UN SHOW MUY CARO; COSAS QUE PASAN EN LAS OFICINAS
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por rafles69.
El teléfono sonó por una eternidad antes de que Laura lo contestara. Esta actitud impasible molestaba mucho a Roberto pero era incapaz de reprochárselo abiertamente. “Laura es tan eficiente y responsable que algún defecto tenía que tener” pensó, mientras la veía susurrando quedamente al teléfono con una enorme sonrisa dibujada en su rostro y los negros ojazos entrecerrados. No cabía duda que Laurita estaba bien enamorada. Ella lo había mencionado muchas veces; y a él le constaba pues fue invitado a la boda.
– Licenciado, ¿me da permiso de salir temprano?; mañana repongo el tiempo si está Ud. de acuerdo- dijo Laura.
– Adelante Laurita, ya sabe que por mí no hay problema – respondió Roberto deleitándose en el hermoso rostro de Laurita. Era una muñeca, no cabía la menor duda, perfecta tez morena, rostro alargado pero bien equilibrado, nariz afilada muy bien delineada, enormes ojos negros bordeados por una espesa ceja negra al estilo de las mujeres de medio oriente. Pómulos bien remarcados y pequeñas orejas adornadas con aretes caros. Sus dientes blanquísimos cubiertos por unos carnosos labios rojos conformaban una sonrisa angelical. Su esbelto cuerpo atlético era envidiable, se veía sobre la ropa que los músculos de sus nalgas y piernas estaban bien macizos. Su abdomen era totalmente plano y sus largas manos muy estilizadas. Alguna vez la había visto de minifalda en una reunión y sus pantorrillas eran algo fuera de este mundo; ovaladas y musculosas pero muy femeninas a la vez. ¿Habría alguien que se hubiese resistido a la tentación de morderlas?
Laura recogió su escritorio, tomo su bolso y su sombrilla y se despidió de beso de su jefe saliendo apresuradamente de la oficina.
El ruido de sus tacones bajando la escalera cadenciosamente se quedó atrapado en los oídos de Roberto.
Ese día usaba unos zapatos abierto de color azul eléctrico de tacón muy alto.
Varias correas delgadas se enroscaban en los pequeños pies de Laura.
Que hubiese dado Roberto por besarlos toda una noche.
Nadie en la compañía tenía una asistente como él; eso era un arma de dos filos.
El aroma del suave perfume de Laura envolvió a Roberto quien cerrando los ojos echó su imaginación a volar y se vio a si mismo lamiendo todo el desnudo cuerpo de su asistente.
Se dio prisa y terminó su trabajo apresuradamente.
No aguantaba las ganas de ver pornografía.
No soportaba más la imagen de Laura moviendo sus pequeñas nalgas al ritmo de sus pisadas y su espalda despareciendo por el dintel de la puerta para perderse en la escalera.
Su pene no podía concentrarse más en el trabajo.
Abrió una página de sexo amateur y ansiosamente fue abriendo un post tras otro esperando encontrar uno en el que apareciera una mujer parecida a Laura.
Sus manos temblaban y sus dedos se le enredaban.
Su corazón palpitaba con taquicardia y su miembro se ponía cada vez más duro mientras miraba un video tras otro.
Algunos eran magníficos, otros eran realmente deplorables.
Se preguntaba si eran genuinos, ¿Dónde estaban esa mujeres calientes capaces de coger con un desconocido? ¿Dónde estaban esos esposos que tan alegremente compartían a sus esculturales esposas? ¿Realmente existía gente así? La verdad es que pocos de los actores y actrices parecían profesionales, algo de verdad tenía que haber en este asunto.
El pantalón le apretaba un poco así que decidió quitárselo.
Debía verificar que la puerta estuviese bien cerrada y que el sonido de los videos fuese lo bastante bajo para que no se escuchase en los pasillos o en las demás oficinas del edificio.
De repente al pasar de un video a otro una imagen se le hizo familiar.
Un tremendo culazo era perforado desde atrás por un chaval de escasos 20 años.
No se veía el rostro de la dama, pero en algunos movimientos se le alcanzaba a ver el cabello castaño.
El chico le daba con todo por detrás y no paraba de dar nalgadas a tan preciosa cola.
Algo no estaba bien en ese video.
El titulo decía, “Me cogí a mi vecina de treinta y tantos”.
La textura de la piel de la espalda baja de la mujer le provocaba escalofríos pero a la vez lo excitaba más.
Se olvidó de Laurita.
Tomó su celular y decidió tomarse un set de buenas fotos.
Jamás había visto su verga tan enorme.
Subió un poco el volumen del video y los gemidos de la mujer hicieron que los escasos bellos de su espalda se erizaran; esa señora sí que estaba gozando.
Era el preciso momento para jalar con más fuerza su miembro.
Una última foto.
En el momento justo en que el flash relampagueó la puerta de la oficina se abrió y Laurita entró zapateando con rapidez, había olvidado su cartera.
