Guillermo
Guillermo me instaba a abrir mi boca y beberme ese esperma, pero era demasiado para mí, mi cuerpo estaba temblando, me estremecía de placer, quedé aturdida bajo el caballo, quise levantarme pero no pude, el hombre me dio una mano y me ayudó a levanta.
No sé como comenzar con este relato, ya que es una historia que me contó un querido lector, una experiencia personal de él y yo no tengo la experticia sobre este genero de relatos, espero estar a la altura y satisfacer vuestras expectativas, vamos con el relato:
He vivido muchas experiencias de vida, pero esta es la primera vez que me sucede cosas de las que estoy por recontarles, he leído algunas historias de zoofilia, me llama la atención ese tipo de relatos, pero jamás pensé que algún día me encontraría a probar cosas así extremas, de siempre que amo los animales, pero no pensé que pudiesen ser parejas sexuales, debo confesar que hoy en día he tenido encuentros con perros, asnos y caballos, experiencias muy positivas y placenteras.
Con esto de la pandemia me encontraba en un estado de agotamiento nervioso y me fue recomendado de alejarme de la ciudad y buscar algún sitio tranquilo donde recomponer mi estado anímico y psicológico, por lo que un amigo me llevo a una gran parcela en la periferia de Santiago, a cerca cuarenta y cinco minutos se encuentra una localidad apacible de nombre Pirque, famosa por ser sede de las mejores vitivinícolas de Chile.
Mi amigo me dejo en un sitio encantador de su propiedad, estaba a cargo de don Guillermo, un hombre de más de cuarenta años bastante simpático, mi amigo dijo que era un hombre de fiar y que él se haría cargo de mí, en los alrededores de la propiedad no había nada, solo otras parcelas con muy poca gente, para beber algo había que ir al pueblo cercano, no había nada que pudiese comparar con la inmensa y alocada urbe que es Santiago u otros sitios turísticos de mar o montaña.
Mi amigo me dejo ahí y me dijo que en cualquier momento yo necesitara, él vendría a buscarme y me llevaría de regreso a la ciudad, yo me sentía un poco extraña, nunca había estado en sitios tan solitarios, pero como todo era en favor de mi estado de salud mental, terminé por aceptar esta especie de confinamiento obligado, al menos aquí había aire puro y según mi amigo don Guillermo era un excelente cocinero campestre.
Don Guillermo era viudo, un avezado campesino experto en cuidar tierras y cultivos tenía a cargo las veinte hectáreas de viñedos selectos de donde se sacaban los mejores mostos de Cabernet Sauvignon, tenía además, dos perros pastores alemanes, dos caballos y un asno, aparte de gallinas, pollos y conejos.
En el sector todos eran más o menos de la misma situación que don Guillermo, no había jóvenes chicas ni chicos, solo algunas viudas y viudos de media edad, nunca me había encontrado en un sitio como este, un silencio sepulcral y sin anima viva por los alrededores, lugar especial donde reflexionar y cargarse de nuevas fuerzas.
Como dije anteriormente, don Guillermo era un hombre muy simpático y pronto a lanzar comentarios chistosos, o por lo menos a mí me parecían así, un humor campesino, inocente y sin mala intención, otra cosa que me llamó la atención es que el hombre me miraba intensamente de arriba abajo, como si nunca hubiese visto una como yo, cual si fuera una extraterrestre, además, que siendo verano, me vestía como lo hago en ciudad donde nadie me mira, mi jeans eran muy cortos que dejaban a la vista el inicio de mis glúteos, una remera con cuello bastante amplia y sin mangas, la que dejaba entrever mí sostén de satín rojo, con una chalas de cuero y metal amarrados en mis pantorrillas, me había maquillado bien esta mañana y mi atuendo terminaba con un sombrero y lentes del sol bien obscuros, le llamaba la atención a este hombre no acostumbrado a ver un cuerpo femeninos ataviado con estas prendas llamativas para él.
