ME DEJÉ COJER POR UN PERRO
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por zoohot.
Este verano un matrimonio amigo que viajaba me pidió que cuidara su casa durante algunos días y que al mismo tiempo cuidara de su perro. Como es una propiedad muy bonita, en las afueras de Buenos Aires, con piscina y comodidades para disfrutar del verano, me comprometí a hacerlo.
Dado que en la casa a cuidar había un perro, no llevé a mi boxer para evitar conflictos. Preferí dejarlo esos días en una guarderia canina.
Una vez instalado en la casa, traté de hacer confianza con TOM, el perro de mis amigos. No es de raza, es un aminal mestizo, pero tiene gran porte físico, pelaje corto y negro. Como ya me conocía y es muy sociable, enseguida se puso en amistad conmigo. Yo exprofeso lo hacía jugar y lo acariciaba mucho, a lo que él respondía con agrado.
Me excitaba su cuerpo grande y musculoso, sus enormes bolas y el capullo grueso de su miembro. Tenía un ano grande, lo que me atraía especialmente. Desde un principio, en mis caricias, lo acostumbré a tocarle su ano y su capullo y panza, observando que no se inquietaba, al contrario, se entusiasmaba.
Deseaba ardientemente penetrarlo, pero temía su rechazo o -de aceptarlo- que los signos del desvirgue fueran notados posteriormente por los dueños. Probé entonces de estimular su sexo con mi mano, a lo que TOM respondía excitándose con vehemencia.
Como se dejaba acariciar sin problemas y noté que mis tocamientos lo estimulaban (al punto que extraía su verga del capullo), insistí con esas maniobras. Incluso, algunas veces estando yo sentado, subía sobre mi pierna y me aferraba firmemente con sus patas delanteras, mientras balanceaba su cadera sobre mi pierna extrayendo toda su verga, como intentando cojerme. Allí observé que su pija era enorme, roja morada, gruesa, y que en esos movimientos llegaba a lanzar chorros cortos de líquido preseminal.
En esas situaciones, que yo trataba de provocar seguido a lo largo de los primeros días, comencé a masturbarlo. Primero, humedecía mi mano con aceite de cocina y cuando -subido a mi pierna- extraía su verga y comenzaba a bombear, cerraba mi mano como si fuera un caño y hacía que colocara dentro de ella su miembro, dándole la sensasión de penetración. Con la otra mano lo tomaba de la parte trasera de su sexo, batiéndolo hasta que formaba el bulbo, y lo dejaba eyacular abundamentemente.
En otro momento, así excitado en animal, me agaché para que coloque su verga en mi boca, la succionaba suavemente hasta lograr que lanzara su semen dentro de ella o en mi cara. Su leche era muy abundante, caliente, olorosa. Al mismo tiempo, yo me masturbaba y trataba de que mi propio semen cayera en mi cuerpo, para que después TOM lo lamiera. Le hacía oler mi propia pija, lo que lo estimulaba más.
TOM era un tremendo semental, una vez excitado no paraba. Así fue que mi propia calentura me animó a intentar lograr que me penetre. Luego de haberlo excitado mucho, me desnudé y me puse en cuatro patas delante de él dejando que oliera y lamiera mi ano. Enseguida, el perro -con toda su verga fuera del capullo- me montó. Con mi mano fui guiando su enorme y caliente verga hasta mi orificio anal (que había lubricado mucho, incluso internamente, con abundante gel). Con una fuerza increíble, el macho empujó dos veces y clavó un tercio de su gran pija en mi recto, provocándome un grito de dolor.
Resistí el dolor, dejando que el macho siguiera empujando rítmicamente y con enorme fuerza hasta que todo su choto quedó colocado en mi culo. Como pude, con una mano, frené su penetración para que no me colocara el bulbo. La verga de TOM -una vez dentro de mi culo- se hinchó aún más. La lubricación que me había colocado ayudó a facilitar esa colocación y soporté el dolor hasta que mi dilatación permitió gozar todo ese enorme trozo caliente. El macho hacía movimientos frenéticos y rápidos, dándome un placer indescriptible. Tanto era el placer que me producía, que eyaculé sin masturbarme, dada la estimulación de mi próstata por semejante pija dentro de mi culo.
Y allí, vino el éxtasis de sentir que el macho soltaba abundantes y fuertes chorros de semen caliente bien dentro de mi. Nunca pensé que podía recibir tanta cantidad de leche y disfrutar tanto placer.
Dejé que quedáramos abotonados unos minutos más, hasta que el macho fue retirando su miembro lentamente. Lavé mi culo con abundante agua fría, notando que me dejó una dilatación sorprendente. Dentro de mi recto sentía la preñada de semen que me había puesto, como si fuera una pelota de tenis.
Repetí el acto varias veces durante esos días, todas muy placenteras. Si bien no pude disfrutar de penetrar a TOM como me gusta, volví a mi casa con la satisfacción de haber vivido mi primera experiencia zoo como pasivo, y haberla gozado.
Quien pagó mi imposibilidad de cojer a TOM fue mi propio boxer SANCHO. Cuando volví a mi domicilio y traje otra vez a mi perro, lo copulé intensamente durante 2 días. Quien sabe ahora cuándo volveré a gozar la penetración de otro perro.
Fuera de todo prejuicio torpe, la zoofilia bien practicada es una fuente de placer sin límites.
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