Sombras de un Voyeur
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Eventualmente_Sexual.
—Estoy en el lugar donde comenzó todo—
De chico todo nos es grande, aunque siga siendo un patio extenso, cuando era niño para mí no solo era un patio, sino toda una selva donde pasaba mis mejores ratos. Corría y casi en todas las matas, me guindaba como un mismo mono. De ahí me alimentaba también, y en las esquinas donde el monte era alto, ahí escondido tan solo cagaba, porque orinaba donde me diera las ganas. Y es que así la pasaba, prácticamente tuve que valerme de mí mismo. Tenía a mi hermana mayor, una mujer adolescente, apática, tan falta de tacto y con una ruinera, así como andan las propias perras —y lo digo como el animal mismo—.
El primer novio que tuvo, fue a los 15 años, creo debía tener yo unos ocho años por mucho. Al regresar del colegio, sabía que en la cocina no iba a encontrar nada, por ello iba al patio y con frutas tropicales me alimentaba. Al menos en la noche cenaba bien cuando llegaba mamá, algunos que otro fin de semanas que se iba de parranda y llegaba borracha, pero de resto la comprendí. Trabajo mucho para nosotros dos.
—Ahora mismo estoy acercándome a la ventana de su habitación—
Fue tan simple casualidad, no era común que fuera yo a molestarla, ni mucho menos por comida. El siguiente recuerdo, aplasto lo precedente; no recuerdo muy bien que hacía antes de ver eso, tampoco recuerdo porque fui a ver por la ventana de su habitación. Solamente el pulso de mi corazón… ¡ese placer! Nunca lo he olvidado y lo busco como adicto en desesperación.
Era un conjunto sin igual ¿Qué me habrá gustado de aquello? ¡Lo masculino! ¡Lo femenino! ¿Pero si es tu hermana? —que importa todo ello— me espete a mis adentros. No era ni el uno, ni el otro… es el acto en sí.
<< ¿Qué juzgaría yo? >>
¿Al dramaturgo? ¿A la obra? O los actores… todos son esenciales. La ovación va dirigida al acto de la cual a mí me hizo sentir una gran emoción.
Como si Michelangelo hubiese esculpido su cuerpo. La anatomía del púber era de gloriosa masculinidad. La posición es de un guerrero opulento viendo su victoria bajo sus pies. Cada marcada y tenacidad de los músculos, goteaba sudor y mi garganta seca anhelaba saciar mi sed con esa maravilla de explicitud.
Con la mirada agotada y llena de sació. Desde la vista cenital, veía como la diosa morena se apoyaba contra los pilares esculpidos. Retorciéndose a igual a una serpiente, llevaba a las fauces bucales esa víbora templada y en su cueva toda la atrapaba.
Unos ojos rojos, lágrimas en las mejillas. No lo sacaba después de un tiempo adentro. Con ahogos interrumpidos iba saliendo de nuevo. Era igual a una tabla del clavadista después de saltar; quedaba toda esa masculinidad tiesa y mojada, saltando para arriba y para abajo. Después de tan salvaje atascada otra vez a su boca iba a dar.
Mis pensamientos absortos, el corazón acelerado iba por la boca a salirme. Mi mano con voluntad propia asió mi pene. Cuando el viril falo salido de nuevo de la cavidad bucal de mi hermana. Chillo él como un romano herido. Toda la tensión llego al punto máximo, y su cuerpo convulsiono espasmódico y sin control. Deseo mi lengua probar el acto final, tan solo me puse de pie y ovacione en silencio el bajón del telón.
—Frente a la ventana de esa habitación ahí lo veo todo de nuevo. Como fantasmas del recuerdo, simulando el acto una y otra vez sin parar. También a mi lado está ese niño de unos ochos años. Levanta la mirada hacia la mía y pregunta dentro de mi cabeza.
— ¿Esto fue lo que te jodió tu puta vida?
— ¿Tú crees?—le pregunto.
— Cuéntame ¿cuándo fue la última vez que alguien te acompaño a la cama? — mirando a mis ojos pregunta con cinismo en su mirada.
No hay repuesta, mi silencio descubre todo ¡mi propia realidad!
