Mi perra mágica
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Era por la tarde, yo continuaba viendo la tv desde mi cama y de vez en cuando le echaba una ojeada a mi perra, ella se llamaba Canela.
Fue una de las cosas que me gustaron a adoptarla, su nombre Canela, no sé porqué.
Ella estaba echada en mi cama, a mis pies, parecía que estaba dormida, pero a cada movimiento mío, por pequeño que fuera, ella se cambiaba de lado.
Me preocupé porque si no encontraba trabajo no sabía lo que iba a hacer.
Durante unos meses cobraría paro, pero después, si no tenía trabajo entonces estaba jodido, y Canela también; era una perra muy especial, no quería por nada del mundo tener que regalarla por ahí.
"¡Canela, ven!", le ordené con la voz impostada, lo solía hacer para parecer más simpático.
Ella vino al rato, por encima dando pasos largos y tambaleantes sobre la cama.
Yo no solía dejarla estar sobre la cama, pero aquel día hice una excepción.
Yo estaba recostado en el cabeza y Canela se echó encima de mi regazo como si fuera una perromanta, y yo me excité por la presión que ella ejercía sobre mi entrepierna.
Comencé a acariciarla y se estaba quieta allí, y yo cada vez mas excitado.
Hice un movimiento y ella se apartó, yo eché a mi perra y pronto me puse al lado y comencé a besarla, en el hocico, el cuello, incluso por poco me muerde la lengua.
En aquel momento todo me daba igual, yo estaba a cuatro patas y mi perra de lado sobre la cama y me bajé el pantalón del pijama y sin ponerme recto conseguí quitármelo, aunque torpemente.
Ella jadeaba yo notaba la calidez y el hedor a pienso de arroz y pollo de su aliento y normalmente me desagradaba, pero en aquel momento no, solo moría de deseo.
Canela me lamía y se lamía y yo la lamía a ella, como si fuese yo un animal, luego me sentiría mal por todo lo que estaba haciendo, pero en aquel momento me encantaba.
Me quité como pude y lo más rápido que pude los calzoncillos y la camisa y me abracé a mi perra, que no dejaba de lamer y jadear (eso es lo que suele hacer un perro) y sobretodo me miraba, fijamente.
Yo al juntarme y frotarme en mi perra gemí.
Era la primera vez que trataba de hacer el amor con un ser vivo, nunca había tenido novia antes y tampoco me hacía falta.
Creo que era culpa de las pajas.
Mi perra me sostenía con las patas y yo la lamía por hocico, cuello y orejas mientras me frotaba.
Era tan suave y tan caliente, tan activa.
En aquel momento era como si realmente pudiera estar enamorado de una perra, y se me olvidaron por completo mis problemas.
Yo le decía de vez en cuando cosas, cosas algo tontas como "te quiero", "eres una perra muy buena".
Yo babeaba sobre ella hasta que por fin todos mis músculos se tensaron y comencé a correrme sobre mi perra.
Yo la presionaba contra mi y jadeaba como recién salido de un maratón.
Finalmente, Canela permanecía allí, revolviéndose entre mis brazos y yo la besé en sus labios de perro una vez más y me aparté, le lamí por el rastro de semen que le había dejado y suspiré.
Y ella se levantó y se fue.
Yo quedé tendido en la cama, desnudo, trataba de no pensar demasiado sobre lo que había hecho y por alguna razón llamé otra vez a mi perra.
Esta vez era para estar con ella, para que nos acurrucaramos, pero no vino y yo la dejé tranquila.
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