Debutando con Perla:
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por leandro30.
Luego de haber visto a Mariano en su habitación cogiendo con nuestra perra, mi calentura se acrecentaba como la espuma. Esa imagen se clavó en mi mente recordándola a diario y dedicándole mis buenas pajas. Mi propósito era firme y sabía lo que quería, mis intenciones eran fornicar con el can, tal como lo hacía mi hermano. El disfrute que le había causado aquella copula animal, me hacía suponer que aquello debía de ser la gloria. Debería de ser distinto a masturbarse, única cosa que yo hacía, la penetración tenía unos agregados distintos que luego comenzaría a experimentar con Perlita. Mientras, mi mente solo era ocupada por la idea imperante de coger con mi perra. Mi primera experiencia fue sencilla, pese a que era un novato en la materia y carecía de la “experiencia” que poseía mi hermano, quien hacía ya un par de años que mantenía relaciones con ella, como luego me enteraría (pero esa es otra historia).
Un fin de semana, me toco quedarme solo en casa. Mi hermano, salió con unos amigos y mi vieja se tuvo que ir a cuidar a mi abuelo a la clínica por una operación de hernia que le habían practicado. Era la oportunidad perfecta, por fin podría estar a solas como tanto había deseado con mi futura amante canina. Experimente una mezcla de sensaciones, la excitación se apoderaba por completo de mí, y al mismo tiempo me sentía extremadamente nervioso. Estaba por dar un paso trascendental en mi vida con tan solo 13 años no solo debutaría también comenzaría, a partir de ese día, a incursionar en el mundo de la zoofilia.
Ya entrada la noche prepare algo para comer. Salí al patio llevando un plato con restos de pollo que quedaron de la cena para dárselos a Perla. Se puso a comer, mientras movía su rabo en señal de agradecimiento. En tanto, yo contemplaba como hipnotizado la hermosa vagina que poseía mi perrita. Me hinque de rodillas sobre las baldosas y comencé a palpar con mi mano su anatomía sexual. Su vulva estaba un tanto abultada, era tersa, con algo de bellos en ambos costados de sus labios vaginales rosados.
Con esa intensa franela y visión yo ya estaba al palo, así que no lo dudé ni un segundo. Me baje los pantalones hasta las rodillas liberando mi verga, al verla mi perra inmediatamente se abalanzo sobre ella. Comenzó a darme lamidas muy rápidas por toda la longitud de mi pija con su larga lengua, parecía desesperada por mi miembro. Yo estaba completamente extasiado, era la primera chupada que me hacían en mi vida y Perla era toda una experta en la materia. No era la primera verga que chupaba y se notaba que mi hermano, la había entrenado muy bien. Sus lamidas sobre mi erección se hacían cada vez más intensas llenándome de placer. Su lengua rugosa y caliente parecía no cansarse nunca de lo que estaba haciendo, lamia y lamia sin detenerse.
Era tanta la excitación que sentía por la mamada de Perlita, que incline mi torso hacia delante para poder besar su cabeza, mientras le decía con lujuria:
– eso es, así mamita… chúpame bien la pija, cómetela toda.
– lo haces de maravilla….seguí…seguí…como la chupas!!!!
Mi perrita, como animada por lo que le decía, empezó a mover más rápidamente su lengua sobre mi glande. No logre aguantar más y comencé a eyacular sobre su lengua que recogía todo mi semen sin dejar escapar una gota. Continúo lamiendo con esmero, tragándose toda mi leche. Luego de que me puliera bien la verga con su habilidosa lengua, la tome por su collar para meternos dentro de casa. Aún continuaba con una firme erección y estaba deseoso por meterla dentro de su chocho.
Ya estando dentro de casa, conduje a Perla hasta mi cuarto. Me desnude por completo, liberándome de toda mi ropa, mientras ella me observaba con sus ojos vidriosos como sabiendo lo que le esperaba. La subí sobre la cama y comenzó a refregarse contra el acolchado, fue hasta el respaldo de la cama, dio un par de vueltas y volvió hacia donde yo estaba. Comenzó, una vez más, a darme lengüetazos en la verga, mientras meneaba su rabo entusiasmada.
Colocándome de rodillas sobre la cama, escupí sobre mi mano, buscando con mis dedos su sexo, introduje mi índice en su concha, la cual estaba totalmente mojada y roja. Comencé a masturbarla con mi mano al tiempo que ella seguía comiéndose mi pija, mientras mi dedo entraba y salía con fluidez de su palpitante vagina. Dentro, se sentía húmedo y extremadamente caliente. De vez en cuando, mi perra se volteaba a mirarme y entrecerraba los ojos, seña que me hacía suponer, que le gustaba lo que estaba haciendo.
