Mi primera experiencia ZOO.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Andy19.
Entonces una tarde, luego del último alimento de los becerros (el cual solía darse entre 4 y 6 de la tarde) me aseguré personalmente de darles la mitad de la leche que les tocaba, de esa forma, al quedarme solo en la granja, un par de horas después, éstos tendrían hambre y me mamarían la verga con esmero. Tan solo de planear mi fechoría todo el día tuve fuertes erecciones, de tal forma que ya para la hora del alimento tenía el pantalón lleno de líquido preseminal, ya que ese día, debido al calor del verano decidí no usar ropa interior (acá entre nos, llevo meses sin usarla, así como también duermo completamente desnudo). Durante la faena de alimentarlos metía mis dedos en sus hambrientas bocas, como un preámbulo de lo que sucedería en un par de horas; mi verga solicitaba a gritos que lo hiciera en ése momento, pero corría el riesgo de ser visto, así que con todo el nerviosismo me limité a hacerlo con una mano, mientras con la otra me daba buenos jalones dentro de los pantalones.
De suerte que ese día los trabajadores saldrían a eso de las 5 de la tarde, así que quedaría solo en la granja, sin temor a ser visto. Mi padre y mi hermano irían a la ciudad, donde vivíamos, a casi 40 min. de la granja. Yo pedí deliberadamente que regresaran por mí más tarde porque tenía cosas que hacer, así, sin dar explicaciones, y como el trabajo en la granja nunca se acaba mis familiares me creyeron de tal forma que estaría solo al menos hasta las 9 pm, hora en la que mi padre regresaba con el velador. Tendría a todo el ganado para mí solo durante horas.
Apenas cerraron la puerta principal me deshice de toda mi ropa y me quedé en botas de trabajo. Tenía el paquete durísimo, no podía más. Con el calor de la tarde entré al corral de los becerros, el sol se sentía fabuloso tostando mi piel blanca, ya que no suelo tomar baños de sol, actividad que no es de mi agrado. Los becerros estaban gustosos de verme, ya que hacía tiempo comenzaron con hambre otra vez. Me aseguré de acercarme a aquellos más pequeños, porque son (y ahora lo sé) los que maman más rico. Acerqué mis dedos temblorosos a la boca hambrienta del más pequeño, quien con gran esmero mamó el dedo medio de mi mano derecha, le metí dos… luego tres, el animalillo estaba salivando a chorros y los fluidos corrieron hasta medio brazo. En esa estaba cuando en menos de lo que se los cuento, metí mi verga de jalón en la boca del becerro, quien por la textura del paladar corrió el cuero de mi verga (no soy circuncidado) hasta abajo, haciéndome presa de las más generosas sensaciones que ya podrán imaginar. Los bordes agrupados del paladar chocaban con el borde de mi glande, que entre el mete y saca se ponía más rojo de lo normal. La blancura de mi piel se fue impregnando de la baba que salía a chorros, primero los pelillos del pubis y luego a hilos hasta llegar a mis piernas. No podía creer lo mucho que podía salivar, pero como estaba tan hambriento el pobre, no me cabía la menor duda.
Así como el paladar estimulaba el borde de la cabeza con el mete y saca, la punta rugosa de la lengua estimulaba mis huevos, los cuales por el calor estaban colgando al 100. Entre lengüetazos el becerro se los llevaba a la boca de vez en cuando, dando la sensación más deliciosa que hasta ese entonces había sentido. Comencé a gemir de placer con esa rugosidad en mi escroto, razón por la cual se me vino a la mente la cara del vaquero de quien aprendí la experiencia.
_Eres un hijo de puta_ dije en mi mente_ con razón vienes acá tan seguido. No lo cambiarías por nada eh?…
Tembloroso como estaba de placer, metí mi verga todo lo que pude hasta el fondo, ayudado de los topecitos que daba el becerro para pegarse más (es un reflejo normal de los becerros dar topes a la ubre de las vacas para favorecer el chorro de leche) hasta que el garrote llegó a donde empiezan los huevos. Más adentro, en el lugar donde al parecer comienza la garganta, lo rugoso de la lengua que estimula tremendamente el frenillo y vientre del pene, la textura se tornaba infinitamente lisa, más resbalosa y caliente. Era muy estimulante ver pegado de mi verga al animalillo, esperando su premio, así que pasé un par de minutos más hasta familiarizarme con las mamadas del más pequeño y hambriento de todos. La experiencia no se compara con nada, se los juro.
Apenas sentí en mis huevos la sensación de que vas a correrte irremediablemente, saqué presuroso mi verga de la boca del becerro, era jodidamente estimulante como para terminarlo a escasos minutos de empezar. Me dirigí con la verga llena de fluidos a otro becerro blanco con manchas marrón, unos días más viejo que el becerro negro que acababa de mamarme la verga hasta el fondo. Le estiré la mano para que lamiera mis dedos y luego puse mi miembro a punto de explotar en su boca, la cual de un lengüetazo metió hasta el fondo, al tiempo que con su lengua masajeaba detrás de las bolas y las metía de vez en cuando a la boca igual que el primero. Apreté las nalgas que por el sol se empezaron a poner rojas para no venirme cuando en ese momento sentí como otro becerro blanco con manchas negras, también con días de haber nacido, empezó a buscarme entre las nalgas con la lengua un poco menos rugosa que el que me estaba dando la mamada de mi vida. Me asustó un poco el hecho, es más, el saber que estaba cometiendo esa locura me tenía con el corazón latiendo a mil, pero no podía terminar ahora, y menos cuando un tercero se unía al grupo. Le abrí mis nalgas lo más que pude, al fin y al cabo tenía las manos desocupadas, y dejé que me lamiera con esa lengua rugosa y húmeda. Ahora los fluidos corrían por delante y por detrás.