Era algo sin igual ¿acaso todo lo hacían para mí? Es el mejor puesto que tuve, de primera clase donde puedo verlo todo. Tan cerca, tan explícita imágenes ¡eran los mejores gráficos que pude tener en mi niñez! donde lo vi todo, pero que nunca he puesto en práctica.
Ella estaba acostada en la cama, exactamente su torso a la horilla y sus pies montados en el pecho del novio. Aquel trozo de carne, tan duro y con fuerzas y muy parecido a él, entraba y salía de ese hueco húmedo. Salía brillante, lleno de sus fluidos. Deseaba ser yo, ese pene, entrando y saliendo. Tocando fondo, golpear su pelvis, y rozar las bolas contra el felpudo de mi hermana ¡Qué asco siento!
Es que la odie tanto…
Lo que me encantaba de mirar, era ver su cuerpo sudar. Sudaba tanto y la cara se le enrojecía, el cabello se le humedece, y con la boca hace un mohín; resoplando su virilidad enardecida. Mientras enviaba toda su pelvis contra la pasiva, hubo un momento y se quedó pegado como los perros. Arrugo la cara e imaginaba yo como toda esa energía se copaba dentro de mi hermana.
Debía yo dividirme en ambos. ¡Ser él! ¡Ser ella!
—Entro a la casa y todo está lleno de polvo, respiro y parece estar en las paredes el sudor del recuerdo. Estoy empalmado hasta no más poder ¿Dónde comienzo hacerme la paja?
<< ¿En la sala? ¿O en la habitación de ella? >>—
Cuando estaba yo detrás de la ventana, en ese momento todo lo olvidaba y no lo recordaba jamás (incluso hoy en día no lo recuerdo) entonces tampoco recuerdo para donde coño andaba mi hermana, pero esa tarde de un verano intenso. Mamá estaba en la casa —ni recuerdo porque llego tan temprano— sé que a veces lo hacía, pero esa tarde no lo sabía. Mi cuñado estaba también en la casa, y como ya era parte del pequeño núcleo familiar, era normalísimo que estuviera sin camisa y con el jean desajustado. ¡Hasta yo mismo lo comía con la mirada!
En el porche mamá y él hablaba, también oía las risa y de vez en cuando hasta un grito preferido por mi madre. Mientras yo estaba en el patio, con tal mono buscando frutas para alimentarse —aunque ahora lo hacía, no por hambre sino por costumbre—.
El silencio llegó al patio, tan solo la densa brisa soplaba en mis oídos y la tranquilidad eran tan extraña pero tan conocida por mí, que empecé a oler los nervios de lo prohibido ya por hacer.
Bajo de la mata y salto a la tierra, empezaba a coger impulso y correr, luego recordaba que debía ser sigiloso. Iba por el callejón y pegado a la pared, comienzo a espiar por la ventana de mi hermana.
Mi piel se tensaba, mi corazón funcionaba como locomotora y por mis oídos se iba todo el vapor que de mi cuerpo emanaba. Al ver caigo en cuenta que mi hermana no está en casa y ver a mi madre hizo que regresara mi mirada. Timbrado muy sorprendido, en mis pensamientos hallaba eso mal y hasta asqueroso. Cuando tuve por irme de nuevo al patio, era porque no sentía ganas de ver a mi madre. Pero la sensación de espiar, de mirar lo que hacen los demás, latía en mi mente, en mi corazón y también en mi pene.
Tuve que volver, y fui viendo lentamente. Estaba él acostado en la cama, sus piernas caían al suelo. No se ha quitado el jean, solo saco su pedazo de carne gruesa y viril. Mamá estaba mamando ese falo con mucho ímpetu. De nuevo mis pulsaciones hacen tensar todo mi cuerpo, y el morbo se concentra en la boca de mi estómago; dejarlo ahí y sin acabar nunca.
Cuando mi cuñado levantaba la cabeza y gemía entre dientes, sentí unos espasmos en mi pelvis. La posición en la que estaba, y medio doblar la nuca, para ver cómo le maman la entrepierna, más adelante yo sabría que poniéndome así, sentiría un placer intenso; levanto la cabeza y veo como mi mano asía mi pene. Así acababa cuando las pajas me las hacía en la adolescencia.
