La primera vez que me enteré del ZOO.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Andy19.
Saludos a todos, ésta es mi primer historia en la página. Comenzaré contándoles que soy un chico de 19 años, estudiante de universidad, delgado, piel blanca, ojos castaño claro, cabello ondulado muy oscuro. Mi padre es dueño de una granja muy amplia en donde se produce bastante leche y los mejores caballos de la región. Fue en éste maravilloso lugar donde he llevado a cabo algunas de las más descabelladas fantasías.
Desde chico veía como los caballos ensartaban sus enormes vergas en las vaginas húmedas de las yeguas, como las máquinas ordeñadoras succionaban las ubres de las vacas como si se tratase de miembros viriles y hasta de como los perros quedaban abotonados jadeando por un buen rato, con toda la naturalidad e inocencia de mi infancia.
Todo comenzó desde muy chico, cuando mi padre nos enviaba a mí y a mi hermano (quien es un año menor que yo) a alimentar a los becerros más pequeños con sus respectivas teteras. Cabe mencionar que lejos de ser un trabajo para nosotros era una distracción, ya que contábamos con trabajadores que hacían ésa y otras muchas tareas dentro de la granja. Por esos tiempos no hubiese imaginado lo que estoy a punto de contarles, pero debo reconocer que para mí era muy placentero en cierto sentido el participar de esas tareas.
Deben saber que al nacer los becerros se les separa de su madre y deben ser alimentados con teteras; a fin de atraer a los becerros se les introduce un dedo o dos en sus hambrientas bocas a fin de prepararlos para la succión, posterior a lo cual se les introduce la tetera hasta que degluten gustosos su alimento 2 o 3 veces al día. Cuando era mayor, ya en la adolescencia, época en que las hormonas se alborotan al mil y todo el día tenía parado el garrote, comencé a imaginar lo que se sentiría meter en la boca de los becerros hambrientos mi verga en lugar de mis dedos para atraerlos, sin embargo eran solamente ideas descabelladas que quizá nunca se llevarían a cabo ya que el solo hecho de pensarlo me ponía muy nervioso y hasta cierto punto culpable (Seguramente quienes recuerden su primer experiencia de éste tipo se identifican conmigo).
Una tarde calurosa del mes de mayo, hace un par de años, acudíamos a la granja como de costumbre, luego de salir de la escuela, con lo menos de ropa posible, ya que el calor se tornaba insoportable, aunque lo suficiente como para evitar los estragos del sol en la piel. Resulta que llegó la hora de alimentar a los becerros luego de la ordeña, así que por ese entonces el trabajador encargado de ello llenó algunas teteras y corrió con un bote más de leche para alimentar al resto. Seguro que no se había percatado que mi hermano y yo habíamos llegado la granja, porque de ser así nunca habría hecho lo que les contaré en seguida.
Los muros que separaba el corral de los becerros no eran muy altos, así que de lejos se podía ver si había alguien ahí, como supuse que era la hora de alimentarlos y eso yo lo disfrutaba enormemente, me encaminé hacia el sitio, gustoso como siempre, cuando de pronto, por una de las rejas, pude ver con enorme sorpresa cómo el chico de unos 25 o 27 años de edad tenía a los becerros pegados de su entrepierna, mientras llenaba las teteras con sus manos desocupadas; a los pobres becerros los engañaba fácilmente y hasta parecían gustosos de verle. Me escondí en un rincón como deben suponer, tallándome los ojos al no poder creer que mi fantasía se estaba haciendo realidad frente a mí.
Escondido, como estaba, observe la escena como en primera fila, imaginándome que era mi miembro el que los becerros mamaban con esmero y no el de ese bastardo que gozaba y gemía de placer. Metí mi mano temblorosa a mi pantaloncillo y me hice la paja más deliciosa hasta ese entonces tratando de venirme en sintonía con el vaquero, quien meneaba su verga gustoso casi frente a mis ojos, esa imagen permanecería mucho tiempo en mi mente y sería motivo de muchas pajas más y muchos sueños húmedos.
Con el tiempo empecé a espiar al bastardo, se convirtió en uno de mis pasatiempos favoritos y de él aprendí la manera de acercarme a los becerros a quienes a veces les metía la verga en la boca aprovechando el hambre que éstos sentían y a veces se los cogía por la conchita o por el ano, aprovechando lo entretenidos que estaban mamando de las teteras, siempre con las venidas más espectaculares que puedan imaginar. A pesar de ello no era lo suficientemente valiente como para hacerlo yo mismo, me conformaba con ir a buscar los restos de sus fluidos, que siempre eran bastantes y me masturbaba encima de ellos, con todas las imágenes en mi mente.
Me encantaba ver como le relamían la puntita de la verga con esa lengua llena de textura y de como en un arrebato salvaje se metían toda la verga tiesa hasta la base, donde comenzaban los huevos y a veces hasta los cojones les metía. en una de esas estaba cuando de pronto se subió nervioso la bragueta del pantalón, al advertir que venía mi padre en compañía de mi hermano. No podía creer lo rápido que recobró el sentido, como si nada hubiese pasado, el condenado estaba tan acostumbrado que no le dió la menor importancia, a pesar de que los becerros continuaban lamiendo su enorme paquete a través del pantalón, lo tomó con toda naturalidad y para mi sorpresa hasta creo que le gustaba hacerla de exhibiocionista.
Algo de tiempo tardé en hacerme el valiente, hasta que al fin pude entrar al corral de los becerros una tarde luego de planearlo detenidamente… pero esa es otra historia que espero contarles más adelante.
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