Mi Hermano es una Bestia…
…y su perro es una puta de raza pura!.
Mi nombre es Marlon, diría que soy un chico bastante normal o eso creía hasta hace poco. Actualmente vivo con mi papá y mi hermano mayor, pues mi madre nos dejó cuando yo era muy pequeño y la verdad es que no me gusta hablar de ello; así que simplemente contaré la historia que inició unos cuantos meses atrás.
Yo ese sábado por la mañana estaba solo en casa, en el patio trasero tomando el sol completamente desnudo; ya que éste está rodeado por un cerco alto y varios árboles que le dan privacidad absoluta. Había salido de la piscina después de nadar un rato, por lo que me recosté en una de las sillas de plástico blancas para dejar que los rayos de sol me secaran; en lo que justo se me viene encima Sansón. Él es el perro de mi hermano, un enorme Pitbull Terrier marrón y con el que yo no llevo muy bien que se diga; por lo que no suelo controlarlo y mucho menos trato de enemistarlo; pero ese día Sansón estaba algo juguetón y se puso a lamerme las gotas de agua de las piernas, haciéndome cosquillas, mientras subía y se encaramaba luego en mi peluda entrepierna. Yo me quedé perplejo al ver como el perro me olfateaba todos mis genitales masculinos, para luego ponerse a lamerme los velludos huevos y también la verga; la cual por supuesto se puso muy dura por todos esos estímulos.
Sin poder controlar mi excitable miembro, este se infló e irguió en cuestión de segundos y para colmo a Sansón pareció gustarle; puesto que continuó pasando vorazmente su larga lengua por toda la base de mi sólido rabo hasta la jugosa punta, de la que no paraba de escurrirme muchísimo jugo seminal con cada lamida de ese can. Al perro evidentemente le empezó a gustar más cuando mi glande soltaba chorro tras chorro de viscoso presemen, comiéndoselo todo con cada lengüetazo, y yo para ser honesto también lo estaba disfrutando; tanto que no pude evitar tomar mi verga con una mano e iniciar una intensa paja, al mismo tiempo que gozaba con las lamidas de Sansón en mi enrojecido glande.
Yo comencé a sobarlo y decirle cosas como: “¡Buen perro! ¡Eso es, sigue así!” Hasta que me corrí tal y como estaba, soltándole toda mi leche en el hocico al perro; quien se puso a comerse todo mi espeso esperma como si fuese un manjar, siguiendo con sus ávidas lamidas a mi ahora sensible rabo, lo que me hizo gemir mucho y retorcerme de gusto. Y para cuando mi semen dejó de brotar, Sansón se detuvo y tranquilamente se fue a echar a la grama.
A mí eso de la zoofilia jamás se me había pasado por la cabeza y menos con un perro macho, pero admito que esa paja ayudada con el oral canino de Sansón, me encantó; que la repliqué un par de veces más cuando nuevamente me quedé solo en casa. La segunda vez me desnudé en mi habitación y llamé al perro para que entrara, le ofrecí de pie mi entrepierna para que la olfateara y casi al instante éste volvió a usar su lengua en toda mi virilidad.
Yo me acosté en mi cama ya con la verga bien erecta y Sansón se subió conmigo para continuar lamiendo toda mi sudada entrepierna; lengüeteando mis bolas, mi baboso rabo y en un momento que abrí mucho mis piernas, el perro me metió su hocico atraído por el hedor masculino de mi culo peludo. Mis jaladas se intensificaron tanto que me vine sobre mí mismo, bañándome el pechito y el plano abdomen con mi blanquecino semen; el cual fue devorado en el acto por el hambriento Sansón. Después le di unas cuantas sobadas en el lomo y le dije que se bajara; para mi sorpresa la mascota de mi hermano mayor me hizo caso y se marchó al dormitorio de su dueño donde suele dormir.
La tercera vez fue mucho más inusual. Era un día de semana y bien pasada la noche, cuando me desperté con unas grandes ganas de orinar; así que salí raudo rumbo al baño y sin más me puse a mear a chorros. En eso escuché leves gemidos a lo lejos, cosa que por supuesto me extrañó. Entonces me la sacudí un par de veces y la guardé en mi ajustado bóxer. Caminé en silencio por el oscuro pasillo y vi a Sansón acostado al pie de la puerta del dormitorio de mi hermano, cosa aún más inusual, y en lo que me asomé y vi que dicha puerta no estaba del todo cerrada, con cuidado espié dentro. Mi hermano mayor estaba acostado boca arriba en su cama y sobre él había una mujer muy culona, saltando y ensartándose ella sola toda la hombría de mi hermano, gimiendo como loca con cada sentón que le daba. Yo no pude ver quien era, ya que ella estaba dándome la espalda, pero si podía ver parcialmente el rostro excitado de mi hermano, quien también podía mirarme a mí.
Creo que lo correcto debió haber sido que yo me fuera; pero algo me mantuvo pegado al piso, con la verga ya bien parada bajo mi ceñido bóxer, observando cómo mi hermano ayudaba a aquella voluptuosa mujer cabalgar duro su enorme rabo. A pesar de la posición y la distancia, yo pude ver claramente que mi hermano mayor es un semental bien dotado, lo que me dejó aún más atónito de lo que ya estaba. Él todo ese rato me veía fijamente, con una sonrisa de complicidad dibujada en su sudado rostro; creo que para mi hermano mayor el que lo haya encontrado en esa situación también le resultaba muy morboso como a mí. Y en ese instante tanto él como ella comenzaron a gemir más fuerte, evidentemente ambos estaban acabando. Y cuando mi hermano tuvo que haber terminado de vaciarse dentro del coño de esa mujer, ésta desmontó la maciza vergota de su macho y se puso a chuparla y limpiársela con lujuria; haciendo que mi hermano se retorciera más de placer.
En ese momento pude despegar mis pies, por lo que me regresé a mi habitación con Sansón tras de mí. Cerré mi puerta, liberé mis genitales y dejé que el perro me hiciera uno de sus ricos orales, uno que me ayudara a calmar la inmensa excitación que traía después de lo que había presenciado. Y luego de darle mi leche viril al can, este se durmió conmigo desnudo en mi cama. Lo curioso fue que a la mañana siguiente su dueño nos encontró así; aunque no me dijo nada al respecto, sólo me preguntó que me había parecido lo de anoche.
> Oye, perdona… No sé porque me quedé tanto rato viendo.
Le dije algo avergonzado, pero él sólo se carcajeó mientras se sentaba al borde de mi cama y saludaba a su perro; mismo que movía con frenetismo el cachito que tiene de cola.
> No pasa nada, hermanito. Es normal… ¿Y qué tal?
> ¿Huh…?
