MIS PAJAS POR LAS PIERNUDAS
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Soy un hombre solo.
Vivo en una casa donde enfrente, hicieron una construcción destinada a alquilarla para estudiantes universitarias, ya que vivo en una ciudad donde hay una universidad a la que concurren estudiantes de otros lugares, y a esta construcción que comentaba, una vez finalizada llegaron unas muchachas que parecían todas como seleccionadas por sus inmensísimas piernotas gordas y una hermosura despampanante.
¡Ayyyy! recuerdo que me dije, apenas las ví.
Sabía que no iba a poder aguantar esas calenturas bestiales que iban a hacerme sentir, y ya.
imaginé lo que me iba a pasar: Iba a empezar a pajiarme por las piernudas, como el más desaforado de los pajeros.
Dicho, y hecho.
Ya el primer día la Yéssica -una despampanante muchacha por demás piernuda-,comenzó a hacerse ver ante mí con una despampanante minifalda extremadamente cortita, y fue sólo verla, y mi vergota casi dá un alarido como Tarzán, el de la selva.
Salí expreso hacia adentro, y como un demente calentón, me desnudé y comencé a pajiarme por la Yésssica, hasta que los chorros de leche me saltaron para todos lados mientras profería yo los más extravagantes gemidos y suspiros orgásmicos que la Yéssica escuchaba claritos, dándose perfecta cuenta de lo que me estaba pasando por ella.
Me pajié varias veces hasta calmarme, y seguía yo con mis gemidos y exclamaciones sin disimulos.
Obviamente que la Yéssica fue y le contó a sus amigas lo que había pasado, y ahí nomás, pasé a ser un personaje para ellas.
Simpáticas todas, y muy amistosas, apenas nos cruzamos me saludaron, pero yá.
esa "cosa" entre nosotros estaba planteada: ellas, sabían que yo ardía por ellas, y que era un desaforado pajero que me desahogaba a mi manera pajiándome como un demonio.
Me saludaron como les decía, pero en sus saludos iban mezcladas las risitas cochinas, y las miraditas cómicamente burlonas, maliciosas, puerquitas.
Corría yo hacia adentro cada vez que las veía ahí en la vereda, y ellas ya sabían a dónde iba yo, o, mejor dicho.
"a qué" iba.
y ya empezaban a soltar risitas, y cuando mis gemidos y suspiros -que exprofesamente maximizaba yo en sus volúmenes-, comenzaban a ser por ellas oídos, sus carcajadas brotaban a coro.
Mis orgasmos eran cada vez más potebtes, y mi leche saltaba mientras las miraba a través de las hendijitas de la estera de mi ventana, pajiándome a dos manos y hasta saltando en el frenesí masturbatorio aquél.
Luego, saliendo yo hacia afuera y dejándome por ellas ver, me hacía yo el muy seriecito y muy indiferente, pero ellas sabían que éso era parte de mi jueguito, y me miraban con las más cochinas risitas haciéndose entre ellas comentarios en voz muy baja, que arrancaban las más estridentes carcajadas a cada rato.
Yo.
me hacía el muuuy seeeerio.
E llas.
más se reían.
Cínicamente hablaba frecuentemente yo con todas ellas haciéndome el muy respetable señor de la seriedad total, pero siempre exagerando a propósito éso para que ellas se dieran cuenta de aquél mi jueguito, y debían hacer tremendos esfuerzos para hablarme sin largarse las risas en mi cara.
Esfuerzos, claro está, que a veces no tenían buenos resultados.
Pero yo: un duque! Serio, siempre!
Un día las muy cerdas comenzaron un sádico juego de exhibirse para mí mostrándome exprofesamente sus inmensas piernotas poniéndose unas minis que por gusto se subían hasta dejarse las nalgas bien de afuera así colocándose estratégicamente en un lugar desde el cual mas nadie que yo desde mi ventana tras la estera ahí parapetado podía verlas -cosa que ellas sabían muy bien-, y ahí.
mis pajas comenzaron a ser como de antología, y mis gritos y alaridos, suspiros y gemidos, parecían como los proferidos por una caravana de locos adentro de un manicomio.
Ellas, parecían descostillarse de tanto reírse.
Por fin, un día una de ellas me enfrentó, y me dijo:
-"Vecino.
¿porqué no nos reunimos un día, y hacemos algunas cositas usted y nosotras.
eh?"
Sentí.
"cosas"; como si un timbre me sonara así adentro de la verga y los huevos.
como si la leche comenzara a hacerme gorgoritos.
no sé, cosas.
La muchacha me hacía morisquetitas y me sacaba la lengua mientras esperaba mi respuesta, y yo, que me dí cuenta ahí que estaba mal ser así taaaaaan pajero, comencé a ver la posibilidad de comenzar con mis vecinitas piernudas, algo mejor que aquellas pajas que me estaban por volver ya, medio loco por ellas.
Sí: estaba por comenzar, algo que bien merecería ser en un capítulo aparte, también contado.
Pero ahora no los molesto más y los dejo leer otros relatos, y me despido.
¡Chaucito!!!
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