Mi amigo se despidió de mi y de don Guillermo dejándome sola, según él en optimas manos, el celular no tenía señal, pero la casa contaba con un vetusto teléfono negro, de esos de un tiempo, don Guillermo continuaba a fijarme con esos ojos inquisitivos, a veces a escondidas sin que yo me diera cuenta. Me llevo a recorrer las cercanías de la propiedad, me presento a sus perros, Goliath y Oso, me puso nerviosa su miranda insistente, me comencé a sentir inquieta y también un poco temerosa, no es que pensara que estaba delante a un loco psicopático o peligroso, pero había algo que me mantenía alerta.
Después de cenar una exquisita comida casera, don Guillermo me acompaño a mi cuarto, me acosté un poco cansada de la jornada ardua que había tenido, pero no logré conciliar sueño, me desvelé, el silencio era absoluto, uno que otro ladrido en la lejanía, como si el mundo hubiese detenido su marcha. No es como Santiago que a cada rato se escuchan bocinazos, ruidos de motores, ruidos de ciudad y hasta disparos, me dedique a observar mi cuarto, mi cama era de fierro batido, el colchón rechinaba un poco, se notaba que había sido pintada de hace poco, los ventanales amplios y obscuros, no sé porque me imaginé a don Guillermo caminando por el pasillo arrastrando cadenas y con un hacha y un afilado cuchillo acechándome a mi puerta, se me puso la piel de gallina, temblaba asustada y maldecía el momento en que acepte de quedarme en este lúgubre lugar sola.
Eran pasada las tres de la madrugada y yo todavía no conseguía dormir, este lugar tétrico y llenos de misterios me estaba aterrorizando, luego me cubrí hasta la cara, unos sonidos de pasos se sintieron en el pasillo, puse mucha atención, no quería equivocarme, me levanté y agarré una silla pronta a defenderme de cualquier atacante, la manilla de la puerta comenzó a girar, mi corazón latía desbocado y casi escapaba de mi pecho de miedo, a la tenue luz de la luna que se filtraba por la ventana, logré darme cuenta de que era don Guillermo.
Él me hablo con una tranquilidad única:
—¿Te asusté? … ¡Perdóname si lo hice … no era esa mi intención! … ¡No sé porque me imaginé que estabas todavía despierta! …
—¿Despierta yo? … ¡Por el amor de Dios … si casi me haces venir un infarto! …
blanquísimos dientes mostraron la afable sonrisa de don Guillermo, yo por el contrario estaba todavía temblando:
—¡No entiendo que es lo que encuentras tan divertido! …
La cara de don Guillermo cambio inmediatamente y se puso serio, después me explico que aquí no había ningún peligro, él conocía a todos los lugareños y no había ningún loco criminal entre ellos, sus palabras me tranquilizaron, pero como él ya estaba allí y no podía dormir al igual que yo, le pedí mi hiciera un poco de compañía, él accedió inmediatamente, luego tomando un poco más de confianza me hizo algunos cumplidos por mi belleza, diciendo que no habían mujeres tan hermosas como yo, admiró mi femineidad, mi elegancia y sofisticación, le sonreí con la mejor de mis sonrisas.
Todos los miedos desconfianzas desaparecieron por completo, nos pusimos a conversar animadamente, entre sus muchas alabanzas y adulaciones, como un verdadero caballero de otros tiempos, él me pidió si podía tocarme, yo me hice adelante y le dije que sí, lo hice sentarse a mi lado sobre la cama, tomé su gruesa y ruda mano guiándosela a la exploración de mi cuerpo, acompañe su mano a mis tetas y la oprimí sobre mis pezones, luego la empuje a mi vientre, después a mis muslos, luego mi entrepierna, para terminar sobre mi verga que se había comenzado a endurecer.
