EL DIARIO DE PIRUCHA: Arturo «Zorro» y su perro me culiaron.
Continuamos con la lectura del diario de Pirucha a medida que va avanzando en la senda de convertirse en una lujuriosa puta que no le hace asco a nada..
Nos fuimos esa mañana como todos los días, después del desayuno al último patio en que teníamos nuestros habituales juegos en la caseta del retrete. A pesar de que los vapores de los excrementos producían un aire nauseabundo, para nosotros eso no tenía importancia dada la secreta privacidad que nos proporcionaba.
-¿Qué haremos hoy, Pirucha?
-Lo que tú quieras, bebé.
-¡No me digas así yo no soy guagua!
-Es de cariño, Carlitos. Me toqué el paquete y le dije:
-Aquí está tu mamadera.
-Oye.
-¿Quieres tomar tu leche?
-No.
Me acerqué por detrás y lo abracé haciéndole sentir mi miembro que empezaba a despertar. La consabida erección que las expectativas de follarle ese culito blanco y atractivo lo hacían endurecerse…
-MMMMM.
Carlitos se revolvió como si quisiera desprenderse del abrazo, pero en realidad le gustaba refregar su potito contra mi verga por encima de la ropa.
-Ya, no te pongas difícil si la pasamos bien.
Se revolvió como si tuviera pereza. Suspiró. Como una gatita que quiere su leche.
Deslicé la mano por entre el pantalón y acaricié su suave piel. Respingó el culito dejando ver que su intención era provocarme. Lo estaba consiguiendo, porque me sentía cada vez más prendido
Sin decir nada, empecé a hacer cada vez más intensos y fuertes los apretujones y embestidas que le daba. Eso lo hacía sentir hembrita dócil y sumisa. Le bajé el pantalón junto con su prenda interior y dejé a la vista de ese culito.
Le abrí las nalgas y empecé a meter la cabeza del pene…
.-¡Qué están haciendo, chiquillos de mierda!
Era el Arturo. Por apodo le decían Zorro. Un muchachón que llegó crecido a la casa patronal de mis abuelos y nadie sabía de dónde y quiénes eran sus padres. Le faltaban varios palos para el puente como se dice, pero era hábil con los animales con los que se entendía a las mil maravillas. Así que estaba a cargo de la cuadra.
-¡Esto lo van a saber sus mamás!
Llegó la hora de negociar y aplicar la estrategia del soborno. Lo único que podía seducirlo, era el sexo. Pensé que a Carlitos no se lo daría por ningún motivo.
-¡Carlos, ándate a la casa inmediatamente. Y ni media palabra de esto a nadie. Después hablamos. El chico me hizo caso porque le temía al muchachón.
-No sé yo le voy a contar a la sitan Nana y a la sitan Nora lo que le estabai haciendo al chiquillo.
-Tú no vas a contar nada porque esto lo vamos a arreglar entre los dos. A ver, ¿qué querí por quedarte callado?
-No sé, no me le ocurre. Pero se lo tengo que…
Le agarré el pene por encima del pantalón y le di unos apretones.
-Ya, suéltame, no seái marica…
-¿Me vas a decir que no te han hecho nunca esto. Le abrí el marrueco y le saqué la verga. Medio adormecida, medía un par de decenas y algo más, pero lo que llamaba la atención era que su cabeza era pequeña y puntuda y la base se iba engrosando hasta alcanzar un diámetro de 6 a 7 centímetros. No fue difícil meterme el glande en la boca, pero solo pude llegar a la mitad de la pichula porque no me daba más la boca.
Le di unas mamadas hasta que se puso rígida y el Zorro empezó a respirar agitado y a mover sus caderas en modo penetración. Aún cuando no podía tragarle la verga completa, las succiones y lametones lo tenían listo para llegar a correrse.
Y eso era lo que quería. Una vez que lo hiciera estaría en mis manos. Carlitos sería el testigo de lo ocurrido y Arturo llevaba todas las de perder…
Seguí en mi empeño hasta sentir los trallazos de semen en mi boca. Me saqué la verga y escupí su carga de leche viril y el esmegma que le rodeaba el glande. No había tiempo de limpiarlo, así que tuve que cerrar los ojos y sacrificarme por mi primito y sus favores carnales.
-Ya. Le dije. Ahora estamos iguales, así que, si tú cuentas algo, yo contaré esto.
-Pero…
-Nada de pero. Yo diré que me forzaste a chuparte el pico que hacía rato que andabas caliente conmigo.
-Así que era verdad que prestabai el poto, Pirucha.