> ¿Que qué te pareció? Viste quién era, ¿no?
> ¡Súper caliente! Pero no pude ver quien era.
> Era doña Ruth, la vecina de enfrente.
> ¿Pero y esa no está casada con–?
> Sí, pero a la perra le encanta coger conmigo. Me dice que su marido la tiene chiquita y–
> ¡Y la tuya es bestial! Tremenda verga te cargas, hermano.
> Ja, Ja, Ja… Te diste cuenta, ¿eh?
Yo estoy más que seguro que me puse colorado; pero en eso él me alborotó el cabello en son juguetón y se levantó diciéndome que yo hiciera lo mismo. Entonces me puse el bóxer y los dos nos fuimos a desayunar a la cocina con el Sansón siguiéndonos de cerca.
A partir de esa noche mi hermano y yo empezamos a tenernos mucha más confianza y menos vergüenza; hablábamos de cuantas pajas nos hacíamos al día, él me compartió toda la vasta colección de pornos que tiene en su ordenador y también hablábamos del sexo que teníamos y de que como buenos hermanos parecíamos tener el mismo y bien desarrollado instinto sexual; pero aun así no me atreví a decirle nada respecto a lo que yo hacía con Sansón, puesto que lo más seguro es que él pensaría que yo era maricón por dejarme mamar por su perro.
Por cierto, mi hermano mayor se llama Walter y tiene 21 años. Él al igual que papá es muy alto y mucho más corpulento que yo, que soy delgado, y también es mucho más velludo; él usa bigote y barbita, y tiene hasta pelos en el pecho; pero aun así los tres nos parecemos en que somos blancos, de cabello castaño rizado y con los ojos azules. Yo la verdad es que desde pequeño siempre le he tenido gran admiración a mi hermano mayor; que siempre ha estado para defenderme y apoyarme en todo, pues pasamos mucho tiempo sólo los dos, ya que nuestro padre viaja bastante por trabajo; y ahora que conozco el morboso lado semental de Walter, más quiero crecer y ponerme igual de dotado que él.
Y ahora viene lo más increíble de la historia. Una tarde en que yo regresé bien temprano de la secundaria, porque suspendieron clases, entré con mi llave esperando encontrar la casa sola como siempre y me fui directo a mi dormitorio para sacarme el sudado uniforme; entonces lo miré por la ventana que da al patio trasero, ahí afuera estaba Walter completamente desnudo tomando el sol en una de las sillas reclinables plásticas. Por lo visto no había ido a la universidad, aunque lo primero que pensé fue que él parecía hacer lo mismo que yo cuando está solo e igual que pasó conmigo, vi cómo Sansón se acercó a olfatearle la entrepierna.
Para mi sorpresa mi hermano dejó que su mascota comenzara a pasarle la lengua por los enormes huevos, de lo más tranquilo; que hasta se llevó las manos tras la nuca, observando cómo su pitbull marrón le lamía el rabo. Walter se veía excitado, pues su macizo miembro de macho se puso muy duro y parado, dejando que aquel perro lo lengüeteara sin parar, ya juntando viscosos hilos de presemen. Yo tragué en seco y sentí como mi propia verga estaba erecta bajo mi calzoncillo. Me aseguré de esconderme bien tras la cortina y continué viendo aquel inusual espectáculo zoofílico.
Después de unos cuantos minutos en los que Sansón le ensalivaba todos los peludos genitales a mi hermano, como lo hacía conmigo; él se levantó e hizo que el perro se subiera a la silla, quedando a mayor altura, justo para que el trasero del can quedara al mismo nivel de las caderas de Walter. Yo debía estar alucinando, no podía ser que mi hermano estuviera sobando el lomo de Sansón y sin mucha vacilación luego le embocara su gran glande justo en el ano al perro; frotándoselo de arriba abajo, desde la colita hasta las oscuras bolas, y masajeándoselo de forma circular por todo aquel esfínter canino. Y a todo esto, el perro se dejaba de su dueño, bien quietecito, como si ya estuviera entrenado para ello.
Entonces mi hermano mayor empezó a metérsela a Sansón con suaves empujones; que sin mucha dificultad ya le había metido la punta y un poco más. En ese momento el perro soltó un quejido de dolor, pero no se movió ni hizo nada; en lo que su amo le clavaba más rabo, ya la mitad, y con un envión definitivo vi atónito como Walter le logró meter por el culo toda su vergota al musculoso pitbull. Mi propia verga se sacudía, que me la tuve que sacar y jalar ahí mismo, observando detenidamente como a pocos metros mi hermano se cogía a su perro macho. No sé ni cómo aquello era posible, pues Walter tiene un miembro descomunal; pero aun así él se la estaba metiendo toda despacito, mientras con una mano le seguía sobando el lomo y con la otra se la pasaba por debajo, frotándole el vientre muy cerca de aquella pijota canina.
En eso mi hermano, imagino que sintiendo que el perro ya se había acostumbrado al tamaño y grosor de su impresionante trozo viril, comenzó a culeárselo con movimientos más rápidos y decididos; aumentando la intensidad con cada uno de sus embates, hasta que noté como Walter se descontroló y este ya estaba follándose al pobre can como si el mismo fuera una hembra más. Realmente me parecía mentira ver a mi hermano mayor así, desplegando todos sus dotes de auténtico semental con ese perro; en verdad parecía una bestia embramada.
Yo estaba empapado en sudor, tal y como veía que el fornido cuerpo de Walter también lo estaba, afuera bajo el sol y en lo que no paraba de bombear salvajemente el culo de su pitbull. Yo me corrí primero y unos cuantos minutos después me percaté de que los jadeos de Walter aumentaban junto a sus embestidas; hasta que él se vino dentro del perro. Sansón salivaba muchísimo, dejándose mansito de su macho dueño, al tiempo que sus entrañas caninas debían estar siendo inundadas por toda la caliente esperma de mi hermano. Pero para mi sorpresa Walter no se la sacó, se quedó así, como si se hubiera pegado como los perros suelen hacer.
Por supuesto yo sabía que eso no era posible; aunque como el rabo de mi hermano es tan macizo y si se le había hinchando tanto, quizás, no lo sé. En eso escuché como Walter comenzó a elogiar a su mascota, diciéndole cosas como: “¡Bien hecho, muchacho! ¡Eres un campeón!” Dándole palmaditas en el lomo; con lo que Sansón empezó a menear la colita y poco a poco se logró zafar él solo del miembro masculino de su amo. Entonces el perro, seguramente como parte de su entrenamiento, se giró sobre la silla y se puso a limpiarle con la lengua la verga a mi hermano, haciéndolo gemir otro poco más. Y al cabo de un rato él se lanzó a la pileta y Sansón lo siguió y se aventó para nadar y juguetear con su dueño y macho.
