Mi mujer disfruta calentando machos
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por marital.
Tengo muchas fantasías, y de a poco estoy convenciendo a mi mujer unirse a ellas.
Cuando conocí a Pilar me encontré con una joven reprimida, producto de una formación anticuada y estricta. Se había casado muy joven, embarazada, y como ocurre casi siempre derivó en un fracaso matrimonial que la había marcado profundamente. Una vida sexual monótona y rutinaria, con normas rígidas, que fue apagando su deseo juvenil.
Con el tiempo intenté que se fuera relajando, quise ayudarla conociendo sus carencias, y gradualmente logré que perdiera la vergüenza hasta revelarme sus necesidades sexuales. Entendí que su decepción era no alcanzar a satisfacer su erotismo contenido, que sus parejas anteriores tampoco habían logrado apagar ese fuego, y que se masturbaba después del sexo porque no conseguía llegar al orgasmo.
De a poco conseguí hacerla a mi medida, con amor e infinita paciencia logré que se fuera soltando y convertirla entonces en un huracán que le apasiona el sexo, sentirse admirada, que la codicien y deseen. Fue un trabajo de años lograr que no se reprochara su lujuria ni sintiera vergüenza por su propio comportamiento.
Encajamos muy bien, pues nos revelamos como voyeur y exhibicionista. Adoro verla usando ropas provocativas en lugares comunes y tradicionales, y a su vez, a ella le entusiasma comprobar como este tipo de atuendos llama la atención de otros hombres.
Siempre vamos a Shoppings, bares, locales nocturnos, restaurantes o cines, y procura, sin llegar a parecer ordinaria, calzarse polleras muy cortas, lucir transparencias, escotes generosos (rara vez usa sostén) y tacos altos, los que la hacen extremadamente sensual.
Este es un preámbulo… mi esposa actualmente tiene 35 y yo 10 años más. Realmente se trata de una mujer espectacular, refiriéndome a lo físico es rubia, 1,75, pelo largo con ondas en las puntas, sumamente armónica, piernas y pantorrillas bien definidas, una cintura de avispa que acentúa su culo hermoso, bien parado, y los pechos de tamaño medio a grande (gracias a las siliconas, que la dejaron hecha una diosa).
Por si hiciese falta realzar aún más todo ello, está siempre bronceada, con marcas de las tangas hilo dental que acostumbra usar, lo que la hace más sexy todavía. Es un bomboncito con cara aniñada y labios carnosos, que en realidad esconde una fogosa hembra dispuesta a placeres que, hasta el momento, ni una sola de las mujeres que conocí han sido capaces de proporcionarme.
La historia es que hace unos días me telefonea a la oficina, diciendo que su hija estaba llorando porque no podía ir al cumpleaños de 15 de una compañera de clase.
Pamela vive con nosotros, es fruto de su primer matrimonio, y al parecer sus amigos no la podían acompañar, por lo que se negaba a ir sola.
Me propuso llevarla juntos, y sinceramente me pareció de lo más injusto. Cuando había salido de casa en la mañana nadie me había dicho de este cambio de planes. Siendo viernes, acostumbro tomar unas cervezas con amigos (es mi “noche de soltero”) y me negaba a renunciar a mi salida semanal.
Ella insistió, insistió, siguió insistiendo tanto que tuve la idea del chantaje…
Le propuse que la llevaríamos, solamente si esa noche mi mujercita hacía todo, literalmente todo lo que pudiera pedirle. Cuando estoy tan caliente hasta la idea más descabellada empieza a cobrar sentido, y en aquel momento tenía una en mente…
La línea quedó en silencio, y seguidamente preguntó si estaba hablando de mis "fantasías". Intentó articular un tímido reproche, pero fui terminante:
-“Se hace así, o no vamos”.
Terminó aceptando, pero en su voz se adivinaba la desconfianza por lo que pudiera pedirle…
Le dije que, en primer lugar, tenía la ventaja que fuera un día extrañamente frío para noviembre, que debería esperarme vestida con un abrigo casi nuevo que había comprado el año pasado, y sólo utilizó una vez.