Roberto sintió que el mundo se le venía abajo.
Trató de esconderse arrastrándose sobre su silla debajo del escritorio.
Alguna vez había imaginado una situación similar y le había parecido una idea fantástica pero ahora que se había hecho realidad era algo terrible.
Laurita abrió la boca llena de asombro, dio la media vuelta y dejando la puerta abierta huyó corriendo por la escalera.
Roberto se puso el pantalón sin calzones y sudando a chorros se levantó de su lugar a cerrar la puerta.
Apagó la computadora y su mente se puso a trabajar inventado mil pretextos.
¿Y si Laura se quejaba con su esposa? ¿Qué haría? Nunca mas iba a poder ver a su asistente al rostro.
¡¿Y si lo acusaba con sus superiores?; mejor sería renunciar y buscar un nuevo trabajo.
Se llevó las manos al rostro y un ahogado sollozo salió de su garganta.
– ¡Pero si ya nos soy un chaval! ¿Qué he hecho? –
Pasaron solo unos instantes pero a Roberto le parecieron largos minutos.
Se escucharon pasos en la escalera.
Alguien subía.
Eran los tacones de Laura pero no venía sola.
Se oían unos ligeros pasos más apagados.
Escuchó un susurro de voz masculina.
– Es Víctor, el esposo de Laura – pensó Roberto agachando la cabeza como buscando algo en el piso.
Una llave se introdujo en la cerradura y la puerta se abrió, entraron dos personas y la puerta volvió a cerrase con llave.
Cuando Roberto levantó el rostro vio que Laura venía acompañada de un hombre que no era su esposo.
– Licenciado, le presentó a Arturo, uno de mis amigos – dijo Laura con voz trémula.
Atónito, Roberto no podía articular palabra.
– Queremos ver como se masturba –.
Roberto estaba impávido, quería que la tierra se lo tragara.
Laura y Arturo comenzaron a besarse frente al abatido jefe.
Roberto se escandalizó un poco, “¡que pasa?”.
El chico era mas que normal, alto si, pero muy ordinario.
Vestía pantalón de mezclilla, camisa café y una chamarra de piel del mismo color.
Usaba unos zapatos de ante color azul verde.
Parecía que Laura quería comerse vivo al muchacho, su boca se abría y tragaba los labios del hombre.
Su lengua empujaba y se introducía totalmente en la boca de Arturo.
Simultáneamente iba desvistiéndolo.
Primero le quitó la ropa de la parte superior hasta dejarle el torso desnudo.
La lengua de Laura iba y venía a lo largo del pecho y abdomen del joven, y con maestría su mano izquierda se metió como un conejito en su cueva dentro de la bragueta saliendo acompañada de un miembro masculino bien erecto.
Roberto pudo ver como brillaba el anillo de compromiso de Laura mientras su mano subía y bajaba a lo largo del pene.
Era como si Laura estuviese tocando una maraca, el chico no pudo evitar que un gemido saliera de su garganta.
Roberto estaba embelesado, su preocupación había pasado, ahora estaba disfrutando de un show único.
Jamás había pensado que tendría la oportunidad de participar en un trío.
Su fantasía se hacía realidad, y vaya que era con la mujer de sus sueños.
Acercó su silla a la pareja y se sacó nuevamente los pantalones.
Para ese momento su miembro estaba nuevamente bien tieso, sentía como sus testículos se llenaban de sangre y el deseo de entrar en acción lo volvía loco.
Laura se quitó la blusa dejando al descubierto unos pechos pequeños redondos como manzanas; sus pezones eran minúsculas pasas negras.
Roberto quiso acercarse para tocarlos pero Laura le pidió con un gesto que esperase.
Arturo la tomo de espaldas y de un tirón le bajó el pantalón.
Por dentro era más preciosa que por fuera, su figura era la de una gimnasta mezclada con una poderosa tenista.
Usaba una pequeña tanga negra que permitía contemplar las nalgas mas lindas del mundo; pequeñas y bien formadas.
El vello púbico bien recortado salía por los bordes de la prenda y unos dedos agiles hicieron a un lado la tela para que Roberto viera una rajita perfecta.
¡La gloria! Hasta en ese punto Laura era hermosa.
Los dedos de Arturo empezaron a masajear toda el área púbica de Laura, deteniéndose en el clítoris en el cual giraban suavemente y dando luego una ocasional escapada para visitar el interior de la vagina recorriendo el más deseado camino al paraíso.
Roberto no sabía qué hacer, se masturbaba con suavidad aguantando la eyaculación y se mantenía fijo en su silla pues cada que intentaba participar, Laura lo contenía haciendo con las manos una señal de espera.
Laura se dio la vuelta y agachada pero de pie empezó a mamarle la verga a Arturo.
Roberto no alcanzaba a ver bien la acción pues estaba absorto disfrutando de una incomparable visión, el culo de Laura.
Arturo bramaba de placer mientras la lengua de Laura recorría arriba y abajo su gran falo.