…
El haber mirado a mi hermano mayor culearse a su perro, me produjo un morbo tan grande y una calentura como nunca antes había sentido; ni todas las películas pornos de su colección o todas las veces que he cogido a alguna chica, me producían ese mismo nivel de excitación. Ni siquiera el delicioso recuerdo de cuando a mis 13 años desvirgué a una nenita de diez y con la que comencé a sentirme hombre, nada de eso lograban calentarme tanto como ver desde la ventana de mi habitación a Walter follarse a Sansón en el patio trasero; presenciar cómo mi hermano le introducía toda su inmensa hombría y como el muy puto perro se dejaba dócil y de lo más amaestrado. Fue a partir de ese día que yo empecé a estar más obsesionado con mi hermano y su mascota, queriendo encontrarlos y espiarlos más veces en ese perverso y duro sexo entre un macho amo y su complaciente mascota. Un domingo en que yo hacía la tarea en la mesa del comedor y Walter veía la televisión en el sofá de la sala, Sansón se acercó a él meneando la colita y jugueteando luego le metió el hocico en medio de los gruesos muslos, justo por dentro de una de las aberturas de las piernas de la floja calzoneta de mi hermano, y como éste sólo se rascó los pelos de su panza como si nada. Yo me puse erecto al instante, disimulando que no los veía, mientras comprobaba que a él le gustaba y también se le paraba la verga; puesto que su bulto crecía de un modo muy notorio debido a sus dimensiones. En eso Walter se levantó, apagó el televisor y se fue a su dormitorio con el perro siguiéndolo, cerrando la puerta detrás de él.
Yo de inmediato me fui al pasillo y traté de escuchar cómo mi hermano mayor estaba por penetrar a su pitbull. Me saqué mi tieso miembro y me puse a pajeármelo imaginando como Walter se desnudaba y subía al perro a su cama, y ya teniéndolo en cuatro comenzaba la tarea de metérsela entera por el culo al can. Esa idea me calentaba a tope; imaginando a mi hermano todo sudado y con una sonrisa en su rostro al ver complacido como su perro aguantaba y recibía toda su vergota, meneándose y babeando las sábanas; en lo que él ya se la clavada con fuerza y agarre. Me pareció poder oír sus gemidos masculinos y decirle por lo bajo a Sansón cosas como: “¡Eso es, muchacho! ¡Aguántala toda como un campeón!” Y cuando el perro se quejaba, le decía: “¡Tranquilo y déjate de tu macho! ¡Así me gusta!”.
Yo me la jalaba más rápido, escuchando como las embestidas del semental de mi hermano al culo de su mascota también aumentaban. Me lo imaginaba moverse en todas las formas, metiendo y sacando su pedazote de virilidad, moviéndose en círculos y cogiéndose a su perro con salvajismo; hasta que me corrí y minutos después estoy seguro que Walter también lo hizo. Me regresé a la sala con la idea de que él y Sansón se habían quedado pegados, mientras todo el culo del pitbull rebosaba con el blanco y viscoso semen de mi hermano mayor.
A todo esto, los días siguientes yo continuaba usando cualquier oportunidad en la que me quedaba a solas con el perro, para ponerlo a mamarme el rabo y dejarlo comerse toda la leche viril que guardo en mis bolas peludas. Pero también quise probar suerte e intentar el penetrar a Sansón. Ahora cada vez que estaba desnudo con él y lo sobaba, le veía con deseo el esfínter y me excitaba mucho pensando lo rico que sería meterle toda mi verga como lo hace Walter; pero para mí no resultó tan fácil, pues no soy su dueño y el perro lo sabe bien. El enorme y musculoso pitbull marrón dejaba que yo lo acariciara todo y le pasara mi verga erecta por el ano, pero cuando yo empujaba y quería meterle todo mi enrojecido glande, él me gruñía y se zafaba e iba, dejándome caliente y jalándomela solo.
Me tocó hacerme muchas pajas así; cuando lo intentaba, pero no lo lograba. Yo temía forzar a Sansón al punto de que este terminara mordiéndome y de alguna manera mi papá o hermano terminaran enterándose. Sé que yo perfectamente podía hablar de esto con Walter y confesarle que sabía lo que él hacía con su perro y que yo también quería participar; pero cada vez que se daba la oportunidad, me acobardaba por alguna razón.
Así pasaron varias semanas, en las que en secreto tanto Walter como yo usábamos al perro; sólo que yo sí sabía de él y lo envidiaba por ello, muriendo de ganas por poder hacer lo mismo que él. Hasta que al fin me llegó el día. Esa vez también fue un sábado, como en la primera vez que dejé que Sansón me comiera la hombría, e igual que en esa ocasión decidí replicar todo y hacer exactamente como mi hermano mayor hizo la tarde que lo espié. Me desnudé y dejé que el hedor masculino de mi cuerpo atrajera al perro; el cual en seguida se acercó y se puso a lamerme como ya está bien amaestrado. Mi rabo por supuesto se puso muy duro en segundos, gracias a la rica acción de la lengua salivosa de Sansón; al cual yo motivaba con caricias y frotes a su lomo, diciéndole las cosas que mi hermano mayor le decía.
Pronto el perro me tenía gimiendo de placer, casi que yo sentía como el can parecía chuparme la verga dentro de su hocico. Y a todo eso yo continuaba sobando a Sansón por todo su peludo cuerpo, frotándole también por debajo en el vientre; que en varias ocasiones le rocé la pija, cosa que pareció gustarle. Entonces me animé a agarrársela y jalársela despacio de adelante atrás, notando como se hinchaba en mi mano y salía de su funda; toda rugosa, colorada y con la enorme punta abultada. Ahora los dos lo estábamos disfrutando, que Sansón se tornó más manso conmigo; así que yo aproveché esa oportunidad.
Le ordené que se subiera en cuatro sobre la silla plástica y me le fui por detrás, quedando mi entrepierna justo frente a su trasero canino. Empecé a pasarle mi glande por el ano, lubricándoselo con mis abundantes jugos seminales; siempre sobándole la pijota por debajo con una mano y con la otra lo sujeté del muñón que tiene por cola, y comencé a empujarle mi verga dentro. Con algo de fuerza logré meterle la cabeza de mi miembro. Aquel recto se sentía increíblemente estrecho y caliente, por lo que continué empujando y penetrando el rico culo de Sansón; hasta que le introduje por completo mis 17cm de carne viril. Yo todavía no soy tan dotado como hermano mayor y tampoco la tengo tan gruesa como él, por lo que me fue más fácil clavársela entera al su perro.