Ella dijo: -"sólo que… "
La interrumpí: -"sandalias negras, esas enlazadas en los tobillos, con la punta cerrada y de taco bien alto”.
– “¿Y debajo?”, preguntó.
-“Con el vestuario de abajo quiero que me sorprendas…”
Repentinamente, protestó: -“¡debes estar loco! mirá si vas a ordenar qué ponerme”, y colgó el teléfono.
Como ya he explicado, con el tiempo se transformó en una mujer muy fogosa, e incentivada por mis indicaciones nunca tuvo el más mínimo reparo en practicar cualquier variante sexual, desde el sexo oral hasta la penetración convencional, pasando por temporadas en las que le apetecía más a menudo que se la metiera por el culo.
Otra de las aficiones que descubrí en Pilar fue el morbo que le suponía el ser observada e incluso el de hacer ella misma de voyeur. Desde los primeros años de nuestra relación, nos hicimos asiduos a algunos chats de cibersexo donde mi esposa no tenia reparo alguno en exhibir sus encantos por la cámara, o demostrar a los ocasionales espectadores que era una experta en mamadas.
Pasamos noches enteras manoseándonos ante la cámara, o viendo como otras parejas lo hacían. También entablamos amistad con algunos hombres, que se pajean viendo como Pilar se desnuda para ellos antes de que yo le hiciese una buena lamida de coño, o ella me deleitara con una deliciosa fellatio.
Después de unos veinte minutos se comunicó de vuelta, pero en esta ocasión su voz sonaba sumisa.
-“¿A que hora nos pasás a buscar?”
Arreglamos que estaría recogiéndolas alrededor de las 20 horas. La ansiedad que sentí en ese tiempo de espera, nunca la había experimentado en mi vida! Ya no podía trabajar más. Desde que terminamos la llamada, mi verga palpitaba como presagiando el futuro. Entré a Internet, leí algunas historias de exhibicionismo, y una vez que se hizo la hora señalada me encaminé a nuestra casa.
Me recibió en la puerta vestida con el abrigo que le pedí, montada sobre las sandalias, y de su fino cuello pendía un collar enchapado en oro. Como estaba algo oscuro no pude terminar de repasarla completa, Pamela bajó al instante, las saludé dándoles los besos tradicionales, y nos metimos en el coche rumbo a la fiesta.
Quedé algo alterado, porque no había terminado de adivinar si tenía más ropa debajo. Esa noche lucía hermosa como nunca, tan deslumbrante y deseable que se lo hice saber. Una diosa excitante y provocadora, con el cabello brillante, un tenue maquillaje que realzaba sus rasgos femeninos, y de todo su ser emanaba el perfume que le había obsequiado para nuestro aniversario: una fragancia francesa que la hace más sexy todavía.
Comenzamos a andar, y de pronto noto que acomodada junto a mí se abre el tapado y enseña descaradamente el comienzo de sus piernas enfundadas en medias negras. Instintivamente, o por acto reflejo, mi verga comenzó a dar señales de vida y ganar volumen.
No intercambiábamos palabras ni apartábamos la vista del tránsito. Como si nada ocurriera me toma la mano para que Pamela, sentada a sus espaldas, no se diera cuenta de los juegos sexuales de su madre y me la dirige cada vez más arriba, para enseñarme que no llevaba ropa interior: sólo las medias del tipo bucaneras, sujetas por un delicioso portaligas.
Adivinando mis pensamientos, abrió completamente el abrigo sin importarle que los autos de los lados o la gente de los buses la vieran. Mi mano ansiosa siguió trepando y fue directo a su coño que me esperaba completamente afeitado.
¡Casi me infarto! Nunca se lo había depilado “completo”. Avancé con mi dedo medio y sentí al instante la creciente humedad en su rajita…ella no podía decir nada, se limitó a emitir un apagado gemido de placer y contonear con sutiles movimientos de vaivén su capullo rosado, listo para gozar.