La lamida de culo duró muy poco, porque el becerro también quería su parte, así que le saqué la verga de la boca al becerro marrón y se la metí a éste hambriento negro. La sensación era muy similar al primero, y dado que parecían de la misma edad supuse que entre más grande la lengua era más rugosa y el paladar más lleno de bordes (me convertí en un experto desde el principio). Caliente como estaba, sensibilizado por tantas texturas y con los nervios alterados hasta más no poder, saqué mi verga de éste pobre animal luego de varios minutos de mamadas y topecillos al pubis para meterla en la boca del primero y acabar con el orgasmo más prolongado que había tenido hasta entonces. No paré hasta que emití la última gota de mi leche, el becerro la merecía por tan buen trabajo que hizo, y ésta corrió a los lados de su boca revuelta entre las babas del animal y cayó junto a todos los fluidos ensuciando desde mis piernas hasta mis botas de trabajo. Le dejé adentro la verga hasta que se puso completamente blanda y traté de correr el prepucio hacia adelante ya que tanta textura me dejó la cabeza muy sensible, pero al parecer de nada sirvió, porque la escena me paró de inmediato la verga y se corrió hasta atrás otra vez.
El sol estaba quemando mis piernas tan blancas, así que salí del corral nervioso como estaba, aturdido, culpable, con la verga más parada que cuando comencé. Abrí la llave de los bebederos y me quité con el agua tibia todo lo más que pude de los fluidos. Corrí a la sala de ordeña donde había dejado mi ropa y vestí como rayo. Realmente me sentía culpable, sucio, pervertido, pero algo dentro de mí estaba muy feliz, porque al fin lo había logrado, al final de todo había sido por unos instantes el bastardo que me impulsó con sus constantes visitas al corral a hacer lo mismo que él, a experimentar lo mismo que él. Esperé a que llegara mi padre quien apenas notó en mí un humor distinto al habitual. Mentí, y le dije que estaba un poco cansado.
Ya en la ciudad, por la noche, me puse el calzoncillo para poder meter la ropa sucia a la lavadora (aún no me atrevo a hacer freeballing por toda la casa) y pude notar como estaba tieza de fluidos que, al momento, no supe distinguir si era mi semen o las babas de los becerros, pero el olor tan distintivo me paró la verga otra vez y desee con todo el corazón poder tele transportarme para que el becerro me mamara otra vez (seguramente quería su leche, estaría hambriento). En esa estaba cuando mi padre entró al cuarto de lavado y como pude tapé lo crecido de mi bulto para que no se percatase, pero fue en vano, me dijo un chascarrillo que al momento no recuerdo por lo vergonzoso de la situación, pero me hizo la observación de mi piel enrojecida por el sol.
_Así que eso era lo que estabas haciendo, eh?_ mi mente se puso en blanco_ si querías tomar el sol desnudo solo sube a la azotea, yo lo hago cuando tu madre y ustedes salen todo el tiempo, no tienes por que avergonzarte, tú también puedes hacerlo, nadie sube a la azotea. Te arriesgas a que te vea el vecino (el cual es GAY) pero nada más_ risa nerviosa.
Así que mi padre ni se sospechaba lo que había hecho, es más, creo yo, no se percató del nivel de mi erección que asomaba por mi calzoncillo. Estaba muy nervioso, no supe que fue lo que le dije, lo que recuerdo es que subí corriendo al baño de mi habitación y me dí un baño caliente, no sin antes hacer mis ejercicios de estiramiento escrotal para que los huevos cuelguen más y hacerme una dolorosa paja, ya que la mamada de los becerros me habían sensibilizado mucho y el estiramiento constante había dejado mi pene flácido más largo de lo normal. Era algo pasajero, como han de saber, porque muy pronto te acostumbras a la sensación y a las texturas de los becerros según su edad, sin embargo sigo prefiriendo a los más pequeños, porque babean más y son más lisos. Como ya han de suponer, lo hice nuevamente apenas cedió la culpa, pero esa es otra historia que contaré en otra ocasión.
Si tienen la fortuna de poseer o vivir cerca de una granja inténtenlo, no se van a arrepentir, traten de experimentar las diferentes texturas, personalmente sigo prefiriendo las lenguas suaves de los más pequeños.
Durante días, mientras duró mi culpa, me limité a espiar al vaquero y pajearme como de costumbre, sin levantar la más mínima sospecha… y si se lo preguntan, mi piel sanó muy rápido de las quemaduras solares, je je je.
Espero mi relato los haya calentado tanto como a mí, que ya tengo la verga tan dura como la primera vez. Hasta el próximo relato.
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