Podía sentir la cálida temperatura de la boca de su amiga.
Roberto se decidió y se puso de pie tomando a Laura por la espalda tratando de colocar su verga entre sus nalgas satinadas mientras ella seguía chupándole el pito a Arturo.
– Alto- dijo Laura; – “solo ver por ahora”, espera tu turno- – Quítame mi tanga-
Roberto obedeció como zombi y con nerviosismo despojó a su asistente de la tanga la cual dobló con amor guardándola luego en la bolsa de su camisa.
El culo de Laura era chiquito y duro, bien paradito y con olor a mandarina.
Roberto trató de tocarlo pero antes de que su mano aterrizara sobre la piel, instintivamente la retiró; “Solo ver”, – recordó – Súbitamente, Laura se abrió el culo con sus gráciles manos dejando que Roberto viera por unos instantes no solo una húmeda grieta rosácea sino también una negra espiral profunda.
Como hubiese Roberto deseado meter su lengua en el ano de Laura.
Arturo, tomó por los hombros a Laura y la puso de espaldas abriendo sus piernas con sus brazos.
Laura sonreía y reía con singular alegría, estaba gozando del momento.
Justo al momento de ser penetrada por Arturo, lanzó al aire un beso con dirección a Roberto, quien los miraba extasiado desde su silla.
Arturo le daba con todo a Laura tal como hacía el chaval del video que hacía un rato estaba viendo Roberto.
La tomaba las nalgas, se las abría e introducía su dedo índice en el ano de la chica que rugía de placer y decía, – dame mas, mas; muévete, así, así, – La enorme verga del chico entraba y salía rozando cada centímetro de la superficie vaginal provocando que la muchacha se mojara, primero con suavidad y luego a toda velocidad; Arturo le estaba poniendo una cogida de antología a la asistente de Roberto que a su vez se hacía justicia por propia mano.
Era increíble el aguante de este muchacho pensaba Roberto a punto de eyacular.
– Alto – Dijo Laura mirando con cariño a su jefe – Viene lo mejor- Páseme su silla Licenciado.
“Es mi turno” pensó jadeando Roberto pero no fue así.
Laura se arrodillo sobre la silla de oficina recargándose sobre el respaldo y levantando el culo lo más que podía.
Arturo se subió a la silla cuidando que las piernas de Laura, muy juntitas, quedaran entre sus pies.
En posición de lobo y con una experticia envidiable, demostrando que él también tenía unas piernas muy poderosas, se puso en cuclillas y como si fuese un cuchillo en mantequilla le metió la verga a Laura en su reducido ano.
Laura gritó de placer.
A Roberto no le importó nada y poniéndose de pie se acercó a Laura pretendiendo que esta le mamara la reata pero por enésima vez fue rechazado.
Arturo pujaba y repujaba por el esfuerzo y con el rostro enrojecido le dijo a Roberto; – un show de estos no lo ves en ningún lado, cabrón –
Roberto se jaló su pene y sobó sus testículos hasta que una explosión de color blanco inundó su cerebro al eyacular.
Al mismo tiempo Arturo se venía dentro de Laura que parecía se desmayaba de tanta alegría.
–¡Que rico, que sabroso papi! – decía Laura en queda voz.
Mientras Laura se lavaba y vestía en el baño, Roberto y Arturo quedaron mudos sin mirarse en la oficina sin cubículos ni privados.
Las empresas prefieren esta geometría impersonal y sin privacidad que previene que los empleados utilicen los recursos de manera inapropiada.
“En lugares así, los jefes son menos jefes, y los subordinados más iguales”, alguien había comentado.
Antes de despedirse, Laura besó suavemente a su jefe en los labios y le enseñó su celular que mostraba una foto de Roberto masturbándose solitario en la oficina.
– ¿Me da permiso de faltar mañana, Licenciado?- dijo con cierto tono de burla que no podía ocultar.
Los pasos se esfumaron en las escaleras mientras la lluvia comenzaba a golpear con más fuerza las ventanas.
Casi cerraba la puerta a sus espaldas cuando sonó el teléfono.
“Debe ser mi esposa que necesita algo para la cena” – pensó Roberto- regresando a la oficina.
No era su esposa.
Era Víctor, el marido de Laura que preguntaba por ella pues sabía que ese día trabajarían hasta muy noche pues tenían que terminar un proyecto urgentísimo.
– Esta muy ocupada en una llamada, pero le digo que le llamaste – dijo Roberto con un dejo de tristeza y una opresión en el corazón.
– Le llamo a su Celular- contestó Víctor; – ¡Que terminen pronto! –
Esa noche, Roberto miró a su esposa en ropa interior al meterse a la cama.
Al observar la espalda baja de la mujer recordó el video que había visto por la tarde; juraría que eran la misma persona.
Su mujer tenía un culazo; y su asistente también; eso era dicha.
La camisa con una tanga negra en la bolsa se fue al bote de la ropa sucia.
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