Lo morboso de la situación hacía más excitante la exploración. Su hija sentada en la parte trasera que podía descubrir el manoseo, los vehículos que pasaban a nuestro lado, y mi mujer con el abrigo ya completamente abierto entregada a mis caricias…
Arriba se había puesto sostén, también negro de encaje, pero la muy puta me sorprendió con un modelito de esos que no hacen más que levantarle los pechos, dejando su generosa delantera que tanto admiro completamente expuesta, con sus senos redondos y empinados.
Resultaba todo un sacrificio reprimir la tentación de arrojarme sobre ella y succionarle los pezones, que se me ofrecían rosados y erectos. Mi pija, a esa altura, ya formaba en el pantalón un bulto imposible de disimular. Echándome una lasciva mirada, al tomar conciencia del espectáculo que me estaba brindando, sonreía maliciosamente y entreabría la boca pasándose la lengua por los labios, como promesa de todo lo que vendría después.
Al cabo llegamos donde tendría lugar la fiesta y Pamela bajó del coche, dejándonos por fin solos.
Reanudamos la marcha, en dirección a un centro comercial. Para entonces Pilar ya se había despojado de toda inhibición, y resultaba un espectáculo verla recostada sobre el asiento, el abrigo totalmente abierto, con sus manos jugando inquietas: mientras la derecha frotaba enérgicamente su entrepierna, con la izquierda había liberado mi verga tiesa, tan larga y ancha como es, enrojecida y surcada de venas que asomaba del pantalón y parecía un periscopio. La agitaba con maestría, masajeándola con movimientos lentos de arriba hacia abajo.
De vez en cuando se detenía para lubricarse las manos con saliva, para enseguida retomar la masturbación simultánea con todo el morbo y la calentura de ese momento.
Me practicaba una paja magistral, el miembro estaba totalmente rígido, notándose la cabeza dilatada y cubierta de flujos.
-“Pero mirá que grande se te puso!”, dijo admirada, ¿Podré hacer algo para aliviarte?”
Se inclinó sobre mi sexo y metió la poronga en su boca. Como siempre, la chupaba muy bien, alternando mamadas y masajes en los huevos. La metía y sacaba con destreza y la saboreaba con ganas.
Pasaba su lengua a todo lo largo del pene, y luego besaba y succionaba el glande, dándole ligeros mordisquitos. Había que ver como mi esposa, hasta hace un instante tan pulcra y decente, estaba cómodamente recostada en el auto, completamente desnuda y con las piernas abiertas mamándole la verga a su marido. Toda una puta.
Su lengua hacía círculos en mis testículos inflamados, subiendo por la polla y lamiéndola con suavidad hasta llegar a la punta.
Empecé a dar unos resoplidos enormes, señal inequívoca de que esta vez era ella quien dominaba la situación. Mientras se tragaba el miembro, notaba la saliva brotando por la comisura de los labios. Sus manos continuaban el masaje de los huevos, los apretaba con mayor o menor presión, en un juego que le excitaba. Sabía sacarle partido a esta situación, y se sentía cómoda. La verdad es que duró muy poco su autoridad, pues mi excitación se hizo insostenible, y comencé a follarle la boca con frenesí. Una de mis manos agarró su cabeza y la tomé del cabello para imprimir el ritmo que quería, mientras con la otra mano llevaba el volante.
Estaba a punto de venirme, volábamos de calentura contenida porque todo ese jueguito nos había puesto a mil; en ese estado ingresamos al estacionamiento del Shopping, dispuestos a continuar mi fantasía…
Estacioné el coche, guardé como pude el miembro inflamado, y mientras nos acomodábamos las prendas esgrimió un último intento de defensa:
-“¡Wow, me siento desnuda!, la gente se dará cuenta que estoy sin ropa interior, todos me van a mirar”, dijo pícaramente.
