CUIDADO CON LO QUE DESEAS (I)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
CUIDADO CON LO QUE DESEAS, POR QUE PUEDE HACERSE REALIDAD
(I)
Era principios de Junio. Los calores del verano se empezaban a sentir y la luz ocupaba ya la mayor parte de las horas del día. Yo me dirigía caminando a la casa que mis padres tenían a las afueras de la ciudad, en lo que ya era zona rural del norte de España, y en la que únicamente vivían unos días al año.
Diariamente, a una hora u otra, iba a esta casa, estuvieran o no mis padres viviendo en ella, para cambiarme de ropa y salir a correr. Tenía 19 años, era un chico introvertido, de 1.62 m., delgado y fibroso, a cuyo cuerpo de atleta, únicamente le traicionaba su culo redondo y abultado, herencia de mi familia paterna. Tenía el cuerpo totalmente desnudo de pelo, salvo en la cabeza y en el pubis.
Desde hacía muchos años, me gustaba correr; 12, 15 e incluso 20 km al día. Correr sin más. De esta forma había llegado a la forma física y el cuerpo del que disfrutaba. En alguna ocasión había participado en alguna competición; millas, medias Maratones e incluso había corrido 4 Maratones.
Cuando corría, solía hacerlo solo, pero en ocasiones, hacía que Max me acompañara. Max era mi perro. Un rotwailer de 3 años, totalmente negro menos las manos y una mancha en su pecho, que eran de un marrón canela. Max me lo había regalado mi padre cuando tenía 16 años y estaba siempre suelto por la finca donde estaba la casa de mis padres. Era su “guardián”. De cachorro lactante, se había convertido en un hermoso ejemplar, fuerte, de pecho robusto y demasiado grande para su pedigrí. La primera vez que se me ocurrió que me acompañara, casi lo reviento del esfuerzo, ya que no estaba acostumbrado a correr grandes distancias y estaba demasiado grueso. Con el tiempo, soportaba el esfuerzo de la carrera incluso mejor que yo, y había mejorado su forma física y su aspecto, aunque seguía conservando su apariencia robusta y amenazadora para los extraños.
Desde mi adolescencia, dado mi carácter introvertido, me había aficionado a las películas porno, con las que me masturbaba mientras tenía fantasías con mi prima, mi vecina, alguna de las amigas de mi hermana mayor o alguna otra chica, siempre mayores que yo. Me encantaba ver aquellas mujeres de mediana edad y cuerpos deslumbrantes, siendo poseídas por hombres menores, de aproximadamente igual edad e incluso notablemente mayores que ellas, pero todos fuertes, de aspecto amenazante y enormes pollas, que las sometían y que las transportaban a placeres desconocidos. Luego salté a las películas en las que varios hombres sometían a una mujer y así, a través de internet, fui subiendo el nivel de las películas hasta que un día descubrí las películas de zoofilia. En ellas, una mujer seducía a un perro que la poseía con el mismo ansia pero con la brutalidad que solo puede tener una animal. Perros, caballos e incluyo cerdos. Cada vez me excitaban más estas películas, que servían de base para las fantasías que desarrollaba en mis masturbaciones cada vez más frecuentes, y que llevaba a cabo, a la sombra de un pinar después de una carrera, en mi cama por la noche, en la ducha por la mañana y en un sin número de lugares y momentos. Mi ansia masturbatoria no había decrecido desde mi pubertad, sino más bien, todo lo contrario. Especialmente excitado me sentía después de una carrera, supongo que por sentirme sucio y por el olor a sudado de mi cuerpo en general y de mis testículos en particular.
Sentía envidia de las mujeres que eran folladas por varios hombres, particularmente si eran negros, robustos y enormemente dotados. Por las mujeres maduras que eran folladas por jóvenes. De las mujeres que dejaban que un perro las montara como a una perra e incluso de las que acariciaban a un caballo hasta que éste se empalmaba, con una polla como uno de mis brazos, y después comenzaban a chupársela hasta que se corrían en su boca. Había tres videos en las que la misma mujer, dejaba que tres de los caballos ponis de una granja, la montaban mientras ella se apoyaba en una cerca. Parecía imposible que en su coño cupieran semejantes pollas que tenían los caballos aunque fueran ponis.
Un día, mientras me masturbaba viendo un video en el que dos negros penetraban por la vagina y el culo simultáneamente a una mujer de mediana edad, mientras que otros dos metían sus pollas alternativamente en su boca comencé a acariciar mi culo. Descubrí una nueva ventana de placer. Lo lubriqué con saliva y después de acariciarlo durante rato empecé a introducir en el uno de mis dedos. Seguí lubricándolo e introduciéndolo cada vez más hasta que estuvo dilatado e introduje otro hasta que finalmente me corrí. Repetí la experiencia cada vez que me masturbaba hasta que mis dedos no fueron suficientes para saciar la voracidad de mi culo y me puse a buscar algún objeto. Probé varios; un bolígrafo grueso, el mango de un destornillador…, hasta que descubrí el bote de champú suavizante de mi hermana. El bote tenía forma esférica con un cuello cilíndrico de 4 ó 5 cm., de diámetro y terminaba en un tapón redondo. La primera vez que lo intenté introducir, creí que me desgarraba. Con el tiempo se convirtió en mi mejor amigo.
Una noche en mi habitación, descubrí por azar mientras navegaba por internet, una película de zoofilia, en la que un hombre se dejaba follar por un perro. Me excité sobremanera y, como no, me masturbé. Una vez terminado, seguí buscando películas similares y encontré un filón. Cuantas más películas encontraba, más me excitaba y nuevamente me masturbaba. Un Gran Danés, un Rotwailer, un caballo…. Me dio la madrugada.