-Bueno eso lo podemos conversar. Si querís…
-Claro que quiero.
-Bueno, entonces démosle.
El tamaño y la extraña forma de su pene me habían convencido de que dentro de mi ano me haría sentir algo que era nuevo en mi breve aún, pero salida vida de putita.
– Entonces, vamos. Me dijo. Me tomó del brazo y me llevó al zaguán donde había dejado su cabalgadura.
Un potro negro azabache, muy brioso y que solo se dejaba montar por Arturo.
Se comentaba en los corrillos que se formaba en la ceremonia del mate en la cocina, que era hijo de uno de mis tíos y como era costumbre, las familias humildes mandaban al “huacho” a servir en la casa de su padre. Nadie se daba por enterado de ello y a nadie le importaba tampoco.
Podía ser mi primo también.
Sentí que me cogían en vilo y me montaban a horcajadas delante del jinete que partió a todo galope.
-Afírmate, Pirucha, si no te querí caer.
Salimos del pueblo en dirección hacia la finca en que se cuidaba a los caballos y los perros.
El Zorro llevaba una mano en las riendas y con la otra me abrazó y me acercó a su cuerpo. Noté que su herramienta se situaba en medio de mis nalgas que empezaron a responder y me calentaba cada vez más.
-Ahora, te llevaré a mi dormitorio, porque quiero que me emprestís el poto a mí ahora.
Solté una risotada, mezcla de humor y excitación. Ante la inminente culiada a pelo que me daría el mocetón.
No bien llegamos, amarró al potro a la entrada y le llevó un cubo con agua. A mí me tomó en brazos y me tiró en su covacha. Me arrancó los pantalones y ropa interior y me dejó culo arriba en actitud de hembra sometida a la que le van a meter el pico.
Y la verdad es que tenía mucho morbo de ser cogido por quien se decía que lo hacía únicamente con las yeguas y las perras. Así me empecé a sentir, como una más de sus hembras.
Sacó una manea y me ató las manos y luego con otra, los pies al catre para dejarme un buen rato así esperando…
Cuando llegó, se desnudó y me dio la primera clavada que sentí como si me introdujeran un tronco con espinas y empezó a meterlo y sacarlo, seguramente como se lo hacía a las yeguas o a las perras, mi estado era de un suplicio o tortura a la que te someten sin que puedas hacer nada. Pero cada vez más me iba percatando del placer que me daba el morbo de la situación.
-Te tengo que abrir bien el hoyo porque después te va a culiar el Negro.
Era el rottweiler, un perro de los más grandes de la jauría que cuidaba los caballos y el más agresivo.
Una vez en la puerta de la casa vi como un rottweiler se culiaba a la Muñeca una perra mestiza de labrador y policial. Se acercó a nosotros gruñendo y se fue a olerle el trasero y lamerle la vagina, una vez que la Muñeca se puso en posición levantando la cola, el rottweiler sacó su herramienta y empezó a taladrarla con tal fuerza que la levantaba del suelo en cada penetración. Luego empezó a dilatarse la vagina de la perra a medida que la base del pene canino crecía e ingresaba en el sexo de la complaciente Muñeca. Se me imaginaba una pelota del tamaño de un melón tuna. Bueno casi.
Quedaron pegados durante varios minutos.
Después el rottweiler empezó a tironear su pichula hasta que logró destrabarse y se alejó chorreando de semen. Muñeca se lamía y se arrebujaba en un rincón…
-Vamos a dar un paseo por la playa, pero piluchos…
Me desató y en vilo me montó en el potro que esperaba en la puerta de la rústica vivienda. El Arturo Zorro se montó detrás de mí.
De pronto deslizó su pichula entre mis nalgas. Pensé que me la metería mientras cabalgábamos; una corriente me estremeció de lujuria. Cabalgar culiando. Ni Lady Godiva tuvo ese placer y la putita Pirucha cumpliría una etapa más en su vertiginosa carrera hacia la cumbre del erotismo.
Respingué mi trasero y me abrí las nalgas con la intención de recibir ese instrumento de tortura y de placer que me aprestaba a disfrutar.
-Putas que soi caliente, Pirucha. No te la voy a meter yo, el Negro será el que te culee y vai a ver que te espera quedar abotonao como perra.
Emprendimos la cabalgata desnudos y en pelo por la orilla de la playa levantando agua y arena en cada pisada del potro. Iba rumiando las escenas del rottweiler y Muñeca, mientras cabalgaba sobre la verga del Zorro que me hacía abrir y cerrar mi agujero gozador con cada salto o brinco del equino. Iba doblemente cabalgando: un potro y una verga.
