LA ULTIMA VEZ QUE UN PERRAZO ME ABOTONÓ
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por entrecanoardiente.
Me encantaba sentir su esperma caliente inundando mis intestinos. Lo que más me gustaba era quedar abotonado y quedar así todo el tiempo que el perro quisiera, dejandolo disfrutar tranquilamente de sus interminables eyaculaciones.
Durante el tiempo que quedábamos abotonados yo acababa sin siquiera tocarmela, eso realmente me gustaba mucho. Recuerdo que una vez acabé tres veces seguidas con la verga de un inmenso gran danés dentro mío. Como extraño aquellos tiempos.
No soy gay, vivo en pareja, y además no tengo lugar para tener perro. Hace muchos años que no lo hago con perros.
Soy de la zona Norte del Gran Buenos Aires, y recuerdo como si fuera hoy la última vez que quedé abotonado a un perro.
Yo tenía 27 años. Una pareja amiga se iba de vacaciones y me pidió si por favor le cuidaba la casa mientras ellos no estaban. Y como yo estaba viviendo solo no tuve ningun problema. Al contrario, era una casaquinta muy hermosa, con árboles, parque, pileta, etc. cerca de la casa donde yo alquilaba.
Me hicieron una serie de recomendaciones, en las que estaban incluidas aquellas acerca del cuidado de Júpiter, un inmenso gran danés color negro. Parecía un caballo. Yo siempre había mirado a ese perrazo con muchos deseos, y ahora se me estaba dando todo servido, no veía la hora de quedar solito con aquella bestia.
La primer noche que quedé solo me puse a ver una película porno y me calenté como loco. No podía sacarme de la cabeza a aquel enorme animal, pero al mismo tiempo tenía miedo que reaccionara mal y me lastimara.
Enceguecido en mi calentura salí a buscarlo, lo entré al living de la casa y lo acaricié. Lo acariciaba e iba bajando paulatinamente mis caricias hacia la panza y de allí hacia la verga, la rozaba como sin querer, siempre midiendo la reacción del can.
El perro era muy bueno y mimoso así que estaba gustoso de mis caricias, pero yo quería más que eso y despues de un rato de caricias y caricias tomé su verga con decisión. El perro hizo un movimiento raro, pero yo no estaba como para arrepentirme, así que se la tomé y comencé a masturbarlo.
Y al guachito le encantó. Comenzó a moverse como para cojer, y le empezó a asomar la puntita de su verga salpicando unos chorritos chiquitos de leche transparente.
El perrazo estaba muy contento pero no sabía que hacer, se movía de aquí para allá y se lamía la verga. Pegaba saltitos.
Recuerdo que mi amigo me había dicho que no lo dejaba salir a la calle para evitar que cojiera con cualquier perra, y que hacía varios meses que el pobrecito no cojía. Por eso se empezó a poner como loquito.
Yo estaba enceguecido de calentura, así que me saqué la ropa como un rayo, y me arrodillé delante de él como una perrita alzada. Pero el perro no sabía qué era lo que yo quería.
Intenté varias veces ponerlo sobre mis espaldas pero el perro hacía fuerzas para salirse. Yo siempre estaba atento a no provocar el enojo, así que a veces interrumpía el intento para acariciarlo y masturbarlo. Eso le encantaba, y hasta se enojaba cuando paraba.
De repente se me ocurrió la idea de agarrarle la pija y sin soltarla ponerme debajo de él y metermela en la cola. Hice eso, y cuando el perro sintió la tibieza de mi culito comenzó a empujar freneticamente. Despues de dos o tres minutos de empujones bestiales el movimiento cesó y yo comencé a sentir un ardor en el culito. Estabamos abotonados. Ahí tuve mi primer acabada sin tocarmela.
El perro pasó sus patas delanteras por sobre mi espalda y quedamos culito con culito por aproximadamente media hora. Yo tocaba el cielo con las manos porque sentía chorros y chorros de su esperma entrando en mí.
Acabé una vez más y me relajé, el perro hizo un movimiento fuerte y nos soltamos.
Cuando vi la monstruosidad que me comí no podía creerlo. Debía medir como 28 centímetros desde la punta hasta la base. Y su bola era del tamaño de mi puño. ¡Una delicia!.
Estuve en esa casa quince días, durante los cuales el perro no se separó de mi lado. Quería cojerme a cada rato. Fueron los quince días más intensos de mi vida. Quedamos lo dos extenuados.
Cuando mis amigos llegaron me preguntaron si el perro se había portado bien, y yo le dije ¡De maravillas!.
Pero esa fué la última vez que un perro me abotonó, y hasta el día de hoy nunca más volví a hacerlo.
Tengo muchas pero muchas ganas de volver a sentir eso, por eso busco amigos que tengan algun perro y me inviten a su casa para usarme de perrita. Si hay alguno que viva en el gran Buenos Aires o Capital y tiene un perro grande por favor avíseme.
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