Al día siguiente volví a salir a correr y me llevé a Max. Era por la tarde por lo que el calor del día iba decreciendo. A pesar de ello sudé considerablemente, aunque la carrera fue particularmente corta. Me llevé a Max aun pinar cercano a la casa de mis padres, en la que había un claro con una pila de troncos en medio. Me senté en uno de los troncos mientras veía a Max correr o caminar a mí alrededor reconociendo nuevamente un lugar ya conocido por utilizarlo con frecuencia para hacer mis estiramientos. No había sido casualidad. Llevaba desde la noche anterior fantaseando con su cuerpo. Nunca había tenido fantasías homosexuales, solo había envidiado a las mujeres, pero ver a aquellos hombres sometidos tan bestialmente (nunca mejor dicho) me había hecho excitar hasta llegar a haberme masturbado nueve veces esa noche. Estaba sentado, excitado, mi pene creció con mis pensamientos. No pude resistir más y le llamé.
– Max
Mi perro me obedeció y se acercó a mí con paso firme. Cuando estuvo a mi lado, vi que su boca estaba llena de babas por la carrera. Me olió como en tantas otras ocasiones; por mi espalda, mis piernas, mi cara e incluso mi entrepierna. Algo que en otras ocasiones había pasado desapercibido para mí, en esa ocasión me sobreexcitó aún más de lo que ya estaba. Lo acaricié por el lomo y por el pecho. Fuertemente al principio y suave al final. Acercó su hocico a mi cara como en tantas otras ocasiones y me la lamió. Se la aparte como hacía siempre, pero en aquella ocasión sentí algo que no había sentido en ocasiones anteriores. Seguí acariciándolo, por la cabeza, por el lomo y luego seguí por su vientre. Las imágenes de la noche anterior me venían al recuerdo como bombas caídas de un avión.
Seguía acariciándolo mientras el permanecía inmóvil moviendo únicamente su cabeza a un lado y otro, expectante. Mi mano se acercaba desde su vientre a su polla, que por primera vez en mi vida tocaba. La cogí con la mano derecha y la sopesé. Era dura y alargada. La acaricié suavemente. Luego sus testículos. No eran demasiado grandes pero estaban muy duros. Max giró la cara contra la mía y me la volvió a lamer. En esta ocasión no me aparte y dejé que siguiera pasando su lengua por mi cara. Cuando paso por mi boca, un impulso incontrolado hizo que yo abriera la mía y su lengua se encontró con la suya. No sé si por el tacto o por el sabor, el siguió lamiendo mi lengua mientras mi boca se abría aún más y dejaba que entrara en ella. Mi polla estaba dura. Volví a coger la suya y en esta ocasión moví la mano a lo largo de ella mientras la aferraba. Sentí como Max se tensaba y su polla crecía en mi mano. Cada vez me metía más la lengua en la boca y cada vez más le apretaba la polla hasta que comenzó a arquear su espalda. Retiró su hocico de mi cara, momento que aproveche para ver aquello de lo que mi mano disfrutaba tanto. Su polla sobresalía unos 6 cm., de su bolsa. Era muy roja, ligeramente curvada hacia abajo y terminaba en una punta muy afilada, igual que la que había visto en las películas. Estaba muy excitado y creo que él lo olía. Metí la mano izquierda en mi pantalón corto y comencé a meneármela a la vez que seguía con la suya. En ocasiones, él se arqueaba y golpeaba con su cadera el orificio que formaba mi mano, como si me lo quisiera follar. Como dicen en Sudamérica; culeaba.
En ese momento yo aflojaba y él se detenía nuevamente. No podía más. Me moría porque él tomara la iniciativa y se tirara sobre mí. Me excitaba sobremanera la ilusión de ser poseído por él. Me arrodillé en el suelo mientras me masturbaba y acerqué mi cara empapada en babas a su polla. El seguía inmóvil. Me apoyé en mi codo izquierdo mientras que con mi mano derecha le seguía masturbando, lo justo para mantener su excitación sin que se corriera. Seguí acercando mi cara hasta que la tuve a escasos centímetros de aquella polla roja y húmeda. Baje el pantalón hasta los tobillos y seguí masturbándome. Acerqué aún más mi cara y cuando estuvo al alcance de mi lengua, ésta salió de mi boca gobernada por un impulso animal que no controlé. La lamí y la saboreé. Tenía un sabor salado algo metálico. Volví a lamer. Otra vez. Y otra. Me seguía masturbando mientras sostenía la polla de Max cerca de mis labios. Se abrieron también de forma incontrolada y la besaron primero y la chuparon después. Primero la punta. Luego más adentro. Max seguía inmóvil dejándome hacer. Cada vez la metía más en la boca hasta que me descubrí chupando una polla gruesa que sujetaba con la mano. Me excitaba la situación, su sabor, mi imaginación… su polla comenzó a engordar y a alargarse. Yo seguí chupándola incontroladamente hasta que noté que un líquido muy caliente y ligeramente amargo entraba en mi boca. Se estaba corriendo. Chupé y froté su polla como si mi vida dependiera de ello. El empezó a mover sus caderas compulsivamente, culeando y entonces su semen salió en mucha mayor cantidad, a grandes chorros. Notaba su polla muy gruesa y muy dura casi totalmente metida en mi boca, mientras que la base de su polla empezó a engordar de forma que abrió mi mano hasta el punto de que ya no cabía en ella.
No pude soportar por más tiempo la cantidad de semen que me estaba echando en la boca y después de tragármelo en varias ocasiones me vi obligado a abrir la boca y dejar que callera al suelo. Max jadeaba. Yo también. Miré hacia su polla y pude comprobar su enorme tamaño. Aquella polla de 5 cm., terminada en punta del principio, se había convertido en una estaca de no menos de 20, casi tan gruesa como mi muñeca y totalmente cilíndrica en cuyo extremo había un pequeña punta de donde seguía manando semen, en breves pero continuos chorros. En su base había una bola notablemente mayor que uno de mis puños cerrado, todo cubierto por una piel de aspecto delicado, color rosado y cruzado en todas direcciones por venas rojas y azules. Aquella bola en la base de la polla de Max, es la que tienen los perros para quedarse acoplados a una perra cuando follan, y garantizar que todo el semen cae dentro de la perra.
