DISFRUTANDO UNA PERRA
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Tenía 21 años y concurría muy seguido a un gimnasio, donde hice amistad con otro tipo, mayor que yo (de unos 34) que lo llamaré Juan para no identificarlo personalmente, muy sexual como yo también lo era. En confianza, me comentó de sus experiencias sexuales incluso con animales. Animado por eso, me atreví a reconocerle que yo también tenia mis experiencias zoo.
Me confesó que hacia 6 años había entrenado a una perra para tener sexo con ella, y me dijo que desde entonces siempre lo hacía y hasta se filmaba para su propio disfrute. Me desafió a compartir un momento de sexo con ella y acepté. Juan dijo que cuando la perra entrara en celo, que era el momento oportuno porque estaba receptiva, me avisaría. Así lo hizo.
Fui a la casa de Juan, conocí a la perra. No se cual era su raza, pero era enorme, pelo corto color castaño, muy mansa. Mi amigo me contó como la entrenó, que nunca la cruzó con perro macho y que solamente con él había tenido sexo, él era su macho. Cuando me recibió, la perra estaba recién bañada y bien higienizada.
En su casa, Juan tenía un cuarto destinado a la práctica zoo con la perra. El cuarto tenía en el centro una cama de baja altura, suficiente para que parada la perra allí, se ajustara a la altura de la cadera un hombre parado en el suelo detrás de ella. El cuarto estaba muy bien equipado, con espejos grandes por todos lados para aumentar la excitación observándose en ellos mientras se tenía sexo. Además, tenía armado un pequeño set de filmación (filmadora, focos de iluminación, etc.) por si quería filmar la escena, lo que en esa ocasión no hizo porque yo no quise.
Allí fuimos. Primero, me hizo ver varios de los videos que había filmado con sus prácticas, que eran muy fuertes y nos excitaron mucho. Luego, me propuso que nos desnudáramos completamente, subió a la perra a la cama y me propuso que nos desnudáramos, diciendome que empezaría él y luego seguiría yo compartiendo la hembra.
Los dos estábamos excitados, erectos, calientes. La perra, bien entrenada, tranquila y sumisa. Juan comenzó frotando con sus manos las tetas y la vulva de la perra que, por estar en celo, estaba muy hinchada. A ella parecía gustarle, se quedaba quieta y levantaba el rabo, sabiendo lo que sucederia y demostrando que estaba receptiva para que la posea el macho. Tocando y acariciando la vulva, Juan me mostraba lo hinchada que estaba y como empezaba a soltar jugos. Con el dedo pulgar, se la frotó en forma circular hasta que se empezó a abrir y soltar más líquidos, ahí mi amigo empezó a introducirle el pulgar y revolver en forma circular. La erección de Juan era tremenda, tenía la verga toda descubierta, roja y brillosa, pegada a su panza le llegaba casi al ombligo.
En un momento mi amigo se arrodilló y comenzó a chupar la vulva, primero con la lengua tratando de meterla dentro del tajo, después con toda la boca, como succionando, mientras con una mano le frotaba el ano y con la otra las tetas. La hembra estaba muy receptiva, se quedaba quietita.
Me excitó mucho ver como Juan chupaba y succionaba esa concha, cuando alejaba un poco la boca se formaban hilos de jugo entre sus labios y la vulva. Chupaba primero despacio, luego con desesperación. Me enloquecía ver como sacudía a la hembra con esos movimientos, y el ruido que hacían esas lamidas.
En un momento él se detuvo y me mostró lo dilatada e hinchada que estaba la concha, me dijo que la chupada era para predisponer a la hembra que ya estaba a punto, dado que largaba mucho líquido por su agujero. Entonces, Juan tomó un pote de gel genital, puso mucha cantidad en sus dedos y empezó a meterselos en la concha, uno, dos, tres dedos, siempre con mucho lubricante, tratando de colocarlo dentro de la cavidad y también afuera, rodeando la vulva. Me decía que la penetración con los dedos, además de lubricar servía para ir excitando a la hembra.
Terminada esa etapa, cubrió de gel su verga, la bajó no sin esfuerzo (estaba paradísima) y con frotamientos circulares con su glande empezó la penetración sosteniendo fuertemente con sus manos a la hembra por su cadera. La colocó con mucho arte, el glande y la primera porción de la verga abrieron la vulva; la hembra gimió fuerte y se estremeció, pero Juan la aferró más fuerte de sus caderas. Ahi fue donde él empezó a empujar lentamente ayudando con movimientos de su cintura y dilatando todavía más los tejidos de la concha. Así, hasta que su tremenda pija quedó toda dentro de la cavidad. Yo me volvía loco de calentura viendo esa escena, no me importaba que se tratara de un hombre humano penetrando a una perra, lo veía como una cojida de macho y hembra. La perra, bien en celo y bien puta, empujaba hacia atrás para facilitar la cojida, mientras que mi amigo revolvía su verga y bombeaba primero lentamente, después con fuerza. La escena se multiplicaba en los espejos, era fabuloso. En medio de la cojida, Juan se puso loco de excitación, bombeaba con fuerza y le gritaba: puta, puta, te gusta, estás acabando… Un poco después, mi amigo soltó varios gemidos bien fuertes porque estaba eyaculando y sirviendo a la hembra.
Cuando la desabotonó, limpió la vulva con un paño y me dijo: "ahora, ahora montala". Yo no me animé a chupar la vulva recién cojida, además estaba muy excitado como para demorar, asi que imité lo que él había hecho, volví a ponerle con mis dedos mucho gel en la concha, estaba muy muy abierta. Llené de lubricante mi verga y sin demorarme la penetré. La concha, toda la cavidad estaba muy dilatada, pero muy caliente y muy humeda de líquidos sexuales. La hembra, bien puta, hacía contracciones que me fueron llevando la pija bien adentro hasta el tope. Mi verga también estaba gorda, hinchada, pero entró toda. Me sorprendío lo caliente que estaba la cavidad, y como sentí que me corría en cualquier momento, aproveché para disfrutar la penetración, revolviendo y bombeando con mi pija, frotándole las tetas con una mano, hasta le metí mi pulgar en el ano. Sin darme cuenta, fui llevando a la perra más adentro de la cama (estaba parada con las patas traseras en el borde). La perra cedió sus 4 patas y quedó acostada sobre su panza, eso me facilitó acostarme sobre ella -sin interrumpir la penetración- rodearla y aprisionarla con mis piernas. Verla así sometida me enloquecío de excitación, revolvía mi verga dentro de ese cuerpo caliente. La perra gimió y gritó, tal vez porque en esa posición mi pija bien hinchada le dolía. Tal vez por morbo, sentirla sometida a mi me calentó más, me venía pero traté de retrasar la corrida para disfrutarla un poco más, pero finalmente no pude contenerme y me salió gritarle: "tomá, puta, tomá, tomá" y eyaculé como un toro, cuatro chorros de semen, bien abundantes. Cuando saqué mi verga, un hilo grueso de semen y jugos se estiró entre mi glande y la vulva, enormemente abierta.
Mientras nos higienizábamos y desinfectábamos, mi amigo me dijo que era la primera vez que compartía su hembra con otro macho, que él se la cojía constantemente desde hacía 6 años y que volvería a invitarme.
Y así fue, concurrí una vez más. Lo relataré en otra ocasión. Fue una experiencia zoo maravillosa. Insisto, el sexo zoo no es entre humano y animal, es entre un macho y una hembra, un macho y un macho, una hembra y una hembra. Es placer.
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