EL DIARIO DE PIRUCHA: Me culiaron los perros y el potro de Arturo Zorro. I parte
“La idea de continuar mi aprendizaje de la zoofilia con Arturo de guía y maestro, y yo como su discípulo obediente y decidido, me hacía arder de deseos y lujuria”..
“La idea de continuar mi aprendizaje de la zoofilia con Arturo de guía y maestro, y yo como su discípulo obediente y decidido, me hacía arder de deseos y lujuria”.
“Ansioso subí al vagón de pasajeros del tren y me acomodé al lado de la ventana para ver desfilar los paisajes que llevaban al sur en que transcurrirían los próximos dos meses de vacaciones de verano. Me daba vueltas en la cabeza lo que ocurriría ahora y el morbo de aquellos pensamientos e imágenes me prendía al punto de no poder contener la erección y las palpitaciones de mi ano, deseoso de nuevos encuentros y goce producido por miembros viriles…”
Las páginas referidas al verano en que daría rienda suelta sus deseos más cachondos y prohibidos comienzan con la inquietud que el viaje en tren le hacen adelantar lo que vendría ese verano de desenfreno. Mis lectores serán recompensados generosamente con los detalles que hemos rescatado del diario de Pirucha.
Terminada la introducción, vamos a la acción.
“Durante todo el trayecto, me fui dormitando a ratos u mirando el paso de las postales de los paisajes sureños. Viajar al lado de la ventana permite abstraerse del resto del pasaje y no tener que entablar conversaciones insulsas con el compañero de asiento. Mis padres y hermanos estaban varios asientos atrás, así que podía ir sumido en mis meditaciones.
Por cierto, que lo primero que recordaba eran las cogidas que me había dado el mocetón apodado Zorro. Cabalgar desnudos en pelo mientras me cogía, era algo que me ponía a mil cada vez que recordaba esos instantes. La brisa marina azotándome el rostro. Las patas del potro chapoteando en las olas y la arena, levantando espuma y salpicando gotas y chorros de agua salina. La verga de Arturo-zorro entrando y saliendo de mi agujero que se resentía de que saliera y la acogía cuando entraba por más dura y profunda que fuera la enculada…
Estuve a punto de levantarme e ir al retrete a masturbarme, pero cambiar de enfoque fue la decisión. Recordé a Carlitos, mi primo a quien dejé de lado después que le arrebaté la virginidad de su culito y también de su infantil pene. Comparado con el de Arturo-zorro era un meñique. Aún así disfrutaba esas penetraciones delicadas y me caían como bálsamo después de que mi ano había sido violentamente taladrado. Volvería a verlo y su culito me serviría para seguir ejercitando mi arte copulatorio como activo.
Después de seis horas de tedioso viaje, llegamos a la estación de trasbordo y me dio tiempo para estirar las piernas y salir del incómodo asiento de madera destinado a esos trenes de la estación estival, ya que para los pasajeros cuyos destinos eran lugares más lejanos, se reservaban los vagones de primera clase. Iban, pues, en mullidos asientos de cuero con apoya cabeza y distancia suficiente como para estirar los pies y dedicarse a dormir plácida y cómodamente.
Por fin arribó el tren que nos llevaría a la ciudad en que deberíamos abordar el microbús que nos llevaría a nuestro destino.
El viaje era solo de hora y media, así que pronto estuvimos cargando el equipaje y caminando algunas decenas de paso hacia la locomoción que nos esperaba entre el tumulto de pasajeros y quienes venían a despedirlos. Acomodamos maletas y bultos en los espacios dedicados a ello y nos instalamos en los asientos. A mi lado subió un gordo campesino que secaba el sudor de su frente con un sucio pañuelo. No olía precisamente a lavanda o agua de rosas, pero no era insoportable. Mi hermana habría vomitado ante el atentado a las fosas nasales que se resistían a olfatear. Me dediqué a observar la entrepierna de mi acompañante y me sorprendió el abultado paquete que acomodaba sin disimulo arreglándoselo de vez en cuando. Me sorprendió observándolo y me espetó:
-¿Le gusta lo que ve, patroncito? Me sonrojé y no contesté.
-Si le gusta, avíseme no más, porque aquí estamos para servírmelo. Y lanzó una risotada.
-Pregunte en el pueblo por el Carmelo y ahí le dirán dónde vivo. Se acercó y en tono de confidencia:
-Se nota que le gusta mi paquete de carne y a mi me gusta la carne nueva como la suya.
Acto seguido deslizó una mano hacia mi culo y palpó mis nalgas con descaro.