De nuevo mi yo interno se dividía en dos sexos. Quería ahora ser mi madre, siendo yo ella disfrutaba como se chupa una buena verga. Y también por otro lado, deseaba ser yo ese adolescente macho, tan viril y tan hombre, como las mujeres se mueren por mamarle ese pedazo de carne gruesa y latente.
Estaba tan acostumbrado a ver por la ventana, que con mi hermana ya era normal estar viendo sin preocupación que ella o él me vieran —porque nunca andaban preocupados de eso— pero mi madre sí que era precavida, recordaba que yo estaba en la casa (lo que no hacía mi hermana) y mi ella viendo hacia la ventana, nuestras miradas se han encatrados asustadas.
Fue la primera y última vez que fui pillado, espiando. ¡Más nunca deje que mi imprudencia, interrumpiera tan hermoso acto!
—Salgo al patio, no ha cambiado en nada, de hecho esta más lleno de matas de jardín. Hay flores y es hogar de mariposas de mucho colores.
<< ¿Cómo pudieron sacarme de mi habitad? >>
Hay una mata de mangos, la que está en el medio pero al final del patio. Este era al que más subía, y donde comencé a hacerme las pajas. Subía hasta el último copita del árbol, veía los demás solares. Subo la mirada, y de nuevo el fantasma de mi niñez está a mi lado.
— ¿Subimos? —me pregunta sin verme a la cara y con la mirada al alto de la mata.
— Creo que perdí la habilidad de hacerlo —le respondo.
— ¿Qué te pasó? ¿Por qué te dejaste joder tanto?
Nos vimos a los ojos y de nuevo desapareció ante mi mirada. —
Al encontrarse nuestras miradas, mi instinto fue correr al patio, fui a la mata de mago y a la cipota más alta fui a dar. Mamá salió detrás de mí, llamando a mi nombre con mucho cariño y vergüenza también.
— Baja Ricardito ¡ven acá! — me dice.
Al poco tiempo, por la insistencia bajo pero no al suelo. La veo con mucha pena, pero también sé que ella está peor que yo. Y lo he comprobado, me dio un billete de alta denominación. Mis ojos se abrieron tanto y tuve que suprimir mi emoción.
— No digas nada ¡por favor! Ni mucho menos a tu hermana ¿vale? — solo dijo eso. Yo asiento y luego regresa dentro de la casa.
No sé si continuaron, yo quede tan contento con el billete, era el primero que recibía y jamás pensé que fuera de tanto valor. Cogí un pote plástico con tapita y todo, hice un hueco en la tierra con mis propias manos, ahí lo enterré, y más nunca lo volví a sacar. Olvide donde fue, por un acto que volví a ver…
Mi hermana era delgada, casi flaca, pero se le pronunciaba unas curvas en las caderas. Su vagina era la más hermosa que he visto. A pesar de llevar tanta verga, seguía firme, con los labios escondidos y su botón recogido.
Mi cuñado a veces le acababa afuera, y dejaba todo rojito y lleno de su hombría. Luego le pasaba la punta del pene como un brochazo. Quería ser yo quien hiciera eso, también deseaba ser esa vulva, rojita y llena esperma.
El novio de mi hermana también sabía que yo vi a mi madre hacerle una mamada, pero nunca me dijo nada al respecto, ni cuando estamos solos (a veces). Hubo una tarde, ellos entraron a la habitación, yo en el patio reconocía ese silencio e inmediato olía el morbo encerrado.
Fui a la ventana, con mucho cuidado comienzo a ver el acto. Y este fue diferente a los otros anteriores.
Ella boca abajo, tenía los ojos tapados por un pañuelo de Fernando. Estaba en cuatro, como los perros. El manoseaba sus nalgas, se agacha y le lame el culo, como también la vulva. Fernando está completamente desnudo, una verga bien empinada y una tez morena comenzado a sudar.
