El resto del día se comportó de forma totalmente normal: se dio un par de baños en el agua (cosa que hizo resaltar aún mas sus gruesos pezones) e incluso jugó conmigo a las palas durante un buen rato. Por supuesto perdí escandalosamente, pues verla moverse era algo digo por lo que sacrificar una partida: sus pechos se movían a cada paso que daba, sus musculosas piernas, de vez en cuando dejaban ver su vagina, e incluso pude comprobar la flexibilidad de la que antes me había hablado pues, en un movimiento resbaló, dejando atrás una de sus piernas, con los que sus anchas caderas descendieron hasta tocar con ellas la arena, quedando Marta abierta por completo de piernas. Luego incluso dimos un paseo por toda la playa, charlando tranquilamente. Marta, ajena a todas las miradas que se centraban en su escultural cuerpo, ni si quiera se dio cuenta de que llevaba desnuda todo el día… A la vuelta volví a dejar a Marta en su casa.
Se despidió de mi y me agradeció enormemente el día que había pasado conmigo. Ya, sin sonrojarse, bajó del coche y cruzó la calle camino de su casa. Nuevamente, tan sólo vestía unas sandalias de playa. Antes de que desapareciera por el portal de su bloque, pude contemplar una vez mas su cuerpo perfecto, ahora mas moreno que antes, y absolutamente sin rastro de las marcas del bikini… Cómo su culo, bien prieto y redondo se contorsionaba con cada paso de sus perfectas piernas y cómo sus increíbles y enormes pechos asomaban tímidamente por ambos lados de su estrecha espalda…
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