Le recordé la condición de la obediencia prometida y bajamos con paso decidido. Cuando llegamos a la puerta del centro comercial le expliqué que ahora iba a caminar sola, con tres botones de la parte inferior de su abrigo abierto, dejando sus largas piernas demasiado expuestas. Mientras, yo me retrasaría un poco para observar la reacción de la gente.
Mostrarla así me produjo una mezcla de sensaciones, por un lado se veía como una puta, pero por otra parte el hecho me excitaba y divertía.
Recién allí comprobé el particular interés que estimulaba su paso. Cada hombre o grupo de ellos que la cruzaba, se volteaban para verla. Me pone loco verificar la agitación que despierta, y mi cuerpo vibra de solo imaginarla así. Por eso resolví ponerle más leña al fuego y la llamé al celular para pedirle que se detuviera a mirar las vidrieras, especialmente las de ropa interior. Ella sonrió y movió la cabeza como si no pudiera creer lo que le pedía, pero no protestó.
Un policía pasó dos veces. Pilar se abre el tapado un poco más. El policía fingió no verla, y al cabo de 10 minutos vuelve a pasar, pero esta vez con un compañero. Le pido que desabroche el abrigo aún más, llegando casi hasta el pubis, para que la próxima vez que los guardianes del orden pasen, tengan una mejor vista.
Regresaron para instalarse cerca suyo, y disimuladamente aprovechaban para observarla de reojo.
Me preocupó pensar que le llamarían la atención, pero pronto me di cuenta que su aspecto no revelaba desaprobación. En su lugar, estaban muy emocionados y apenas podían disimular el volumen que se les había formado debajo del pantalón. Mi mujercita también se dio cuenta de la situación, acomodó su cuerpo de manera que pudieran ver mejor, y tuvo una idea loca: con toda premeditación se agacha lentamente para recoger algo del suelo, y al levantase el gabán les brindó una hermosa vista del fin de sus medias, las tiras del portaligas y el comienzo de su hermoso culo. Mi corazón dio un salto, se aceleró el pulso y sentí una oleada de calor que me invadía. Nunca se había expuesto así, tan vulgarmente. Alcancé a ver el desconcierto de esos hombres con el deseo inflamado y me volteé para que la observen a su antojo. Quedé con la adrenalina a mil imaginando lo que habían visto, mi tensión que parecía estar al límite se duplicó. Es probable que aquellos machos nunca olvidaran esa escena, pues mi mujer es realmente atractiva, y que hiciera parecer la exhibición como un hecho accidental es lo que incentivaba a fantasear con cualquier cosa.
Ya era evidente su gusto por provocarme, y naturalmente que todos la vieran paseando así. Estaba espléndida, aunque creo no era totalmente conciente de la lujuria que estaba despertando, porque sus pasos significaban que de vez en cuando, a través de la abertura, se pudiera ver sus medias con liguero y el coño desnudo.
Una chica con cara dulce e inocente vestida como si quisiese que la follen ahí mismo.
Yo estaba muy caliente! me dí cuenta que un grupo de muchachos, que cuchicheaban a cierta distancia de mi mujer, comenzaron a acompañarla babeando de deseo. Parecía increíble, pero caminaba moviéndoles el culo en una actitud de provocación alevosa. Cada tanto daba vuelta la cara y los miraba con una expresión lasciva que hubiera enloquecido a cualquiera.
Cuando se detuvo delante de una tienda de ropa interior, de ese grupo de jóvenes (el mayor no debería llegar a los 20 años) se adelantó el más descarado para regocijarse de cerca con su escote y la vista del nacimiento de sus pechos. Pilar miró hacia atrás y lo contuvo con una mirada con aire de censura. Claro que tras ese falso enojo les ofreció una sensual vuelta sobre si misma, en la que el abrigo se le abrió por unos instantes, y los muchachos pudieron deleitarse viendo en directo las apetecibles curvas de mi esposa.
