EL OAXACO
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Después que me aventé unos buenos polvos, con mi yegûa llamada Alazana; como había dicho antes, terminé mi carrera profesional y también me casé. Me fui a trabajar a un pueblecito del estado de Veracrúz, en mi querido México.
Pensé que jamás volvería a hacer la zoofilia, pero no fue así. Como en todo pueblecito, la gente tiene sus animales para ayudarse en los quehaceres cotidianos; y siempre veia varias clases de animales: gallinas, borregas, cerdas, guajolotas, patas, yegûas y desde luego las burras, que a partir de ese entonces serían mis más fieles amantes.
Por ese entonces andaba como en los veintitres años, se imaginan ustedes, lleno de leche y con una lujuria desenfrenada. Aunque mi esposa era muy jóven (cinco años menor que yo), muy bonita y bien formada y una artista para hacer el sexo, ya no pensaba en la zoofilia, pero una ocación que salí a dar una vuelta por el campo, me encontré con una escena muy lujuriosa, y mi mente zoofílica comenzó a generar fantasías de sexo zoofílico con esa preciosidad de animal, ¿ me preguntaba cómo sería irle metiendo poco a poco mi falo de 16 centímetros y muy gruesa a esa calientita conchita?
Mi mente retrocedio unos años cuando me cogía a mi yegûa Alazana y sólo de pensar que bien la pasabamos los dos, mi miembro se empezó a poner erecto y grueso y amenazaba con reventar el pantalón que traía puesto, también comence a sentir el líquido preeyaculatorio que mojaba a mi ropa interior y en ese momento me olvide de todo, sólo pensaba en esa rica vulva que esperaba recibir mi verga que ya se encontraba al máximo.
Pues a quien estaba viendo en ese momento era a una linda burrita que se encontraba amarrada a unos matojos, con una cuerda algo larga para que pudiera alcanzar a comer todo a su alrededor y cerca de un cañaveral, que luego mi ágil mente zoofílica calculó podría llevar para que nadie nos sorprendiera en tan tierno romance, porque en verdad después todo se convertiría en un tierno romance.
Serían como a las 4:00 horas PM cuando pasaba por ese lugar y vi a la burrita amarrada, siendo lo más que llamó mi atención; su vulva que se abría y se cerraba, como invitandome, como si supiera que yo era zoofílico, como diciendome: <<<te estaba esperando amor>>>, <<<que esperas para meterme esa verga, que se nota va a reventar el pantalón>>>, <<<tomame soy tuya>>>, <<<haré todo lo que me pidas>>>.
Y en verdad les digo no aguanté más, me olvidé de todo el mundo y dirigí mis pasos hacia esa linda burrita, de un color blanco, imaginándome esa concha tan rosada y húmedad, que creía ver se abría y cerraba con más rápidez; me paré junta a ella y con una voz suave le dije <<<mi amor aca está tu burro, que te va a coger como ningún otro>>>, ella sólo me empujó con sus ancas como diciendome apurate cabrón que no aguanto más, pero en realidad él que no aguantaba más era yo, se los juro, en ese momento setía una lujuria desenfrenada, unas ansias infinitas de transportame hacia otra dimención, pues tenía ya varios años de no tener contacto con ninguna clase de animal y nunca creí que esa burra me llevaría de nuevo hacia mis prácticas zoofilicas.
Principie por acariciarla: la frente, sus orejas, su lomo, bajando por su panza, tocándo sus ubres pude darme cuenta que era señorita, se imaginan que alegría sentí, yo sería el primero en meterle la verga. Luego me fui a la parte trasera hasta tocarle la conchita <<<haaaaaaaaa, que rica conchita>>>, se la empece a acariciar, a meterle un dedo, luego dos, luego tres y estaba apretadita y bien lúbricada, intenté meterle toda la mano pero no pude, estaba muy cerradita esa linda vulva, seguí refregandola lentamente, saboreando anticipadamente el preludio de rico sexo que tendría con mi linda burrita señorita y es por demás decirles que en ese momento mi verga estaba a punto de explotar.
Por lo que después de cerciorarme que no había moros en la costa, me quité el pantalón y la truza, mientras seguía acariciando a mi burrita y mentiendo y sacando los dedos de su concha, ella comprendio y se paró muy firme abriendo ligeramente las piernas, me paré de tras de ella, hice a un lado su cola y me di cuenta en ese momento que la alcanzaba muy bien con mi verga a su vulva, le apunté bien y se la empece a meter, lentamente, muy lentamente, saboreando y sientiendo algo sublime, muy caliente su concha, que empezó a apretar mi verga en un cerrar y abrir.
Se la metía y sacaba sin apuros, sintiendo el roce de los pliegues de su concha en mi hinchada verga, que se notaba las venas a punto de reventar y la cabeza muy agrandada, brillante y muy lubricada por los líquidos que ella despedía al estarla empollando, primero tan delicadamente y después con un movimiento frenético, salvaje, casi animal, para después seguir lentamente. No quería que se acabará ese momento, pretendía que durara toda la vida, deseaba perderme en ese laberinto de roces en tan bellos pliegues de una vulva caliente y apretadita.
Por momentos agarraba mi verga y se la frotaba en su concha, primero de arriba abajo, para luego cambiar de dirección, describiendo círculos y a mi burrita la notaba agradecida, porque se empujaba hacia atras, como pidiendome que se la hundiera toda y yo obediente cumplía su capricho, se la metía hasta el fondo, sacandola y mentiendola con rápidos movimientos y ella apretando y soltando, era una locura sexual, nunca había sentido algo tan sensacional como en ese momento, era como transportarse a otra dimensión de los juegos eróticos, era mi posesión zoofílica, mi mente no pensaba en nada más, que seguir metiendole la verga a esa linda burrita, susurrándole, que la visitaría cuanto me fuera posible, si fuera necesario lo haría diariamente.
En ese momento sentí un consquilleo en mis partes nobles y una sensación muy agradable en la parte baja de mi columna vertebral, era el preludio del big bang eyaculatorio, una seansación jamás descrita, era la venida de la santa gloria, y apuré a seguir metiendo y sacando mi gruesa verga, en esa linda vulvita, rosada y llena de líquidos hormonales, metía y sacaba salvajemente y ella cerraba y abría con frenesí, y yo metía y sacaba salvajemente y ella apretaba y soltaba con una gran maestría, como si hubiera nacido para hacer el amor con los humanos, y por fin no pude aguantar más y le deje toda mi leche dentro de su vagina y para mi sorpresa ella también se corrió con sus fluídos mojando toda mi verga, era un líquido caliente y de un olor característico que jamás se me olvidará. Me di cuenta que su vulva se abría y cerraba muy rapidamente quedándose quietesita, como saboreando el delicioso polvo que le acababa de aventar.
Al terminar tan deliciosa cogida con tan linda burrita, quedé más que satisfecho, luego pensé en un nombre para mi nuevo amorcito, un nombre acorde a su personalidad y le llame Gûera, y le dije a sus orejas, tu serás mi fiel amante y serás sólo para mí, mi Gûera, mi linda Gûera y le prometí volver lo más pronto posible, dándome tristeza al despedirme de ella, creo lo mismo sintió mi Gûera.
A quién no lo haya hecho con una burra, que lo pruebe, les prometo que no se arrepentirán.
Saludos a la Comunidad Erótica Sexo sin Tabúes.com y a todos los compas Zoofílicos.
Luego les relataré mis encuentros zoofílicos con una cerda en especial, eso fue en otro pueblo de otro estado de mi lindo México. Hasta la vista.
Sólo les digo que todo es real, como real es mi pasión por la zoofilia.
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