Don Guillermo no se sobresaltó ni siquiera un poco, se dejó guiar por mi, me miraba derecho a los ojos, su mirada era muy tierna, poco a poco deslizó mi slip hacia abajo y aferró decidido mi pija enhiesta, comenzando a moverlo arriba y abajo, me estaba masturbando con pasión y ternura:
—¡Sí! … ¡Jálamelo así … despacito! …
Me acomodé un poco y le baje sus pantalones y boxers, su verga estaba durísima, además, el hombre era un super dotado, su verga era grandiosa, larga, gruesa y nudosa, llena de venas, la polla más hermosa que haya visto en vida mía, nos estábamos masturbando el uno al otro, mis delicadas manos esmaltadas de un color brillante, contrastaban con sus manos callosas, me incliné un poco hacía él para hacerle sentir mis tetas, luego el volvió su rostro hacia mí y yo deposité en sus labios un apasionado beso, invadiendo su boca con mi lengua, el hombre comenzó a correrse a borbotones en mi mano, cosa que causo que mi pene explotara con una inmensa cantidad de esperma, jamás me había corrido así tan copiosamente, yo continuaba a besar sus labios con pasión, luego nos separamos y yo mezclé mi esperma con el suyo y me lo llevé a la boca, hubiese sido una pena desperdiciar todo ese exquisito semen, esa noche él se fue a su cuarto y yo pude al fin adormecerme.
A la mañana siguiente, don Guillermo me esperaba con un desayuno frugal, huevos con tocino con lonjas de pan amasado recientemente, también había jugo de frutas, una fuente con manzanas frescas y otra fuentes con cuadritos de melón y sandía, el hombre había cruzado el umbral de una forma diferente de sexo y le había gustado, me hizo acomodar en la silla y no dejaba de alabarme y darme las gracias por lo de anoche, quizás desde cuando que el pobre hombre no tenía sexo con nadie y yo le había remecido sus hormonas adormecidas, pero con un sexo nuevo para él.
Don Guillermo me habló de todo lo concerniente a la propiedad, los cultivos, los años que había estado con el padre de mi amigo, entre toda su chachara interminable, no paraba de abrazarme, acariciarme y besarme como un loco enamorado, parecíamos una pareja de recién casados, me ofrecí a lavarle los platos mientras él se iba a efectuar otros trabajos en la parcela, me hizo levantarme, me apretó en sus fuertes brazos y me beso sujetando con ambas manos mi culito, la fuerza de sus brazos y el olor a sudor de macho que emanaba me tenía loca, mientras él se iba al campo, yo me quedé a asear la casa y luego me fui a la cocina a cocinar algo para mi hombre.
Después por la tarde, mientras degustábamos un tinto de la casa, don Guillermo me dijo que le gustaría hacerme el amor, yo no esperaba nada más, así que le dije que sí, nos retiramos a su cuarto, para mí también tenía algo de novedoso hacer el amor con un hombre de media edad, él parecía un enamorado apasionado, me beso y acarició por todas partes, me lleno de frases y palabras bonitas, me dijo que me amaba, el me desvistió casi por completo, me dejo solo mi sostén y mis pequeñas bragas, mi polla casi escapaba por el borde, su cama matrimonial nos permitía estar bastante cómodos, nos besamos apasionadamente por varios minutos, yo aferré su verga y comencé a masturbarlo, él me acariciaba mi pene por sobre mi tanga, estábamos ambos muy excitados, yo quería que me penetrara, pero él lo hacía un poco torpemente.
Lo calmé por un poco, me gustaba sentir sus manos callosas y ásperas en mi delicada piel, me recosté boca abajo, pero él tenía mucha prisa en poseerme, abrí mis piernas y mis nalgas, él se coloco en medio a mis glúteos, yo tomé su pene y lo guié a mi orificio anal, él empujo un poco violentamente y me hizo daño, el pene rozo mi culito y salió disparado, le dije de calmarse, luego con dulces palabras, volví a enfilar su polla en mi culo, esta vez su verga dura y nudosa se deslizo dentro de mí, cerré mis ojos y suspire de placer sintiendo que su pija se hundía en mi culo hasta las peludas bolas.
Sin mediar más palabras, él comenzó a follar mi trasero apretando mis tetas y besando mi cuello, poco a poco incrementando su velocidad, al parecer tenía más resistencia que la noche pasada en que se corrió muy rápido, me estaba cogiendo con maestría declarándome su amor con románticas palabras que nunca jamás otro hombre me dijo, evidentemente era un amante enamorado, todos los recuerdos adormecidos le venían a la mente y me los expresaba con besos y caricias, además de fuertes arremetidas con su verga nudosa y dura.
Me estaba haciendo gozar con tanto ímpetu y pasión, era muy placentero su verga inmensa que se movía dentro y fuera de mi ano rugoso y abierto, no podría decir que es el hombre que más me ha hecho gozar, muchas pijas han pasado dentro mi culito, pero él es el único hombre que me ha llenado de frases de amor y ternura mientras me rompía el culo esa noche de fuego.