Seguí chupando aquella enorme polla tan hondo como pude y me seguí masturbando hasta correrme sin sacármela de la boca. Jamás había tenido un orgasmo como aquél. Todo mi cuerpo tembló. De mi polla salió una cantidad de semen como en ninguna ocasión anteriormente y después de aquello, me sentí más agotado que después de ninguna Maratón. Me dejé caer hacia la izquierda quedando tendido boca arriba con los ojos cerrados cuando, mientras aún con mi polla en la mano izquierda y la de Max en la derecha, sentí algo frio y húmedo rozar mis testículos que me sobresalto. Era el hocico de Max lamiéndolos. Muy asustado y aún más excitado aún, le dejé hacer. Lamió mis testículos y luego mi polla como agradecido.
Esa noche en mi cama, volví a masturbarme pensando en la aventura de mi tarde pasada. Deseando volver a repetirlo en otra ocasión, pero con más iniciativa por su parte. Deseaba ser sometido por mi perro. Deseaba que se tirara sobre mi espalda y me obligara a arrodillarme para follarme con la polla que había saboreado. Deseaba ser “su perra”.
Repetí en varias ocasiones mi carrera con Max, corta en todos los casos, pues únicamente era una escusa para terminar en claro de nuestro pinar, junto a la pila de troncos y dejarme follar por él, pero él siempre se limitó a dejarse hacer y a disfrutar de mi excitación y de mis felaciones. Estaba totalmente frustrado, no sabía cómo hacer para que subiera sobre mi espalda. Lo había intentado muchas veces y él siempre se limitó a acercarse a mi cara, supongo que con el propósito de que yo hiciera mi trabajo con la boca. Había visto muchas películas y videos por internet, fuente inagotable de la que seguía bebiendo y que engordaban mis fantasías, con qué facilidad algunos perros montaban a sus amantes con solo ponerse a 4 patas. En casi todos los casos, los hombres tenían que dejarse hacer para que el perro, subido sobre su espalda, después de varios intentos, lograra penetrarles. Cuando lo conseguían, lo hacían con tal brutalidad y velocidad, que en las caras de los hombres se podía ver una mezcla de dolor y placer como en ninguna otra película.
Casi me había dado por vencido, pensando que Max solo se aprovechaba en su beneficio de mi excitación y que no conseguiría que mostrara más agradecimiento que unas lametadas tras yo eyacular, cuando en una ocasión que me dirigía caminando a la casa de mis padres, vi a Laica rodeada por cuatro perros de distintos tamaños. Laica era una perra Pastor Alemán propiedad de un vecino de la casa de mis padres, que a veces salía de su finca. Los perros que la acompañaban no tenían nada en común. A dos los conocía por ser también perros de unos vecinos y a los otros dos no los había visto nunca. Dos de ellos eran de raza desconocida o cruce de varias razas. Uno era un Mastín y otro era un Gran Danés. Los otros dos de menor tamaño. Los cuatro caminaban haciendo círculos alrededor de Laica y en ocasiones acercaban su hocico al culo de ella, momento en el que ella se detenía.
A pesar de mi edad, mi candidez no me permitió encontrar sentido a la situación, hasta que el Mastín, tras rozar su culo con el hocico y lamerlo abundantemente, dio un salto y se subió sobre ella. Laica estaba en celo. Al mismo tiempo de entender la situación, una idea brotó de inmediato en mi cabeza. Llamé a Laica. Ella, que no se había percibido de mi presencia, corrió hacia mí, mientras que sus cuatro pretendientes se quedaban inmóviles en su sitio. Acercó su cabeza a mi muslo y yo la acaricié como en tantas ocasiones anteriormente había hecho. Proseguí mi caminar con ella al lado durante unas decenas de metros, mientras que los machos permanecían expectantes y de pronto se alejó de mí corriendo para volver a su encuentro. La volví a llamar pero ya no volvió a mi lado.
Corrí tan rápido como fui capaz hacia mi destino. Cuando llegué busqué uno de los botes de cristal con tapa a rosca, que mi madre utilizaba para envasar conservas de la huerta y los frutales. Cogí un paño blanco y lo rompí en 6 trozos mientras volvía corriendo sobre mis pasos en busca de Laica. Cuando la encontré con sus pretendientes, era uno de los pequeños el que intentaba montarla, con tanta frustración para ella como para el pequeñín. La llamé y dejó a su insatisfecho amante atrás para volver a dirigirse a mí. Esta vez la sujeté por el collar para que no se volviera a alejar, mientras miraba a mí alrededor para asegurarme de que nadie me veía. Después de ello, me puse de cuclillas sin soltar el collar y comencé a acariciarle la cabeza. Seguía tan excitada como en el encuentro anterior. Insistí con mis caricias que fui ampliando a su lomo y su vientre. Parece que esto la tranquilizó. Yo seguí con mis caricias hasta llegar a su cuarto trasero al que acerqué mi mano con cautela y con aparente gozo por su parte. Viendo la buena acogida que había tenido mi acto, continué acercando mi mano a su culo y de pronto, pude observar, como su vagina se habría hacia los lados. Yo estaba tan excitado como ella, por lo que mi polla apretaba mis tejanos desde dentro. Pase los dedos sobre sus labios, con objeto de aumentar su excitación y su ansiedad.
