Era una tarde igual a tantas, pero para mí fue la gloria
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por ferdy.
Estaba yo una tarde en casa, matando el tiempo y bastante excitado, como casi siempre, aún hasta hoy. Mi perro andaba dando vueltas por el fondo, bajo los árboles, y también parecía aburrido. Entonces lo llamé y el perro vino. Y ahí nomás le agarré la pija y empecé a frotársela, para atrás y adelante, una y otra vez. Y de repente noté como le crecía y la dureza que adquiría. Nunca había hecho algo así, pero una fuerza irresistible me llevó a metérmela en la boca.
El sabor no era tan repugnante como había pensado. Es más, en seguida me acostumbre y empecé a encontrarla sabrosa. La pija entraba en mi boca toda entera y mientras se la chupaba notaba como el perro se volvía loco mientras descargaba en mi boca los flujos de su hermoso instrumento. Cuando me cansé de chupársela, salí de abajo de su pecho y me desnudé. Mi cuerpo en ese entónces era pequeño, casi aniñado. Siempre me estaban confundiendo con una niña, ya que tenía una facciones (que todavía conservo) muy hermosas y femeninas.
Me bajé el pantalón corto y también me saqué la remera. Mi pija estaba en estado de erección. Instintivamente la acerqué al hocico del perro y éste empezó a chuparla con unos rápidos lenguetazos que casi me hicieron acabar. Pero todavía no quería correrme. Primero: que el perro me poseyera. Y eso hice. Humedecí con saliva mi culo mientras introducía uno de mis dedos, y cuando me fui ensanchando metí otros más, así hasta lograr una buena dilatación. Estando así, en cuatro patas llamé al perro, y éste pareció saber de qué iba la cosa ya que de un salto se trepó sobre mi espalda buscando ensartarme con su hermosa pija negra y peluda. Al principio no lo consiguió, pero con dos o tres embestidas estuvo adentro mío. Primero la cabeza de su pija que yo ayudaba a penetarme dando golpes hacia atrás con mi cadera… así hasta que la tuve toda adentro y sentí uno de los más intensos placeres que recuerdo hasta ahora.
Estuvimos un rato cogiendo, y de repente sentí como una bola que se me iba metiendo y grité de dolor y me saltaron algunas lágrimas del rostro. Eso fue un momento, porque al instante noté como se me había ensanchado el culo y eso me hizo aumentar el placer porque el perro podía penetrarme mucho más profundo. Me encantaba sentirme así, poseido y ayudaba a la penetración abriéndome las nalgas para que me entrara la pija del perro hasta el fondo. Y empecé a masturbarme, con unas caricias sobre el glande, mientras con la otra mano me apretaba los testículos, ya acostado con el pecho sobre el suelo. Sentía como mi querido perro Negro respiraba con su hocico pegado a mis orejas, soltando un aire caliente mientras me rosaba con su cuerpo peludo sobre mi espalda.
Entonces acabé, deliciosamente, y al instante el perro descargó en mi interior su semen caliente, que mientras me iba siendo inyectado por su pija, me hizo sentir otro orgasmo casi tan fuerte como el primero. Después me quise desprender, pero la bola que le había salido en la base de la pija se quedaba atorada y no quería ceder. Y entonces tuve miedo de que alguien me descubriera. Pero por suerte no pasó nada y al rato pude sacarme al perro de encima. Y empecé a vestirme cuando descubrí, aterrado, que un vecino había estado observándome desde una ventana. No supe que hacer, y me quedé como petrificado. Con sólo imaginar que él pudiera contarle a mis abuelos toda esa historia, se me helaba la sangre.
Pero afortunadamente no dijo nada.
–Voy a guardar este secreto.
–Por favor, le dije yo, que si en mi casa se enteran son capaces de matarme.
–Está bien, pero para eso, vas a tener que hacerme unos cuantos favores.
Y así fue como me convertí en el amante de ese hombre de 50 años que me hizo su esclavo sexual.
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