Por primera vez me hizo sentir una mujer entera, una hembra como nunca me sentí en tantas cogidas hechas con anterioridad, me sentía mujer hasta la medula, mi espíritu entero era mujer, como pude me entregué a él como novia, esposa y puta, lo tenía merecido, me enamoré de este hombre rudo y gentil, quizás no lo crean pero me pidió de casarme con él, de hacía poco habían aprobado la ley de matrimonio aquí en Chile, en un primer momento lo pensé, pero luego lo descarté, no podía permanecer en este lugar para siempre, no pertenezco a este entorno y no quiero causar daño a Guillermo, yo soy animal de ciudad, no resistiría mucho tiempo junto a él.
Pasaron los días y continuábamos más enamorados que nunca, hacíamos el amor varias veces en el día, después de unos diez días, Guillermo comenzó a comportarse un poco diferente, seguía dulce, premuroso y gentil, pero me sorprendió cuando me preguntó si podría hacer el amor con alguno de sus animales, en un primer momento quedé consternada, pero la innata depravación en mi pudo más y le respondí que quizás podría ser excitante, esa misma noche Guillermo entró los perros a la casa y luego los condujo a su dormitorio.
A la luz de las velas, los dos perros saltaban por todos lados, ignaros de lo que pensábamos hacer con ellos, tanto Goliath como Oso estaban alborotados, esta es mi primera vez con animales y no tenía la más puta idea de lo que harían o me harían, estaba solo preocupada y titubeante, Guillermo en cambio estaba super excitado, se diría que casi se le caía la baba por la desmesurada excitación de verme follada por esos dos inmensos perros, él logró calmarlos, los perros estaban adiestrados y no fue difícil comandarlos, Guillermo me hizo señas para que me metiera sobre la cama, estaba casi desnuda, solo mi pequeña tanga cubría mi pene que se endurecía poco a poco, el hombre hizo que me metiera a cuatro patas sobre la cama en la que me cogió por vez primera, Goliath me miraba atentamente, él lo tenía agarrado por el grueso collar.
Guillermo me dijo que me pusiera con la rodillas bien abiertas, luego acerco al perro para que olfateara mi trasero, este acerco su hocico y su pelaje me hizo cosquillas, luego sentí su húmeda lengua barrenar mi culo de arriba abajo, después de un rato Goliath intento montarme y penetrarme sin lograrlo, Guillermo se agachó tomando el pene del perro lo apunto a mi ano e hizo entrar la puntita, el perro empujo salvajemente y sentí como mi culo se ensanchaba para darle paso a esa enorme verga, lo sentía rico inflarse dentro mis entrañas, yo estaba gozando pero Guillermo estaba en el paraíso, su cara era de loco pervertido e incitaba al perro a hacerme gozar como una puta, me llamada con todos los adjetivos que se le venían a la cabeza, puta, ramera, cachera, perra caliente, no hubo ninguna palabra de amor esta vez, no puedo negar que me estaba divirtiendo y gozando lujuriosamente, no había nunca probado una pija semejante,
Guillermo se masturbaba a toda fuerza a mi lado, luego acercó al otro perro y me dijo que le tocara la verga y se lo chupase, él mismo acercó a Oso, después de acariciarlo me incliné a besar esa pija que goteaba, él se corrió como un grifo en mi espalda y cabellos, también yo me masturbe magreando mi propio pene, Goliath me tenía empalada con su verga en la profundidad de mi culo, Oso me regalaba su caldo caliente en mi boca, mientras mi espesa esperma salpicaba las sábanas de Guillermo.
Me fui a mi cuarto y pase el resto de la noche masturbándome con las imágenes de los perros y sus magnificas vergas, a la mañana siguiente me dolía mi pija después de tanta actividad, estaba viviendo experiencias únicas al mundo, me excitaba pensar a las nuevas guarrerías que este hombre pudiera imaginar para nuestra lujuria y placer, con ansias esperaba el nuevo día.