-Y este culito está buenazo, pa que voy a decir otra cosa. Me tomó la mano y la llevó hacia su pene que asomaba la cabeza en la abertura del marrueco. No me hice de rogar y apreté una gruesa verga que no alcanzaba a cubrir completamente. El campesino me tomó la cabeza y levantó la manta y me cubrió completamente. Sus intenciones se cumplieron a cabalidad porque empecé por lamerle su verga para intentar meterla en la boca. Solo pude llegar a cubrir el glande y parte del tronco. Con una mano me magreaba el culo y con la otra empujaba mi cabeza. Aceleré la mamada cuando sentí un grueso dedo meterse en mi agujero y empujarlo cada vez más adentro.
El fin del viaje se aproximaba y la acabada ocurrió unos cuantos minutos antes de la llegada. Tragué parte del espeso semen y me limpié la boca con el dorso de la mano.
El gordo destapó la manta y salí azorado desde el interior.
Al despedirse, me dijo:
-Vaya a verme, pues. En mi rancho, lo pasaremos bienazo. Allá le hago cariño con un queso asao y mate y algo de sobao. Tengo caballos para que pueda montar y pasarlo bien, mi jutrecito.
Asentí con la cabeza. La verdad es que no tenía que rechazar a priori lo que podría ser una escapada dentro de mis planes de puta zoofílica en ciernes.
La casona estaba a pocas cuadras del paradero de microbuses. Atravesamos la plazuela con una pileta en el centro y el consabido monumento al prócer que le daba identidad al pueblo. Mis primos nos rodearon y entre bromas y risas llegamos por fin a descansar y reponernos del agotador viaje. Ya en mi cama pude tenderme cuan largo era y pude dormitar mientras nos llamaban a comer algo y luego a acostarnos para despertar muy temprano e iniciar los días de vacaciones que estábamos esperando desde principios del año pasado.
Comimos todos juntos y luego nos hicieron ir al baño y luego a acostarnos. La novedad era que este año se había ampliado la capacidad con la construcción de nuevas habitaciones y se recibían turistas o pensionistas. Por eso no tuvimos que apretujarnos y compartir las camas. Había dormitorios de sobra, así que con mi hermano compartimos una pieza y mi hermana se alojó con mi prima.
Cuando volvía del baño, sentí una voz a mis espaldas:
-¿Cómo estai, Pirucha? Me di vuelta y ahí estaba el Arturo-zorro sonriendo.
-Mañana te quiero levantao a primera hora porque me vai a acompañar a ordeñar las vacas para la leche del desayuno. Te tengo tu regalo sorpresa. Se cogió el paquete y se alejó riendo.
Me enteré después que habían dispuesto que debía aprender las labores del campo y quien mejor para guiar mi aprendizaje que el experto Arturo. No imaginaban que aprendería algo más que montar caballos y ordeñar vacas.
La noche la pasé entre sueños reiterados desde el tiempo previo y todos giraban en torno a penes de canes y caballares que me ofrecía el Zorro Arturo.
Desperté y me levanté rápidamente para ganar el baño y realizar mi aseo matutino después de las evacuaciones obligadas ya que para la actividad que vendría mi trasero debía estar en las mejores condiciones posibles.
No bien había salido sentí el silbido del Zorro y su llamado me hizo dirigirme raudamente a su encuentro.
-Apúrate, Pirucha, hay que ordeñar las vacas.
Llegamos al establo y el Zorro fue disponiendo a las vacas para llevar a cabo la tarea.
-Mira, así se hace. Apretó la ubre y exprimió desde atrás y salió un chorro de leche que sonó estrepitosamente en el balde.
-Ahora tú. Agarré la ubre e hice lo que creí que había hecho Arturo. Nada. Ni una gota de leche.
-Así no,po aturdío. Hizo de nuevo el movimiento y volvió a salir el chorro.
Me tomó la mano y la hizo hacer el movimiento consabido para ordeñar. Esta vez salió un chorro. Me soltó la mano y me indicó que siguiera haciendo lo que me había enseñado.
Una vez que terminamos de ordeñar, llevamos los baldes a la cocina donde las cocineras dispusieron un fondo para cocerla.
Terminado el desayuno, el mocetón me dijo que debíamos ir a la finca a darle de comer a los caballares y llevar las vacas de vuelta.
Sabía los que me esperaba, porque me había dio que iba a prepararme para enfrentar al potro.
- Antes de que nos vayamos, Pirucha, tráeme unos calzones de tu hermana y tu prima.
- Pero…
- Nada de peros. Si están sucio, mejor. Y apúrate si querís que sigamos con esto.
