Mirando a mis vecinitas
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Ese verano mi mujer me había dejado. Una vez terminado el papeleo del divorcio ella se marchó a su pueblo y yo me quedé solo en el apartamento en el que convivíamos y que habíamos puesto en venta.
El apartamento estaba en un tercer piso, era una especie de loft diáfano con cuatro grandes ventanales que daban a una calle bastante ancha. A través de mis ventanas podía ver las fachadas de varios edificios con sus balcones, ventanas y terrazas. Al estar de vacaciones pasaba casi todo el día en casa sin hacer nada y salía ya por la noche que se estaba más fresquito. Pasaba el rato enredando en el ordenador, leyendo algún libro y tomando alguna cerveza y preparando aperitivos, siempre desnudo y con las cortinas echadas para evitar el sol.
Una tarde cuando ya no daba el sol corrí una de las cortinas y abrí la ventana para que se ventilara un poco la casa. Al hacerlo me quedé ahí mirando por la ventana. Hasta ahora no había podido practicar una de mis aficiones favoritas: espiar lo que ocurre en las ventanas y terrazas de las casas de enfrente. Desde ese momento me dediqué a mirar todas y cada una de las ventanas y en poco tiempo localicé unas cuantas que podrían dar mucho juego.
En el balcón de un primer piso localicé una familia que pasaba casi todo el tiempo en ropa interior. El tío siempre en calzoncillos, la señora en bragas y sujetador hacía las labores del hogar con toda naturalidad y lo más sorprendente una niña de unos doce años que siempre estaba jugando a cambiarse de ropa. Soy poco dado a fijarme en menores por lo que no le di demasiada importancia a la cosa hasta que enseguida pude observar que la niña debía estar en pleno despertar sexual. Se probaba un bikini o se hacía una túnica con pañuelo, bailaba y se contorneaba en plan sexy pero lo más inquietante era que se acercaba mucho a la ventana, que a veces mantenía abierta, como con la intención de exhibirse y que la miraran. Desde luego la niñita me ofreció varios espectáculos memorables. Pude ver sus incipientes senos muchas veces al igual que su precioso culito. Mi angulo de visión hacia esa casa no era demasiado malo y podía ver mucho siempre que los visillos estuvieran apartados o la ventana bien abierta. Tenía un balcón que daba al salón por el que veía a la familia y una ventana que debía ser el dormitorio de los niños donde jugaba la niña.
En pocos días ya tenía una idea de los puntos de interés más importantes en los que me podría encontrar un buen espectáculo y uno de ellos era un piso con chicas estudiantes. Empecé a observar mucho movimiento de chicas en ese piso que me ofrecía una visión perfecta, pues queda justo frente a mi y a la misma altura. Pude ver que al atardecer las chicas llegaban a casa y se cambiaban para estar cómodas por lo que las pillé varias veces en tetas o totalmente desnudas. A todo esto yo había decidido permanecer con mis ventanas abiertas cuando ya no daba el sol y me desenvolvía por mi casa totalmente desnudo.
De vez en cuando levantaba la mirada y echaba un vistazo al panorama en busca de alguna escena. Un día por la noche estaba mirando a una de las chicas mientras se cambiaba la ropa, de pronto se giró hacia mi y me pilló descaradamente, hizo un gesto de desprecio, cerro las cortinas y ahí quedó todo. Yo hacía mi vida en pelotas por la casa por lo que las chicas me veían perfectamente. A raíz de la pillada que sufrí las chicas se cuidaban mucho de no exponer sus preciosos cuerpos a mi lasciva mirada por lo que dejé de observar sus ventanas y buscar en otras esas escenas que tanto me gustan. Como he dicho antes, yo estaba todo el rato desnudo por mi casa, caminaba de un lado a otro pasando por las ventanas a veces con la polla tiesa, otras floja, me la pajeaba y me exhibía sabiendo que las chicas me podían ver perfectamente. Una tarde al abrir las ventanas veo que en el balcón de las chicas han colgado un gran cartel en el que se lee: "VÍSTETE GUARRO". Muerto de vergüenza me vestí rápidamente y me puse a hacer gestos para que me vieran ya vestido y pedir que quitaran el cartel que podían leer todos los vecinos. Después de un buen rato aparecieron algunas de las chicas con las que tuve una conversación a base de gestos hasta que por fin retiraron el cartel.