La jornada paso lenta y plácidamente a diferencia de las anteriores, esa tarde estaba convertida en un atado de nervios en esta espera espasmódica en la que me llevaba Guillermo con sus locuras, el hombre parecía haber regresado a la gentileza de los primeros días, me besaba y acariciaba mis largos cabellos, me tocaba y susurraba palabras de amor, parecía haber desaparecido el loco maniático sexual de las tardes precedentes.
Comencé a preguntarme si había hecho mal en mostrarle este camino a lo prohibido del sexo diferente, cosa que él no conocía hasta cuando no se encontró conmigo, en esos días vi muy poca gente, solo un par de hombres vinieron a pedirle lagunas herramientas a Guillermo, también una mujer anciana vino a vender algunas cosas y después no vi a nadie más hasta el día en que me fui.
Cuando me levanté esa mañana, Guillermo se encontraba en grupa a su tractor arando el terreno, luego se fue al granero a limpiar la caballeriza, me junté con él ahí cuando le llevé un vaso de jugo de frutas, él estaba cepillando uno de los caballos, vino cerca de mí y comenzó a tocarme, me beso en los labios y me preguntó si me atrevería a hacerlo con un caballo, le respondí si por caso había estado mucho rato al sol y se le había fundido el coco, cómo se le podían ocurrir ciertas cosas, claro que al mirar el pene flácido del caballo que estaba cepillando algo sucedió en mi que me hizo excitar, el agarró mi pene, me dijo lo hermosa que estaba, acaricio mis nalgas y metió un dedo cerca de mi culo, me besaba y me decía procacidades inimaginables y mi vista más se fijaba en la gruesa pija del caballo.
Termine accediendo a probar la verga del caballo, él se comprometió a cuidar de mi para no resultar dañada, había leído que más de alguna muchacha había tenido que recibir puntos de sutura en sus vaginas, luego de haber tenido relaciones con un caballo y yo no quería terminar en algún descuidado hospital de periferia con mi culo roto, me aseguró que él cuidaría de mi y que los caballos eran mansuetos y fáciles de manejar, se enfurecían solo si los molestabas mientras comían o cuando se les intentaba montar, por lo demás se dejaban hacer casi cualquier cosa.
Entre tantas perplejidades, me decidí a realizar este procaz sueño de Guillermo, quizás más tarde podría graficarlo en algún relato a escribir, esa tarde me puse un calzado con tacos, unas medias de red negras, una tanga y sostén del mismo color, luego me envolví en un exótico y erótico pareo rojo, Guillermo se quedó sin habla cuando me vio aparecer, me había ligado mis largos cabellos a cola de caballo, eran cerca de las nueve de la noche, no había anima viva en circulación, en estos lugares todos se van a dormir junto con las gallinas.
Guillermo había preparado unos fardos de alfalfa bajo la panza del caballo, yo estaba nerviosa de que pudiese darme alguna patada, pero el animal estaba extrañamente tranquilo, casi dopado, Guillermo cubrió los fardos con mantas y me hizo recostar boca arriba, la panza del caballo estaba a pocos centímetros de mi rostro, me sentía muy excitada sintiendo el olor agrio del sexo del caballo, mi lengua remojaba mis labios una y otra vez en espera de poder chupar la inmensa y ardorosa pija del animal, era una situación nueva para mí y me gustaba.
Guillermo hizo mover al animal de algunos pasos en modo que el largo y grueso pene me quedara a la altura de mi boca, no pude retenerme y se lo toqué con mis delicadas manos, el caballo reaccionó con una especie de placenteros tiritones, era tan grande y tan grueso que a mala pena podía manejarlo con mis dos manos, era una verga oscura con manchas rosadas, Guillermo me insinuó de chuparlo y lamerlo, mi lengua humedeció los flancos de esa asta palpitante de verga equina, jamás había tenido una polla así de grande cerca de mi boca, inicié a lamerlo dulcemente, deslizando mi lengua todo el largo de ese miembro tieso, Guillermo con una mano sujetaba las riendas y con la otra masturbaba su espléndido pene, después de un rato se me paso el miedo y comencé a disfrutar de este glorioso y gigantesco miembro equino, tentando incluso lo imposible, metérmelo en la boca, pero era demasiado grande y no pude hacer entrar esa gruesa cabezota más allá de mis labios, entonces procedí a masturbarlo y a masturbarme yo también, ,e encontraba en una especie de paraíso sintiendo todas esas sensaciones nuevas.