En seguida me puse a bombearle el culo a Sansón, primero suave para que no se enfadara y me mordiera, recordando hacer lo mismo que Walter; sin mencionar que las jaladas a la pijota del perro lo dejaban dócil para que yo ya lo cogiera más fuerte y rápido. Yo sentía un placer indescriptible. Al fin podía sentir lo que era penetrar a ese perro macho, a ese pitbull de cuerpo fibroso y gran tamaño; pero que era toda una puta de raza pura por dejársela meter por el culo por su dueño y ahora de mí también.
Yo seguía follándome deliciosamente a Sansón, viendo como mis tupidos pelos púbicos topaban en aquel enrojecido esfínter canino. Yo lo tenía bien clavado hasta el fondo y mis piernas temblaban un poco, pero ya no de nervios, sino de puro placer. En cierto momento me retiré un poco y miré como el ano del perro se estiraba hacia afuera, como si no quisiera que le sacara del todo mi rabo, como si quisiera que yo me quedara pegado a él como pasaba con mi hermano Walter. Me sentí igual de semental que éste, así que ya con toda la confianza del mundo me dispuse a cogerme a su mascota igual de bestial que él lo hacía.
Sansón sólo babeaba jadeando mucho y cuando yo se la empujaba entera bien adentro, él arqueaba el lomo para recibirla mejor; mientras mis jaloneos a su pijota se equiparaban a mis bombeos anales. Aún no podía creer lo fantástico que era montarse a ese pitbull macho como si fuera una hembra, una que compartía con mi hermano mayor. Y pensando en eso me vine dentro del perro, vaciando todo el contenido de mis huevos en el culo de Sansón.
Calado en sudor y ya satisfecho y bien drenado, se la saqué toda embarrada en mi esperma; misma que el bien entrenado perro se dispuso a comer, lamiéndola de mi sensible verga. Después de que Sansón me pasara la lengua por toda la entrepierna, hasta por mis sudadas bolas, me lancé en la piscina para limpiarme y refrescarme.
Y así fue como ocurrió mi primera vez penetrando a un perro. Nada de lo que yo había hecho antes se equiparaba. Me quedé un rato flotando boca arriba en la plácida agua, tratando de que todo lo que había ocurrido quedara bien grabado en mi cabeza. Otra vez se me puso la verga erecta, parecía que lo embramado no se me bajaba. Con 15 años tenía todas las energía y virilidad de un machito propio de mi edad; por lo que salí de la pileta y volví a coger a Sansón por el culo, sólo que esa vez tuve que masturbarlo más rato para que se dejara.
…
Pero ahí no acaba la historia. El viernes siguiente mi hermano hizo una fiesta ya que nuestro papá no estaría; así que la casa se llenó de música, olor a cigarrillos, y de chicas y chicos amigos o conocidos de Walter. Él me dejó quedarme, comer de las pizzas que habían ordenado y hasta beber unas cuantas cervezas. Yo sólo conocía a Enrique, el mejor amigo de mi hermano, al cual he visto durante toda mi vida pues es también vecino nuestro. Quique tiene 23 años y tiene aspecto de roquero, con su pelo largo negro y barbita de chivo. Él esa noche me estuvo contando largo rato sobre una de sus conquistas más recientes; de una divorciada joven que era muy perra y le encantaba que le reventaran el culo, cosa que Quique me describió con lujo de detalles; por lo que yo traía la verga bien parada bajo el jean mientras lo escuchaba con atención imaginándomelo todo.
Entre el morbo, las carcajadas y todas las cervezas no sé ni cómo me desperté varias horas después sobre mi cama con la ropa puesta. Revisé el reloj y me di cuenta de que era bien entrada la madrugada; entonces salí de mi habitación y noté que ya no había música ni ruidos. Pasé a la cocina y escuché el rascar de la puesta, por lo que la abrí y Sansón entró raudo a la casa. Luego me fui a la sala y me encontré que no había nadie, excepto mi hermano mayor. Walter estaba en uno de los sillones sólo con su gorra puesta y en calzoncillos, con una trusa azul ajustada, roncando y aún con una cerveza en la mano.
El perro comía las frituras y los restos de comida del piso; pero de repente se fue olfateando hasta el sofá donde estaba su amo, bien abierto de piernas, y se puso a pasarle el hocico exactamente por la abultada y peluda entrepierna. Sansón le olfateaba insistentemente el viril paquete a mi hermano, imagino atraído por su intenso hedor masculino, y luego hasta se puso a pasarle la lengua por sobre el calzoncillo. Walter se despertó con eso, medio desorientado, pero cuando vio que se trataba de su fiel perro lo dejó; es más, hasta se bajó la trusa y dejó por fuera sus voluminosos genitales, ofreciéndole la vergota semierecta al puto can; el cual empezó a comérsela como ya estaba bien entrenado. Al cabo de unos segundos el macho de mi hermano la tuvo bien parada, venosa y jugosa, y hasta ese momento se percató de que yo los observaba a un costado y detrás de la mesa del comedor.
> ¡Hey hermanito, ahí estás! ¿Ya viste el truco que le enseñé a Sansón?
Me preguntó luego de hipar y echarse el último trago de su cerveza. Yo me acerqué a ellos en la sala y sin vergüenza me froté mi rabo erecto, el que se me marcaba bajo el jean.
> Sí, hermano… Ya me di cuenta que es toda una puta de raza y que le gusta la verga.
Él me vio fijamente y luego se sonrió con cierta complicidad; entonces yo le confesé todo. Le dije que el perro ya me la había mamado muchas veces y que lo había espiado rompiéndole el culo a Sansón; por lo que yo también ya había probado y que se sintió lo mejor del mundo.
Así que Walter me invitó a que me le uniera, cosa que hice sin vacilar. Me quité toda la ropa y me senté a su lado, con mi miembro bien firme y palpitante, jalándomelo mientras veía como el perro no paraba de deleitarse con la impresionante hombría de mi hermano mayor. Ahí él le dio la orden a su mascota para que me chupara a mí también; cosa que Sansón hizo de inmediato. Éste se puso a lamerme las bolas peludas y luego a juntarme con ricos lengüetazos todos los chorros de presemen que no dejaban de brotarme del enrojecido glande. En eso mi hermano aprovechó para levantarse del sillón, colocarse de rodillas detrás de su perro y apuntarle directo al ano su enorme bestia fálica; la cual mide unos increíbles 24cm.
