UN POQUIIIITO DESPISTADA
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Maduritaseconfiesa.
Por aquella época trabajaba en una gestoría administrativa por la mañana y estudiaba por la tarde en la facultad. Tenía el horario completo desde las 8 de la mañana hasta las 10 de la noche sin poder pisar mi casa en todo ese tiempo, así que iba siempre cargada como una mula: el bolso, el maletín del curro, la mochila de la facultad y alguna carpeta o algún libro que ya no cabía…
Aquella noche salí de la última clase a las 10:00 PM y salí corriendo para tomar el autobús hacia mi casa, que pasaba por la parada cercana a las 10:08 PM; daba tiempo pero justito.
Llegué agitada a la desierta parada del bus, ubicada a la entrada de un parque aledaño. Todo podía ser que hubiera perdido el bus. Cuando me di cuenta de que había un señor dando pasos arrastrados y distraídos por detrás de la parada. Me puse en pie para preguntar:
– Disculpe, Caballero ¿Tiene usted hora?
El hombre se quedó congelado por un segundo, me miró extrañado y me preguntó:
– ¿Es a mí?
– Sí, por favor ¿Sabe usted qué hora es?
– Sí, sí –mirando extrañado su reloj de pulsera-. Son las 10 y 5.
– Ufff! No sabrá usted si ha pasado ya el 68 ¿verdad?
– Pues no lo sé, no.
– Bueno, a ver si he tenido suerte… ¿Espera usted también el autobús?
– No, yo no –me extrañó la respuesta porque allí no había otra cosa.
– Ah! Entonces a pasear un poquito ¿no?
– Sí, algo así.
– Es una costumbre muy sana. Mis padres lo hacen cada día después de cenar. Ojalá yo pudiera hacerlo, pero con los horarios que tengo me es imposible –cuando estoy nerviosa hablo con las piedras, ya os habréis dado cuenta -. Uy! Perdone, que a lo mejor le estoy importunando…
– No, no, tranquila –seguía de pie detrás de la parada y yo de pie ante los asientos.
Miré y vi venir el bendito 68.
– Anda, mira, ya lo tengo aquí –y me agaché a recoger todo mi “equipaje”.
La sorpresa fue cuando levanté la cabeza para volver a incorporarme: me quedé congelada durante 2 segundos. Como a ¡10 centímetros! de mi puta cara, separada de ella por el cristal de la parada, vi… toda “la exposición de medios” del caballero. Su polla erecta, cíclope de un solo ojo, apuntando directo a mi entrecejo, sus huevos con la piel tensada colgando por fuera de la cremallera, su mano pellizcándolos nerviosa y suavemente.
Le había estado dando conversación a un exhibicionista y ni me había enterado… Total, que entonces entendí lo de estar en una parada de bus sin esperar al bus, lo de ir a pasear y no pasear…
En fin, que como soy como soy, en lugar de gritar, asustarme, indignarme o insultar, lo único que me salió del cuerpo fue un “¡Anda, Manuel!”, que es un grito de sorpresa que siempre se ha usado en mi familia, pero que en aquel momento sonó como si conociera yo de toda la vida aquel escroto…
Me metí en el autobús con un cachondeo encima que no lo podría describir, por aquel encuentro con el exhibicionismo clásico y marrano del “pervertido del parque” y porque debo reconocer que soy “un poquiiiito despistada”.
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