Kamila. Parte 1
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Leinad191.
Aviso Importante: Odio perder el tiempo, y no me gusta que los demás lo pierdan por mi causa.
Si quieres pasar directamente a la parte erótica.
Busca los tres asteriscos como este (*) en el Capítulo II.
Gracias por leer, y las siguientes partes serán totalmente eróticas.
Capítulo I Kamila.
Todo comenzó hace cuatro años.
Recién comenzaba a navegar por las turbias aguas de la adolescencia, y uno de los síntomas más conocidos de esa época, comenzaba apoderarse de mi sano juicio.
Como ya se imaginarán a que me refiero, sobra decir que lo único en lo que pensaba la mayor parte del día, era en follarme a la sabrosa del salón de clases, follarme a la vecina, follarme a la prima, a la tía, a la maestra de inglés… inclusive, fantaseaba con la madre de algunos amigos.
Sin embargo, jamás se me habría ocurrido follar con una perra… literal.
Pero, no nos apresuremos.
Nadie termina teniendo sexo con su mascota de la noche a la mañana… ¡Iniciemos por el inicio…! Valga la redundancia.
Obtuve a Kamila por medio de un amigo aficionado a los perros.
Kamila era una pequeña cachorrita “Labrador Retriever”.
Al menos eso me dijo mi amigo, yo conozco poco sobre razas de perros (sobre todo porqué mi país está lleno de perros mestizos, o como vulgarmente se les conoce “corrientes”.
) Kamila era un poco diferente al resto de la camada; ella era de un color beis claro, y sus ojos verdes grisáceo… mientras que el resto de cachorros se mantenía en tonalidades negro y marrón oscuro.
No soy racista, pero me llamo mucho la atención desde el primer momento, aquella curiosa diferencia.
Mi amigo me había prometido un cachorro de regalo (normalmente los vende… Desconozco si eso sea legal, pero suena bastante lucrativo.
) Mi petición fue clara y directa —Quiero este de aquí, el de color blanco —Señale a la cachorrita firmemente.
—¿A Kamila…? Pues no sé… —Se quedó pensando por unos momentos.
—Me dijiste que podía escoger al que quisiera de esta camada… ¿O, acaso me estabas engañando…? —Pregunte en tono serio.
Finalmente cedió, y me otorgo a la cachorrita con un poco de pesar (supongo que sería valiosa para él, por algún motivo.
) Solo quien me conoce, podría comprender a la perfección el significado de la conversación anterior… Pero, digamos que soy una persona bastante persuasiva, e intimidante en ocasiones.
Kamila tenía poco más de un mes y medio de haber nacido cuando me fue entregada.
Al principio lloraba mucho, quiero suponer que fue algo normal.
Pero al cabo de tres o cuatro meses, ella termino por acostumbrarse a su nuevo hogar.
Yo le tome mucho cariño, y el apego entre nosotros creció mucho más, que la típica relación dueño-mascota.
Cabe resaltar que siempre fue, y hasta la fecha es una perra extremadamente consentida.
pero nunca ha intentado desobedecerme en lo más mínimo… Supongo que me reconoce como su líder natural (¿Por qué estoy hablando como César Millán? ja, ja, ja, ja,)
Capítulo II Un poco de leche para Kamila.
Recuerdo que cuando obtuve a la cachorrita, mi tiempo para hacer cosas se ajustó bastante mal.
Prácticamente, mi hermana la cuidaba en las mañanas y parte del día, mientras yo estaba en el colegio… y el resto de la tarde-noche me correspondían a mí sus cuidados.
No era toda su culpa… en esa época en el colegio nos llenaban de tares estúpidas (nunca las hacía, pero me estresaban tanto, que termina cansado solo por eso pensar en eso, y me terminaba durmiendo temprano.
)
Hasta que llego un buen día, lejos de la asquerosa vida rutinaria… ¡VIERNES! Y como era costumbre, Salí con mis amigos a tontear por el barrio, con el único fin de olvidar responsabilidades… Pero, como a eso de las siete de la noche, se puso a llover con gran intensidad.
Corrí hacia mi casa, y llegué hecho polvo, pero no lo suficiente para terminar con la diversión.
Estaba seguro que seguiría lloviendo un buen rato, así que cerré la puerta, y me prepare para una diversión más personal, y que hace como dos meses que no tenía.
Mi celular estaba conectado a la pantalla inteligente, por lo que solo bastaba buscar una buena porno en Internet y un poco de papel higiénico je, je.
Me dispuse a jalar la tripa.
Al principio lo hago bastante lento… sin presión de nada.
Ahí estaba yo, a solas… disfrutando de la vida… Pero, de repente, escuche el terror de todo adolescente… ¡Un estridente golpeteo de puerta!