Yo estaba excitadísimo, como nunca antes, aquello era tan increíble y súper morboso. Sansón comiéndome el rabo y yo viendo a mi semental hermano en posición para embestir el trasero de su puto pitbull. Walter le restregó primero su macizo pedazote de carne por el esfínter, humedeciéndoselo con sus jugos seminales, al tiempo que le frotaba el lomo como parte del adiestramiento. Y acto seguido mi macho hermano comenzó a metérsela lentamente, hasta que se la hizo entrar entera en el fondo al animal. El perro chilló un poco, pero no gruño ni nada; de hecho, continuó lamiendo bien rico mis huevos y los pelos de mi culo. Yo sudaba a chorros por más que esa madrugada se sentía fresca; pero es que estaba tan caliente con todo eso. Todavía no podía creer lo que estaba experimentando, compartiendo a Sansón con mi hermano; mismo que ya se follaba a su mascota con su habitual bestialidad y rudeza.
Yo no pude más y me corrí sobre mí mismo. Me bañé de semen todos los pelos púbicos y el abdomen de lavadero; pero obviamente el puto perro se puso a comerse toda mi esperma. Cuando Walter se dio cuenta de que yo había acabado, estoy seguro que se excitó más, pues aumentó el ritmo de sus bombeos, cogiendo al pobre de Sansón como si este fuera una puta.
Y unos minutos después, mi hermano también terminó en medio de hondos suspiros; llenando todo ese culo canino. Walter se quedó inmóvil, sólo se limpió el sudor de la frente con un brazo, y yo me puse de pie y me acerqué curioso a ver como él seguía con el morcillozo miembro bien ensartado en el trasero de su musculoso pitbull.
> Oye, hermano… ¿A caso tú te quedas pegado con Sansón como lo hacen los perros?
> Sí, hermanito. Me pasa muchas veces. Es que su recto es muy estrecho y se contrae con toda la fricción de mis clavadas; además a mi cuando estoy por correrme se me hincha más.
> ¡Joder, sí que eres una bestia, hermano!
> Ja, Ja, Ja… ¿Hasta ahora te das cuenta?
Con una de sus pesadas manos me alborotó los rizos del cabello de forma afectiva y luego se hizo para atrás. Ahí vi cómo su vergota empezó a salir del culo inflamado del perro y junto con el falo de Walter brotó también mucha de su espesa leche viril; la cual cayó en viscosos y blanquecinos borbotones al suelo de la sala. A mí se me había vuelto a poner la verga muy dura, así que mi hermano me dijo que aprovechara y también le partiera el culo a su mascota. Sansón no se movió de posición y simplemente se dejó follar ahora de su segundo macho.
Esa penetrada estuvo mucho más intensa que las veces anteriores; tanto porque el interior del culo del perro se sentía más rico por todo el espeso esperma de mi hermano mayor, el cual actuaba como lubricante para que yo se la deslizara toda de una estocada, como por el hecho de que Walter me estaba mirando con lo que creo era orgullo masculino. Yo sujetaba a Sansón de una de sus patas con una mano y con la otra de su colita cortada; metiéndosela y sacándosela con un ritmo que trataba de asemejar al de mi hermano, que es un verdadero semental. Él se quedó muy junto, abrazándome con uno de sus fornidos brazos sobre mis hombros, sudando y respirando a mi par, y observándome de cerca cogerme a su perro; al tiempo que me decía cosas muy morbosas para que yo siguiera hasta el orgasmo.
Éste no tardó mucho, a decir verdad. Usualmente la segunda eyaculada me cuesta más; pero estaba tan excitado que no pude evitarlo y le solté todo el resto de mi calentito semen a Sansón dentro de su preñado culo de perro-puto. Y cuando le saqué mi rabo satisfecho, el can se soltó y se fue a una esquina a lamerse el trasero y comerse toda la leche de macho que mi hermano y yo le habíamos dejado mezclada en su roto culo. Walter fue a la cocina por otro par de cervezas y me dio una, y luego nos quedamos sentados desnudos en los sofás de la sala, platicando de lo que habíamos hecho como si fuera algo de lo más natural.
> ¿Desde hace cuánto te coges al perro, hermano?
> Lo tengo entrenado desde antes de que cumpliera el año. Él sabe muy bien quien es el macho alfa y por eso es dócil cuando le meto toda la verga. Creo que hasta le gusta…
> ¡Claro que le encanta! Sansón es una perra pura sangre.
> Ja, Ja, Ja… Sí, tienes razón, hermanito. Y nadie lo diría al ver a ese pitbull todo grandote.
> A mí me buscó y él solito se puso a lamérmela y chupármela. ¡Le encanta comer semen!
> Creo que el olor de tu verga es muy parecido al mío, hermanito. Seguro eso lo atrajo.
Escuchar eso me infló el pechito de orgullo. La idea de parecerme a mi hermano mayor, que para mí es un auténtico semental, honestamente me hizo muy feliz. Seguimos hablando largo rato, ya él sobrio y ambos complacidos. Sansón se acurrucó en el sillón al costado de su amo, mientras éste lo acariciaba y me contaba cómo se había iniciado en esto de la zoofilia. Walter me confesó que él se había desvirgado a los 12 años con la perra de nuestro abuelo; ya que una tarde que se quedó en su casa, lo espió mientras el viejo le llenaba de leche la concha a su perrita que estaba en celo; así que cuando él se quedó a solas con la perra, probó suerte y también se la pudo follar hasta correrse. Y fue después de eso, que la idea de metérsela a los animales no le daba asco, al contrario, lo calentaba mucho; por eso cuando papá le regaló a Sansón en su cumpleaños número dieciocho, él se decidió a amaestrarlo para que se dejara por el culo y aprovechar a fondo a la mascota.
Por supuesto que toda esa plática me puso nuevamente excitado, que en lo que oía a Walter mi verga estaba muy parada y se sacudía sola, pero la de él también; así que los dos nos terminamos haciendo una increíble paja hasta que salió el sol y luego nos fuimos a dormir.
…
Después de esa reveladora madrugada todo cambió en casa. Mi hermano y yo nos culeábamos a Sansón y ahora ambos lo sabíamos, era un secreto de los dos; que cuando nuestro papá estaba en casa, Walter y yo sólo éramos miradas cómplices, guiños y sonrisas pícaras; ya que sabíamos que siempre que alguno de los dos se quedara solo, la mascota de la casa pasaría a ser nuestra puta complaciente.