Estaban calientes y muy húmedos. Después de un par de minutos de caricias vaginales con mi mano izquierda y sin soltar su collar de mi derecha, me detuve. Ella quedó como sorprendida y empezó a caminar a mi alrededor mientras yo abría el bote de cristal y cogía uno de los paños tan rápidamente como podía. Al volver a acercar, en esta ocasión mi mano derecha con el paño a su vagina, ella se detuvo nuevamente lo que aproveché para sujetarla del collar con mi izquierda. Tuve que detenerme para colocar mi polla en mi pantalón, pues mi erección hacía tiempo que había llegado a su máximo y mi polla me dolía prisionera de mis pantalones. Froté su vagina cuanto pude con los paños, mientras ella los empapaba con sus fluidos, para ir introduciéndolos en el bote. Una vez que todos estaban empapados y nuevamente ante la sorpresa de Laica, detuve mi “trabajo” y cerré el bote. En cuanto comprendió que yo no iba a seguir con mis favores de amante volvió corriendo junto a los que si realmente lo eran y que permanecían inmóviles observando la escena.
Con paso rápido y firme volví a la casa de mis padres. Max, que había comprobado con sorpresa lo breve de mi anterior visita, me acogió nuevamente con alegría, pero con una pizca más de excitación de lo que era costumbre. Me vestí con mi ropa de deporte y para impedir que el olor de Laica, que estaba a 2 ó 3 km., le invitara a salir corriendo de la finca en cuanto abriera la puerta, cogí su correa de paseo, que utilizaba poco más que para llevarlo al veterinario. Tuve que sujetarme la polla con la goma de la cintura de mis pantalones para poder caminar, tal era mi erección.
Nos dirigimos directamente al claro del pinar, junto a la pila de troncos, sin olvidarme, por supuesto, de mi atesorado bote de cristal. El calor del paseo, las carreras de ida y vuelta, y la excitación ya me habían hecho sudar lo suficiente como para empapar mi ropa de paseo primero y de deporte después. Sentía que Max estaba particularmente excitado y corría alrededor mío haciéndome cambiar la correa de mano repetidas veces, con riesgo de que el bote de crista me callera al suelo y se rompiera. Comprendí que el motivo de que Max tuviera esa actitud, podía ser el olor que manaba de mis manos. Para mis adentros sonreí satisfecho, esperanzado pero sobre todo excitado.
En cuanto llegamos al claro, até a Max a uno de los troncos, me alejé de él y sin pensar en lo que hacía ni en quien me pudiera ver, me quité camiseta y pantalón. Mi polla estaba en su máxima erección. Max tiraba de su atadura, ladrando en la dirección en la que yo estaba. Le hice sufrir unos minutos, que transcurrieron mientras me arrodillaba frente a él y empezaba a masturbarme. Cuando no pude más, abrí el bote para extraer uno de los paños empapado en los fluidos de Laica y cerrarlo tan rápido como me fue posible. Froté mi culo con el paño con fuerza y luego me lo pasé por mi espalda, mi vientre e incluso mi boca, antes de dejarlo totalmente seco. Max seguía loco de excitación, casi permanentemente de pié, sobre sus patas traseras por la tensión de la correa atada a su collar y ladrando como loco cada vez que se apoyaba en las cuatro patas. Me puse a cuatro patas con mi culo mirando hacia él y comencé a acercarme poco a poco. En primer lugar sentí su aliento sobre mis nalgas. No soportaba más la excitación, por lo que todo el acercamiento lo realizaba con mi mano izquierda sobre el suelo mientras me masturbaba con la derecha. Al sentir su lengua sobre una de mis nalgas, un calambre recorrió mi espalda desde mi nuca hasta mi culo. No podía más. Por excitado que pudiera estar Max, yo lo estaba aún más. Seguí acercándome hasta que introdujo su hocico entre mis nalgas y empezó a lamer mi culo. Intentó acercarme con una de sus patas delanteras y me hizo daño con las uñas, pero yo seguía acercándome mientras su lengua trataba de meterse en mi culo.
Me levanté ligeramente para quedar totalmente bajo él y en cuanto alcancé la posición, sentí la punta afilada de su polla golpear mis nalgas. Sentía mi culo palpitar de excitación. Max no dejaba de moverse violentamente sobre mí, golpeando mis nalgas con su polla pero sin dar con mi culo. Eché saliva en mi mano derecha y unté mi culo con ella. Estaba totalmente abierto, a la espera de ser follado. Me revolví bajo él y como pude lo desaté. Me quedé semisentado en el suelo y empezó a dar violentos saltos a mí alrededor con sus patas sobre mis hombros, mientras intentaba volver a colocarme a cuatro patas. En ese momento, la polla de Max volvió a golpear mis nalgas y mi culo varias veces, lo que aproveché para cogerla entre mis piernas y guiarla hasta su destino. El seguía moviéndose violentamente cuando de pronto su polla se introdujo en mi culo y al instante salió. Lo intenté de nuevo y tras varios movimientos, volvió a entrar. En esta ocasión Max no dejó que saliera golpeándola con fuerza e introduciéndola completamente. Durante mucho tiempo había deseado ese momento, pero si hubiera sabido el placer que producía, lo habría intentado desde mucho tiempo atrás.
Por fin Max me estaba follando como a una perra. Por fin había conseguido excitarlo, que se subiera sobre mí y me montara como a una perra. Tras varios empujones de su cadera, su polla estaba totalmente metida en mi culo cuando sentí que comenzaba a crecer abriéndolo más.
También noté que crecía en longitud, golpeando repetidamente hasta abrirlo a su paso el fondo de mi culo. Me sentía atenazado por sus patas delanteras en mi cintura. Me sentía como una perra en celo. A cada ocasión que sus violentos movimientos me lo permitían, cogía mi polla y me masturbaba hasta que sus continuos empujones hacían que volviera a posar mi mano en el suelo. Sentía sus jadeos en mi nuca y como de su boca caían babas que encharcaban mis hombros. De pronto, empecé a sentir que algo redondo y muy duro alrededor de su polla, golpeaba mi culo que se habría más por momentos, frente a los envites de mi amante, hasta que consiguió introducirlo. Una vez dentro sentí que comenzó a crecer haciendo que su polla entrara aún más adentro de mi culo y oprimiéndolo desde el interior. Max comenzó a reducir la velocidad y firmeza de su movimiento lo que aproveché para masturbarme. En ese mismo instante, sentí un enorme calor dentro de mí. Se estaba corriendo en mi culo y la bola de su polla impedía que pudiera sacarla de él. Yo también me corrí. Una corrida abundante con un orgasmo que me izo palpitar el culo que abrazaba la polla de mi amante. Apoye la cabeza en la hierba con la respiración agitada. Aún sentía sus jadeos en mi nuca y como las babas caían de mi espalda a mi cara.