—¡Metí a tu perra en uno de los cuartos de arriba, mejor ve por ella! —Tomo un poco de aire para seguir con sus gritos.
—¡Se fue la luz de la parte de arriba desde hace rato… está llorando y tampoco le dejé comida! —Finalmente se fue.
Ni siquiera recordé que tenía mascota.
Apagué la pantalla y Salí en busca de mi querida, pero olvidada Kamila.
Apenas abrí un poco la puerta, ella salió a toda velocidad, y comenzó a regocijarse con mi pierna.
La tome en brazos y la lleve hasta mi cuarto.
Le serví de comer… Y ahora a continuar con mis asuntos, no pensé que a Kamila le fuera a molestar en absoluto que me masturbara mientras come.
***Me acaricie por encima del pantalón por un rato.
Aunque suene patético, estaba a punto de explotar… Supongo que se me híper-sensibilizo por tanto tiempo de inactividad.
Finalmente, me baje los pantalones, y me quede en bóxer… fue ahí donde las cosas comenzaron a ponerse raras.
Y un enfermo y pervertido foco ilumino mi mente.
Kamila comenzó a saltar inquieta, intentando subir a la cama.
Sin pensarlo le eche una mano para que subiera y dejara de molestar.
Pero en cuanto subió a la cama, se abalanzo directamente sobre mi paquete.
Soltando pequeños chillidos, e intentando excavar en mi bóxer… Mi primera intención fue apartarla sin dudar, y la puse en el suelo nuevamente.
Ella sin querer me lastimo con sus pequeñas garras.
Ninguna herida profunda o grave, pero el pene me estaba ardiendo mucho.
No me moleste con ella.
En realidad, ese dolor me gusto bastante, y también me agrado lo insistente de la actitud que mostró.
Me saqué el pene y lo puse a manera de carnada en el borde de la cama.
Ella todavía era muy pequeña para alcanzar lo alto de la cama de un salto, pero no dejo de intentarlo.
Al parecer mi pene le estaba motivando.
Apenas y se me paso por la mente penetrarla, aunque supiera poco sobre perros… era lógico que ella era muy, muy, pequeña para pasar por eso.
Así que me puse a pensar que podría hacer con ella… y la mejor opción me pareció, dejarla lamer mi verga, como alguna especie de mamada.
La subí una vez más a la cama e intenté controlarla.
Otra vez se abalanzo, y come pensé, comenzó a lamer mi verga con su pequeña lengua.
De vez en cuando soltaba uno que otro rasguño y mordida, pero al pasar los minutos su ansiedad fue disminuyendo, hasta que se recostó entre mis piernas a lamer con tranquilidad mi verga.
Su lengua era bastante húmeda, y ligeramente áspera.
Ella no dejaba de lamer ni un segundo.
Y cuando salía una pequeña gota de líquido pre seminal, concentraba todas sus lamidas en la punta de mi verga.
Eso más que excitante, me hacía cosquillas, pero no voy a negar que estaba haciendo un buen trabajo.
Pasaban los minutos y ya quería correrme, pero no encontraba el ritmo necesario en sus lamidas para hacerlo.
Además, quería intentar más cosas con ella y esto estaba tardando demasiado.
Se me ocurrió obligarla a embutir mi verga en su hocico… pero a pesar de que sus dientes no me causaban gran daño, su hocico era demasiado pequeño para darle por ahí.
Finalmente decidí improvisar.
La puse de panza, agarré sus patas, y metí mi verga entre sus muslos… y comencé a imaginar que estaba entrando en una peluda y caliente vagina.
Después de un rato de bombear entre sus pequeños muslos y delicado pelaje, la fricción termino por joderme.
Y yo termine con el pene terriblemente irritado, pero listo para correrse.
Ya tenía el papel listo, pero se me ocurrió una mejor idea.
—Kamila, ¿Quieres un poco de lechita, hermosa?
Como se imaginarán no hubo respuesta alguna.
Pero al parecer le había gustado el sabor de mi liquido pre seminal.
Era obvio que la leche caliente le encantaría.
Comencé a masturbarme entre lamidas caninas a toda velocidad, y puse mi mano para recibir el líquido.
Era la hora.
Podía sentir cada chorro acumulado en mis testículos salir lenta y placenteramente de mi verga.
El semen estaba hirviendo y tenía una consistencia sumamente espesa, podía sentirlo en mi mano… desbordándose.
Acerque mi mano al hocico de Kamila, ella comenzó a olfatear cuidadosamente, y después comenzó a lamer y tragar el semen con mucho ahínco.
Todavía podía sentir bastante semen que no alcanzo a salir disparado, molestando a la entrada del cíclope.
Lo presione un poco y Kamila inmediatamente se acercó a tragar hasta la última gota… En esos momentos, estaba impaciente.
No podía imaginar lo que haríamos cuando creciera un poco más…
Continuara…
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