En esos días mi hermano mayor y yo nos empezamos a llevar todavía más que antes, éramos más unidos y ahora si nos teníamos toda la confianza del mundo; que siempre que se podía nos las pasábamos desnudos y nos hacíamos pajas juntos viendo pornos. Pero obviamente lo que más gozábamos entre ambos era a Sansón. Por las noches el perro dormía en el dormitorio de su dueño y las veces que yo me despertaba por ruidos y gemidos, me iba a ver cómo Walter culeaba a su pitbull marrón, a su hembra. Yo estaba seguro de que él se cogía más al perro que a las novias que tiene o con todas las mujeres que sale; su mascota parecía hacerlo más feliz. Y siempre que yo lo encontraba en su habitación, le tenía bien metida en el culo a Sansón toda su descomunal carne viril hasta los huevos; que no sé cómo ese animal podía con semejante vergota. A mí presenciar eso me calentaba a mil, que mi verga se ponía durísima en segundos y más tiesa que nunca. Y a él también le excitaba que yo lo viera y el prestarme luego a su perro para que yo también lo sometiera y lo hiciera mío.
Siempre que Walter le llenaba el culo con su cuantiosa leche viril, yo podía metérsela después y gozar más rico que las veces que lo hacía solo con el perro. Mi hermano al terminar de cogerse a su perro, le dejaba el recto más delicioso y mi morbo se acrecentaba con él a mi lado, observándome y diciéndome lo bien que lo hacía, lo orgulloso que se sentía de tener un hermanito semental como yo; que también me corría y le preñaba las entrañas a Sansón.
Eso de hacerle tríos se nos hizo costumbre cuando papá no estaba, que por fortuna era seguido. El pobre de Sansón pasaba con el culo roto, hinchado y bien rojo, siempre botando leche de los dos por toda la casa; pues no le quedaba de otra que aguantar a un par de insaciables machos como lo somos mi hermano y yo.
E incluso ahora el perro se turnaba en compartir lecho con sus sementales, pues había noches en que la pasaba conmigo y se dormía a mi lado después de que yo me lo follaba sin parar, y luego Walter llegaba por las mañanas a montarse también a su mascota en mi cama, conmigo a la par. Yo sentía que me estaba pareciendo más a mi hermano mayor, que día a día juntos me estaba haciendo más viril y bestial como él; que empecé a sacar pelitos en el pecho y hasta gané un par de centímetros más de rabo.
> Oye, hermanito… ¿La tienes más grande o a mí me lo parece?
> ¡Sí, yo también lo siento así! Me la veo más recia y gruesa; pero nunca tanto como la tuya.
> Pues si continuamos compartiendo testosterona así, pronto me alcanzaras. Ja, Ja, Ja…
> Ya quisiera ponerme así de bestia como tú, hermano.
Él me alborotó el cabello con cariño y me dijo que nos echáramos otra ronda de partirle salvajemente el trasero a Sansón.
Y la historia continúa un par de semanas después, cuando uno de los compañeros de la facultad de veterinaria de Walter se quedó a dormir un fin de semana; ya que tenían que estudiar intensivamente para un examen que tendrían el lunes siguiente. Su nombre es Darío, de 20 años, un mulato atlético de cabeza rapada y muy agradable; que rápido congeniamos y hasta a Sansón pareció agradarle ese otro hombre, que se dejaba tocar y jugar con él.
Esos dos estuvieron estudiando como locos todo el viernes y el sábado, que para el domingo en la mañana ya se sentían saturados; por lo que decidieron tomarse el resto del día para relajarse y luego repasarían todo hasta la noche. Entonces sería tiempo de piscina, a lo que yo me les uní e incluso mi hermano llamó a su amigo Enrique. Y como Darío no había traído bañador, ni tampoco Quique, mi hermano propuso bañarnos en bolas entre puros hombres. Ninguno sufrió de vergüenza; ni siquiera yo que era el más bajito y joven de los cuatro, pues Quique es altísimo, pero flaco y de pelo en pecho, y Darío tiene cuerpo de gimnasio. La ropa voló rápidamente por el aire y todos nos lanzamos en la pileta para nadar en aquella agua cristalina, bajo ese agradable sol de domingo.
El musculoso pitbull; que sólo es apariencia intimidante, pues es súper manso; también se metió a nadar con nosotros en la piscina, jugando especialmente con Darío, quien parecía saber cómo ganarse a los animales siendo un futuro veterinario. De vez en cuando alguno salía para ir a la cocina y recargar la hielera de cervezas o porque tenía que orinar en alguno de los árboles del patio. Y en eso Walter y su compañero se echaron en las sillas para dejar que el sol secara sus cuerpos desnudos, en lo que Quique y yo seguíamos en la pileta.
Entonces Darío llamó a Sansón y se puso a juguetear con éste al lado de la silla reclinable que él ocupaba; en lo que el perro meneaba la colita y jadeaba emocionado. Yo desde el agua intercambié una mirada con mi hermano, ya que ambos sabíamos lo que podría pasar si aquello seguía. Y en efecto eso ocurrió. El perro le devolvió las atenciones a Darío y se le encaramó encima, lo justo para que su hocico alcanzara la entrepierna de ese otro macho.
Al instante Sansón empezó a usar su lengua para saborear el grueso rabo de Darío; quien se sorprendió un poco, aunque no detuvo al perro y sólo veía entre risas como éste le lamía y ensalivaba hasta los voluminosos huevos que él se carga.
> ¡Vaya perrito más curioso resultó el Sansón! Ja, Ja, Ja… ¡Parece como si me la quisiera chupar o algo así! Ja, Ja, Ja…
> Creo que es que le atrae el olor de los machos. ¡Y tu apestas! Ja, Ja, Ja…
Le dijo mi hermano a su compañero en tono burlesco, como si eso fuera algo común.
> Parece cabrón, que el perro te salió maricón… Ja, Ja, Ja…
Habló Quique desde la piscina, acercándose al borde para ver mejor como el animal no paraba de lengüetear los viriles genitales de Darío; el cual no pudo evitar excitarse por la acción de la hábil lengua de Sansón, y entonces todos pudimos ver cómo su verga empezaba a crecer, engrosarse y ponerse muy dura con cada lamida canina.
> A veces eso puede resultar muy útil… Y hasta te lo puedes pasar increíble. Ja, Ja, Ja…
Le respondió riendo Walter a su amigo y con una sonrisa pícara dejó bien en claro a ambos invitados que era lo que él implicaba con ese comentario.
Quique se giró para verme, como si tratara de asegurarse de que había entendido bien.
> Sí, Sansón es toda una puta y está bien amaestrado para complacer machos.
Le dije en lo que salía del agua para ver mejor. Él también lo hizo, mientras Darío suspiraba y se dejaba ya prácticamente mamar del perro. El compañero de mi hermano tiene un buen miembro masculino, bien gordo y cabezón, y ya le escurría hasta las bolas de jugos seminales mezclados con la saliva del can. A ese punto los demás también teníamos las vergas erectas, y Walter y yo ya nos masturbábamos con la morbosa escena.
> ¡Qué bien la chupa! Sí que lo tienen bien entrenado al Sansón. Je, Je, Je…
> ¿Yo también puedo probar…? ¿No me irá a morder?