A partir de ese momento me volví mucho más discreto en mi actividad de mirón empedernido. Procuraba estar con camiseta y pantalones cortos y mantenía las ventanas de forma que no se me viera fácilmente. Un domingo por la mañana muy temprano estaba todo muy tranquilo, no había tráfico y en la calle reinaba el silencio cuando al echar un vistazo al exterior veo que las chicas de enfrente me hacen gestos y me saludan alegremente. Yo no sabía como reaccionar y no quería volver a pasar otro momento de vergüenza pública por lo que las saludé tímidamente y me dispuse a desayunar. Las chicas insistían con sus gestos y escuchaba con nitidez como me llamaban desde el otro lado de la calle por lo que accedí a comunicarme con ellas a ver que querían.
Ante mi sorpresa me estaban pidiendo que me desnudara: -vamos, guarro, desnúdate- , – Queremos verte la polla-. Yo estaba totalmente desconcertado, no sabía bien que hacer. Primero me avergonzaban y me humillaban y ahora me estaban pidiendo que les mostrara la polla. ¿quien entiende a las mujeres?.
Una vez más tranquilo y ante la juerga y el cachondeo que se traían mis vecinitas les hice un par de flashing pero entre risitas y cachondeo me pedían que me desnudara y me pajeara para ellas. Así lo hice, me quede completamente desnudo y con la polla bien tiesa les ofrecí un buen rato de show erótico hasta que pensé que yo también tendría que tener alguna compensación. Corté bruscamente la exhibición, me vestí y saludé a las chicas dando a entender que ya les había dado lo que querían. Como era de esperar ,mis vecinitas querían más y pedían insistentemente que continuara con el show. Con gestos muy evidentes les dije que yo también quería verlas desnudas, que para continuar, ellas también debían de enseñarme sus femeninos atributos. Tras unas breves deliberaciones, una de ellas, abrió el albornoz que llevaba puesto y me enseño su bonito cuerpo. La cosa ya me empezaba a gustar más. La chica del albornoz era una verdadera preciosidad, morena de pelo largo un poco gordita con un tipo precioso.
Dejó caer el albornoz y quedó en bragas y sujetador. Las otras chicas reían y la animaban, igual que yo, a seguir con el striptease. En agradecimiento por el show que me estaban ofreciendo me volví a quedar en pelotas y a pajearme ante la mirada de las vecinas. Otra de las chicas se puso de espaldas y con movimientos muy sexys se fue bajando el pantalón hasta mostrarme su precioso culito en todo su esplendor. Varias de ellas fueron levantando sus camisetas y bajando sus pantalones del pijama enseñando sus cositas de vez en cuando. Fue impresionante. Jamás hubiera imaginado una situación así pero aquello estaba ocurriendo de verdad y lo estaba disfrutando como un loco.
Así fue pasando un rato muy agradable en el que yo me pajeaba y exhibía ante mis vecinas y ellas me iban mostrando sus culitos y tetas alegremente. Cuando ya no pude aguantar más avisé a las chicas de que me iba a correr y así lo hice.
Hacia el mediodía bajé a la calle para hacer unas compras. Al salir de la panadería veo que me voy a cruzar con dos chicas que podrían ser las vecinitas con las que había tenido la maravillosa sesión de voyeurismo/exhibicionismo. En efecto, una de ellas es la morenita del albornoz. Al parecer ellas también me han reconocido y cuando ya estamos muy cerca nos saludamos tímidamente con la mirada. Sin pensar mucho les dije rápidamente que me había gustado mucho lo que habíamos hecho por la mañana, la morenita me contestó que a ellas también les había divertido mucho. Iniciamos una breve conversación en la que les comenté mi desconcierto por su actitud hacia mi y les pregunté por qué aquel día se enfadaron tanto conmigo y hoy me habían montado una sesión de erotismo visual.
La morenita me contó que habían pasado el verano en ese piso varias estudiantes de diferentes ciudades para hacer unos cursos en una universidad. Que cuando me pillaron que las miraba todas se pusieron muy dignas y me quisieron dar una lección, avergonzándome, poniendo aquel cartel. Luego se acostumbraron a verme paseando en pelotas por mi casa y acabaron cogiéndome cierto cariño y perdonando mi actitud lasciva. Ese domingo era el último día que estaban en ese piso y quisieron despedirse de mi de la manera en que lo hicieron esa misma mañana.
Guocher
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