No midió las consecuencias, el inesperado espectáculo que les había ofrecido los terminó de alborotar, y ahora ella buscaba mi auxilio con desesperación. Un escalofrío intenso me recorrió la espalda y decidí intervenir. Entonces me acerqué, la saludé como un amigo que la encontraba casualmente, intercambiamos unas palabras para disimular y nos alejamos del grupo dejándolos completamente excitados con la fugaz visión de sus redondeces. Seguramente esa misma noche, antes de dormir, recordarían la rubia del Shopping y se clavarían una formidable paja en su honor.
Terminamos saliendo del centro comercial, y elegimos continuar la recorrida en un local nocturno.
Nos instalamos en una mesa, Pilar quería cerrar algunos pocos botones, pero no se lo permití. Mi polla parecía que iba a estallar. ¿Quién sería el vecino afortunado que la vería cruzar sus maravillosas piernas, para descubrir que estaba sin bragas? Argumentó que cualquiera podía percibir su desnudez, pero le dije que no pasaría nada si yo estaba a su lado.
Se tranquilizó y tomamos una botella de vino blanco helado que se terminó rápidamente. La conversación era cada vez más relajada, el alcohol hacía su efecto y los miedos iban cediendo. Pedí una segunda botella y continuamos bebiendo, como para que mi mujercita estuviera suficientemente alegre.
Cuando consideré que ya no podía negarse a nada, le propuse dirigirnos a la pista y bailar una canción lenta. Estábamos entre todas las parejas totalmente pegados, empezamos rozando las mejillas y nos besamos dulcemente, para luego dar paso a largos, profundos y lujuriosos besos que hicieron que la temperatura subiera varios grados.
Mis manos se fueron deslizando por su espalda hasta encontrar la curva de su saliente trasero que agarré con fuerza. Hizo el intento de zafarse pero la atraje contra mi humanidad y me apreté un poco más, tratando de tocar su vagina con mi pene, aunque el abrigo no lo permitía. Fue cuando tuve la idea de abrir un poco más botones de su tapado.
-“Sabés que estás loco? cualquiera podría verme desnuda y calentarse con tu mujercita”
Es tan chanchita que mientras hablaba abrió dos botones, dejando sólo el último abrochado.
La temperatura continuaba subiendo, entonces me puse sobre ella, con las solapas del abrigo para cubrirnos -aunque sea parcialmente- a los lados, y empecé a frotar mi polla en su coño desnudo, que sentía como se iba mojando. Bajé con la boca hasta su cuello, me entretuve dándole ligeros mordiscos que la hicieron estremecer y le formaron piel de gallina. Luego descendí hasta los pechos, no tuve necesidad de apartar el sostén porque la lencería no hacía más que exponerlos, hundí ansioso mi cabeza y el embriagador perfume me terminó de decidir. Desentendido por completo del lugar y la situación los chupé desesperado, primero uno y después el otro, llenando de saliva sus pezones erectos, dibujando movimientos circulares con la lengua, lo que hizo que mi poronga se endureciese totalmente
Me come la boca con desesperación, sin decir palabra la continúo besando mientras mi mano se interna en la entrepierna para posarse en su vagina. La acaricio primero delicadamente, recorriendo cada pliegue de su vulva desnuda, y al tocarle el clítoris con un dedo no pudo contener un audible gemido de placer. Temí que fuera escuchado por otras personas, por lo cual la hice callar sellándole los labios con un apasionado beso, a lo cual me respondió con igual ardor. Introduje un dedo en su húmeda cueva, y cuando me facilitó la tarea abriendo más las piernas comencé a masturbarla metiendo dos dedos en su rajita depilada y chupando con frecuencia la mano untada.
-“¿Te gusta, mi amor?” me susurra con voz melosa.
-“Estás exquisita” le respondí.
Considerando que estábamos rodeados de tanta gente, no se atrevió al principio a tocar mi chota, pero interrumpí por un segundo las caricias en la vagina y tomándole una mano, la coloqué sobre el bulto prominente de mis pantalones.