De di maña para ir al cuarto del lavado y busqué en la ropa sucia los calzones de mi hermana y de mi prima. Había otros de una pensionista que aproveché de guardar en el bolso que llevaba para ello.
- Ya, estoy listo.
- Vamos entonces, Pirucha. Te un agarrón en el trasero me subió a la cabalgadura y se instaló detrás de mí mientras me hacía sentir la semi erección de su miembro contra mi culo.
Después de algún tiempo llegamos a destino.
Nos desmontamos y me dejó a cargo del potro mientras iba a alimentar a los animales.
Cuando volvió, me hizo acompañarlo donde estaba la perra en celo. Abrió la reja y se introdujo dentro. Sacó los calzones y los restregó contra la vagina de la bestia. Cuando salió, me dijo que ahora íbamos a probar el efecto en los canes.
- Ya, Pirucha, empelótate y ponte esto. Me pasó los calzones de mi prima y me los puse.
El primer perro que apareció fue el pitbull. Cuando ingresó en el corral, Arturo cerró la puerta y quedamos los tres dentro, mientras llegaban los otros perros.
El pitbull se acercó a mí y empezó a meter sus morros en mi trasero. Pronto apareció la filuda punta de su verga que dejó paso al grueso de su pene. El Zorro me hizo ponerme en cuatro y tomó al pitbull por el collar y lo dirigió a mi espalda.
Sentí que su miembro daba puntazos alrededor de mi ano. El muchacho, con prontitud, dirigió lo dirigió hacia la entrada de mi culo y el can consiguió encularme. Lo sentí en mi esfínter y con rápidos movimientos logró meter toda su herramienta. No puedo negar que el morbo de ser culiado por un perro superaba el dolor que me provocaba. De pronto sentí que me estaba entrando la bola del pene. Mi culo se ensanchaba como si me estuvieran partiendo. No pude evitar tener un orgasmo involuntario. En tanto chorros de caliente semen llenaban mis intestinos.
Cerca de media hora estuvimos pegados culo con culo. Un tirón del pitbull no alcanzó a liberar la bola que se negaba a abandonar mi trasero. Un nuevo intento. Esta vez con mucho más fuerza y un chasquido y la explosión me hicieron sentir un desgarro en el ano, y el semen del perro se esparció por mis piernas y quedó en el suelo.
No había terminado de reponerme, cuando el mastín que esperaba en la puerta vino con premura a ocupar el lugar del pitbull. Esta vez la ceremonia fue un poco menos intensa, porque mi culo estaba ya dilatado y suficientemente lubricado como para que el pene entrara sin dilación. Una seguidilla de metidas me tenía de nuevo excitado por el morbo de ser la perra que se culiaban los canes uno tras otro. Pronto la base del pene se dilató para taponear mi agujero y llenarlo de semen caliente.
Después de despegarse el mastín, creí que vendrían el doberman y el labrador que se revolvía en la entrada, pero Arturo decidió que bastaba por hoy y que quedaban para otra oportunidad.
Esperaría hasta mañana para ver qué seguía en mi aprendizaje de la zoofilia.
(Continúa)
Amo tus relatos. Tal vez deberias pensar en ponerlos siempre en una sola categoria. Yo lo encontre porque me gusta la zoo y siempre entro, pero de echo el anterior (el del trio) no lo habia leido porque es una categoria que no entro. Te lo doy como consejo, asi los que seguimos la historia de Pirucha no nos perdemos nada.
Excelente el morbo. Saludos!
Hola, amigo lector. Agradezco tu comentario y seguiré tu consejo. Reuniré los textos en categoría gay agregaré el tema para que se sepa que pueden leerse como el diario.
Partire por la segunda parte en que me culea el potro. Había pensado incluirlo como zoofilia, pero lo pondré en gay señalando que es la segunda parte de este.
Me gustaría saber que es lo que produce más morbo para darle enfasis.
Besos 💋
Acepto tu recomendación y ahora pondré las categorías que siguen a gay.
Sigo en deuda con la segunda parte de este mundo zoofilico en qué me he visto llevado por el deseo morboso de ser usado.
Haré que la espera sea recompensada con creces.
Debo reconocer que no me he portado bien con mis lectores. Pero ahora creo que me volveré a convertir en el escritor de mis fantasías y hechos sexuales. Por de pronto he enviado una parte del relato que precede a ser enculado por el negro potro de Arturo Zorro de quien se decía que era hijo de una sirviente y de uno de mis tíos. Era costumbre de esos tiempos recibir a los «huachos» en la casa patronal en que ejercían diversos oficios y gozaban de un cierto estatus.