Preguntó Quique en lo que se sujetaba su carne viril y la comenzaba a jalar también. Éste la tenía delgada; pero de muy buen tamaño, y curva por lo larga que es.
> Tranquilo. Ponle la verga y ya verás cómo te la come de rico.
Le contestó Walter, en lo que se acomodaba en su silla reclinable y me daba espacio para que yo me sentara a su lado y continuar más cómodos nuestras pajas.
Entonces Enrique se paró a la par del perro; mismo que al olfatear otra hombría chorreante cerca suyo, se puso a lamérsela frenéticamente al nuevo macho. En ese momento Darío aprovechó para incorporarse un poco, jalando su venoso rabo pues seguía súper excitado.
> ¡Hey, Darío! ¿Qué esperas para probarle el culo a mi perro?
> ¡¿En verdad me lo puedo culear?!
> ¡Claro! Tengo bien entrenado a Sansón para que aguante duro por el culo.
> ¡Vamos, sin miedo! Queremos verte darle… Así como la come de rico, tiene el culito…
Le dije al amigo de mi hermano mayor, incentivándolo para que no titubeara más. Por suerte, Darío es de esos machos que no desaprovecha una oportunidad para follar y gozar de una hembra; aunque en este caso sería el trasero de un perro.
Ya ninguno se reía, pues nada era broma, la cosa iba muy en serio. Todos traíamos los miembros erectos a reventar y estábamos por comenzar una verdadera orgía entre cuatro viriles hombres y un puto pitbull.
Así que Darío no lo dudó más y se puso detrás de Sansón, se escupió la verga, restregando con la mano la saliva desde la base hasta la enorme punta, y como un experto tomó al can por la colita y empezó a frotarle el glande por el arrugadito esfínter. Y como vio que Sansón se dejaba levantando el culo, al tiempo que éste continuaba lamiendo la larga verga de Quique, le metió la hinchada cabeza fálica de una clavada y luego se la empujó otro poco más, metiéndole medio miembro. Ahí la mascota de mi hermano chilló, aunque se quedó siempre inmóvil; entonces el compañero de mi hermano, como todo un conocedor en la materia, lo sujetó por las caderas y sin piedad y de un sólo toque se la mandó hasta los huevos.
Así estaba el macho de Darío, caliente como una brasa y sudado por todo su marcado cuerpo, con el Sansón bien ensartado en su fornido rabo; jadeando y resoplando como otro animal embramado. Entonces ese otro semental se disputo al ‘mete y saca’ por ese culo canino, dándole con muchas ganas y con una furia imbatible.
> ¡Uff…qué rico! Nunca hubiera pensado que un perro tuviera el culito tan delicioso.
> Eso es lo que te decía mi hermanito… Él y yo nos gozamos siempre a este perro-puto.
> ¡Joder, sí! ¡Aprieta más que el coño de una perra en celo!
Pasaron varios minutos, en donde el perro de mi hermano soportaba el abate salvaje de Darío, mientras no dejaba de atender con su lengua y hocico la virilidad de Quique; quien gemía de placer y no despegaba la mirada del otro hombre y su verga, entrando y saliendo enérgicamente de aquel trasero canino. Walter y yo los observábamos con morbo desmedido, y también cruzábamos miradas y sonrisas; en lo que nos masturbábamos sin descanso.
El macho de Darío traía todo el cuerpo bañado en sudor masculino, con los músculos y venas resaltadas por la intensa fuerza que tenían sus estocadas anales; jadeando cada vez más hasta que finalmente tuvo un sonoro orgasmo. Cuando le sacó su gorda verga a Sansón, mi hermano y yo notamos como le dejó de rojo y abierto el culo al perro, chorreando borbotones de esperma en la silla plástica donde tenían en cuatro al animal que hacía de hembra.
El segundo fue Enrique, que hizo lo mismo que vio hacer a Darío, mientras el pitbull respondía plenamente como una verdadera hembra en celo, caliente y deseosa de estos cuatro machos para ella sola. Sansón se dejó hacer todo de Quique; le permitió que éste jugara largamente con su verga por el anito abierto, juntando con el glande el semen que escurría de Darío y luego metérselo junto con su rabo hasta el tope. El perro arqueaba el lomo cada vez que la larga verga de Quique lo empalaba, jadeando y babeando de gusto; puesto que Sansón lo estaba disfrutando, traía su colorada y rugosa pija fuera de la funda de pelos.
> ¡Sí que es un puto este perro tuyo, Walter!
Exclamó Darío al ver la erección de Sansón, mientras el otro macho le bombeaba el culo. Y Quique al oír eso, pasó una de sus manos por el vientre del animal para encontrar que efectivamente lo estaba follando tan rico, que le hizo despertar los instintos carnales al perro. Sobándole la pijota y el lomo, Enrique acabó gritando dentro del can.
El tercero fui yo. Ya traía el rabo súper colorado de estármelo jalando muchísimo, y me escurría demasiado por la anticipación. El esfínter de Sansón estaba increíblemente dilatado después de soportar las folladas de esos dos sementales; y cuando se la metí, mi verga deslizó entera y tan delicioso gracias a la lubricación de la calentita y espesa esperma de Darío y Quique. Yo me lo cogí como la primera vez que me lo culeé en ese mismo lugar, frotándole el lomo peludo para hacerle saber que era una buena perra y con la otra mano continué la tarea de Enrique y me puse a masturbar a Sansón; al mismo tiempo que se la metía y sacaba con saña. Mi hermano y los otros dos machos me alentaban, bebiendo cerveza y diciéndome que le sacara la leche al perro. Aquello era tan morboso que yo me sentía en otro mundo, en uno de puro placer perverso. Definitivamente lo más excitante de esa orgía era saber que esos otros hombres me miraban y aprobaban mi virilidad con sólo 15 años. Hasta que no pude más y yo también vacié todas mis bolas cargadas dentro del recto canino.
Y Walter tuvo el turno final. Cuando se levantó de la silla su vergota estaba tan hinchada y venosa que se veía todavía más gigantesca; que tanto Quique como Darío se quedaron boquiabiertos por la enorme hombría de su amigo. Entonces mi hermano hizo lo mismo que los folladores anteriores, se puso en posición con el trasero de su mascota alineado con su glande, le dio unas palmaditas a su perro y se la introdujo con una letal y única arremetida.