Deje que Perla continuara dándole un par más de lengüetazos a mi verga, lo cual hacia muy bien. Mi perra era toda una experta en lamer, pero con eso solo no bastaba. Estaba deseoso de sentir mi pene en su interior. Tome mi miembro liberándolo de su hocico, me coloque detrás de ella en cuclillas, apuntando mi verga en dirección a su conchita suculenta que se ofrecía aguardando mis embestidas. La tome con firmeza de sus caderas, y en esa posición comencé a ejercer presión con mi pene sobre su sexo. Durante algunos minutos, hice un par de suaves movimientos, hasta que logre introducirle el glande. Continúe presionando un poco más, mientras sentía como la vagina de mi perra se iba dilatando, tragándose lentamente mi pija. Lejos de molestarse, mi perra se mostraba receptiva abriendo cada vez más su anillo glorioso. Al ver su sumisión total, se la clave de un solo envión hasta el tronco. Me quede quieto un momento para sentir la calidez de su interior, y luego, comencé a bombearla con deleite.
La sensación al penetrarla fue lo más placentero que he vivido. Era una delicia total, sentir como mi pija era cobijada íntegramente por su concha elástica, la cual succionaba y apretaba con fuerza mi erección. No podía parar de gemir, el gozo que experimentaba era tremendo. Perla también estaba disfrutando, jadeando y sacando su lengua agitada por nuestra cogida. La penetraba lentamente, una y otra vez, para hacer durar ese maravilloso momento el mayor tiempo posible. Por momentos ella giraba hacia atrás lamiendo la zona del coito ansiosamente. Luego volvió su cabeza hacia el frente encorvando su lomo. Saque mi pija de su interior y al volverla a meter, sentí un placer mayor. La sensación del rose de mi pelvis contra sus pelos, me provocaba una calentura tremenda que redoblaba mi placer. Los sonidos que provocaban mi verga al bombear su chochito ardiente, aumentaban mi excitación provocando que la embistiera con mayor intensidad, observando como mi pene inflamado a punto de reventar, iba y venía sin cesar.
Estaba totalmente en trance, sintiendo ese nuevo placer que antes desconocía por completo. Me temblaban las piernas, mi respiración se entrecortaba y mis gemidos aumentaban a medida que penetraba a mi perra hasta lo más profundo de su vagina, ensartándola por completo. . Mi miembro estaba atrapado por esa concha animal, que no parecía dispuesta a soltarlo fácilmente. Me ponía al palo ver el contraste entre los labios vaginales de mi perra y mi pene, los cuales se adherían al tronco de mi pija apretando con fuerza y estirándose cuando la sacaba un poco. Su interior era un infierno, el calor de su chochito quemaba mi enardecido miembro, llevándome a experimentar un gozo tremendo.
Continúe durante varios minutos metiendo y sacando mi verga de la suculenta raja de Perla, que me tenía loco. Pase uno de mis brazos por debajo de su abdomen que se encontraba hirviendo, mientras que con la otra mano la tome de uno de sus muslos. Deje una de mis rodillas apoyada sobre el colchón y flexione mi otra pierna, asumida esta posición, empecé con renovado entusiasmo a coger con más ganas a la perra. Las embestidas eran tan fuertes que zamarreaba bruscamente a mi perra, mientras su concha emitía fuertes sonidos producto de mi penetración salvaje. Esto provoco que mi calentura llegara al clímax.
Sin poderme contener continúe cogiéndomela, y en segundos comencé a descargarme por primera vez en su vagina, mi pene latía fuertemente mientras inyectaba una generosa cantidad de semen. Habiendo ya terminado deje mi pene dentro de ella, sintiendo como su chocho exprimía mi pija sacándole hasta la última gota de leche. Pasaron algunos segundos, para que mi pene perdiera su erección, saliendo solo de su placentero encierro. Mi perra se volteo y comenzó a lamer su chochito rebosante de semen y fluidos vaginales. Mientras tanto, yo me encontraba en las nubes perdido en aquel orgasmo maravilloso, el sudor me chorreaba por todo el cuerpo, mi boca estaba seca y mi respiración aún se entrecortaba. Una vez que Perla dejo de lamerse su vagina, vino hacia mí, y comenzó a limpiar mi verga con su lengua. Concluido nuestro primer encuentro sexual (de varios), la tome con dulzura bajándola de mi cama y se recostó sobre una alfombra.
Fui al baño para darme una ducha, al estar bañándome, recordé lo vivido, me sentía todo un hombre. Mis pensamientos no tardaron mucho en estimular mi cerebro dejando mi pija como piedra. Cerré el agua, tome la toalla, me seque a las apuradas y volví a mi cuarto para echarme otro polvo con Perlita. Ese fin de semana, copule con ellas tantas veces como pude. A partir de ahí, cada vez que nos quedábamos solos la montaba y ella se mostraba muy contenta con nuestra relación. La tenia de amante y ella me correspondía admitiéndome como su macho, aunque yo no olvidaba que mi hermano también la cogía.
Por lo tanto, tomaba toda la cautela a la hora de hacer el amor con mi perra. Hubieron varias noches en las cuales espié a Mariano (mi hermano) cogiendo con nuestra perra. En esas ocasiones no me quedaba otra que masturbarme para saciar mi deseo como lo había hecho la primera vez que los vi juntos. Aguardaba para quedarnos solos y poder saciar mi deseo sexual incontrolable por la concha de Perla. Pero todo comenzó a complicarse (para bien), un día, cuando mi hermano me dijo – ya sé que usas la perra para “descargarte”.
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