No dejaba de correrse. Temí que me inundara. De pronto, cesaron sus movimiento y se mantuvo en esa posición al menos cinco minutos, jadeando sobre mí, sin aflojar sus piernas delanteras que me inmovilizaban bajo él y sin dejar de correrse un instante. Poco a poco empecé a sentir que había terminado, pero aún así, Max permaneció sobre mí abrazándome con sus patas. Notaba como tiraba ligeramente de su polla para extraerla de mi interior sin éxito. De pronto dio un salto y se revolvió quedando a cuatro patas, en dirección opuesta a mí, con los culos pegados produciéndome un enorme dolor, debido al tirón de su cuerpo intentando extraer su polla de mi culo. Llevábamos unidos más de 10 min., y permanecimos unidos aún, unos 25 min., más, que me parecieron interminables, pues tomé conciencia de nuestra posición, de mi situación ya que estaba desnudo y de dónde estábamos, de la hora que era y de que en cualquier momento podía pasar alguien y encontrarme de aquella forma tan comprometida. Cuando ya creía que estaría así el resto de mis días y sin aviso previo, Max dio otro tirón y su polla salió con “flop”. Caí hacia mi derecha agotado. Sentí como mi culo brotaba un líquido caliente que resbalaba por mi pierna hasta el suelo. Moví ligeramente la cabeza para ver a Max. Se estaba lamiendo la polla junto a mí y comenzó a lamer mi culo, limpiando los líquidos que manaban de él.
Tarde varios minutos en cobrar las fuerzas necesarias para ponerme en pié. Las piernas me temblaban como dos hojas agitadas por el viento. Sentía mi culo dilatado y tenía la espalda mojada por sus babas. Noté como Max se ponía en alerta como si percibiera una presencia extraña.
– Max: ¿Qué pasa?
Por temor a que se fuera en busca de lo que quiera que hubiera sentido, lo cogí del collar y tiré de él hacia atrás, para volver a atarlo a su correa. Me proponía a coger mi ropa cuando un grito me sobresalto.
– Eh!!!. Tú.
Max comenzó a ladrar muy fuerte y a intentar deshacerse de su atadura. Yo me quedé inmóvil, petrificado por la sorpresa, desnudo como me encontraba ya que solo llevaba puestos los calcetines y unas deportivas, de ver a un hombre corpulento que se acercaba a nosotros con paso firme desde la última fila de pinos.
– Eh!!!. No te muevas de donde estás.
Continuó diciendo, aunque era innecesario pues cualquier ápice de voluntad había desaparecido de mi, petrificado como estaba por la sorpresa. Tenía una voz muy fuerte, ronca y ahuecada. Max seguía ladrando con el lomo erizado, moviéndose en torno al punto donde la correa estaba amarrada al tronco. Era un hombre grande y muy corpulento, al que no conocía. Tenía el pelo corto, entrecano y ondulado. Vestía una holgada funda de azul de trabajo con las mangas arremangadas por encima de los codos y la cremallera bajada hasta casi la barriga y calzaba botas de agua casi hasta las rodillas, que cubrían las perneras de la funda de trabajo. La funda parecía raída y las botas parecían cubiertas de estiércol fresco. Sin darme cuenta de lo que pasaba, llegó a mi lado y me sujetó por la nuca ya que donde estaba, Max que seguí ladrando amenazante, no podía alcanzarnos.
– Calla al animal puta, que ahora vas a ser mi perra.
Empecé a temblar. Max seguía ladrando.
– Cállalo!!!
Me gritó empujándome hacia él. Yo me puse en cuclillas frente a él y empecé a acariciarlo para que se tranquilizara. A duras penas lo logre. Cuando hubo dejado de ladrar, volví a ponerme en pie y di un paso atrás, lo que el extraño aprovechó para volver cogerme por la nuca con su enorme mano derecha y de mi brazo izquierdo con la otra. Max volvió a explotar en ladridos.
– Haz que se calle o te doy una hostia.
No dejaba de temblar. Sin deshacerme de la presa de aquel hombre, avancé un paso hacia Max y volví a tranquilizarlo acariciándole la cabeza con la mano derecha, mientras él me seguía sujetando por mi brazo izquierdo y por la nuca. Una vez que Max volvió a calmarse, me llevó a la parte opuesta de la pila de troncos, con ligeros empujones para que Max no percibiera la amenaza, pero apretándome muy fuerte por donde me sujetaba. Seguía temblando. El miedo era tal que me oriné en cuanto nos detuvimos. A pesar del calor, que aún hacia, sentía escalofríos que recorrían mi cuerpo.
– Pero si la puta además es una cerda – Me dijo colocándose frente a mí.
– ¿Qué quiere de mí? – sollocé con la cabeza agachada.
– ¿Creías que nadie te veía, puta?. Yo te conozco. Sé quién eres y quiénes son tus padres así que no me mientas.
– ¿Qué me veía qué? ¿qué quiere? – volví a sollozar.
– ¿Creías que nadie te veía hacer de perra? Pues ahora vas a hacer de perra para mí.
Me dijo mientras soltaba mi brazo y agachaba mi cabeza apretando mi cuello aún más. Me sujeté a su funda para no caer hacia delante. Seguía empujándome hacia abajo hasta que estuve de rodillas frente a él.
– ¿No quieres comerle la polla a un hombre? ¿solo te gustan las pollas de perro puta?
