en el jardín
Tuve una perrita que me trataba muy bien .
Cuando viví en CDMX en la colonia Narvarte, donde las casas son grandes y viejas.
En aquella casa donde vivía, teníamos un gran jardín trasero en el que acostumbrabamos pasar mucho tiempo jugando. también teníamos una mascota, una perrita de menos de dos años, bóxer, muy bonita y fuerte. Yo rondaba quizá los 14 años. En esa casa, tan grande era que podías tener privacidad fácilmente y yo a esa edad, si que la necesitaba. En pleno despertar sexual y virgen… acostumbraba esconderme en un cartucho que servía de casa para mi perrita. Literalmente la sacaba de ahí, me metía y me encerraba a maaturbarme: me metía un cepillo de dientes en el ano mientras me ponía una tanguita que había robado a una muchacha de la limpieza. Una ocasión, mi perrita se metió a su cuarto mientras me tocaba y empezó a olerme las nalgas, sus respiraciones me hicieron sentir algo que nunca había sentido y me terminé corriendo; en otra oportunidad, se volvió a meter mientras yo me metía el cepillo por mi colita, y como mi posición favorita para maaturbarme era ponerme en «chivito al precipicio» (en cuatro pero levantando bien las nalgas) mi perrita trató de montarme, me gustó la sensación, pero no fue suficiente para venirme. En ese momento me afligio no tener un perro macho. Semanas después, ya de tarde noche estaba jugando en el jardín con mi perrita y para descansar, me tumbé boca abajo en el pasto, mientras descansaba, la perrita corría dando vueltas pero de repente se acercó a mí y me empezó a oler las nalgas, me dio curiosidad y me excitó por lo que me aseguré que no viniera nadie y bajé mis pantalones dejando al descubierto mis nalgas que levanté a manera de ofrecimiento… mi perra se acercó y olio mi rayita y las nalgas… su nariz húmeda me hizo sentir delicioso cuando de repente, una lengua rasposa y fuerte empezó a lamerme las nalgas, mi excitación se multiplicó y aún más cuando su lengua empezó a rozar mi anito que se estremeció, sentí delicioso y parece que mi perrita lo hizo a propósito, lamio más fuerte, incluso dilatando parcialmente mi culito, que recibió esos lengüetazos con gran agrado puesto que mi perrita se detuvo en esa zona mucho tiempo. Me hizo perder la cabeza la sensación tan rica de su lengua hasta que me hizo eyacular… el orgasmo bien intenso, me dejó agitado. Me acomodé los pantalones y me metí a bañar no sin antes agradecer a mi perrita el regalo que me había hecho…
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