Enterró la nariz y la boca en su fruta vaginal, salió húmedo y lamiéndose por los lados. Paso la lengua como un perro bebiendo agua. Y sin esperarlo, sonriente sus ojos ven a los míos. Quedé pasmado, no corro porque Fernando al mirarme hace señal de silencio con su dedo en los labios. Luego giña un ojo, mi cuerpo se estremece y la complicidad llega a mis sensaciones.
Se puso de pie, y hacía toda mofa o mueca en su rostro, como un mimo gracioso y excitado a la vez. Cogió su mástil grueso, y con la punta hacia círculos en la entrada de mi hermana, ella gimiendo divino, se retorcía. Tapados sus ojos, jamás pensó que su novio lo ha hecho para darme cacha a mí, a ver toda su perversión.
Al metérselo al fondo, ella casi grita y le empieza a coger fuerte. Se muerde el labio inferior y viéndonos a los ojos, seguía su vaivén intenso. Luego lento, mostraba a su único público; como enterraba toda su hombría en un interior caliente y húmedo. Profunda emoción.
Al eyacular, fue mucho semen que vi disparar, y caer en la espalda de mi hermana. Con el sudor de ella, lo rego Fernando. Mostraba su verga aun erecta, y hacía seña viendo a mis ojos; ofreciéndola si yo también quería sentir su hombría en mi interior.
Y ya sabía que eso podía entrar en mi interior…
—Ahora que estoy de nuevo aquí, mi intención va ser remodelar la casa, voy habitar los cuartos y ellos puedo alquilar. Puedo hacer unos agujeros para mi deleite, y los inquilinos serían tan solo parejas de novios; sin hijos y nadie más. Toda esto me tiene empalmado, lo creo posible, y con la tecnología de hoy, hasta puedo grabar << ¡No! >>
No quiero grabar, no quiero usar la tecnología, quiero que mi morbo sea como siempre ha sido: primitivo, antiguo y conservado.
Tomo asiento en una piedra, saco mi verga del pantalón pero no es para hacerme una paja, también es costumbre. Desde que se hizo grande mi entrepierna, la saco en privacidad; añorando una fantasía que hay otro, también expíe mi desnudes. Y estando en el patio, pueda que unos de estos vecinos este viéndome ahora mismo. Mi verga late y se emociona de solo pensarlo.
De nuevo regresa mi niñez, está sentado a mi lado. Ambos vemos fijo hacia la puerta que da al patio. Y creo que ambos vemos a Serena y a Fernando.
— ¿Recuerda cuando lo hizo? — le pregunto.
— ¿De qué hablas?
— ¡Vamos! No te hagas el loco—le espeto.
— Eso tú lo has imaginado ¡nunca sucedió! — viendo a mi cara lo dice un poco molesto, como queriendo dejar el tema hasta ahí.
Recuerda que siempre olvidamos, cuando vemos por la ventana, y es cierto que es así— lo miro a los ojos, y su mirada está temblando—continuo y le digo— pero esta vez, hicimos el esfuerzo para olvidarlo.
Mi niñez se queda viéndome por unos instante, luego desaparece sin decir nada. —
Estaba yo en la esquina enmontada, ahí cagaba como ya he dicho antes. Fernando apareció interrumpiendo mi necesidad. Al verlo me pongo de pie y lo veo a los ojos, él está sonriendo, y empiezo a sonreír también. Como siempre, Fernando anda con el jean desajustado, pero esta vez se le ve la erección marcada, también los pelos negros y hechos rollos. Se bajó el cierre de una vez, salió esa mamba morena, templada y cogiendo más fuerzas. Se la asió con la mano y la descapullo de un solo jalón. Dejando ver un glande color vino tinto, hinchado y palpitante. Fernando con morbosidad en sus ojos, me arrincona a la pared. Como ya no pude echar más hacia atrás, tuve que agacharme, pero el cerro los pies. Viéndome desde un punto cenit, se masajea la verga y veo como ese garrote es estimulado. Se agacho un poco, y anuqué echaba mi cara a todo lados, siempre hubo un poco de haberme tocado. Sentí su virilidad rozar mis labios, estaba caliente y olía a un aroma —que más tarde me gustaría de mi propio sexo—. Pero en ese momento rechace ese olor. Fernando se puso de pie de nuevo, y siguió jalando su miembro, hasta el punto de templarlo recto y prensado. Vi tan de cerca, como esa verga se dilató, y el glande como un cañón, se contrajo y luego escupió. Chorreando toda mi cara, cabeza y piernas también.