Dijo mientras con su mano izquierda terminó de bajar la cremallera de su funda y la introducía en ella. De pronto, frente a mí, apareció una polla gruesa, flácida pero gruesa, descapullada y en cuya base había dos testículos tan grandes como los de un toro.
Empujó mi cara contra su arma, mientras la sujetaba por los testículos. Sentí su tacto caliente y suave. Su olor a sudor y orines. Me excite. Mi polla, ridículamente pequeña por el temor inicial, empezó a engordar al sentir aquel tacto y aquellos olores. Él seguía restregándome la polla en la cara y presionándola contra la boca mientras yo me sujetaba de su funda con los brazos ligeramente levantados sobre mi cabeza.
– Abre la boca puta, que se que encanta comer pollas.
Involuntariamente mi boca se abrió mientras me decía esto. Sentí como aquella cosa gruesa, blanda y caliente me la llenaba mientras sus huevos rozaban en mi barbilla. Mi boca se comenzó a segregar saliva.
– ¿Ves como te gusta comer pollas, zorra?
Empezó a mover mi cabeza ligeramente hacia delante y atrás. El cuello me dolía por la presión de su mano. Un quejido salió de mi garganta mientras con mi mano izquierda intentaba que me soltara. Sacudió violentamente mi cabeza.
– Para puta.
Me dijo mientras me giraba la cabeza para que quedara mirándole a la cara. Cuando detuvo sus movimientos, nuestros ojos se encontraron por primera vez. Su mano derecha sujetaba mi cuello y mi mano izquierda, sobre ella, intentaba detener la presión que ejercía. Seguía sujetando su paquete con su mano izquierda. Su polla seguía dentro de mi boca mientras le miraba y me sujetaba a él, tirando con mi mano izquierda. Sentí como su polla crecía dentro de mi boca; su grosor y su largo. Notaba que ya no estaba tan blanda. Siguiendo su recorrido, sin ninguna presión por su parte, comencé a mover mi cabeza haciendo que entrara y saliera de mi boca mientras mi lengua la recorría su glande haciendo círculos. Despacio al principio y luego con más decisión. Nos seguíamos mirando a los ojos.
– Así puta. ¿ves como sabía lo que te gustaba? Vaya boca que tienes…
Baje la mirada y seguí mamando aquel instrumento que ganaba tamaño. Redujo la presión en mi nuca y yo solté su mano para coger su polla. Se sacudió para que la soltara. Quería gobernarla él con su mano.
– Cógeme los huevos.
Obedecí. Sopesé aquel enorme y peludo escroto. Casi no me cabían en la mano. Su polla empezaba a estar dura y por su grosor, me costaba mantener la boca tan abierta. Me concentraba en lamer y chupar aquel glande que sentía terso por el tacto con mi lengua, pero él quería más y a veces me empujaba la cabeza haciendo que se introdujera una hasta mi garganta produciéndome arcadas. Me la sacó.
– Respira.
Dijo mientras un chorro de saliva salía de mi boca, para instantes después volver a metérmela.
– Sigue chupando.
Me aplique obediente y con delectación. Estaba muy excitado. Sentía que mi polla estaba totalmente empalmada. Me la cogí y empecé a meneármela mientras tragaba aquella enorme verga que ya sentía muy dura y cruzada por gruesas venas entre mis labios. Mi lengua se movía con avidez. Sentía como disfrutaba. Oía su respiración pausada pero profunda. Volvió a sacarla de mi boca, la levantó frente a mi cara y la estrelló contra sus huevos.
– Cómemelos.
Sin perder un instante, mi lengua los recorrió empapándolos. Mis labios los apretaron ligeramente. Ahora sí gimió de placer.
– Aaaah!!! Pero que boca tienes perra.
Sin ninguna instrucción por su parte, deje sus huevos y volví a recorrer con mi lengua aquel enorme mástil. Por abajo, por los lados. Su glande. Debía tener 25 cm., y era notablemente más gruesa que la de Max. Lo dejé completamente empapado en una saliva que no dejaba de salir de mi boca. De pronto, se apartó de mí dando un paso hacia atrás. Mi boca se quedó abierta con su sabor en los labios.
– Ahora vamos a probar ese culo de puta que le das a follar al perro.
Dijo mientras se quitaba las mangas de su funda de trabajo y la dejaba caer hasta la caña de sus botas.
Un escalofrío de temor y de deseo me recorrió. Sin tener tiempo de reacción se arrodilló detrás de mí y empujó mi cabeza hacia delante. Noté su muslo izquierdo tras el mío. Noté como sujetaba su polla con la mano derecha mientras que con la izquierda abría mi nalga derecha. Yo estaba a cuatro patas y sin pensar, cogí toda la saliva que pude de mi boca y me la unté en el culo antes de volver a mi posición. Colocó su grande sobre mi agujero mientras tiraba hacia atrás de mi cadera. Notaba una enorme presión en mi culo. Parecía que me estaba empujando un tren de mercancías. Empecé a mover mi culo a los lados intentando apartarlo mientras un quejido se me escapó.
– Me va a hacer daño. No me va a entrar.
Antes de terminar mi frase, me sacudió la cadera para que detuviera aquel movimiento.
– Vaya si te va a entrar. El perro te lo ha dejado bien follado y abierto.
Continuó con la presión. La polla se le escapó varias veces hacia mi sacro, hasta que de pronto aumentó la presión y mi culo se abrió como una castaña madura dejando que su grande entrara.
– Aaah!!! – Sollocé de dolor y de placer. Empecé a meneármela.
– Ya está lo más difícil – dijo.
Creo que dejó caer saliva sobre su polla y la untó en ella. Empezó a moverse adelante y atrás. Con cada movimiento atrás, avanzaba más adelante metiéndomela un poco en cada movimiento. Yo alterna los quejidos de placer y dolor con mordiscos a mis labios. Él simplemente gemía de placer. Cada vez los movimientos eran más largos, hasta que sentí que aquella enorme polla entraba y salía completamente de mi culo y él me sujetaba ambas caderas con las manos. Mi cabeza se giró ligeramente a la izquierda mientras de mi boca salían gemidos de placer.
