AQUEL MACHO ME HIZO VIBRAR (Parte 3)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
En el relato anterior, Danko, mi gran danés negro y musculoso, tenía expuesto su miembro en todo su esplendor.
Mi conocimiento de la anatomía masculina del aparato reproductor se reducía al mio propio, y aquello que me mostraba el hermoso perrazo no se parecía en nada a lo que había visto.
El rabo de Danko no tenía punta o glande, sino que se trataba de una monstruosa barra de carne hinchada, rojiza, ardiente, venosa, de unos 20 cm. calculé más o menos, con una hendidura en la parte delantera que expulsaba con fuerza, y a intervalos, un líquido calentísimo incoloro que desprendía un cierto olor extraño, que impregnaba mi ropa según aquel pollón lo iba soltando. Lo sujetaba por detrás de la parte final, detrás de la bola que servía de colofón a la espléndida pija. Ésta ardía en toda su longitud, cosa que me llamaba poderosamente la atención, pues no recordaba que la mía hiciese tal cosa en algún momento de mi joven vida. Sus irregulares venosidades estaban como inflamadas, y yo movía el pesado miembro del perro hacia todos los ángulos, intentando analizarlo y disfrutando de tal visión.
Tenía una polla como dios manda en mis manos; estaba excitado, a la par que aterrado, no podía reaccionar a los estímulos que me ofrecía su vista y tacto, y, desde hacia aproximádamente 6 o 7 minutos, aquel artilugio estaba en lo que yo supuse que sería su máxima erección.
Debía tomar una decisión, dar un paso más allá, complacer del todo a mi hermoso Danko, un gran danés de 3 años, recio, con un pelo muy cortito y suave, juguetón y de musculatura poderosa. ningún can de los que solazaban por la finca me atraía lo más mínimo, pero este perro poseía un atractivo enigmático, extraño, me daba la sensación de que hacía gala de su virilidad cada vez que volvía de montar a las perritas de la zona, se contoneaba decididamente orgulloso. Yo reconocía una especie de dominante masculinidad en sus movimientos, en el olor que desprendía al estar cerca, y ahora podía disfrutar de su miembro a hurtadillas y con todo el tiempo del mundo.
A la gente que ya conoce este tipo de machos de porte enorme no le extrañara el deseo y excitación que pueden provocar con su aparato. Muchos de los relatos que leo exageran sobre las medidas claramente, pero en este caso, sin llegar a los 25 o 30 cm. que algunos dicen que tienen numerosos perros grandes, puedo afirmar (además pude comprobarlo midiéndole unos días más tarde) que Danko tenía entre sus patas una palpitante polla que podía exceder, en su máxima exposición( no recién mostrada), incluyendo nudo, los 20 cm. cosa que en mis manos me parecía ya imponente, no se necesitaba más para ponerse a mil por hora.
Danko jadeaba, y yo, con apuro, opté por rozar levemente con mi lengua la punta de su polla que goteaba. Quedaba frente mi cara, y sólamente debía girar la mano levemente para orientarla a mi boca. No noté ningún sabor especial, a pesar de que seguía, aun parando en determinados momentos, emitiendo chisguetes de presemen.
Podía ahora rozarle con mis dedos mojados a lo largo de la verga sin oir ningún quejido, pues el efecto de la fricción ya no era tanto como al inicio, pero normalmente evitaba esta opción. Continué realizando pequeños choques de mi lengua con su pene, y, ya que jamás se la había mamado a ningún tio, no sabía si debía comenzar con Danko, encima teniendo en cuenta el fuerte olor de sus jugos. Aun así, estaba que explotaba por engullirla, y lo que era un olor en cierta manera desagradable al principio, se transformó en una invitación clara para mi. Ahora olía fuerte, algo a orin, pero sobre todo a algo desconocido.
Percibí que su pija perdía firmeza y consistencia, así que sin demorar más el instante, le acerqué junto mi cuerpo del todo y comencé a introducirla entre mis labios lentamente. La iba sacando y lamiendo por segundos, para volver acto seguido a meterla. Para ser fiel a lo que sentí en aquel momento, la descripción más clara sería descontrol.
Cierto asco combinado con pasión y deseo me dominaba, y no dejé de realizar mi tarea para con mi semental bajo ninguna circunstancia. La polla del gran danés sabía a algo amargo y embriagador, imagino que por la polla en sí mezclada con los líquidos que iba escupiendo. La dermis que la cubría el hueso que contienen dentro era resbalosa, suave , pero firme y tensa, magnífica para resbalar tus labios a lo largo de la tremenda tranca. En aquellos días no conocía el proceso de eyaculación de los machos cánidos, por lo que deduje que los chorros eran causa de una corrida larga que se iniciaba desde el momento mismo de la erección. Esto me ponía aún más cachondo, sin duda. Esto, y el corroborar que había aumentado su grosor de nuevo, gracias a los favores de mi boca.
Con un vaivén muy veloz, le msturbaba tras el nudo, y él, que en un primer instante se arqueaba como pretendiendo darme más de su tranca pulsante, se detuvo como aguardando algo, y se dejo hacer sin más aspavientos. Agarraba su verga, me la introducía, ya como loco, en la garganta, la sacaba, le escupía, la rozaba por mi cara, la lamía, y comprobé como si lengüeteaba con la rendija de su punta, expulsaba mas leche. A estas alturas, me tragaba todos sus flujos, los estaba produciendo por y para mí, y ya mis escrupulos
se habían difuminado del todo.
Sus chorritos empezaban a ser más espesos y más calientes, y el sabor que contenían, asi como el olor que emitían, era más amargo y metálico. Consideré que aquello no podía durar mucho más. Me alejaba unos centímetros de cuando en cuando para contemplar el esplendor de Danko, y me regocijaba contemplando el pollón pulsante que le caía entre las patas, chorreando e inflamado. Volvía a la mamada, y, pasados unos minutos, la consistencia del pene ya iba decreciendo.
Yo estaba embarrado en su leche, el sabor me había embriagado, y el poder sexual que aquel perro había detentado sobre mí en los últimos días, sobre todo en esos momentos de lujuria, no lo olvidaré en el resto de mi vida.
Retrajo la bola y empezó a cubrirla, aun mostrando con cierta lucidez la la herramienta que me había hechizado aquella tarde. Danko se volvió para lamerse los restos que le restaban y enfundó del todo en poco más de medio minuto.Me levanté, y tuve entonces que buscar una buena excusa para cuando llegara a casa y cuestionaran el olor que despedía y las ligeras manchas que reflejaba mi ropa.
Pero eso ya es otra historia.
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