A pesar de que Sansón ya estaba bien usado, aquel tamaño fálico y ese salvajismo le hicieron quejarse de dolor; pero como se trataba de su amo y el animal lo sabía bien, se dejó para el asombro de nosotros tres. Y otra cosa que fue sorpréndete y extra excitante, fue que cuando mi hermano se la metió entera, llenándole todo el culo al perro con su maciza carne, hizo que toda le leche viril mezclada de Darío, Quique y mía, brotara en una explosión de esperma que terminó embarrándole todos los pelos púbicos a Walter y hasta los de su peluda panza.
Por más que yo ya había eyaculado, mi verga se volvió a parar y cuando me volteé a ver a los otros dos hombres, estos también portaban erecciones y se estaban jalando nuevamente. Los tres nos acercamos más para apreciar mejor como la enorme herramienta sexual de mi hermano, entraba y salía de aquel culo canino, y como éste se estiraba para afuera cada vez que Walter la intentaba sacar del todo; pero no podía, pues el venoso y rojo culo de Sansón no lo permitía, estaba adherido al recio y venoso tronco del rabo de su dueño.
> ¡Joder, cabrón! ¡El puto perro no te suelta la verga!
Dijo Quique asombrado de su mejor amigo, mientras se pajeaba su curva verga a mi lado.
> El Sansón sabe que ahora es su amo el que le está cogiendo.
> ¡Vamos hermano, muéstrales a tus amigos como le revientas el culo a esta puta hembra!
Y con eso las embestidas de mi hermano mayor se intensificaron en potencia y velocidad. Normalmente yo sé que el perro logra aguantar al bestial de su dueño; pero con lo cansado que estaba y el aumento de tamaño, hizo que Sansón se quejara varias veces.
Eso nos calentó mucho más, que estábamos calados en sudor, apestando a machos y con las vergas raspadas al rojo vivo. No aguanté más y poniéndome con mi miembro en el hocico del perro, me corrí una segunda vez en él, dándole de comer el resto de mi semen. Acto seguido acabó Enrique de igual forma, haciendo que Sansón tragara toda su esperma y cuando se la estaba limpiando con la lengua, Darío de súbito apartó a Quique y él también le dio otra ración seminal al animal; el cual se la devoró sin dejar nada.
Mi hermano Walter por su parte, continuaba con sus folladas implacables, cada vez más agitado, con embestidas más fuertes; sus jadeos también aumentaban, tenía todos los pelos de su cuerpo pegados por el hediondo sudor y finalmente con un intenso gemido mi semental hermano mayo acabó. Y tal como otras veces, Walter se quedó pegado con Sansón.
> ¡Joder! ¡No me lo creo! ¡¿Te has quedado abotonado como los perros?!
Exclamó el atónito Darío, pues seguramente siendo estudiante de veterinaria jamás hubiera creído posible que un hombre pudiera hacer eso.
> ¡Tu hermano sí que es una bestia!
Me dijo Enrique poniéndome uno de sus sudados brazos sobre los hombros. Y yo me llené de orgullo de estar emparentado con ese varonil y brutal semental.
Después de varios minutos, Walter pudo liberar al exhausto de Sansón, el cual había dejado una gran mancha de semen amarillento en la silla; por lo que deducimos que las folladas de su amo lo hicieron correrse a él también. Entonces el perro se marchó bajo la sombra de un árbol y se quedó largo rato lamiéndose el adolorido culo y comiéndose toda la mezcla de leche viril que no paraba de salirle. Y nosotros cuatro volvimos a meternos en el agua para limpiarnos, hablando de la increíble experiencia que habíamos experimentado. Resultó que Darío ya había probado la zoofilia, cogiendo con varias perras y hasta con yeguas; pero que nunca había gozado así de rico con un perro. Y Enrique confesó que todo esto le había gustado tanto que ya mismo se compraría su propio perro.
Pasaron unos cuantos días luego de esa orgía, en los que los amigos de mi hermano querían repetirla; así que con agrado mi hermano y yo armamos una nueva reunión donde el culo de Sansón sería la atracción principal y los cuatro otra vez le llenamos el culo al puto pitbull.
Y por supuesto Walter y yo seguimos culeando a Sansón por nuestra cuenta y sin reparos; que incluso una de esas tantas tardes en que le rompíamos el culo al perro, papá entró y nos encontró así en medio de la sala; pero no se enojó o asombró mucho, puesto que él ya había visto en la misma situación a su padre. Resultó que somos tres generaciones de insaciables machos zoofílicos; pero esa, es otra historia…
—El Fin…
Saludos desde Venezuela.
Un relato largo pero muy bueno. Me gusto mucho esa complicidad.
Me gustaría tener a un hermano o por lo menos amigos con los que pueda compartir una experiencia así.
Espero que ahora se una tu papá en esa culeadera
Gracias, pero ese relato no tiene segunda parte.
Saludos man!
Uff de los mas excitantes que he leido por aqui! Me muero por saber de la historia de la familia!
Gracias, pero ese relato no tiene segunda parte. No sé porque todos se empecinan en que las historias tienen que seguir perpetuamente.
Saludos!
Ufff, a pesar de ser inventado el relato me puso la verga a mil!!! Los lechazos que le acabo de dejar al monitor…
Claro que lo es, como todos por acá.
La gracia es leer, imaginar y masturbarse. Nada más.
Que rico
Bueno primero que todo muy buen trabajo,adaptacion de otro relato publicado ya antes en esta pagina,claro con algunos cambios y aportes popios a gusto del escritor para presentar su version .le di tres estrellas por el relato le hubiera dado las 5 si hubiera dejado el genero original de animal que era una perra,pero bien eso se puede arreglar y me di mi trabajo de cambiarle el sexo al animal en la historia y lo disfrute plenamente, sigue versionando relatos y ojala que sean con perras hgracias
Así es, estaba esperando a ver que buen conocedor se percataba. Es la fusión de dos historias previas de acá, cambiando padre por hermano mayor, mejorando redacción y trama, y cambiando perra por perro, que a mí me causa más morbo.
Aclaro que yo no relato ni adapto para terceros, sino para mí y mis gustos.
Saludos man!
ufff wow ke rico em gusto todo eso pero tampo’co no quieree decir que etas cosqas no sed en al contrario suedlen pasan y se puede culear, y eso lo saben los veterianrios…. en fin estuvo rica la historia
Uff que rico amigo ya me imagino como preñaron a ese macho x su culo me excito y me puso a mil amigo yo igual me he culiado a un labrador por su ano y le dejo mi leche adentro el jadea a más no poder y luego que termino adentro me quedo un rato besándolo y consintiendo a mi amante canino
Gracias amigo y que me alegra saber que eres macho conocedor de ese placer y que lo prácticas seguido. Sigue preñando rico muchos culos de perros!
Huffff que rico da mucho morbo y muchas ganas de conocerlos y disfrutar más de la zoofilia un fuerte abrazo desde Pereira Risaralda Colombia