El Intruso
Esa caliente noche en que todo puede pasar ….
El Intruso.
Era uno de los veranos más calientes de los últimos años.
Dormíamos con la ventana abierta, desnudos para obtener un poco de frescura de la brisa que soplaba durante la madrugada.
La noche había empezado lenta pues el calor era abrumador, sin embargo, al empezar a refrescar, los instintos se manifestaron con los labios de Sofía buscando complacer mi glande y lo que viene detrás.
Mi verga crecías mas y mas a cada acometida de la lengua siempre diestra de Sofía. Su garganta exprimía mi cabeza lo que me llevaba al cielo.
Puse la almohada tras mi espalda para alcanzar a ver la anatomía de esa hermosa mujer que me complacía con tanto entusiasmo.
Pasando la vista arriba de su cabeza, alcanzaba a admírale las magnificas nalga que se dibujaban en una fabulosa visión a contraluz de la ventana abierta.
Sumidos en ese éxtasis oral, de repente alcance a ver la silueta de un perro que se deslizaba por el ventanal abierto.
Entro confiado como si estuviera en su propia casa.
Debo comentar que en algún momento de la vida, había visto algunos videos de zoofilia que realmente me excitaron. Y por supuesto, inmediatamente me vinieron a la memoria.
El perro, largo y delgado, al percatarse de nuestra presencia se acerco tímidamente. Sofía no alcanzaba a verle, con su atención puesta en mi hinchada verga.
Al percatarme de que el perro había percibido los olores propios de la vagina húmeda de Sofía, sabía que era cuestión de segundos que acercará su nariz a la vulva de mi mujer. Yo súper caliente. Como un relámpago mi primera reacción fue cocerla de la parte de entre el hombro y el codo de ambos brazos un segundo antes de que el perro tocara su concha.
Sorprendida por la fría nariz del perro trato de voltear a ver que pasaba, pero la sostuve con firmaza. Forcejeó , trato de zafarse. Pero al sentir que después de la nariz, venia la lengua del intruso, el gesto de enojo se convirtió en uno de sorpresa, que a todas luces no le era del todo desagradable.
La sostuve así en cuatro cogida de los brazos durante varios minutos mientras el perro se afanaba en lamer su deliciosa panocha. Sentí como se relajaba a la llegada de su orgasmo. Se estremeció y contrajo la pelvis una y otra vez.
Afloje la presión con la que la sostenía.
Me levante y saque al perro de la habitación.
Por su puesto, como ya lo imaginaran, el resto de la noche dormí en el sofá del living.
A la mañana siguiente, con menos enojo de Sofía, tratamos de averiguamos de quien era ese imponente Doberman.
Nos enteramos que el can era de una vecina que vuelta loca lo buscaba por cielo y tierra.
Al devolver a Tristán, así se llamaba el perro, conversamos con la dueña. Una atractiva mujer madura que en la reseña de su sufrimiento por haber perdido a su perro reflejaba que el amor a este, iba mucho mas lejos que una simple mascota.
Llegando a casa, había que aclarar los eventos de la madrugada. Después de muchos reclamos de Sofía, se filtro la idea, de parte de ella, de que quizá era tiempo de tener un guardián canino en casa.
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