Fue una lluvia de semental caliente…
Tuve dos noches con el pensamiento largo. Mamá cuando llegaba en la noche, me preguntaba si estaba enfermo, y yo contestaba que no. Cuando salí al porche, estaba Fernando solo, me acerco a su lado, casi pegando mi brazo al suyo, sentí la pegajosidad de su sudor y él al sentirme se aleja y me sacude poniendo una mala cara.
<< ¿Qué creía? Que yo iba era tocarlo ¿por qué me sentía enamorado de él? Que equivocado estaba… >>
Deje que mi rabia se apoderara de mí, se manifestó un yo, que desconocía. Y por su expresión, supe que Fernando también me ha desconocido.
— Le voy a decir a mamá que tú me hiciste eso.
No respondió nada y le vuelvo a hablar.
— También le voy a decir a Serena, que tú la engañas con mamá.
Si hubiera subido la mirada hacia la puerta, hubiera visto a mi hermana saliendo al porche. Traía en sus manos un plato, servido con atol caliente. Sus ojos se pusieron negros, también ella se despertó —aunque ya yo conocía— un demonio de furia incontrolable.
Lanzó el plato contra Fernando, este aunque pudo apartarse a tiempo, siempre le quemo el atol caliente. Se puso de pie y siguió detrás de Serena, que iba a la cocina enfurecida hacia donde mi mamá estaba. Yo quede pasmado ahí sentado, queriendo regresar el tiempo, y evitar ver dicho eso.
No podía creer lo que he provocado. Adentro se oyeron los gritos. Cuando desesperadamente, Fernando comenzó a gritar ¡Serena que ha hecho! ¡Qué has hecho! Espabile mis ojos y rápido salgo corriendo. Pero no por dentro la casa, me voy el otro callejón y por la ventana que da la cocina ahí veo la desgracia.
Mamá estaba en un charco de sangre, tirada al suelo, inerte y con muchas puñaladas. El cabello negro de Serena le caía todo hacia adelante, no le cubre la cara pero ella bajaba la cabeza y no le veía la mirada. Mientras Fernando seguía gritando: ¡que había hecho! Serena se voltea con lentitud, de frente a Fernando, se le abalanza y lo roza con el cuchillo, cortándole por las costillas. Él fue rápido, y sin más salió a todo correr. Lo veo salir de la casa, e imagino que tuvo que saltar la pared.
En cambio yo, salgo y corro en la oscuridad del patio, y subo al árbol de mangos. Subo tan alto y sin ver nada. Casi caigo, creyendo que iba a subir más alto, pelo una rama, pero con la misma me sujeto otra que hay a un lado. Temblando oigo los gritos de Serena: ¡Por qué! ¡Por qué! ¡Todo es tu culpa! ¡Maldita zorra!
A las 11:00 estaban buscándome los policías con sus linternas, alumbrando hacia arriba. Hasta las 4:00 am. Fue que pude bajar, por un psicólogo que me hizo confiar.
Al salir de casa, lance la mirada hacia las ventanas. Tan solo quedaba los dos charcos de sangre; uno el de mi madre y el otro el de mi hermana.
— A mí lado está el viejo Ricardito, de nuevo estaba sentado. Ambos vemos hacia las ramas de los árboles. Mi niñez, luego pregunta sin esperar respuesta de mi parte.
— ¿Fue culpa nuestra verdad? Ya sé que el psicólogo te dijo que mi hermana era inestable ¡pero si no hubiésemos abierto las bocas! Mamá tuviera viva y tú no hubiese vivido en ese lugar, lejos de tu habitad.
Tan solo hice fue escucharlo hablar y oírlo como se culpaba. Luego hubo silencio y las lágrimas por mis mejillas rodaron. Entrecerré mis ojos y al abrirlo de nuevo, lo veo frente a mí. Mi yo pequeño, mirándome con compasión. Y le digo.
Ven… ¡regresa a mi interior de nuevo! Que ya estoy aquí. —
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