– Pero que puta eres.
– Siii.
– ¿Ves como te gusta puta? – dijo mientras me daba tres fuertes embestidas con su cadera que me hicieron gritar de placer, de dolor y por la sorpresa.
Me sujetó de los hombros y siguió follándome violentamente. Seguíamos gimiendo. Sentía su peso y su fuerza en mi culo y mis hombros y tuve que apoyar mis codos en la hierba y la arañé con mis manos. Me mordía los labios cuando no gemía. Seguía con sus envestidas, despacio a veces y violentas otras, su presión me fue tumbando hasta que quede totalmente tendido boca abajo sobre la hierba. Sentía mi polla dura bajo mi vientre. Sus manos se apoyaban a ambos lados de mi cara. Lamí su pulgar izquierdo que levantó para que me pudiera aplicar, antes de que se recostara sobre sus codos y me metiera dos dedos en la boca que chupé con delectación.
Sentí como su mano derecha se colaba bajo mi pecho y con las yemas de los dedos pulgar e índice apretaba y retorcía mi pezón. Aquello fue superior al placer que podía soportar. Sentía su pecho sudado y velludo recorrer mi espalda, sus caderas golpear mi redondo culo, sus rodillas separar mis muslos, sus dedos en mi boca y aquella enorme polla empalándome. Sin tocarme la polla desde hacía rato, me corrí. Al correrme mi culo comenzó a latir alrededor de su polla y él lo notó inmediatamente.
– Córrete puta – me dijo con nuestras mejillas juntas mientras su lengua buscaba la mía.
Lagrimas de placer recorrieron mi cara. Su mejilla sin afeitar me hacía daño en mi inberbe cara al moverse sobre ella. Me giró la cara con los dedos que tenía dentro de mi boca y me metió su lengua gruesa. Mi boca se llenó con la saliva que corría por su lengua. Cuando mi culo dejo de latir, empezó un movimiento aún más violento que en ninguna ocasión anteriormente. Quejidos casi gritos de placer escaparon como pudieron de mi boca llena con su lengua. Me folló de esta forma durante un buen rato, lo que hizo que mi culo se abriera y quedará elástico, ante las envestidas de aquella estaca. Él gemía con la misma violencia con que me follaba hasta que de pronto, sacó la polla de mi culo y tiró de mi hombro izquierdo hacia atrás dejándome boca arriba. Mientras saltaba hacia delante para quedar a horcajadas sobre mi pecho, un chorro de semen cruzó por encima de mi cara más allá de mi cabeza, dejando un trazo diagonal sobre mi ojo izquierdo, mi boca y mi pezón derecho. Antes de darme cuenta, con su mano izquierda tiró hacia arriba de mi cabeza. Sujetando con fuerza su polla con su mano derecha, a escasos centímetros de mí boca aún abierta y un nuevo chorro, aún más abundante entró hasta el fondo de mi paladar, que me produjo una arcada y que tragué instintivamente. Al tragarlo, saboreé todo el semen que había quedado sobre mi lengua. Era espeso, ligeramente amargo y muy caliente. Tras tragarlo, también instintivamente, volví a abrir la boca para respirar. Su polla seguía el avance hacia mi cara, con lo que se coló en mi boca. Su glande estaba enorme y me la llenó. Cuando la cerré en torno a él, vomitó otro enorme chorro de semen del que parte se coló hacia fuera ente mis labios. Comenzó a empujar y liberar ligeramente mi cabeza para que mi boca recorriera todo el largo de aquella enorme polla que me cupiera en mi boca. Otro chorro, este menor, salió de su glande. Estaba a punto de ahogarme. Se dio cuenta. La sacó lo justo para que respirara y me la volvió a meter. Otro chorro. Yo chupaba mientras él me movía la cabeza.
Notaba como su polla perdía vigor, pero no tamaño. La sacó y la restregó por mi boca y me la volvió a meter. Por fin se deshinchaba ligeramente y me permitía respirar con ella dentro. Volvió a sacarla y repitió la restregada. Me di cuenta que estaba recogiendo el semen del primer y segundo chorro, que tenía en mi cara, par que lo chupara de su polla.
Con una sonora exhalación, se dejó caer a mi izquierda, sin soltar la polla, que quedó a la altura de mi cara. Yo tenía la boca llena de semen que saboreaba y relamía. El respiraba sonoramente. Después de unos segundos tumbados al sol de la tarde, volvió a tirar de mi cabeza hacia su polla:
– Límpiamela.
Su polla estaba sobre su vientre, hacia mi lado, gruesa, lleva de venas y con su enorme capullo totalmente liberado. Sus enormes testículos colgaban bajo ella entre sus piernas entreabiertas. Me restregó nuevamente la cara contra ella mientras yo me incorporaba para quedar sentado de medio lado junto a su cadera. Mientras me apoyaba sobre la hierba con la mano izquierda, la cogí con mi mano derecha por su base. La mata de pelo, estaba totalmente empapada de sudor, semen y mis fluidos. Me la metí en la boca, gruesa y blanda, totalmente empapada y la chupé con placer.
– Que boca tienes zorra. Límpiamela bien.
Sus palabras me excitaron. Seguí con mi labor. Lamí su glande. La recorrí arriba y abajo con la lengua hasta los testículos. Desprendían un olor a rancio y a sudor; a macho. Me excitó. Apretó mi cara contra ellos, pues no me había soltado mi cabeza en ningún momento y lamí con fricción. Volví a metérmela en la boca. Crucé mi brazo sobre su barriga descansando sobre ella mi axila izquierda y seguí chupando.
– Come cerda. Te lo estás pasando mejor que con tu perro, ¿verdad?