Ella gritó de pasión en ese instante:
-“Ahhhh! Aaahhhh!!!” su respiración se hacía cada vez más agitada, la cara delataba el rubor de la excitación creciente, y fui por más: disimuladamente me bajé el cierre del pantalón, mi palo quedó liberado de su prisión y saltó como un resorte. Tenía el glande húmedo, estaba a punto para la penetración, pero aunque se acomodó entre sus piernas e inicié un sutil bombeo, en esa posición no podía entrar. Tan excitada como yo, mi esposa se estremeció como una perra en celo al sentir la presión, y comenzó a apretar las piernas sosteniendo mi polla entre ellas.
Se acercó a mi oído y metió su lengua muy suavemente, para terminar de volarme la cabeza:
-“Te pone al palo verme así de PUTA, ¿verdad, cariño?”
Cerré los ojos y me dejé llevar, porque ella no paraba:
-“Quiero todo eso dentro mío, cojeme bien, papito!”.
Sabía que la penetración era imposible, pero se había transformado en una gata que disfrutaba del momento tanto o más que yo. Conozco a la perfección cuando se entrega totalmente, el jueguito la había terminado atrapando, y la sentía temblar aferrada a mi cuello, en pleno éxtasis.
No pensábamos en otra cosa, el resto del mundo había desaparecido en ese mismo instante.
Acompañamos el ritmo de la música con ese mete-saca cadencioso, mi poronga totalmente húmeda por sus jugos se desliza contra su entrepierna lentamente, procurando alargar el final.
-“¿No tenés ganas que te la ensarte, putita?”.
Pilar solo gemía y asentía con la cabeza, se colgó con las dos manos de mi cuello, las piernas dobladas por las rodillas abrazándome con los muslos, y mirándome fijamente a la cara tuvo su esperado orgasmo.
-“¡¡¡Diossssssss!!!”, sonó desgarrador, su cuerpo no para de temblar mientras sus piernas pierden fuerzas.
Nuestras bocas se devoran hambrientas. Su lengua carnosa, de una vitalidad exquisita, dibuja círculos en el aire y se encuentra con la mía que la aguarda ansiosa.
La excitación es muy fuerte, ya no la puedo controlar. Había llegado mi turno, sin posibilidades de continuar resistiendo…
-“Mirá que ya no aguanto”
-“Dale, dame esa leche ahora”
-“No me hables así, hija de puta”
-“Siiiii! soy tu putita, para todo lo que quieras…”
Por fin le daba rienda suelta al goce, mi cuerpo se estremecía y sentí que estallaba en un gran orgasmo. Le abracé fuertemente la cintura, aceleré el ritmo del bombeo, y mi verga empezó a escupir chorros de leche espesa. Una andanada viscosa y caliente se precipitó en su rajita, desplazándose por sus piernas. Nos miramos uno a otro y nos continuamos besando con avidez, sonriendo cómplices.
Fueron minutos de evasión total, en los que no éramos conscientes que nos rodeaba gente que por nuestros movimientos y nuestros gemidos, algo tenían que haber visto…
Terminado el momento del clímax comenzamos a recuperar los sentidos, y al abrir los ojos comprobamos que a nuestro alrededor varias parejas nos miraban como anestesiados. Una de las mujeres comenzó a aplaudir y a ésta se le sumaron otras…¡y otros!. Alguien gritó ¡Otra, bravo! Acompañado por silbidos.
Estábamos totalmente avergonzados, nos habíamos comportado ni más ni menos que como adolescentes en celo. Rápidamente nos arreglamos las ropas, y como pudimos buscamos la salida.
Una vez que emprendimos el regreso a casa nos invadió el placer por la experiencia vivida, supimos que sería una anécdota excitante que recordaríamos toda la vida, y el punto de partida para muchas historias más…
Si les gustó el relato y tienen algo que decirnos, espero sus comentarios en nuestra dirección de correo.
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