DISFRUTANDO UN CUERPO DE PERRO MACHO
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por zoohot.
Un fin de semana con mal tiempo, me llevó a cancelar toda actividad social. Preferí quedarme en casa con mi perro Sancho, ya que hacía bastantes días que no lo disfrutaba.
Lo bañé cuidadosamente, usando todos los productos de higiene perruna que me recomendaron en el pet-shop. Durante el baño, Sancho se mostró quieto y sumiso, ya asocia la ocasión de baño con una larga sesión se sexo.
Limpié muy bien sus partes con un producto bactericida que compré en el pet-shop, y lo dejé recostado en un almohadón en mi cuarto, para que no anduviera por allí, por el parque de la casa ensuciándose. Terminé esa preparación con una gran excitación erótica y una tremenda erección de mi verga.
Cubrí la cama de mi dormitorio con la gran manta que uso para acostar allí al perro. Me desnudé lentamente, pese a mi ansiedad, para aumentar mi excitación. Me desnudé por completo, y -como siempre- acomodé estratégicamente en el cuarto varios espejos grandes, para que reflejaran toda la acción.
Hice que Sancho subiera a la cama y lo recosté. Tenía decidido disfrutarlo paso a paso, resistiendo y postergando mi deseo de penetrarlo. Sancho está bien entrenado, ya sabe que significa cada movimiento.
Me recosté a su lado, hice que me oliera y lamiera la verga y las bolas, que bebiera mi líquido pre seminal. Luego, comencé a acariciar su pecho, su panza, y a tocar suavemente su capullo, dándole también calor con mi mano en sus huevos. Así, Sancho comenzó a sacar la verga del capullo hasta que quedó totalmente fuera, enorme, roja, venosa, ya despidiendo líquidos desde la punta.
Lo puse completamente panza arriba, y empecé a pasar mi lengua a lo largo de su enorme verga hinchada, lamiento la punta para estimularlo, que soltara más líquidos. Él se estremecía de placer, se lamía el ocico. Cuando noté que la pija estaba a punto, la fui poniento lentamente dentro de mi boca, entrándola y sacándola despacio y finalmente succionando, chupando. Ya se había formado su gran bola al final de la verga, la tomé entre mis dedos e iba acompañando con un movimiento de mi mano mi succión.
Cuando por los movimientos del perro noté que venía su acabada, coloqué rápido una toalla en su panza y retiré mi boca. El perro soltó una eyaculación impresionante, muchísima cantidad de semen que cubrió la toalla. Esa vez no quise mamarme tus guascos, porque suelen producirme acidez estomacal.
A lo largo del día lo hice acabar varias veces más, en parte con mi boca, en parte masturbándolo desde la base de su bola. Así, hasta que quedó extenuado.
Yo ya no podía resistir más mi deseo de penetrarlo, mi verga estaba hinchada y roja, parecía un garrote. Volví a limpiar al perro cuidadosamente y lo dejé descansar un rato, mientras yo miraba un video de zoofilia donde dos jovencitos cojían incansablemente a una perra por su vulva y por su culo.
Ya descontrolado por mi excitación comencé mi esperado ritual: coloque nuevamente a Sancho sobre la cama, me coloqué un preservativo cubriendo los dedos índice y mayor de mi mano, puse mucho gel lubricante sobre ellos y también en el ano de perro. Fui empujando suavemente para abrir el ano y poner mis dedos dentro de su recto, haciendo los movimientos y el trabajo de dilatación. Así estuve un rato, luego de lo cual coloqué en el pote de gel un pico, lo introduje hasta el fondo del recto y presioné el pote para que fuera entrando el gel en el cuerpo de Sancho, retirando el pico suavemente para que toda la cavidad se fuera llenando de lubricante.
Mi verga estaba que estallaba. La cubrí bien de gel lubricante, ubiqué la parte trasera de Sancho entre mis piernas, estando él panza arriba, lo puse levemente a un lado y comencé la penetración anal.
Como siempre, al comienzo de la penetración, cuando le meto el glande y una parte de la verga, Sancho gime, pero al seguir empujando hasta colocar toda mi pija en su recto, ya se somete y se entrega.
Una vez bien clavado, me fui poniendo en decúbito con el lomo del perro en mi pecho, su cuerpo estaba apoyado en mi pierna derecha, lo cubrí con mi pierna izquierda, lo apreté entre las dos piernas y lo abracé con fuerza, empezando los movimientos de bombeo dentro de su culo, mientras le decía cosas calientes y obscenas.
El calor y la presión de su recto sobre mi verga me sobre excitaron, pero estaba dispuesto a demorar lo más posible mi eyaculación. Así, fui revolviendo mi pija en su recto, moviendo mi cadera en bombeo, retirando y volviendo a entrar mi pija una y otra vez.
El perro se dejaba, sumiso, y esa actitud me excitaba más, hacía que aumentara la fuerza de mi bombeo, hacía muchos días que no lo hacía con él y lo iba a disfrutar al máximo. Aprisioné su cuerpo musculoso con fuerza, con mis brazos y mis piernas, y le daba cada vez con más violencia.
Observé que -como siempre- la cojida estimulaba su próstata y lo excitaba: el perro tenía toda su verga roja afuera, dura, y en un momento eyaculó abundantemente. Al hacerlo, apretó su recto y no pude controlarme más. Yo también eyaculé hasta vaciar mis bolas en su culo, cinco, seis chorros de semen. Al sentir mi acabada, Sancho -como siempre- gimió y se estremeció porque se siente servido.
Luego de acabar, me quedé en la misma posición hasta que mi verga fue deshinchándose y pude retirarla sin violencia. Observé que el perro quedó con el ano muy dilatado, muy abierto.
Fui a higienizarme bien, mientras que Sancho quedó sobre la cama lamiéndose el ano. Le había pegado una tremenda cojida, como venía deseándolo. Algunas horas más tarde volví a cojerlo y a llenarle el recto de semen.
Es dificil explicar en palabras el placer que este perro me da con su cuerpo. Quienes no practicaron la zoofilia, no saben exactamente lo que es el placer sexual.
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