No dije nada. Solo seguí chupando. Ya estaba totalmente limpia de semen, pero ahora estaba llena de mis babas que subían incontroladamente a mi boca. La boca me hacía aguas. Noté que su flacidez desaparecía dentro de mi boca y el vigor volvía lentamente a aquél trozo de carne yermo hasta ese momento. Yo estaba fuera de mí. Chupaba y comía con tanto placer que mi polla volvió a responder hinchándoseme entre las piernas.
– Zorra. Como me la sigas comiendo así te voy a volver a follar.
Seguía comiendo y chupando. Cada vez estaba más dura, más larga y más gruesa. Ya no me cabía en la boca por lo que cuando me la metía, únicamente entraba su glande, pero la sacaba para lamer toda su longitud. Ya estaba muy dura. Me la saqué y la puse vertical con mi mano para verla. Era una polla enorme, cruzada por 4 gruesas venas. Lamí su glande y me la volví a meter. Él gemía de placer. Quitó su mano de mi cabeza, la puso sobre mis costillas y me acarició. Fue el único gesto de agradecimiento que tuvo en toda la tarde. Su mano era muy grande, de dedos muy gruesos y la sentí áspera sobre mi piel suave y joven. La movió hacia mi axila y luego hacia mi pecho. Volvió a coger mi pezón y lo apretó girándolo como quien sintoniza una radio. Tiró de él. Gemí mientras seguía chupando. La polla me estallaba. Me incorporé nuevamente para quedarme a tres patas, ya que mi mano derecha no soltaba aquel instrumento y comencé a masturbarme.
– Guarra. Chupa. ¿No te irás a correr?
El soltó mi pezón derecho y cogió el izquierdo con su mano izquierda mientras que metía su mano derecha entre mis nalgas a la búsqueda de mi culo. Sentí que se mojaba los dedos e intentaba meterme uno.
De pronto, me empujó hacia atrás y quedé de nuevo boca arriba sobre la hierba. Estaba casi desnudo, con la funda de trabajo sobre la caña de sus botas de agua, separó mis piernas y se tumbó entre ellas. Yo las levanté instintivamente quedando en posición fetal. Cerré los ojos. Sentí que guiaba su polla con la mano derecha mientras se apoyaba en la izquierda, para metérmela en el culo. Separé las nalgas con las manos. El contacto de aquella cosa grande y dura en mi perineo me volvió loco de placer. Con varios empujones intentó metérmela sin éxito. Por fin, uno en uno de aquellos envites su glande y parte de la polla se coló en mi culo dilatado y húmedo. Apoyó las manos a los dados de mi cara y yo me sujeté a sus antebrazos imaginándome lo que vendía ahora. Con un movimiento seco y brusco me la metió entera. La sacó despacio casi hasta el final y volvió a meterla de golpe. Aaaah.
Yo me mordí los labios y le apreté los antebrazos. Volvió a sacarla y a meterla con un golpe aún más seco. Aaaaaaah. Con un giro brusco de sus manos se deshizo de las mías y me las cogió por las palmas para apoyarse sobre ellas. Tenía unos dedos muy gruesos que me hacían daño al tenerlos entre los míos y su peso me hacía daño con la hierba oprimida sobre la parte contraria a mis palmas. Cada vez se movía más rápido, hasta que llegó a un ritmo y lo mantuvo. Mi culo estaba tan abierto que, en ocasiones sacaba su polla completamente de él, y volvía a entrar con total facilidad. Sentía su aliento en mi cara a cada sacudida. Apretaba sus manos por el dolor y por el placer. Su sudor goteaba en mi cara mientras gemía o me mordía los labios. Se dejó caer sobre mí apoyando ahora los codos a los lados de mi cara y me lamió la boca. Le abracé. Mi lengua salió al encuentro de la suya y a través de ellas empezó a bajar su saliva. Me comía la boca. Sentía su barba arañar mi cara. Yo respiraba agitadamente por la nariz con cada envestida hasta que empecé a notar que su velocidad descendía pero para penetrarme más profundamente. Cada vez más despacio y cada vez más profunda y violentamente. Sentí un enorme calor dentro de culo. Sacó la lengua de mi boca encharcada y giró la cabeza hacia atrás, para dar unos últimos, más profundos y violentos empujones con su cadera, dejando toda aquella enorme pollo dentro de mí unos instantes, después de cada embestida. Cuando terminó de correrse, dejó caer todo el peso de su cuerpo sobre el mío con su cara barbuda junto a la mía. Oía su respiración agitada. Su pecho sudado y velludo oprimiendo el mío. Su espalda fuerte y ancha al acariciarlo.
Cuando se calmó, volvió a dejarse caer hacia mi izquierda y de mi culo totalmente abierto comenzó a manar todo su semen. Unos instantes después, cuando dejó de jadear, tomo de nuevo mi cabeza como lo había hecho antes y me la dirigió a su polla para que volviera a limpiara. Lo hice con gusto. Chupé, lamí y saboreé nuevamente aquella enorme polla y sus colosales testículos llenos de semen y sudor. Cuando creyó que ya estaba suficientemente limpia, me apartó de un golpe, y sin decir nada, se subió la funda de trabajo, se subió la cremallera y se alejó caminando en dirección contraria a la que había llegado al claro.
Yo me quedé sentado de medio lado, apoyado con mi mano derecha en la hierba, con la boca abierta encharcada de saliva, con el olor de su sudor en mi cuerpo, con su sabor en mi lengua y con la sensación de que lo que había pasado hubiera sido un sueño. Evidentemente no lo había sido. Pasé mi mano izquierda por mi ano, que tenía totalmente dilatado y del que aún caía semen que me empapaba las nalgas. Tardé unos instantes en recobrar mi ser. Me levanté despacio. Me dolía todo el cuerpo y particularmente mi culo. Me temblaban las piernas. Caminé despacio junto a Max que estaba sentado a la sombra de la pila de troncos. Afortunadamente había quedado a la sombra, pensé.
– o O o –
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