Cuando emprendimos la vuelta desafiando el oleaje y levantando arcoíris contra el sol, el mozo, ya demasiado excitado, me metió de una su enhiesta lanza que me perforó hasta lo más profundo de mi funda anal y cumplió con creces mis deseos de puta. Ahora sí íbamos culiando. Y qué culiada, en pelotas, en carrera desbocada de bestias animales y humanas.
Un potente chorro de semen y otro y punzadas rabiosas de hambre y sed de sexo lujurioso y prohibido.
-Te quedai aquí. Me dijo mientras desmontaba y se dirigía a la caseta en que estaba encerrada una de las perras, la Loba, porque se decía que sus ancestros habían sido lobos. Estaba en celo y provocaba a los demás perros de la jauría. Abrió descorriendo el cierre y volvió a cerrar la puerta. Le acarició la cabeza a la imponente perra y fue corriendo la mano hasta llegar a su vulva. La introdujo y la sacó húmeda de los jugos del celo.
Volvió y me untó el trasero con ese provocador elixir. Fue en busca de rottweiler. El can tensaba la correa que lo sujetaba y gruñía cada vez más excitado cuando percibió el incitador aroma que emanaba de mi trasero.
Me bajó y me acercó a una rústica mesa que estaba bajo el corredor y me dejó boca abajo con mi culo al aire.
Soltó al poderoso perro. Me fue como saeta a oler y lamer mi trasero. Advertí que su miembro asomaba la punta y anunciaba que la verga ya se empezaba a desplegar.
De pronto sus patas se apoyaron en mi espalda. Las uñas habían sido limadas, pero igual sentí el peso de aquellas tenazas. Luego su rojizo pene punteaba mi agujero y varias veces estuvo a punto de atravesar la entrada.
El Zorro atento y excitado como estaba, dirigió la verga al inicio de mi ano que esperaba ansioso y palpitante la penetración.
Un violento empujón me llegó a remecer y un dolor intenso y desgarrador me estremeció.
Por el rabillo del ojo vi como el Zorro se masturbaba, mientras el monstruoso pico del macho entraba y salía de mi interior en rápidos movimientos copulatorios.
Cuando ya disfrutaba del placer de ser la hembra, vino de nuevo el dolor del desgarro. Las paredes de mi ano se distendían con el ingreso de la bola que remataba el pene del rottweiler. Pensé que me destruiría y no podría volver a disfrutar del sexo anal por mucho tiempo o quizás nunca más.
Pero la naturaleza, al fin y al cabo, aún cuando vayamos en su contra, responde con extraordinaria versatilidad. Mi ano se abrió y recibió en su interior la descomunal esfera. Dentro sentía como el semen del perro me preñaba como una de sus perras. Y así me sentí. No solo en ese momento sino que aún faltaba el dolor del despegue de esa mole.
Después de casi media hora, en que habíamos estado unidos trasero con trasero, sentí los tironeos con que se iniciaba el despegue. Cuando lo logró, no pude dejar de emitir un aullido de dolor. El perro salió campante a correr por el patio como ufanándose de su nueva hembra.
Se acercó el Zorro y me preguntó que como me sentía. Lo miré con rabia y sin mediar palabra intenté ponerme de pie, pero las fuerzas me abandonaron y si el mocetón no me afirma, habría caído como un estropajo.
Me llevó al improvisado baño en que se aseaba todos los días. El agua fría cayó sobre mi cuerpo y a pesar del estremecimiento, sentí como se distendían mis músculos agarrotados.
-¿Querís algo,Pirucha? Y yo deseoso de sentir algo de calor, recordé el episodio de Emilio y le dije:
-Méame, Arturo. Sorprendido, apuntó su verga y me dio una ducha dorada.
Luego me volví de espaldas y le ofrecí mi culo.
-Acá también. Dirigió un nuevo chorro hacia mi adolorido culo y excitado al ver como me revolvía, quiso penetrarme.
-No. Le dije . Está bueno por hoy. La próxima vez seré la yegua de tu potro.
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Bueno, queridos lectores, amantes del porno duro, pronto seguiremos abriendo las páginas del diario de Pirucha y se las daremos mondas y lirondas, para que las disfruten. No importa qué es ficción o qué es realidad, si se se te ha puesto duro y te has masturbado hasta eyacular, estaremos contentos de satisfacer de tus deseos de sexo…sin tabúes.
R.
Mi mail [email protected]. Siempre contesto.
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