Estaba restregando la enorme cabezota en medio de mis senos, mientras mi lengua viajaba por toda la longitud de ese ariete, Guillermo otra vez había comenzado a insultarme con palabrotas suyas:
—¡Eres una perra caliente! … ¡Una maldita puta chupadora de vergas de caballo! … ¡Mira como te gusta y saboreas esa pija! … ¡Métetela más en medios a tus tetas, cariñito! … ¡Te amo putita mía! …
Sus palabras retumbaban en el silencio de la caballeriza, él se acercó más a mí al momento de explotar y me lleno las tetas de esperma tibio, al mismo tiempo yo me corrí apuntando mi pene hacia sus piernas y lo embadurné con mi propio semen, el caballo parecía tranquilo, pero dio unos relinchos y luego una marea blanca comenzó a bañar mis pechos, vientre, cuello y todo mi cuerpo, el caballo me bañaba toda entera en su esperma blanquizco, luego se quedó tranquilo, era la primera vez que me bañaban completamente en litros de esperma, sentí como mi pene pulsaba y me corrí una segunda vez, nunca antes me había sucedido.
Guillermo me instaba a abrir mi boca y beberme ese esperma, pero era demasiado para mí, mi cuerpo estaba temblando, me estremecía de placer, quedé aturdida bajo el caballo, quise levantarme pero no pude, el hombre me dio una mano y me ayudó a levantarme, me beso en los labios y apretó mis glúteos, me dijo que me había comportado magníficamente, yo lo único que deseaba era ir a darme una ducha caliente y sacarme de encima toda esa lefa pegajosa, me acompaño al baño y juntos nos metimos en la vasca, el hombre tenía su verga dura como el acero, el se sentó en la bañera, luego me acompaño dulcemente sobre su pija y me ensarto, su manos se fue a mis huevos y muy pronto me masturbaba haciendo espumita en la superficie del agua, me besaba el cuello y mordía mis lóbulos, muy rápidamente me hizo eyacular, luego aferró mis tetas y comenzó a meterme su pija con fuerza y rapidez hasta que lleno mi recto con su propia eyaculación, no quedamos casi sin fuerzas en brazos el uno del otro, de vez en cuando Guillermo me besaba en los labios y luego susurraba en mis oídos cuanto me amaba.
La semana entera nos dedicamos a amarnos en todos los rincones de la hacienda, pero había llegado el momento de partir, este hombre me había cargado de energías nuevas, mi culo y mi pene estaban muy sensibles debido al continuo uso y abuso de ellos, pero me sentía feliz, estaba reticente a regresar a la movimentada ciudad, pero había trabajo que hacer y somos todos esclavos del tiempo, la experiencias que Guillermo me había proporcionado eran únicas y la excitación infinita, nunca había eyaculado tanto en mi vida, tres semanas de fuego, todos los días, todos los días mi corazón estaba agitado y excitado pensando a las cosas que me haría Guillermo, todos los días había algo nuevo y excitante, me hubiera quedado toda una vida junto a él, pero estaba fuera de lugar, no era mi puesto.
Me hacía falta volver al caos de la ciudad, a la locura del tráfico, a los cientos de miles de personas que caminan a tu lado, me hubiese marchitado como una flor si me quedaba, así que llame a mi amigo para que me viniera a recoger.
El Mercedes se estacionó fuera de casa y Guillermo junto al chofer acomodaron mis cosas en el maletero, yo subí y me acomodé en el asiento trasero, no me atrevía a mirar a Guillermo, no hubiese resistido el deseo de abrazarlo y besarlo para llorar en su pecho, pero eso no me hubiese dado el valor para dejarlo, el chofer encendió el motor y suavemente guio el coche fuera de la propiedad al asfaltado camino, el sol estaba alto en el cielo, me sequé algunas lágrimas que involuntariamente se escurrieron por mis mejillas y mi pensamiento voló junto al hombre que nos saludaba con su nudosa mano en alto, era un adiós …
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Delicioso despertar zoo !!